Proverbios 5; 21-22
Porque
los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová,
Y él
considera todas sus veredas.
Prenderán
al impío sus propias iniquidades,
Y
retenido será con las cuerdas de su pecado.
El contexto de estos versículos nos
muestra el
contraste con la mayor parte de lo que leemos, vemos y oímos hoy, este pasaje
exhorta a las parejas a buscar en su cónyuge satisfacción y compañerismo para
toda la vida. Muchas tentaciones se presentan a los cónyuges para que abandonen
al otro por la excitación y los placeres que se encuentran en cualquier otra
parte cuando el matrimonio se vuelve monótono. Sin embargo, Dios ordenó el
matrimonio y lo santificó, y solo dentro de esta relación de compromiso se puede
encontrar la satisfacción y el amor verdaderos. No permitamos que lo mejor que
Dios tiene para nosotros se desperdicie en la ilusión de pastos más verdes de
otro lugar. Por el contrario, regocijémonos con nuestro cónyuge y entreguémonos
a Dios y el uno al otro.
No era la intención de Dios de que la fidelidad
en el matrimonio fuera aburrida, sin vida, sin placer y monótona. Las
relaciones sexuales son regalo que Dios da a la gente casada para su goce
mutuo. La verdadera felicidad surge cuando decidimos
buscar el placer en la relación que Dios nos ha dado o nos dará, y
comprometernos para hacerlo agradable para nuestro cónyuge. El verdadero
peligro es dudar de que Dios nos conoce y se preocupa por nosotros. Entonces
puede ser que nos resintamos por su tiempo y busquemos placer sexual
imprudentemente, sin su bendición.
Sin poder esconderse de Dios, al impío le espera un triste fin. La
madurez cristiana ha de utilizarlas para la gloria de Dios en cuanto a la
formación de una relación permanente entre un hombre y una mujer. El sexo puede
ser algo meramente biológico, o algo utilizado para lograr lo que uno desea, un
instrumento del egoísmo o algo bendecido donde la intimidad física participa en
la creación de la próxima generación y la construcción de una relación
matrimonial dulce y fuerte.
La razón; el ojo de
Dios está sobre ti y Él hará que el pecado imponga su propio castigo. El matrimonio tiene tres fines: la
procreación de los hijos, la mutua ayuda y el remedio de la concupiscencia. El
sabio no desconoce los dos primeros y tiene un alto concepto de la mujer; si
sólo insiste en el tercero, es porque la concupiscencia es la que induce al
adulterio, presentando el remedio desde ese mismo punto de vista.
Concluye con un
último y decisivo motivo por el que hay que evitar el adulterio. Tal vez el
adúltero piensa que nadie conocerá su delito y que podrá evitar su castigo.
Pero hay algo a lo que no puede sustraerse: la mirada de Dios, que todo lo ve y
lo sabe. Y Dios, que gobierna los pasos de los hombres, puede disponer las
cosas de tal modo que, cuando el adúltero se cree más seguro, es descubierta su
iniquidad, que no quedará impune.
Salmo 91; 3
Él te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
Este
Salmo tiene un marcado carácter didáctico y canta la protección qué dispensa
Dios al que se confía a su providencia. La confianza en Dios no evitará al
justo morir de la peste, la guerra y el hambre, ni estará al abrigo
necesariamente de las desgracias de la vida. Pero el salmista quiere recalcar
que la Providencia divina vela paternalmente por el fiel que a ella se confía,
y, en consecuencia, le salvará cíe muchas situaciones de peligro.
La doctrina del poema se resume en la frase de
San Pablo: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El fiel se encuentra a la sombra de la protección divina como el huésped en
casa bien abastecida y segura. Se halla como el pajarillo bajo las alas de
la madre, como el soldado apostado en inexpugnable fortaleza. El Omnipotente
pone a disposición de sus fieles a los ángeles para que les guíen y protejan.
Dios no abandona a los suyos. En la perspectiva del salmista no está la
retribución en ultratumba, y por eso urge la necesidad de que la protección
divina se extienda en esta vida al fiel. En la perspectiva cristiana, esta vida
está condicionada a las exigencias de la eterna, y, por tanto, Dios puede
permitir que sus fieles sufran aquí toda clase de calamidades, con tal de
preservarlos incólumes para el más allá.
Después
el salmista enumera los diversos peligros que pueden sobrevenir al hombre; y en
primer lugar la hostilidad de los que buscan su ruina. Estos son comparados a cazadores
que colocan la red para capturarlo como a ingenuo pajarillo.
Dios es nuestra protección, un refugio cuando
tenemos miedo. La fe del escritor, en el Dios todopoderoso como protector, lo
sacaría airoso de todos los peligros y temores de la vida. Esto debe ser un
ejemplo también para nuestra confianza: cambiar todos nuestros temores por la
fe en Dios, sin importar qué tipo de temor sea. Para hacerlo debemos "habitar"
y "morar" con Él. Al encomendarnos a su protección y al prometerle
nuestra devoción diaria, estaremos seguros.
Una de las funciones de los ángeles es cuidar a
los creyentes (Hebreos_1:14). Aun cuando no hay
indicios de que se asigne un ángel a cada creyente, existen ejemplos de ángeles
guardianes en la Biblia (1Reyes_19:5; Daniel_6:22;
Mateo_18:10; Lucas_16:22).
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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