Romanos 13; 1-2 Sométase toda persona a las
autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las
que hay, por Dios han sido establecidas.
De modo que quien se opone a la autoridad, a
lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para
sí mismos.
La primera
impresión que nos hace este pasaje es muy extraña. Parece aconsejar al
cristiano una sumisión total al poder civil. Pero, de hecho, este es un
mandamiento que aparece en todo el Nuevo Testamento. En 1 Timoteo_2:1 s
leemos: «Insisto en que se hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones
de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en
posiciones de autoridad, para que vivamos tranquilamente y en paz, piadosamente
y con respeto en todos los sentidos.» En Tit_1:3,
el consejo al predicador es: «Recuérdales que sean sumisos a los gobernantes y
a las autoridades, que sean obedientes, que estén siempre dispuestos a hacer
las cosas honradamente.» En 1Pe_2:13-17 leemos: «Por causa del Señor someteos
a toda institución humana, ya sea al emperador como jefe supremo, o a los
gobernantes que aquél envía para castigar a los que obran mal y recompensar a
los que bien. Porque la voluntad de Dios es que, viviendo honradamente, hagáis
callar la ignorancia de algunos tontos... Tened respeto a todos los hombres.
Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al emperador.»
“las autoridades superiores,” o
sea gobiernos civiles, no importando la forma de gobierno que sea
(dictadura--como en el caso de Roma, siglo primero--, república, democracia,
monarquía, etcétera). El cristiano tiene que estar sujeto al gobierno bajo el
cual viva (Mat_22:21, Tit_3:1; 1Pe_2:13-15). Sin
gobiernos en la tierra, no habría ninguna seguridad de vida y de propiedad. El
salvajismo dominaría. El propósito de todo gobierno es proteger a sus ciudadanos
y castigar a los malhechores. Esto Dios lo ha ordenado. Todo lo que Pablo en
este pasaje dice, concerniente a nuestra sujeción a los gobiernos, se basa en
la suposición de que los gobiernos estén llevando a cabo este propósito divino.
A veces los gobiernos ignoran este propósito y abusan de los inocentes
(persecución, etcétera) y protegen a los malhechores. En caso de que demanden
al cristiano hacer algo que como cristiano no puede hacer, el cristiano tiene
que desobedecer en lugar de estar en sujeción (Hch_4:19;
Hch_5:28-29; Dan_6:7-10).
--“porque no hay
autoridad... establecidas.” Dios levanta a gobiernos humanos y los quita. 0bra
en los asuntos de los hombres. En otras palabras, hace uso de gobiernos humanos
para alcanzar sus fines (de castigar o bendecir, etcétera). (Dan_4:17; Dan_4:32; Isa_10:5; Jer_25:12-14; Hab_1:6-12; Zac_14:2-3;
Rom_9:17; Jua_19:11).
Puede que nos dé la tentación de suponer que estos pasajes provienen
de un tiempo cuando el gobierno romano no había empezado a perseguir a los
cristianos. Sabemos, por ejemplo, que en el Libro de los Hechos, el
tribunal de los magistrados paganos fue a menudo el refugio más seguro contra
la furia del populacho judío. Una y otra vez vemos a Pablo recibiendo
protección de manos de la justicia imperial romana. Pero lo interesante y
significativo es que muchos años y hasta siglos después, cuando la persecución
había empezado a rugir y se consideraba a los cristianos fuera de la ley, los
líderes cristianos seguían diciendo exactamente lo mismo.
Justino Mártir escribe: «En todas partes nosotros
estamos más dispuestos que nadie y nos esforzamos por pagar a los funcionarios
que asignáis los impuestos ordinarios y extraordinarios, como Jesús nos ha
enseñado. No damos culto nada más que a Dios, pero en otros respectos os
servimos de buena gana, reconociéndoos como reyes y gobernantes, y orando para
que, con vuestro poder real, se os conceda también sano juicio.»
Tertuliano escribe extensamente: «Ofrecemos oración por la
salud de nuestros príncipes a nuestro Dios eterno, verdadero y vivo, cuyo favor
ellos deben desear más que ninguna otra cosa... Sin cesar, por todos nuestros
emperadores ofrecemos oración. Oramos para que se les prolongue la vida; para
que haya seguridad en el imperio; por protección para la casa imperial; por
ejércitos valerosos, por un senado fiel, por un pueblo virtuoso, por la paz del
mundo -por todo, en fin, lo que el emperador
pueda desear, como hombre o como César.» Y sigue diciendo que el cristiano no
puede por menos de apreciar al emperador, porque «es llamado por nuestro Señor
para ejercer su cargo.» Y concluye diciendo que "el César es más nuestro
que vuestro, porque nuestro Dios es el que le ha nombrado.»
¿Qué pensamiento y creencia hay
detrás de todo esto?
En el
caso de Pablo había una razón inmediata para que hiciera hincapié en la
obediencia civil. Los judíos eran notorios como rebeldes. Palestina, y
especialmente Galilea, estaba bullendo constantemente de insurrección. Sobre
todo, estaban los celotes, que estaban convencidos de que no debía haber más
rey para los judíos que Dios, y que no se debía pagar tributo a nadie más que a
Dios. Tampoco se conformaban con una resistencia pasiva. Creían que Dios no los
ayudaría más que si se embarcaban en acción violenta para ayudarse a sí mismos.
Su intención era hacer cualquier gobierno civil imposible. Se los conocía como
los «dagados». Eran nacionalistas fanáticos conjurados para usar métodos
terroristas, no sólo contra los Romanos, sino hasta el punto de destruir las casas,
quemar las cosechas y hasta asesinar a las familias de sus compatriotas judíos
que pagaran tributo al Imperio Romano.
Pablo no le
encontraba ningún sentido a una actitud así. Esa era la negación más absoluta
de la conducta cristiana. Y sin embargo, por lo menos para una parte de la
nación judía, eso era lo normal. Puede que Pablo estuviera escribiendo aquí tan
claramente porque quería disociar el Cristianismo de cualquier insurreccionismo
judío, y dejar totalmente claro que los cristianos eran buenos ciudadanos.
Pero
hay algo más que una situación coyuntural en la relación entre los cristianos y
el estado. Puede ser verdad que Pablo tuviera en mente las circunstancias que
causaban las insurrecciones judías, pero tenía otras cosas también. Lo primero y
principal es que nadie puede ni debe disociarse totalmente de la sociedad en la
que vive. Nadie puede, en conciencia, optar por desligarse de la nación. Como
parte de ella, disfruta de ciertos beneficios que no podría tener si viviera
aislado; pero no puede reclamar los privilegios y evitar las obligaciones. De
la misma manera que forma parte del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, también
forma parte del cuerpo de la nación; no hay tal cosa en el mundo como
individualismo aislacionista. La persona tiene deberes para con el estado, que
debe cumplir aunque el que esté en el trono sea Nerón.
El
ciudadano debe al estado la protección. Era una de las ideas platónicas que el
estado existe para garantizar la justicia y la seguridad, y para proteger al
hombre de las bestias y de «los» bestias, es decir, de la gente salvaje, dentro
y fuera del país. «La gente -se ha dicho- se reunía como un rebaño detrás de un
muro para sentirse a salvo.» Un estado es esencialmente un cuerpo de personas
que se han aliado para mantener ciertas relaciones mutuas mediante el
cumplimiento de ciertas leyes. Sin esas leyes y el consentimiento general de
cumplirlas, el malvado fuerte y egoísta se haría con el poder; el más débil
estaría indefenso; la vida no tendría más ley que la de la selva. Todas las
personas ordinarias deben su seguridad al estado, y tienen por tanto una
responsabilidad para con él.
La
gente ordinaria debe al estado una gran gama de servicios que viviendo
individualmente no podría disfrutar. Sería imposible que todos tuviéramos agua
corriente, alcantarillado, electricidad, transporte y un largo etcétera. Todo
esto sólo es posible cuando se está de acuerdo en vivir en sociedad. No estaría
bien que uno disfrutara de todo lo que provee el estado sin cumplir sus obligaciones.
Esa es una razón que obliga al cristiano a ser un buen ciudadano y cumplir
todos sus deberes como tal.
Pero la
principal razón que veía Pablo era que el Imperio Romano era el instrumento
divinamente ordenado para salvar al mundo del caos. Quitad el imperio, y el
mundo se desintegraría en pavesas. Fue en realidad la pax romana lo que
hizo posible la expansión misionera del Cristianismo. Idealmente las personas
deben estar unidas por el amor cristiano; pero no lo están; y el cemento que
las mantiene unidas es el estado.
Pablo vio en el
estado un instrumento en las manos de Dios para preservar al mundo del caos.
Los administradores del estado estaban cumpliendo un papel importante en una
gran tarea. Lo supieran o no, estaban haciendo un trabajo ordenado por Dios, y
el deber del cristiano es ayudar y no dificultar.
Descansemos pues en la soberanía de Dios. ÉL está al control a pesar
de las decisiones que pueda tomar Puigdemont o Rajoy.
¡Maranata!
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