} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 2 Octubre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

lunes, 2 de octubre de 2017

2 Octubre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


Romanos 1; 16

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.

Pablo empieza diciendo que está orgulloso del Evangelio que tiene el privilegio de predicar. Es sorprendente considerar el trasfondo de esta afirmación. A Pablo le habían metido en la cárcel en Filipos, le habían obligado a escapar por su vida en Tesalónica, le habían tenido que sacar de contrabando en Berea, se habían reído de él en Atenas, y en Corinto su Mensaje les había parecido una estupidez a los griegos y un escándalo a los judíos. A pesar de todo eso y mucho más, Pablo proclama que está orgulloso del Evangelio. Había algo en el Evangelio que le hacía salir victorioso de todo lo que los hombres le pudieran hacer.
A los corintios, que se gloriaban en su sabiduría humana, Pablo presentó el evangelio como la sabiduría de Dios (1Corintios_1:30; 1Corintios_2:7), pero a los romanos que se gloriaban en su poder y fuerza de armas para conquistar, como el poder o potencia de Dios. Ni la ley de Moisés, en la cual confiaban los judíos, ni la ley tradicional (la ley de Dios de la época patriarcal) que seguían los gentiles, es el poder para salvación, sino el evangelio. El evangelio es potencia, pero la ley de Moisés era débil; el evangelio es de Dios, pero la ley de Moisés era justicia humana (Filipenses_3:9); el evangelio es para salvación, pero la ley de Moisés era para condenación (2Corintios_3:6-9); el evangelio es para todo el mundo, pero la ley de Moisés era solamente para los judíos; el evangelio da salvación al creyente en él, pero la ley de Moisés prometía salvación solamente al perfecto en las obras de ella.
La fe empieza por receptividad. Cuando, por lo menos, estamos dispuestos a escuchar el Evangelio. Sigue por asentimiento de la mente: después de oír, estamos de acuerdo en que es verdad; pero ese asentimiento mental puede no desembocar en acción. Muchas personas saben que algo es cierto, pero no cambian lo más mínimo en consecuencia. El paso decisivo se da cuando del asentimiento mental se pasa a la entrega total. La fe madura se da cuando alguien escucha el Evangelio, está de acuerdo en que es verdad y se entrega en una rendición incondicional.
Es el que está en la correcta relación con Dios -no por sus propias obras, sino por su absoluta fe en lo que el amor de Dios ha hecho- el que experimenta la vida de veras, ahora y en la eternidad. Para Pablo, ha sido la Obra de Jesús lo que ha hecho posible para el hombre entrar en esta relación nueva y preciosa con Dios. El miedo a Dios ha dejado su lugar al amor. Al Dios al Que el hombre consideraba su enemigo, ahora Le ve y Le conoce como su supremo y eterno Amigo.

Mateo 9; 2
Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
     Este hombre tuvo dos enfermedades: su cuerpo estaba enfermo, pero también su alma estaba enferma. El pecado es la causa de muchas enfermedades, pero no es la causa de todo pecado (Juan_9:1-3) ni de toda calamidad (Lucas_13:1-5).
            La ley de Moisés todavía estaba en vigor y, por eso, los requisitos para obtener el perdón prescrito por la ley todavía estuvieron de vigencia. Por eso lo que Jesús dice aquí es una expresión sorprendente de su autoridad.
            ¡Jesús, el carpintero de Nazaret, perdonaba pecados! Sin lugar a dudas, este es atributo divino, atributo de Dios, porque solamente Dios puede perdonar pecados (Isaías_43:25, “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones”). Por lo tanto, de esta manera, Jesucristo mostraba que era Emanuel, Dios con nosotros. Lamentablemente algunos, con el propósito de enfatizar la humanidad de Cristo, enseñan que Jesús nunca usó ningún atributo divino, sino que obraba solamente al nivel humano como los apóstoles. Estos enseñan que El “perdonó” pecados como un mero hombre, como lo hicieron los apóstoles, y citan Juan_20:20, “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.  A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”, pero ¿en qué sentido remitieron los apóstoles los pecados de la gente? ¿Hablaron como Jesús, diciendo “tus pecados te son perdonados”? Claro que no. Los apóstoles nunca dijeron a nadie, “Tus pecados te son perdonados”.  Sólo Dios habla así y Cristo era Emanuel, Dios con nosotros. Dijo la misma cosa a una mujer cuando estuvieron en la casa de Simón el fariseo (Lucas_7:48).
            ¿Creían los apóstoles que ellos tenían la misma autoridad que Jesús poseía? ¿Por qué no dijeron, “nosotros, al igual que nuestro Señor Jesucristo tenemos potestad en la tierra para perdonar pecados”? ¿Cómo, pues, remitieron y retuvieron pecados? Como embajadores de Cristo lo hicieron al anunciar lo que Dios requiere del hombre para que le perdone (Hechos_2:38). Sin embargo, Jesús siendo Dios el Hijo, perdonó pecados por su propia autoridad porque “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”.
            Los sacerdotes católicos profesan perdonar pecados, pero ¿pueden sanar a los paralíticos para probar que tienen esa autoridad?
             Los que profesan sanar enfermos en la actualidad insisten mucho en que los enfermos tengan fe, pero en este caso Jesús observó la fe de los bajaron al enfermo desde el techo. Desde luego, la fe se puede “ver” en sus acciones.  
           
Si uno tiene un amigo que no conoce a Cristo, o que no le interesa Cristo, o que es hasta hostil a Cristo, su deber como cristiano es no dejarle en paz hasta conseguir traerle a la presencia de Cristo. No podemos obligar a una persona a aceptar a Cristo contra su voluntad. no podemos enseñarle a otro la verdad religiosa; lo único que podemos es indicarle el camino por el que puede llegar a ella por sí mismo. No podemos hacer que una persona sea cristiana, pero podemos hacer todo lo posible para llevarla a la presencia de Cristo.
La manera que tuvo Jesús de tratar a este hombre puede parecernos sorprendente. Empezó por decirle que sus pecados estaban perdonados. Este hombre de la historia evangélica sabía que era pecador; porque era pecador, estaba seguro de que Dios era su enemigo; porque creía que Dios era su enemigo, estaba paralítico. Una vez que Jesús le trajo el perdón de Dios supo que Dios ya no era su enemigo, sino su amigo, y por tanto se curó.


¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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