Hebreos 1; 3
el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen
misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su
poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí
mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
El libro de Hebreos relaciona el poder
salvador de Dios con su poder creador. En otras palabras, el poder que le dio
existencia al universo e hizo que se mantuviera funcionando es el mismo poder
que quita nuestros pecados. Como es la refulgencia del sol para el sol, así es
el Hijo de Dios para Dios. Así es que vemos al Padre por el Hijo. El Hijo da a
conocer al Padre. Esta referencia es al Hijo encarnado. Nadie encarnado ve al
Padre.
Esta palabra griega se refería tanto al instrumento para estampar,
sellar o marcar como a lo estampado. La palabra jupostaseos significa
"esencia, sustancia, naturaleza interior". El Hijo, aunque distinto
en persona, es uno con Él (Juan_10:30), siendo
el Hijo la perfecta representación de la esencia o sustancia del Padre. No
puede haber atribución de la divinidad de Jesús más distinta que la de estas
palabras. Declaran su poder infinito; declaran su omnipotencia. Con la palabra
Jesús mandó al mundo físico (Mateo_8:26-27) y al
mundo de demonios (Mateo_8:16). Sanó a enfermos
con la palabra y levantó a muertos (Juan_11:43),
cambiando así las leyes "naturales" de las cuales Él mismo es el
Autor. Cristo por su sangre hizo posible nuestro perdón de los pecados. Cuán
erróneo es pensar que Dios no pueda perdonarnos. No hay pecado demasiado grande
que el Rey del universo no pueda quitar. Dios puede perdonar y nos perdonará
cuando nos acercamos a Él por medio de su Hijo.
Vemos tres participios (en el
griego) en este versículo, que son: siendo, sustenta, habiendo efectuado.
Ahora resta declarar que Él reina. ¡Cuán grandes estas verdades que aquí
son declaradas acerca del Hijo de Dios! Habiendo llevado a cabo el gran plan de
redención de Dios, Cristo ¡se sentó! La frase "a la diestra"
significa el lugar más exaltado de honor y autoridad, significa que se terminó
la obra. El sacrificio de Cristo fue terminante.
Isaías 53; 5
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados.
¿Cómo podía una persona del Antiguo Testamento entender la idea de
Cristo muriendo por nuestras culpas, en realidad cargando con el castigo que
merecíamos? Los sacrificios sugerían esta idea, pero una cosa es matar a un
cordero y otra muy distinta es pensar en el Siervo escogido de Dios ocupando el
lugar del cordero. Pero Dios descorría a un costado la cortina del tiempo para
permitir que la gente de la época de Isaías mirara más adelante hacia el
sufrimiento del futuro Mesías y el perdón resultante que quedaría al alcance de
toda la humanidad.
En estos versículos hay un relato de los sufrimientos de Cristo;
también del propósito de sus sufrimientos. Fue por nuestros pecados y en
nuestro lugar que nuestro Señor Jesús sufrió. Todos hemos pecado y caído de la
gloria de Dios. Los pecadores tienen su pecado favorito, su propio mal camino
que aprecian. Nuestros pecados merecen todas los castigos y dolores, hasta los
más severos.
Somos salvados de la ruina a la cual nos obligamos por el pecado,
cuando echamos sobre Cristo nuestros pecados. Esta expiación iba a ser hecha
por nuestros pecados. Este es el único camino de salvación. Nuestros pecados
fueron las espinas en la cabeza de Cristo, los clavos en sus manos y pies, la
lanza en su costado. Fue entregado a la muerte por nuestras ofensas. Por sus
sufrimientos adquirió para nosotros el Espíritu y la gracia de Dios para
mortificar nuestras corrupciones, que son las aberraciones de nuestra alma.
Bien podemos soportar nuestros sufrimientos más leves, porque Él nos ha enseñado
a estimar todas las cosas como pérdida por amor a Él y a amar al que nos amó
primero.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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