Jeremías 1; 4-5
Vino, pues, palabra de Jehová a mí,
diciendo:
Antes que te formase en el vientre
te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las
naciones.
Después de la muerte de Salomón, el reino unido de Israel se dividió
en los reinos rivales del norte y del sur. Al reino del norte se le llamaba
Israel; al del sur, Judá. Jeremías era de Anatot, ciudad a unos 6, 5 km de
Jerusalén en el reino del sur. Jeremías vivió y profetizó durante los reinados
de los últimos reyes de Judá. Este fue un tiempo caótico política, moral y
espiritualmente hablando. Mientras Babilonia, Egipto y Asiria luchaban por la
supremacía mundial, Judá se vio atrapada en medio de un triángulo. A pesar de
que Jeremías profetizó durante cuarenta años, nunca vio que su pueblo le
prestara atención y se apartara de sus pecados.
Dios lo
conoció de la misma manera que a Jeremías, mucho antes de que tú nacieras o
incluso te concebieran. Pensó en ti e hizo planes para ti. Cuando te sientas
descorazonado o que no eres digno, recuerda que Dios siempre te ha considerado
muy valioso y ha tenido en su mente un propósito para ti.
De Jeremías dice: "Te di por profeta a las naciones". Dios
tiene un propósito para cada cristiano, pero El designa a algunos para una
clase específica de trabajo. Sansón (Jueces_13:3-5),
David (1Samuel_16:12-13), Juan el Bautista (Lucas_1:13-17) y Pablo (Galatas_1:15-16)
recibieron el llamado para realizar un trabajo especial para Dios. Cualquiera
que sea el trabajo que tu hagas, debes hacerlo para la gloria de Dios (Filipenses_1:11). Si Dios te da una tarea específica,
acéptala con gozo y hazla con excelencia. Si Dios no te ha dado una asignación
específica, procura cumplir la misión común para todos los creyentes: amar,
obedecer y servir a Dios, hasta que su dirección se defina.
2 Corintios 5; 17
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Aunque en la carne seas judío, o seas gentil, seas libre o seas esclavo,
en Cristo eres nueva criatura, con todas las consideraciones hechas nuevas en la
vista de Dios. Las normas carnales no han de ser aplicadas a las criaturas
espirituales, a los hijos de Dios. Que una de éstas sea judío, o sea gentil, no
tiene nada que ver. La nueva criatura
ahora anda en "vida nueva" (Romanos_6:4),
busca las cosas de arriba (Colosenses_3:1-4), se
ocupa en las buenas obras preparadas por Dios (Efesios_2:10),
y se encuentra en la única relación que vale, que es la nueva creación (Gálatas_6:15).
Las cosas viejas (consideraciones y normas carnales, prejuicios e
discriminaciones, y sobre todo la relación que el pecador sostenía con Dios) ya
pasaron.
Los cristianos somos nuevas criaturas desde nuestro interior. El
Espíritu Santo nos da vida nueva y ya no seremos los mismos jamás. No hemos
sido reformados, rehabilitados o reeducados; somos una nueva creación, viviendo
en unión vital con Cristo (Colosenses_2:6-7).
Convertirnos no es meramente dar la vuelta a una hoja nueva, sino empezar una
vida nueva bajo un nuevo Maestro.
Para Pablo, un cristiano es, en su frase favorita, una persona en Cristo; y por tanto, la vieja personalidad del
cristiano murió con Cristo en la Cruz y resucitó con Él a una nueva vida, de
forma que ahora es una nueva persona, tan nueva como si Dios la acabara de
crear. En esta novedad de vida, el cristiano ha adquirido una nueva escala de
valores. Ya no aplica a las cosas el baremo del mundo. Hubo un tiempo en el que
Pablo mismo había juzgado a Cristo según su tradición, y se había propuesto
eliminar Su recuerdo del mundo. Pero ya no. Ahora tenía una escala de valores
diferente. Ahora, el que había tratado de borrar era para él la Persona más
maravillosa del mundo, porque le había dado la amistad de Dios que había
anhelado toda la vida.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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