Romanos 3; 22-24
La justicia de Dios por medio de la
fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios,
siendo justificados gratuitamente
por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
El problema
supremo de la vida es: ¿Cómo puede uno estar en la debida relación con Dios?
¿Cómo puede sentirse en paz con Dios? ¿Cómo puede dejar de sentirse a una distancia
insalvable, y de tenerle miedo a la presencia de Dios? La religión de los
judíos contestaba: «Uno puede llegar a estar en la debida relación con Dios
cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley.» Pero eso equivale a decir
sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de llegar a estar en la
debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir perfectamente todos los
mandamientos de la Ley. Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Para que nos demos
cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos la Ley e intentamos
cumplirla nos damos cuenta de que nos es imposible. El propósito de la Ley es
hacernos conscientes de nuestra debilidad y pecado. Entonces, ¿es imposible
llegar a Dios? Todo lo contrario; porque el camino que nos lleva a Dios no es
el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras, sino por la fe.
Ambos judíos y gentiles están perdidos sin esta salvación por la
simple razón de que estos dos grupos de la humanidad han pecado y por eso se
hallan bajo la condenación del pecado. Gloria es honor. Habiendo pecado, el
hombre no ha dado honor a su Creador como debía de haber hecho. a gloria de
Dios consiste en su perfección absoluta. Él es luz y en él no hay ningunas
tinieblas (1Juan_1:5). Por contraste, el hombre,
al pecar pierde la inocencia con que nació y así se halla destituido de la
gloria que Dios mantiene. Dios perdona al pecador. Ya no es culpable; es justo
como si no hubiera pecado. Es el acto de redimir, o el hecho de ser redimido.
Cristo es el Redentor, porque Dios en Cristo provee al pecador el medio de
salvación.
¿Qué es todo
esto en esencia? ¿En qué consiste la diferencia entre esto y el antiguo sistema
de la Ley? La diferencia fundamental es esta: que el método de la obediencia a
la Ley se refiere a lo que el hombre puede hacer por sí mismo; mientras que el
método de la Gracia consiste en lo que Dios ha hecho por él. Pablo hace
hincapié en que nada que nosotros podamos hacer puede ganar el perdón de Dios;
solamente lo que Dios ha hecho por nosotros puede ganarlo. Por tanto, el camino
que conduce a la perfecta relación con Dios no es un intento agotador y
desesperado para ganar el perdón de Dios por nuestra cuenta, sino la humilde y
arrepentida aceptación del Amor y de la Gracia que Dios nos ofrece en
Jesucristo.
Efesios 2; 8
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios;
La fuente, la base, de la salvación es Dios, no los hombres. Dios
provee la salvación, cosa que el hombre no puede hacer, porque no puede
proveerse un salvador (no puede morir por sus propios pecados). Ninguna
filosofía, ningún código de preceptos morales, ninguna ley humana puede
efectuar nuestra salvación.
Aun la ley de Moisés, aunque era de
Dios, no podía salvar al hombre, porque "la sangre de los toros y de los
machos cabríos no puede quitar los pecados" (Hebreos_10:4).
Pablo insiste
en que es por gracia como somos salvos. No hemos ganado la salvación ni la
podríamos haber ganado de ninguna manera. Es una donación de Dios, y nosotros
no tenemos que hacer más que aceptarla. El punto de vista de Pablo es
innegablemente cierto. Y esto por dos razones:
Dios es la
suprema perfección; y por tanto, solo lo perfecto es suficientemente bueno para
él. Los seres humanos, por naturaleza, no podemos añadir perfección a Dios; así
que, si una persona ha de obtener el acceso a Dios, tendrá que ser siempre Dios
el Que lo conceda, y la persona quien lo reciba.
Dios es amor;
el pecado es, por tanto, un crimen, no contra la ley, sino contra el amor.
Ahora bien, es posible hacer reparación por haber quebrantado la ley, pero es
imposible hacer reparación por haber quebrantado un corazón. Y el pecado no
consiste tanto en quebrantar la ley de Dios como en quebrantar el corazón de
Dios. Usemos una analogía cruda e imperfecta. Supongamos que un conductor
descuidado mata a un niño. Es detenido, juzgado, declarado culpable,
sentenciado a la cárcel por un tiempo y/o a una multa. Después de pagar la
multa y salir de la cárcel, por lo que respecta a la ley, es asunto concluido.
Pero es muy diferente en relación con la madre del niño que mató. Nunca podrá
hacer compensación ante ella pasando un tiempo en la cárcel y pagando una
multa. Lo único que podría restaurar su relación con ella sería un perdón
gratuito por parte de ella. Así es como nos encontramos en relación con Dios.
No es contra las leyes de Dios solo contra lo que hemos pecado, sino contra Su
corazón. Y por tanto solo un acto de perdón gratuito de la gracia de Dios puede
devolvernos a la debida relación con Él.
Esto
quiere decir que las obras no tienen nada que ver con ganar la salvación.
Pablo pasa a
decir que somos creados de nuevo por Dios para buenas obras. Aquí tenemos la
paradoja paulina. Todas las buenas obras del mundo no pueden restaurar nuestra
relación con Dios; pero algo muy serio le pasaría al Cristianismo si no
produjera buenas obras.
Las buenas
obras no pueden ganarnos nunca la salvación; pero habría algo que no
funcionaría como es debido en nuestro cristianismo si la salvación no se
manifestara en buenas obras. Como decía Lutero, recibimos la salvación por la
fe sin aportar obras; pero la fe que salva va siempre seguida de obras. No es
que nuestras buenas obras dejen a Dios en deuda con nosotros, y Le obliguen a
concedernos la salvación; la verdad es más bien que el amor de Dios nos mueve a
tratar de corresponder toda nuestra vida a ese amor esforzándonos por ser
dignos de Él.
Sabemos lo que
Dios quiere que hagamos; nos ha preparado de antemano la clase de vida que
quiere que vivamos, y nos lo ha dicho en Su Palabra en la Biblia y por medio de
Su Hijo Jesucristo. Nosotros no podemos ganarnos el amor de Dios; pero podemos
y debemos mostrarle que Le estamos sinceramente agradecidos, tratando de todo
corazón de vivir la clase de vida que produzca gozo al corazón de Dios.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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