} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EPÍSTOLA A LOS ROMANOS CAPÍTULO 3

lunes, 16 de octubre de 2017

EPÍSTOLA A LOS ROMANOS CAPÍTULO 3



     Los judíos habían tenido grandes privilegios que no habían tenido los gentiles, pero en cuanto a culpa de pecado, no eran mejores que los gentiles. Las Escrituras encerraron a todos bajo pecado. Siendo así, que ambos judíos y gentiles son pecadores perdidos, y que no hay salvación en la ley, todos tienen que ser salvos por la justicia de Dios en el evangelio.
           
3:1-8 -- En este capítulo Pablo afirma todos somos culpables ante Dios. Pablo desmantela la excusa común de la gente que no quiere reconocerse pecadora: (1) "Dios no existe" o "Sigo mi conciencia";   (2) "No le hago mal a nadie";   (3) "Soy miembro de una iglesia" o "Soy una persona religiosa". Nadie está exento del juicio de Dios por el pecado. Cada persona debe aceptar que es pecadora y por lo tanto culpable ante Dios. Solo así puede comprenderse y aceptarse ese regalo maravilloso de Dios que es la salvación.
¡Qué descripción más deprimente hace Pablo! Todos, gentiles paganos, gente humanitaria o religiosa, estamos condenados por nuestras acciones. La Ley, que el Señor dio para mostrar el camino a la vida, saca a la luz nuestras obras malignas. ¿Hay alguna esperanza? Sí, dice Pablo. La Ley nos condena, esto es cierto, pero la Ley no es la base de nuestra esperanza. Dios mismo lo es. El en su justicia y amor maravilloso nos brinda vida eterna. Recibimos salvación no a través de la Ley, sino mediante la fe en Jesucristo. No podemos ganarla, pero debemos aceptarla como un regalo de nuestro amoroso Padre celestial.  
La ley no podía salvar en el pecado ni de los pecados, pero daba ventajas a los judíos para obtener la salvación. Las ordenanzas establecidas, la educación en el conocimiento del Dios verdadero y su servicio, y muchos favores hechos a los hijos de Abraham, eran todos medios de gracia y verdaderamente fueron utilizados para la conversión de muchos. Pero, las Escrituras les fueron especialmente encargadas a ellos. El goce de la palabra y de las ordenanzas de Dios es la principal felicidad de un pueblo, pero las promesas Dios las hace sólo a los creyentes, por tanto, la incredulidad de algunos o de muchos profesantes no puede inutilizar la efectividad de esta fidelidad. Él cumplirá las promesas a su pueblo y ejecutará sus amenazas de venganza a los incrédulos.
El juicio de Dios sobre el mundo deberá silenciar para siempre todas las dudas y especulaciones sobre su justicia. La maldad y la obstinada incredulidad de los judíos demuestran la necesidad que tiene el hombre de la justicia de Dios por la fe, y de su justicia para castigar el pecado. Hagamos males para que nos vengan bienes, es algo más frecuente en el corazón que en la boca de los pecadores; porque pocos se justificarán a sí mismos en sus malos caminos. El creyente sabe que el deber es de él, y los acontecimientos son de Dios; y que él no debe cometer ningún pecado ni decir ninguna mentira con la esperanza, ni con la seguridad, de que Dios se glorifique. Si alguien habla y actúa así, su condenación es justa.

  Las Escrituras (los 39 libros del Antiguo Testamento) eran una revelación escrita de Dios, dando al mundo el único registro del origen del hombre, y del mundo físico. Era una grande ventaja para el judío tener estas comunicaciones de Dios.
La nación judía recibió muchos beneficios.   Se le confió las leyes de Dios ("la palabra de Dios", Éxodo 19-20; Deuteronomio_4:8).   Fue la nación a través de la cual el Mesías vino la tierra (Isaías_11:1-10; Mateo_1:1-17).  Fue beneficiaria de los pactos con Dios mismo (Génesis_17:1-16; Éxodo_19:3-6). Estos privilegios no la hicieron mejor que las demás. Pero debido a estos, los judíos tuvieron siempre una mayor responsabilidad en cuanto al cumplimiento de los requisitos de Dios.

3:9-25-- Aquí se señala nuevamente que toda la humanidad está debajo de la culpa del pecado como una carga, y está bajo el gobierno y el dominio del pecado, esclavizada por él, para obrar iniquidad. Varios pasajes de las Escrituras del Antiguo Testamento dejan muy claro esto, porque describen el estado depravado y corrupto de todos los hombres, hasta que la gracia los refrena o los cambia. Por grandes que sean nuestras ventajas, estos textos describen a multitudes de los que se dicen cristianos. Sus principios y su conducta prueban que no hay temor de Dios delante de sus ojos. Y donde no hay temor de Dios no se puede esperar nada bueno.

Dios entregó al judío su revelación (las Sagradas Escrituras), pero el judío por su infidelidad no hizo buen uso de su ventaja al tener esas Escrituras. No obstante, la infidelidad del judío no cambiará la fidelidad de Dios en su promesa de bendecirle, porque sus promesas son condicionales.
  Es decir, Dios es veraz, pero que le sea obvio al hombre que lo es, porque lo es.
  No que lo sea todo hombre, siéndolo, o no siéndolo, sino que le sea reconocido que es mentiroso o falso el hombre que lo es. Los hombres no siempre son fieles a sus obligaciones, pero Dios siempre es veraz en sus asuntos.
             
  No cabe duda de que Pablo creía que los judíos ocupan una posición especial en el plan de Dios. Eso es, de hecho, lo que los judíos mismos creían. La diferencia está en que Pablo creía que esa posición especial era una responsabilidad; mientras que los judíos la consideraban un privilegio. ¿Qué es lo que Pablo decía que se les había confiado especialmente a los judíos? Los oráculos de Dios ¿Qué quiere decir eso? La palabra que él usa es loguía, que es la que se usa normalmente en la traducción griega del Antiguo Testamento para designar una comunicación o pronunciamiento de Dios. Aquí quiere decir Los Diez Mandamientos, que en hebreo se llaman Las diez Palabras. Pablo les dice: " Sois un pueblo especial; por tanto, tenéis que vivir una vida especial.» No dijo: " Sois un pueblo especial; por tanto podéis hacer lo que os dé la gana.» Lo que sí dijo fue: «Sois un pueblo especial para Dios; por tanto, tenéis que hacer Su voluntad.»   ¿Qué será lo que Dios quiere que haga con una vida que ha sido preservada de una manera tan especial?» Eso no se les ocurría nunca a los judíos. Nunca consiguieron darse cuenta de que la elección especial de Dios era para una tarea especial. ¿Lo tenemos presente nosotros cuando hablamos de la elección de Dios?

  Hay tres ideas básicas acerca de los judíos que siempre aparecen en los escritos de Pablo. Aquí las encontramos en embrión; pero en realidad son las tres ideas que desarrolla en toda la epístola. Debemos darnos cuenta de que no coloca a todos los judíos bajo la misma condenación. Lo que dice es: " ¿Qué pasa si algunos de ellos fueron infieles?"
  Estaba seguro de que Dios tenía razón al condenar a los judíos. Ocupaban un lugar especial y habían recibido promesas especiales; y por eso mismo su condenación había de ser mayor. La responsabilidad siempre es la otra cara del privilegio. Cuantas más oportunidades tiene una persona para hacer el bien, mayor será su condenación por hacer el mal.
  Pero no todos fueron infieles. Pablo nunca se olvidaba del resto fiel; y estaba completamente seguro de que ese resto fiel -aunque fuera muy pequeño en número- era el verdadero Israel. Los demás habían perdido sus privilegios y estaban bajo condenación. Ya no eran verdaderos judíos. El resto era el verdadero pueblo de Dios.
  Pablo estaba siempre seguro de que el rechazo de Dios no era definitivo. La consecuencia de ese rechazo fue que se abrió la puerta a los gentiles; pero, al final, los gentiles harán volver a los judíos al redil, y judíos y gentiles serán una sola cosa en Cristo. La tragedia de los judíos fue que rechazaron la gran tarea de la evangelización del mundo que les habría correspondido; y por tanto se les asignó a los gentiles, de forma que el plan de Dios se invirtió: no fueron los judíos los que evangelizaron a los gentiles, sino al revés; y este proceso todavía continúa.
Además, este pasaje contiene dos grandes verdades humanas universales.
  La desobediencia es la raíz de todo pecado. La raíz del pecado de los judíos fue la desobediencia a la Ley de Dios que conocían. Como escribió Milton, fue "la primera desobediencia humana» la responsable del «paraíso perdido». Cuando el orgullo enfrenta la voluntad humana con la de Dios, se produce el pecado. Si no hubiera desobediencia no habría pecado.
  Una vez que ha cometido un pecado, el ser humano despliega una habilidad extraordinaria para justificarse. Aquí tenemos un razonamiento que se presenta con frecuencia en el pensamiento religioso: el de que el pecado le da a Dios la oportunidad de demostrar al mismo tiempo su justicia y su misericordia, y es por tanto una cosa buena. Es un razonamiento tergiversado. Se podría decir-y, de hecho, sería el mismo razonamiento- que está bien el quebrantarle el corazón a una persona, porque así se le da la oportunidad de demostrar lo mucho que nos ama. Cuando uno peca, lo que necesita no es ingenio para justificarse, sino humildad para reconocerlo y arrepentirse.
 El judío razonaría de esta manera: Si nuestra falta de fidelidad ha sido la ocasión de que Dios exhiba su justicia y salvación en el evangelio, “¿será injusto Dios en castigarnos?”
  ¡No! Dios no será injusto por castigarles. El pecado merece castigo, no importa lo que exhiba o la ocasión que presente para otra cosa. Si Dios no puede castigar al pecador, ¿cómo puede ser el Juez de todo el mundo? (pues el judío admitía que Dios iba a juzgar al mundo). Si no puede juzgar al judío pecador, tampoco al pecador gentil. Se seguiría que entonces no habría juicio final.
  Pablo ilustra el caso de los judíos con su propio caso, usando la lógica o argumento de ellos. Dice: “si ustedes con su falta de fe han dado ocasión a que Dios exhiba su justicia, y por eso están sin culpa, ¿por qué no estoy yo igualmente sin culpa si por mi mentira (el evangelio que ustedes consideran falso) doy ocasión a que la verdad de Dios se presente en gloria por contraste? ¿Por qué no puedo hacer males para que vengan bienes? pues ésta es la lógica con que ustedes se justifican en el asunto. Pero tal acusación, de que yo lo hago, es calumniosa, y los que así me acusan serán justamente condenados.” Al condenar a Pablo los judíos, condenaron a su propio argumento con que buscaban probarse inocentes.
            La cultura inculca en la gente que está bien mentir si es para una “buena” causa. Pero sobre ello Dios dice lo que se puede leer en Apocalipsis_21:8.
En el pasaje anterior Pablo insistía en que, a pesar de todo, los judíos ocupan una posición especial en el plan de Dios. No nos sorprende que entonces el objetor pregunte si eso quiere decir que los judíos les llevan ventaja a los demás pueblos. Y la respuesta de Pablo es que tanto los judíos como los gentiles, si están sin Cristo, están bajo el dominio del pecado. La frase griega que usa es muy sugestiva: hypo hamartían. En este sentido, hypo quiere decir en el poder de, bajo la autoridad de. En Mateo_8:9, el centurión dice: " Tengo soldados hypo emautón, por debajo de mí.» Es decir, a mis órdenes. Un escolar está hypo paidagógon, bajo la dirección del pedagogo, un esclavo al que se le ha confiado. En su estado natural, sin Cristo, el ser humano está bajo el control del pecado, y es incapaz de evadirse.
Hay otra palabra interesante en este pasaje, la del versículo 12, que hemos traducido «se han echado a perder.» La palabra griega es ajeiroó, que quiere decir literalmente dejar inútil. Se usa en relación con la leche que se ha estropeado. La naturaleza humana sin Cristo es una cosa corrompida e inútil.
Pablo hace aquí lo que solían hacer los rabinos. En los versículos 10-18 ensarta una serie de textos del Antiguo Testamento, no citándolos literalmente sino de memoria; incluye versículos de los Salmo_14:1-3; Salmo_5:9; Salmo140:3; Salmo_10:7; Isaías_59:7;  Salmo_36:1. Era frecuente en la predicación de los rabinos el ensartar textos así. Lo llamaban jaraz, que quería decir precisamente eso: ensartar perlas.
Es una descripción terrible de la naturaleza humana en su estado sin Cristo.  Estos textos del Antiguo Testamento describen tres cosas: (a) EL carácter cuyas notas distintivas son la ignorancia, la indiferencia, la tortuosidad y la inutilidad. (b) La lengua que se caracteriza por sus cualidades destructivas, mentirosas y maliciosas. (c) La conducta que se manifiesta en la opresión, la injuria, la implacabilidad. Estos son los resultados de no tener en cuenta a Dios.
Nadie ha visto tan claramente como Pablo la maldad de la naturaleza humana; pero advertimos que esto no era para él una llamada a la desesperación, sino un desafío a la esperanza. Cuando decimos que Pablo creía en el pecado original y en la depravación de la naturaleza humana no debemos concluir que desesperara de la naturaleza humana ni que la mirara con un desprecio cínico.  
Pablo nunca le quitaba importancia al pecado humano, ni grandeza al poder redentor de Jesucristo.  
Pablo creía que la gente sin Cristo era mala, pero no demasiado mala para salvarse. Estaba convencido de que lo que Cristo había hecho por él lo podía hacer por cualquier otro.
La palabra “perfecto” se emplea en las Escrituras en el sentido también de ser maduro.   El cristiano debe madurarse y como maduro es perfecto. Naturalmente tiene ahora una perfección relativa. En el sentido absoluto, nadie es perfecto.
  No entendían que el sistema mosaico era temporal y no permanente (Hebreos_9:1-10; Hebreos_10:1). Eran ellos "guías ciegos de ciegos" (Mateo_15:14), y quitaban la "llave de la ciencia" (Lucas_11:52).
  Los judíos buscaban justificarse delante de los hombres y tener su gloria (Lucas_16:15; Juan_5:44; Juan_12:43).
  ¡No nacieron malos! (El hombre nace inocente, pero ya de edad de responsabilidad, si escoge pecar, se desvía de la verdad)
Pablo usa estas referencias del Antiguo Testamento para mostrar que la humanidad en general, en su actual condición pecadora, es inaceptable ante Dios. ¿Ha dicho alguna vez: "No soy tan malo. Soy buena persona"? Medita estos versículos y ve si se ajustan a ti. ¿Has mentido alguna vez? ¿Has herido los sentimientos de alguien a través de tus palabras o el tono de tu voz? ¿Eres rudo con alguien? ¿te enfureces con tus más duros contrarios? En pensamientos, palabra y obra, como cualquier persona en este mundo, tienes culpa delante de Dios. Debemos recordar lo que somos ante El: pecadores alejados. No niegues que eres pecador. Más bien permite que tu gran necesidad te guíe a Cristo.
Aquí tenemos otro pasaje que no es fácil de entender, pero que está lleno de riqueza cuando se capta su significado. A ver si podemos penetrar en la verdad básica que contiene.
El problema supremo de la vida es: ¿Cómo puede uno estar en la debida relación con Dios? ¿Cómo puede sentirse en paz con Dios? ¿Cómo puede dejar de sentirse a una distancia insalvable, y de tenerle miedo a la presencia de Dios? La religión de los judíos contestaba: «Uno puede llegar a estar en la debida relación con Dios cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley.» Pero eso equivale a decir sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de llegar a estar en la debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir perfectamente todos los mandamientos de la Ley. Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Para que nos demos cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos la Ley e intentamos cumplirla nos damos cuenta de que nos es imposible. El propósito de la Ley es hacernos conscientes de nuestra debilidad y pecado. Entonces, ¿es imposible llegar a Dios? Todo lo contrario; porque el camino que nos lleva a Dios no es el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras, sino por la fe. Para ponérnoslo más claro, Pablo usa tres comparaciones.
(i) Nos pone el ejemplo del tribunal, lo que llamamos justificación. En este ejemplo se piensa que el hombre se encuentra ante el tribunal de Dios. La palabra griega que traducimos por justificar es dikaiún. Todos los verbos griegos que terminan en -ún quieren decir, no hacer a alguien algo, sino tratar, considerar a uno como algo. Si se presenta ante el juez uno que es inocente, el juez le declara inocente. Pero el caso del que se presenta ante Dios es que es totalmente culpable, y sin embargo Dios, en su infinita misericordia, le trata y le considera como si fuera inocente. Eso es lo que quiere decir justificación.
Cuando Pablo dice que " Dios justifica al malvado» quiere decir que Dios le trata como si fuera bueno. Eso era lo que escandalizaba a los judíos hasta el colmo. Para ellos eso sólo lo harta un juez inicuo. "El justificar al culpable es una abominación para Dios» (Proverbios_17:15). «Yo no perdonaré al culpable» (Éxodo 23:7). Pero Pablo dice que eso es precisamente lo que hace Dios.
¿Cómo puedo yo saber que Dios es así? Lo sé porque Jesús lo ha dicho. Vino a decirnos que Dios nos ama aunque somos malos. Vino a decirnos que, aunque somos pecadores, seguimos siéndole muy queridos a Dios. Cuando descubrimos eso y lo creemos, se cambia radicalmente nuestra relación con Dios. Somos conscientes de nuestro pecado, pero ya no estamos aterrados ni alejados. Quebrantados y arrepentidos acudimos a Dios, como viene a su madre un niño triste, y sabemos que el Dios al Que venimos es amor.
Eso es lo que quiere decir justificación por la fe en Jesucristo. Quiere decir que estamos en la debida relación con Dios porque creemos de todo corazón que lo que Jesús nos ha dicho de Dios es la verdad. Ya no somos extraños que tienen terror a un Dios airado. Somos hijos, hijos errantes que confían en que su Padre los ama y los perdonará. Y nosotros no podríamos haber llegado nunca a esa relación con Dios si Jesús no hubiera venido a vivir y a morir para decirnos lo maravillosamente que Dios nos ama.
(ii) Pablo nos pone el ejemplo del sacrificio. Nos dice que Dios hizo que Jesús fuera el que ganara el perdón de nuestros pecados. La palabra griega que usa Pablo para describir a Jesús es hilastérion. Viene de un verbo que quiere decir propiciar,
y que se usa en relación con los sacrificios. En el Antiguo Testamento, cuando uno quebrantaba la Ley le ofrecía un sacrificio a Dios. Lo que pretendía era que el sacrificio le librara del castigo que habría de venirle. Para decirlo de otra forma: un hombre pecaba, y aquel pecado destruía su relación con Dios; para restaurarla ofrecía un sacrificio.
Pero la experiencia humana era que un sacrificio animal no podía producir ese efecto. «A Ti no Te complacen los sacrificios; si yo Te ofreciera holocaustos, a Ti no Te agradaría» (Salmo_51:16). «¿Con qué me presentaré al Señor, y daré culto al Dios Altísimo? ¿Con holocaustos, con becerros de un año? ¿Le agradarán al Señor millares de carneros, o miríadas de arroyos de aceite? ¿Tendré que dar mi primogénito en compensación por mi transgresión, o el fruto de mis entrañas para expiar el pecado de mi alma?» (Miqueas_6:6). Los hombres sabían instintivamente que, una vez que habían pecado, toda la parafernalia de los sacrificios terrenales no podría arreglar las cosas.
Por eso dice Pablo: «Jesucristo, con su vida de obediencia y su muerte por amor, Le ofreció a Dios el único sacrificio que puede expiar el pecado real y verdaderamente.» E insiste en que lo que sucedió en la Cruz nos abre la puerta para que volvamos a estar en la debida relación con Dios, cosa que no puede hacer ningún otro sacrificio.
(iii) Pablo pone el ejemplo de la esclavitud. Habla de la liberación que ha obrado Jesucristo. La palabra apolytrósis significa rescate, redención, liberación. Esto quiere decir que la humanidad estaba en poder del pecado, y Jesucristo es el único que la podía libertar.
Por último, Pablo dice que Dios hizo todo esto porque es justo, y acepta como justo al que cree en Jesús. Es lo más sorprendente que se puede decir jamás.  Pensemos un poco: quiere decir que Dios es justo, y que acepta al pecador como si fuera justo. Lo natural habría sido decir: «Dios es justo; y, por tanto, condena al pecador como a un criminal.» Pero aquí tenemos la gran paradoja: Dios es justo, y, de alguna manera, con esa Gracia increíble, milagrosa, que Jesús vino a traer al mundo, acepta a los pecadores, no como criminales, sino como hijos a los que sigue amando a pesar de todo.
¿Qué es todo esto en esencia? ¿En qué consiste la diferencia entre esto y el antiguo sistema de la Ley? La diferencia fundamental es esta: que el método de la obediencia a la Ley se refiere a lo que el hombre puede hacer por sí mismo; mientras que el método de la Gracia consiste en lo que Dios ha hecho por él. Pablo hace hincapié en que nada que nosotros podamos hacer puede ganar el perdón de Dios; solamente lo que Dios ha hecho por nosotros puede ganarlo. Por tanto, el camino que conduce a la perfecta relación con Dios no es un intento agotador y desesperado para ganar el perdón de Dios por nuestra cuenta, sino la humilde y arrepentida aceptación del Amor y de la Gracia que Dios nos ofrece en Jesucristo.

3:26-- ¿Debe el hombre culpable permanecer sometido a la ira para siempre? ¿Está la herida abierta para siempre? No, bendito sea Dios, hay otro camino abierto para nosotros. Es la justicia de Dios; la justicia en la ordenación, en la provisión y en la aceptación. Es por esa fe que tiene Jesucristo por su objeto; el Salvador ungido, que eso significa el nombre Jesucristo. La fe justificadora respeta a Cristo como Salvador en sus tres oficios ungidos: Profeta, Sacerdote y Rey; esa fe confía en Él, le acepta y se aferra de Él; en todo eso los judíos y los gentiles son, por igual, bienvenidos a Dios por medio de Cristo. No hay diferencia, su justicia está sobre todo aquel que cree; no sólo se les ofrece, sino se les pone a ellos como una corona, como una túnica. Es libre gracia, pura misericordia; nada hay en nosotros que merezca tales favores. Nos llega gratuitamente, pero Cristo la compró y pagó el precio. La fe tiene consideración especial por la sangre de Cristo, como la que hizo la expiación.
Dios declara su justicia en todo esto. Queda claro que odia el pecado, cuando nada inferior a la sangre de Cristo hace satisfacción por el pecado. Cobrar la deuda al pecador no estaría en conformidad con su justicia, puesto que el Fiador la pagó y Él aceptó ese pago a toda satisfacción.

El sacrificio de Cristo por los pecados del mundo demuestra la justicia de Dios al perdonar al pecador. Es justo, porque castiga por el pecado (Cristo siendo muerto por el pecado). De esta manera justifica al pecador. Queda, pues, establecida la justicia de Dios al perdonar pecados.

3:27 Pablo desarrolla aquí tres puntos.
(i) Si el camino a Dios es el de la fe y la aceptación, queda descartada toda presunción por méritos humanos. Había cierto tipo de religiosidad judía que pretendía llevar una cuenta de debe y haber con Dios, y el que la llevaba -naturalmente, el hombre- llegaba al convencimiento de que Dios estaba en deuda con él. Pablo partía de la base de que todos los seres humanos somos pecadores y estamos en deuda con Dios, y que nadie puede llegar por su propio esfuerzo a estar en paz con Dios; por tanto, no hay la menor base para estar satisfecho o presumir de ningún mérito propio. Y después de conocer a Cristo, «todo lo bueno que haya podido hacer no he sido yo sino la Gracia de Dios obrando en mí» (1Corintios_15:10).
(ii) Pero un judío podría objetar: «Eso está muy bien para un gentil que no conoce la Ley; pero no para un judío que la conoce.» A eso Pablo contestaría con la frase que es la base del credo de Israel y con la que empiezan todas sus devociones privadas y públicas: «Oye, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el Único Dios» Deuteronomio_6:4. No hay un Dios para los judíos y otros para los gentiles. Dios no hay más que Uno. El camino a Dios es el mismo para judíos y gentiles; y no es el de los méritos humanos, sino el de la confianza y la aceptación creyente.
(iii) «Pero -podría decir el judío-, ¿quiere eso decir que la Ley no cuenta para nada?» Y podríamos esperar que Pablo contestara que sí; pero contesta: "No.» Dice que, por el contrario, lo que hace es dar más valor a la Ley. Lo que Pablo quiere decir es que, hasta ahora, los judíos han procurado ser buenos y cumplir los mandamientos porque le tenían miedo a Dios y les aterraba el castigo que les reportaría el quebrantar la Ley. Pero esa actitud ya no tiene la menor justificación, porque lo único que tiene ahora suprema importancia es el amor de Dios.
Debemos esforzarnos por ser buenos y cumplir la Ley de Dios, pero no ya porque tenemos miedo al castigo de Dios, sino porque nos damos cuenta de que debemos hacer todo lo posible para ser dignos de ese amor tan maravilloso. El esforzarnos por ser buenos no viene de tenerle miedo a Dios, sino de tenerle amor. Ahora sabemos que el pecado no es quebrantar la Ley, sino quebrantar el corazón de Dios; y es, por tanto, mucho más terrible.
Comparemos esto con lo que pasa en el nivel humano. Muchas personas se enfrentan con la tentación de hacer algo que no está bien; y no lo hacen, no porque tienen miedo a las consecuencias legales -una multa, o la cárcel-,sino porque no podrían enfrentarse con el dolor o la tristeza en los ojos de algún ser querido o varios. No es la ley del temor, sino la ley del amor la que les ha evitado dar el mal paso.
Esa debe ser nuestra actitud con Dios. Hemos sido liberados de la esclavitud de la ley del miedo, pero eso no justifica el que vivamos de cualquier manera. Ya no podemos hacer las cosas buscando sólo nuestro gusto e interés material, porque lo que ahora nos mueve a la bondad es la ley del amor, a la que nos sentimos más obligados que antes a la ley del miedo.

*Martín Lutero hizo una traducción en la cual a este versículo agregó la palabra “sola” (“es justificado por la fe sola”). Combatiendo él la falsa doctrina romanista de la salvación por las obras de mérito del catolicismo, se fue a otro extremo, diciendo que nada más hay que creer en Cristo (acto sencillamente mental, sin acto adicional alguno) para ser salvo.  Lutero ignora todo el argumento presentado por Pablo en esta carta. Pablo no comparaba el acto mental de creer en Cristo con actos de obediencia a doctrinas humanas. Comparaba la justificación por el evangelio (“la ley de la fe”) con la justificación por la ley.

            Pablo no comparaba “la fe” con “la obediencia a la fe”  como lo hacen algunos maestros religiosos hoy en día. Cuando uno obedece según la fe le manda hacer, ¡no está haciendo “obras de la ley”! ¡Es la obediencia de la fe!
            El error principal del luteranismo, al manejar los textos que hablan de “fe,” o de “la fe,” es igualar la “obediencia de la fe” a las “obras de la ley.” ¡No son la misma cosa! Cuando uno obedece al evangelio (2 Tesalonicenses_1:8; 1Pedro_1:22), está siendo justificado “por fe” (Romanos 3:28), y no por “las obras de la ley.” Para ser justificado por las obras de la ley, tendría que ser persona absolutamente sin culpa y por consecuencia totalmente justa, por haber guardado (obrado) la ley. Somos salvos por el evangelio de Cristo, pero este evangelio es condicional (Marcos_16:15-16). El hombre pecador, que no puede justificarse por ley (ya la infringió repetidas veces), obedece al evangelio por fe (cree, se arrepiente, confiesa su fe, y es bautizado), y Dios le perdona o justifica. Es “justificado por fe” y no por “las obras de la ley” (que significa la inocencia o justificación de uno por haber obrado perfectamente según la ley dice).
            Este es el uso de Pablo de los términos “la fe” y “las obras de ley,” e ignorar este uso y dar otra aplicación es llegar a conclusiones falsas (doctrinas humanas). Los evangélicos yerran en gran manera a igualar el uso de Pablo de “las obras de la ley” a los actos de obediencia al evangelio.
            ¿Hay algo que hacer para ser salvo? Los casos de conversión en el libro Hechos responden que sí. Considérense Hechos_2:37, “¿qué haremos?”; Hechos 9:6, “¿qué quieres que yo haga?”; Hechos 16:30, “¿qué debo hacer para ser salvo?” Aun el creer ¡es una obra! (Juan_6:28-29).
            La salvación “por la fe sola” es una doctrina humana. ¿Acaso son salvos los demonios (Santiago_2:19)? ¿Salvó la fe sola aquellos gobernantes de Juan_12:42?

3:29,30  Dios es el Dios de toda la humanidad; no es ningún dios tribal. No era propiedad solamente de los judíos. Toda la humanidad ha pecado contra él. Así es que él justificará a todos (los que le obedecen) de la misma manera.
            Los judíos tenían un concepto erróneo de Dios, como si fuera él de una nación solamente, de la suya. Tenían un concepto nacional de Dios, y por eso muchos de los cristianos primitivos, siendo judíos de raza, querían obligar a los cristianos gentiles a que se circuncidaran (que significaría hacerse “judíos”). Este concepto era falso.
            Algunos premilenaristas perpetúan el mismo concepto, afirmando que Dios tiene alguna bendición especial para los judíos (que es restaurarles como nación a la tierra de Palestina, etcétera).
            Dios es el Dios de todos y bendice espiritualmente a todos ahora por medio de Cristo en el evangelio (donde no hay distinción Gálatas_3:26-29).
3:31-- La pregunta expresa una objeción que el judío podría presentar, pensando que la respuesta tendría que ser que “sí.” Pero no se sigue que la fe (la justificación por fe en Cristo, o sea el evangelio de Cristo) invalide la ley. La “confirma” (es decir, la reconoce como obligatoria).
            El propósito de toda ley (el artículo “la” no aparece en el texto griego ante la palabra, “ley") es singular: es señalar el pecado para declarar culpable al pecador. Pero el propósito de “la fe” (la justificación por el evangelio) es redimir al pecador acusado. La fe, pues, no invalida la ley (sea la ley de Moisés, o la ley que tenían los gentiles). Si por fe obedecemos al evangelio de Cristo, para ser perdonados de haber infringido la ley, ¿no admitimos que la ley es “buena” (Romanos 7:12)? ¡Seguro! La “confirmamos” (la reconocemos).
Dios ejecutará la gran obra de la justificación y salvación de pecadores desde el primero al último, para acallar nuestra jactancia. Ahora, si fuésemos salvados por nuestras obras, no se excluiría la jactancia, pero el camino de la justificación por la fe excluye por siempre toda jactancia. Sin embargo, los creyentes no son dejados con autorización para transgredir la ley; la fe es una ley, es una gracia que obra dondequiera obre en verdad. Por fe, que en esta materia no es un acto de obediencia o una buena obra, sino la formación de una relación entre Cristo y el pecador, que considera adecuado que el creyente sea perdonado y justificado por amor del Salvador, y que el incrédulo, que no está unido o relacionado de este modo con Él, permanezca sometido a condenación. La ley todavía es útil para convencernos de lo que es pasado, y para dirigirnos hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvos por ella como un pacto, sin embargo la reconocemos y nos sometemos a ella, como regla en la mano del Mediador
   

 ¡Maranata!


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