} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 14 Octubre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

sábado, 14 de octubre de 2017

14 Octubre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


Apocalipsis 1; 17-18
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

Los versículos 13 al 16 describen al Cristo glorioso quien está dando esta revelación. Cayó Juan como muerto delante de su presencia.  El mundo no estaba bajo el control de Domiciano, sino ¡de Jesucristo! ¡Cuán grande consolación para la iglesia perseguida!
Lo que se dice de Jehová en el Antiguo Testamento (Isaías_41:4) aquí se dice de Cristo Jesús.
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies.

Esta fue también la experiencia de Ezequiel cuando Dios le habló (Ezequiel_1:28; Ezequiel_3:23; Ezequiel_43:3). Pero también podemos recordar otra historia evangélica de la que puede ser reflejo. Aquel día en Galilea cuando pescaron tantos peces y Pedro intuyó Quién era Jesús, cayó de rodillas ante Él abrumado por el sentimiento de que él no era más que un pecador Lucas_5:8. Hasta el fin de nuestro camino no podemos sentir más que reverencia en la presencia de la santidad y la gloria del Cristo Resucitado.

 No temas

Sin duda aquí nos encontramos también con reminiscencias de la historia evangélica, porque estas fueron palabras que los discípulos oyeron más de una vez de los labios de Jesús. Fueron las que les dirigió cuando se dirigió a ellos por el agua (Mateo_14:27; Marcos_6:50); y sobre todo fueron las que les habló en el Monte de la Transfiguración, cuando estaban aterrados por haber escuchado la voz divina (Mateo_17:7). Hasta en el Cielo, cuando lleguemos cerca de la gloria inaccesible, Jesús nos dirá: «Estoy aquí, no tengáis miedo.»

Yo soy el primero y el último

En el Antiguo Testamento esta no es sino la descripción que hace Dios de Sí mismo (Isaias_44:6; Isaias_48:12). Jesús nos promete que Él está al principio y al final, en el momento del nacimiento y en el de la muerte, cuando iniciamos nuestro camino cristiano y cuando terminamos la carrera.

Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén

Aquí hay tanto la credencial como la promesa de Cristo, la credencial del Que ha conquistado la muerte y la promesa del Que está vivo para siempre para estar con Su pueblo.

Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

La muerte tiene sus puertas (Salmo_9:13; Isaias_38:10); y Cristo tiene las llaves de esas puertas. Ha habido algunos, y todavía los hay, que han tomado estas palabras como una referencia al descendimiento a los infiernos (1Pedro_3:18-20). La Iglesia antigua tenía la idea de que, cuando Jesús descendió al Hades, abrió sus puertas y sacó de allí a Abraham y a todos los fieles de Dios que habían vivido y muerto en generaciones pasadas; pero nosotros lo tomamos en el sentido aún más amplio de que Jesucristo ha abolido la muerte y sacado a luz la inmortalidad por el Evangelio (2 Timoteo_1:10 ); de que porque Él vive, nosotros también viviremos Juan_14:19 ), y de que, por tanto, para los que Le amamos ya ha pasado para siempre la amargura de la muerte.

A medida que las autoridades romanas avanzaban en su persecución de los cristianos, Juan debió de haberse preguntado si la iglesia podría sobrevivir y mantenerse frente a la oposición. Pero Jesucristo apareció en gloria y esplendor, ratificándole a Juan que él y los demás creyentes poseían el poder de Dios para enfrentarse a esas pruebas. Si estás afrontando dificultades, recuerda que el poder que estaba a disposición de Juan y de los primeros cristianos también está a tu disposición (1Juan_4:4)
Nuestros pecados nos condenan, pero Jesucristo tiene las llaves de la muerte y del Hades. Solo Él puede librarnos de la esclavitud de Satanás. Solo Él tiene poder y autoridad para darnos libertad del dominio del pecado. Los creyentes no tienen por qué temer al Hades ni a la muerte porque Cristo tiene las llaves de ambos. Lo único que tenemos que hacer es apartarnos del pecado y volvernos a Él con fe. Si mantenemos nuestra vida y muerte en nuestras manos, nos condenamos a nosotros mismos al infierno. Si ponemos nuestra vida en las manos de Cristo, nos restaura y resucita para una eternidad de comunión apacible con El.

¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!


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