Apocalipsis 1; 3-5
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras
de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está
cerca.
Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y
paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete
espíritus que están delante de su trono;
y de Jesucristo
el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de
la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
En este versículo 3 se pronuncia una
bienaventuranza sobre el lector y sobre el santo en la asamblea que escuchaba,
y sobre los dos al poner por obra lo que el Espíritu decía a las iglesias
locales. El Espíritu habla a las iglesias solamente por la Palabra inspirada.
Apocalipsis es una carta, escrita a las siete iglesias que
hay en Asia. Apocalipsis es un libro acerca del futuro y del presente. El
libro de Apocalipsis revela acontecimientos futuros, pero no hay el sombrío
pesimismo que pudiéramos esperar. Es admirable el drama de estos
acontecimientos que se dan a conocer, pero no hay nada que temer si se está en
el lado vencedor. Cuando consideremos el futuro, caminemos con seguridad porque
Cristo, el vencedor, va con nosotros. Apocalipsis es un libro de profecía que predice
(revela acontecimientos futuros) y proclama (predica sobre lo que Dios
es y lo que El hará). La profecía es más que revelar el futuro. Detrás de las
predicciones hay principios importantes sobre el carácter y las promesas de
Dios. Al leerlas, conoceremos mejor a Dios, de modo que podamos confiar
plenamente en El.
La persona que lea
estas palabras será bienaventurada o bendita. El lector que se menciona
aquí no es el lector privado, sino el que lee públicamente la Palabra de Dios
en presencia de la congregación.
La persona que oiga
estas palabras será bendita. Haremos bien en recordar cuán gran privilegio es
escuchar la palabra de Dios en nuestra propia lengua, privilegio por el que se
ha pagado un precio muy elevado. Ha habido quienes han muerto para que
pudiéramos tenerlo; y el clero profesional luchó mucho tiempo para
reservárselo. Hasta el día de hoy se sigue luchando para dar las Escrituras en
su propia lengua a todo el mundo.
El que guarde estas palabras será bendito. Oír la
Palabra de Dios es un privilegio; obedecerla, es un deber. No es un cristiano
verdadero el que oye la Palabra y la olvida o descuida deliberadamente. La
Iglesia Original vivía en la expectación de la Segunda Venida de Jesucristo, y
esa expectación era «la base de la esperanza en la adversidad y de la constante
llamada a mantenerse alerta.» Totalmente aparte de eso, nadie sabe cuándo
recibirá la llamada para salir de este mundo; y, para encontrarse con Dios con
confianza, se ha de añadir al escuchar con el oído el obedecer con toda la
vida.
Es deprimente el típico reportaje diario de noticias -lleno de
violencia, escándalo, corrupción, disputas políticas, independentismos,
rebeliones, desobediencia a las normas de convivencia-, y pudiéramos
preguntarnos hacia dónde va el mundo. El plan de Dios para el futuro, sin
embargo, da inspiración y aliento porque sabemos que El intervendrá en la
historia para vencer el mal. Juan exhorta a la iglesia a que lea este libro en
voz alta para que todo el mundo lo oiga, lo aplique ("guardan las cosas en
ella escritas") y estemos seguros de que Dios triunfará.
Cuando Juan dice "el tiempo está cerca", está exhortando a
sus lectores a estar preparados en todo momento para el juicio final y el
establecimiento del reino de Dios. No sabemos cuándo tendrán lugar estos
acontecimientos, pero siempre debemos estar preparados. Sucederán de forma
sorpresiva y no habrá una segunda oportunidad para cambiarse de bando.
Jesucristo le dijo a Juan que escribiera a las siete iglesias que lo
conocían, confiaban en él y que habían leído sus cartas anteriores. Las cartas
habían sido dirigidas de tal manera que pudieran leerlas y pasarlas a otros de
forma sistemática, siguiendo el orden de la carretera principal romana
alrededor de la provincia de Asia (ahora llamada Turquía).
Los "siete espíritus" es otro de los nombres que se da al
Espíritu Santo. Se emplea el número siete a lo largo de Apocalipsis como
símbolo de totalidad y perfección.
Otros habían resucitado -los que volvieron a la vida por intervención
de los profetas, de Jesús y de los apóstoles durante sus ministerios-, pero
volvieron a morir. Jesucristo fue el primero en resucitar en un cuerpo
imperecedero (1Corintios_15:20) para no volver a
morir jamás. Él es el primogénito de los muertos.
Muchos vacilan en anunciar a otros lo que Cristo ha hecho en sus vidas
porque no sienten que el cambio operado en ellos sea lo bastante espectacular.
Pero podemos testificar de Jesucristo por lo que El hizo por nosotros, no por
lo que hayamos hecho por El. Cristo mostró su gran
amor al libertarnos del pecado mediante su muerte en la cruz ("nos lavó de
nuestros pecados con su sangre"), garantizándonos un lugar en su reino y
haciendo de nosotros sacerdotes para mostrarles el amor de Dios a los demás. El
hecho de que el todopoderoso Dios nos haya ofrecido vida eterna no es menos
espectacular.
Jesucristo se describe como un Rey Todopoderoso, victorioso en batalla,
glorioso en la paz. No es solo un Maestro terrenal humilde sino el glorioso
Dios. Cuando leamos la descripción de Juan acerca de su visión, tengamos
presente que no es solo un buen consejo sino la verdad del Rey de reyes. No leamos
su Palabra solo por su interesante y sublime perfil del futuro. Dejemos que la
verdad de Cristo penetre en nuestra vida, profundicemos nuestra fe en El y
afirmemos nuestra decisión de seguirlo, cueste lo que cueste.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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