} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 13 Octubre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

jueves, 12 de octubre de 2017

13 Octubre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


Mateo 27; 19
Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.

Muchas veces nuestros sueños no tienen ni pies ni cabeza; otras repiten experiencias vividas como si fueran repetidas. La protagonista de este versículo es la esposa de Pilato. No importa si su sueño (pesadilla) era normal o sobrenatural, los romanos eran muy supersticiosos y creían que eran presagios. Sin duda alguna esta advertencia de parte de su propia esposa le inquietaba sobremanera al juez Pilato porque confirmaba lo que él mismo pensaba. Fue otro argumento más, uno de los más fuertes, a favor de soltar a Jesús. Estos detalles eran y son muy importantes para gentiles. Esta mujer no era judía, sino romana, y aun ella se daba cuenta de la inocencia de Jesús.

Lucas 23; 41
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.

Este hombre a punto de morir, se volvió hacia Jesús en busca de perdón y Él lo aceptó. El reconoce los peores de sus crímenes y merecimientos, y quería hacer que su compañero, avergonzado, conociera los suyos.   Nuestro Señor no fue acusado de crimen ordinario, sino de pretender derechos a cargo y honores que importaban blasfemia. El cargo de traición no tenía ni aun apariencia de verdad, así como Pilato dijo a los enemigos de Jesús. En esta defensa, pues, parece que hay más de lo que encuentra el ojo. “Él se hizo el Mesías prometido, el Hijo de Dios; pero en esto él no hizo nada fuera de lugar; él comía con publicanos y pecadores, y llamó a todos los cansados y cargados que vinieran a descansar bajo sus alas; pero en esto no hizo nada fuera de lugar; él pretendía ser el Señor del reino de Dios, cerrarlo a su voluntad, pero también abrirlo a su placer a tales como somos nosotros; pero en esto no hizo nada fuera de lugar” ¿Da a entender su próximo discurso menos que esto?   Su confesión franca y condenación genuina de sí mismo.   Su asombro y horror por el estado de mente diferente de su compañero.  Su ansiedad de traerle a un estado de mente mejor, mientras todavía hubiese esperanza   Su noble testimonio, no sólo a la inocencia de Jesús, sino a todo lo que esto quería decir de la justicia de sus pretensiones.
Esto nos muestra que nuestras obras no nos salvan, pero nuestra fe en Cristo sí. Nunca es demasiado tarde para volvernos a Él. Aun en su miseria, Jesús tuvo misericordia de este malhechor que decidió creer en El. Nuestras vidas son mucho más útiles y plenas si nos volvemos a Dios a temprana edad, pero incluso los que se arrepienten casi al final estarán con Dios en su paraíso.

Lucas 23; 47
Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
El centurión o capitán de la guardia que custodiaba a Jesús fue testigo del gran drama que se desarrollaba en el Calvario. Gritos de rabia y de dolor de las desgraciadas víctimas, maldiciones y explosiones de su desesperación dan un aspecto horroroso a la ejecución de la pena de la crucifixión. Jesús no maldice a sus verdugos, sino que pide perdón por ellos, no se desespera, sino que se encomienda confiadamente al Dios Padre, no maldice a los que se le burlan, sino que calla. Lo que aquí sucede supera las fuerzas humanas. El centurión está convencido de que aquí está actuando Dios. En Jesús obra Dios: el centurión glorifica a Dios. Cuando nació Jesús, glorificaron a Dios los pastores (Juan_2:20). El pueblo lo glorifica cuando Jesús se muestra poderoso en obras y en palabras (Juan_13:13; Juan_17:15; Juan_18:43). Al final de su vida se une también a este coro de glorificación de Dios la voz del centurión pagano. Se ha cumplido lo que a la entrada de Jesús en este mundo, como también a su entrada en Jerusalén, es proclamado por ángeles y hombres: Gloria a Dios en las alturas (Juan_2:14; Juan_19:38). Dios se glorifica en Jesús. En su vida, en su acción y en su muerte se manifiesta el «Dios de la gloria» (Hechos_6:2), su omnipotencia y grandeza, su santidad y sabiduría.

El drama del Calvario demuestra al centurión que Jesús es inocente. Es un justo. Así lo llamó también la mujer de Pilato (Mateo_27:19); de ello estaba convencido Pilato cuando decía: «Soy inocente de la sangre de este justo» (Mateo_27:24). La antigua Iglesia percibió en estas palabras del centurión más que un testimonio de inculpabilidad; para ella, «el Justo» era un título del Mesías. Pablo recibe este encargo: «El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para conocer su voluntad, y ver al justo, y oír la palabra de su boca, porque le serás testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído» (Hechos_22:14s). Los profetas anunciaron la venida del Justo (Hechos_7:51s). Jeremías dice: «He aquí que vienen días en que yo suscitaré a David un vástago de justicia, que, como verdadero rey, reinará prudentemente, y hará derecho y justicia en la tierra» (Jeremías_23:5). El distintivo del tiempo mesiánico es la justicia. Es el Mesías quien cumple perfectamente la voluntad de Dios. Es el santo y justo (Hechos_3:13). La vista del Crucificado no retrae de la confesión del Mesías, sino que lleva a ella.

La confesión del centurión pagano es una acusación contra los judíos que no creyeron a Jesús. Esteban formula este reproche: «¡Gentes de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre estáis resistiendo al Espíritu Santo. Como vuestros padres, igual vosotros. ¿A quién de entre los profetas no persiguieron vuestros padres? Hasta dieron muerte a los que preanunciaban la venida del Justo, de quien vosotros ahora os habéis hecho traidores y asesinos» (Hechos_7:51s).



¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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