Juan 14; 13
Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que
el Padre sea glorificado en el Hijo.
Jesús promete que
"si algo pidiereis en mi nombre" o "si algo me pedís en mi
nombre", yo lo haré. Pedir
algo en el nombre de Cristo no es simplemente una fórmula que se dice al
terminar la oración, sino que en su
nombre quiere decir todo lo que el nombre significa. El nombre de Jesús
se refiere a su autoridad; es decir, para orar en su nombre, tenemos que orar
de acuerdo con su voluntad.
Cualquier cosa que pidamos en el nombre de Cristo, que sea para
nuestro bien y adecuada para nuestro estado, nos la dará. Pedir en el nombre de
Cristo es invocar sus méritos y su intercesión, y depender de estos argumentos.
El don del Espíritu es un fruto de la mediación de Cristo, comprado por su
mérito y recibido por su intercesión. La palabra aquí empleada significa
abogado, consejero, monitor y consolador. Él permanece con los discípulos hasta
el fin del tiempo; sus dones y gracias alientan sus corazones. El don del
Espíritu Santo es dado a los discípulos de Cristo, y no al mundo. Este es el
favor que Dios da a sus elegidos: como fuente de santidad y dicha, el Espíritu
Santo permanecerá con cada creyente para siempre.
Fijémonos con
cuidado que Jesús no dijo que
todo lo que pidiéramos se nos concedería, sino que todas las oraciones que
hiciéramos en Su nombre se nos
concederían. La prueba de una oración es: ¿Puedo hacerla en el nombre de Jesús?
Nadie podría, por ejemplo, pedir una venganza, una ambición, algún objetivo
indigno de un cristiano en el nombre
de Jesús. Cuando oramos, debemos preguntarnos siempre: « ¿Podemos hacer
esta petición honradamente en el
nombre de Jesús? La oración que supera esa prueba y que, al final dice,
«Hágase Tu voluntad», siempre se contesta afirmativamente. Pero la que se basa
en el yo no puede esperar que Dios la conceda.
1 Juan 5; 14-15
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna
cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos,
sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
El saber que tenemos vida eterna
en Cristo nos da confianza, la cual se expresa en hacerle a Dios peticiones en oración
con la seguridad de que Él nos oirá. Esta confianza es la base de nuestra
seguridad de que Dios nos oirá cuando oramos.
Dice Jesús que recibimos de Dios lo que pedimos, no se especifica,
como aquí, que pidamos conforme a su voluntad, porque eso queda sobreentendido,
y no es el punto en consideración
La oración es
condicional, pero si vivimos en obediencia a sus mandamientos y pedimos en oración con motivos consecuentes
con la voluntad de Dios, seguramente Dios nos concederá lo que pedimos. En realidad
es acto de gracia divina que Dios haya puesto limitaciones en cuanto a la
oración.
No dice que siempre nos conceda la petición tal como la hicimos, sino
que “nos oye”. Nos contesta Dios, según la voluntad suya. Nos da lo que más
necesitemos.
Si sabemos que Dios nos oye (para concedernos las peticiones que le
hayamos hecho), sabemos también que nos las concede, aunque no necesariamente
en la forma pedida. Sirve de ejemplo de esto el caso de Pablo (2Corintios_12:7-10). Pablo pidió una cosa y Dios le oyó
pero no en la forma pedida. No obstante, después pudo Pablo aprobar la forma en
que Dios (siendo él infinitamente más sabio) sí le contestó su petición.
El
énfasis aquí está en la voluntad de Dios, no en la nuestra. Cuando nos
comunicamos con Dios, no pedimos lo que queremos, sino que dialogamos con El
sobre lo que quiere para
nosotros. Si armonizamos nuestras oraciones de acuerdo con su voluntad, Él nos
oirá; y podemos estar seguros de que si El escucha, nos dará una respuesta
definida. Sabiendo esto ¡Empieza a orar con confianza!
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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