Los judíos habían tenido grandes privilegios
que no habían tenido los gentiles, pero en cuanto a culpa de pecado, no eran
mejores que los gentiles. Las Escrituras encerraron a todos bajo pecado. Siendo
así, que ambos judíos y gentiles son pecadores perdidos, y que no hay salvación
en la ley, todos tienen que ser salvos por la justicia de Dios en el evangelio.
3:1-8 -- En este capítulo
Pablo afirma todos somos culpables ante Dios. Pablo desmantela la excusa común
de la gente que no quiere reconocerse pecadora: (1) "Dios no existe"
o "Sigo mi conciencia"; (2) "No le hago mal a nadie"; (3)
"Soy miembro de una iglesia" o "Soy una persona religiosa".
Nadie está exento del juicio de Dios por el pecado. Cada persona debe aceptar
que es pecadora y por lo tanto culpable ante Dios. Solo así puede comprenderse
y aceptarse ese regalo maravilloso de Dios que es la salvación.
¡Qué descripción más deprimente hace Pablo! Todos, gentiles paganos,
gente humanitaria o religiosa, estamos condenados por nuestras acciones. La
Ley, que el Señor dio para mostrar el camino a la vida, saca a la luz nuestras
obras malignas. ¿Hay alguna esperanza? Sí, dice Pablo. La Ley nos condena, esto
es cierto, pero la Ley no es la base de nuestra esperanza. Dios mismo lo es. El
en su justicia y amor maravilloso nos brinda vida eterna. Recibimos salvación
no a través de la Ley, sino mediante la fe en Jesucristo. No podemos ganarla,
pero debemos aceptarla como un regalo de nuestro amoroso Padre celestial.
La ley no podía salvar en el pecado ni de los pecados,
pero daba ventajas a los judíos para obtener la salvación. Las ordenanzas
establecidas, la educación en el conocimiento del Dios verdadero y su servicio,
y muchos favores hechos a los hijos de Abraham, eran todos medios de gracia y
verdaderamente fueron utilizados para la conversión de muchos. Pero, las
Escrituras les fueron especialmente encargadas a ellos. El goce de la palabra y
de las ordenanzas de Dios es la principal felicidad de un pueblo, pero las
promesas Dios las hace sólo a los creyentes, por tanto, la incredulidad de
algunos o de muchos profesantes no puede inutilizar la efectividad de esta
fidelidad. Él cumplirá las promesas a su pueblo y ejecutará sus amenazas de
venganza a los incrédulos.
El juicio de Dios sobre el mundo deberá silenciar para siempre todas
las dudas y especulaciones sobre su justicia. La maldad y la obstinada
incredulidad de los judíos demuestran la necesidad que tiene el hombre de la
justicia de Dios por la fe, y de su justicia para castigar el pecado. Hagamos
males para que nos vengan bienes, es algo más frecuente en el corazón que en la
boca de los pecadores; porque pocos se justificarán a sí mismos en sus malos
caminos. El creyente sabe que el deber es de él, y los acontecimientos son de
Dios; y que él no debe cometer ningún pecado ni decir ninguna mentira con la
esperanza, ni con la seguridad, de que Dios se glorifique. Si alguien habla y
actúa así, su condenación es justa.
Las Escrituras
(los 39 libros del Antiguo Testamento) eran una
revelación escrita de Dios, dando al mundo el único registro del origen del
hombre, y del mundo físico. Era una grande ventaja para el judío tener estas
comunicaciones de Dios.
La nación judía recibió muchos beneficios. Se le
confió las leyes de Dios ("la palabra de Dios", Éxodo 19-20; Deuteronomio_4:8).
Fue la nación a través de la cual el Mesías
vino la tierra (Isaías_11:1-10; Mateo_1:1-17). Fue beneficiaria de los pactos con Dios mismo
(Génesis_17:1-16; Éxodo_19:3-6). Estos
privilegios no la hicieron mejor que las demás. Pero debido a estos, los judíos
tuvieron siempre una mayor responsabilidad en cuanto al cumplimiento de los
requisitos de Dios.
3:9-25-- Aquí se señala
nuevamente que toda la humanidad está debajo de la culpa del pecado como una
carga, y está bajo el gobierno y el dominio del pecado, esclavizada por él,
para obrar iniquidad. Varios pasajes de las Escrituras del Antiguo Testamento
dejan muy claro esto, porque describen el estado depravado y corrupto de todos
los hombres, hasta que la gracia los refrena o los cambia. Por grandes que sean
nuestras ventajas, estos textos describen a multitudes de los que se dicen
cristianos. Sus principios y su conducta prueban que no hay temor de Dios
delante de sus ojos. Y donde no hay temor de Dios no se puede esperar nada
bueno.
Dios entregó al judío su revelación (las Sagradas Escrituras), pero el
judío por su infidelidad no hizo buen uso de su ventaja al tener esas
Escrituras. No obstante, la infidelidad del judío no cambiará la fidelidad de
Dios en su promesa de bendecirle, porque sus promesas son condicionales.
Es decir,
Dios es veraz, pero que le sea obvio al hombre que lo es, porque lo es.
No que lo sea todo hombre, siéndolo, o no
siéndolo, sino que le sea reconocido que es mentiroso o falso el hombre que lo
es. Los hombres no siempre son fieles a sus obligaciones, pero Dios siempre es
veraz en sus asuntos.
No cabe duda de que Pablo creía que los judíos
ocupan una posición especial en el plan de Dios. Eso es, de hecho, lo que los
judíos mismos creían. La diferencia está en que Pablo creía que esa posición
especial era una responsabilidad; mientras
que los judíos la consideraban un
privilegio. ¿Qué es lo que Pablo decía que se les había confiado
especialmente a los judíos? Los
oráculos de Dios ¿Qué quiere decir eso? La palabra que él usa es loguía, que es la que se usa
normalmente en la traducción griega del Antiguo
Testamento para designar una comunicación o pronunciamiento de Dios.
Aquí quiere decir Los Diez
Mandamientos, que en hebreo se llaman Las diez Palabras. Pablo les dice: " Sois un pueblo especial;
por tanto, tenéis que vivir una vida especial.» No dijo: " Sois un pueblo
especial; por tanto podéis hacer lo que os dé la gana.» Lo que sí dijo fue:
«Sois un pueblo especial para Dios; por
tanto, tenéis que hacer Su voluntad.» ¿Qué
será lo que Dios quiere que haga con una vida que ha sido preservada de una
manera tan especial?» Eso no se les ocurría nunca a los judíos. Nunca
consiguieron darse cuenta de que la elección especial de Dios era para una
tarea especial. ¿Lo tenemos presente nosotros cuando hablamos de la elección de
Dios?
Hay
tres ideas básicas acerca de los judíos que siempre aparecen en los escritos de
Pablo. Aquí las encontramos en embrión; pero en realidad son las tres ideas que
desarrolla en toda la epístola. Debemos darnos cuenta de que no coloca a todos
los judíos bajo la misma condenación. Lo que dice es: " ¿Qué pasa si algunos de ellos fueron
infieles?"
Estaba
seguro de que Dios tenía razón al condenar a los judíos. Ocupaban un lugar
especial y habían recibido promesas especiales; y por eso mismo su condenación
había de ser mayor. La responsabilidad siempre es la otra cara del privilegio.
Cuantas más oportunidades tiene una persona para hacer el bien, mayor será su
condenación por hacer el mal.
Pero no
todos fueron infieles. Pablo nunca se olvidaba del resto fiel; y estaba
completamente seguro de que ese resto fiel -aunque fuera muy pequeño en número-
era el verdadero Israel. Los demás habían perdido sus privilegios y estaban
bajo condenación. Ya no eran verdaderos judíos. El resto era el verdadero
pueblo de Dios.
Pablo
estaba siempre seguro de que el rechazo de Dios no era definitivo. La consecuencia de ese rechazo fue que se
abrió la puerta a los gentiles; pero, al
final, los gentiles harán volver a los judíos al redil, y judíos y
gentiles serán una sola cosa en Cristo. La tragedia de los judíos fue que
rechazaron la gran tarea de la evangelización del mundo que les habría
correspondido; y por tanto se les asignó a los gentiles, de forma que el plan
de Dios se invirtió: no fueron los judíos los que evangelizaron a los gentiles,
sino al revés; y este proceso todavía continúa.
Además, este pasaje
contiene dos grandes verdades humanas universales.
La
desobediencia es la raíz de todo pecado.
La raíz del pecado de los judíos fue la desobediencia a la Ley de Dios que
conocían. Como escribió Milton, fue "la primera desobediencia humana» la
responsable del «paraíso perdido». Cuando el orgullo enfrenta la voluntad
humana con la de Dios, se produce el pecado. Si no hubiera desobediencia no
habría pecado.
Una vez
que ha cometido un pecado, el ser humano despliega una habilidad extraordinaria
para justificarse. Aquí tenemos un
razonamiento que se presenta con frecuencia en el pensamiento religioso: el de
que el pecado le da a Dios la oportunidad de demostrar al mismo tiempo su
justicia y su misericordia, y es por tanto una cosa buena. Es un razonamiento
tergiversado. Se podría decir-y, de hecho, sería el mismo razonamiento- que
está bien el quebrantarle el corazón a una persona, porque así se le da la
oportunidad de demostrar lo mucho que nos ama. Cuando uno peca, lo que necesita
no es ingenio para justificarse, sino humildad para reconocerlo y arrepentirse.
El judío razonaría de esta
manera: Si nuestra falta de fidelidad ha sido la ocasión de que Dios exhiba su
justicia y salvación en el evangelio, “¿será injusto Dios en castigarnos?”
¡No! Dios
no será injusto por castigarles. El pecado merece castigo, no importa lo que
exhiba o la ocasión que presente para otra cosa. Si Dios no puede castigar al
pecador, ¿cómo puede ser el Juez de todo el mundo? (pues el judío admitía que
Dios iba a juzgar al mundo). Si no puede juzgar al judío pecador, tampoco al
pecador gentil. Se seguiría que entonces no habría juicio final.
Pablo
ilustra el caso de los judíos con su propio caso, usando la lógica o argumento
de ellos. Dice: “si ustedes con su falta de fe han dado ocasión a que Dios
exhiba su justicia, y por eso están sin culpa, ¿por qué no estoy yo igualmente
sin culpa si por mi mentira (el evangelio que ustedes consideran falso) doy
ocasión a que la verdad de Dios se presente en gloria por contraste? ¿Por qué
no puedo hacer males para que vengan bienes? pues ésta es la lógica con que
ustedes se justifican en el asunto. Pero tal acusación, de que yo lo hago, es
calumniosa, y los que así me acusan serán justamente condenados.” Al condenar a
Pablo los judíos, condenaron a su propio argumento con que buscaban probarse
inocentes.
La cultura inculca en
la gente que está bien mentir si es para una “buena” causa. Pero sobre ello
Dios dice lo que se puede leer en Apocalipsis_21:8.
En el pasaje
anterior Pablo insistía en que, a pesar de todo, los judíos ocupan una posición
especial en el plan de Dios. No nos sorprende que entonces el objetor pregunte
si eso quiere decir que los judíos les llevan ventaja a los demás pueblos. Y la
respuesta de Pablo es que tanto los judíos como los gentiles, si están sin
Cristo, están bajo el dominio del pecado. La frase griega que usa es muy
sugestiva: hypo hamartían. En
este sentido, hypo quiere decir
en el poder de, bajo la autoridad de. En
Mateo_8:9, el centurión dice: " Tengo
soldados hypo emautón, por debajo de
mí.» Es decir, a mis órdenes. Un
escolar está hypo paidagógon, bajo la
dirección del pedagogo, un
esclavo al que se le ha confiado. En su estado natural, sin Cristo, el ser
humano está bajo el control del pecado, y es incapaz de evadirse.
Hay otra palabra
interesante en este pasaje, la del versículo 12, que hemos traducido «se han
echado a perder.» La palabra griega es ajeiroó,
que quiere decir literalmente dejar
inútil. Se usa en relación con la leche que se ha estropeado. La
naturaleza humana sin Cristo es una cosa corrompida e inútil.
Pablo hace aquí lo
que solían hacer los rabinos. En los versículos 10-18 ensarta una serie de
textos del Antiguo Testamento, no
citándolos literalmente sino de memoria; incluye versículos de los Salmo_14:1-3; Salmo_5:9; Salmo140:3; Salmo_10:7;
Isaías_59:7; Salmo_36:1. Era
frecuente en la predicación de los rabinos el ensartar textos así. Lo llamaban jaraz, que quería decir precisamente
eso: ensartar perlas.
Es una descripción
terrible de la naturaleza humana en su estado sin Cristo. Estos textos del Antiguo Testamento describen tres cosas: (a) EL carácter cuyas notas distintivas son la ignorancia, la
indiferencia, la tortuosidad y la inutilidad. (b) La lengua que se caracteriza por sus cualidades
destructivas, mentirosas y maliciosas. (c) La conducta que se manifiesta en la opresión, la injuria, la
implacabilidad. Estos son los resultados de no tener en cuenta a Dios.
Nadie ha visto tan
claramente como Pablo la maldad de la naturaleza humana; pero advertimos que
esto no era para él una llamada a la desesperación, sino un desafío a la esperanza.
Cuando decimos que Pablo creía en el pecado original y en la depravación de la
naturaleza humana no debemos concluir que desesperara de la naturaleza humana
ni que la mirara con un desprecio cínico.
Pablo nunca le
quitaba importancia al pecado humano, ni grandeza al poder redentor de
Jesucristo.
Pablo creía que la
gente sin Cristo era mala, pero no demasiado mala para salvarse. Estaba
convencido de que lo que Cristo había hecho por él lo podía hacer por cualquier
otro.
La palabra “perfecto” se emplea en las Escrituras en el sentido
también de ser maduro. El cristiano debe madurarse y como maduro es
perfecto. Naturalmente tiene ahora una perfección relativa. En el sentido absoluto,
nadie es perfecto.
No
entendían que el sistema mosaico era temporal y no permanente (Hebreos_9:1-10; Hebreos_10:1). Eran ellos "guías
ciegos de ciegos" (Mateo_15:14), y quitaban
la "llave de la ciencia" (Lucas_11:52).
Los judíos buscaban justificarse delante de
los hombres y tener su gloria (Lucas_16:15; Juan_5:44;
Juan_12:43).
¡No
nacieron malos! (El hombre nace inocente, pero ya de edad de responsabilidad,
si escoge pecar, se desvía de la verdad)
Pablo usa estas referencias del Antiguo Testamento para mostrar que la
humanidad en general, en su actual condición pecadora, es inaceptable ante
Dios. ¿Ha dicho alguna vez: "No soy tan malo. Soy buena persona"?
Medita estos versículos y ve si se ajustan a ti. ¿Has mentido alguna vez? ¿Has
herido los sentimientos de alguien a través de tus palabras o el tono de tu
voz? ¿Eres rudo con alguien? ¿te enfureces con tus más duros contrarios? En
pensamientos, palabra y obra, como cualquier persona en este mundo, tienes
culpa delante de Dios. Debemos recordar lo que somos ante El: pecadores
alejados. No niegues que eres pecador. Más bien permite que tu gran necesidad te
guíe a Cristo.
Aquí tenemos otro
pasaje que no es fácil de entender, pero que está lleno de riqueza cuando se
capta su significado. A ver si podemos penetrar en la verdad básica que
contiene.
El problema supremo
de la vida es: ¿Cómo puede uno estar en la debida relación con Dios? ¿Cómo
puede sentirse en paz con Dios? ¿Cómo puede dejar de sentirse a una distancia
insalvable, y de tenerle miedo a la presencia de Dios? La religión de los
judíos contestaba: «Uno puede llegar a estar en la debida relación con Dios
cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley.» Pero eso equivale a decir
sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de llegar a estar en la
debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir perfectamente todos los
mandamientos de la Ley. Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Para que nos demos
cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos la Ley e intentamos
cumplirla nos damos cuenta de que nos es imposible. El propósito de la Ley es
hacernos conscientes de nuestra debilidad y pecado. Entonces, ¿es imposible
llegar a Dios? Todo lo contrario; porque el camino que nos lleva a Dios no es
el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras, sino por la fe. Para
ponérnoslo más claro, Pablo usa tres comparaciones.
(i) Nos pone el
ejemplo del tribunal, lo que
llamamos justificación. En este ejemplo se piensa que el
hombre se encuentra ante el tribunal de Dios. La palabra griega que traducimos
por justificar es dikaiún. Todos los verbos griegos que
terminan en -ún quieren decir,
no hacer a alguien algo, sino tratar, considerar a uno como algo.
Si se presenta ante el juez uno que es inocente, el juez le declara inocente. Pero el caso del
que se presenta ante Dios es que es totalmente
culpable, y sin embargo Dios, en su infinita misericordia, le trata y le
considera como si fuera inocente. Eso es lo que quiere decir justificación.
Cuando Pablo dice
que " Dios justifica al malvado» quiere decir que Dios le trata como si
fuera bueno. Eso era lo que escandalizaba a los judíos hasta el colmo. Para
ellos eso sólo lo harta un juez inicuo. "El justificar al culpable es una
abominación para Dios» (Proverbios_17:15). «Yo no perdonaré al
culpable» (Éxodo 23:7). Pero Pablo dice que eso
es precisamente lo que hace Dios.
¿Cómo puedo yo
saber que Dios es así? Lo sé porque
Jesús lo ha dicho. Vino a decirnos que Dios nos ama aunque somos malos.
Vino a decirnos que, aunque somos pecadores, seguimos siéndole muy queridos a
Dios. Cuando descubrimos eso y lo creemos, se cambia radicalmente nuestra relación con Dios. Somos
conscientes de nuestro pecado, pero ya no estamos aterrados ni alejados.
Quebrantados y arrepentidos acudimos a Dios, como viene a su madre un niño
triste, y sabemos que el Dios al Que venimos es amor.
Eso es lo que
quiere decir justificación por la fe
en Jesucristo. Quiere decir que
estamos en la debida relación con Dios porque creemos de todo corazón que lo
que Jesús nos ha dicho de Dios es la verdad. Ya no somos extraños que tienen
terror a un Dios airado. Somos hijos, hijos errantes que confían en que su
Padre los ama y los perdonará. Y nosotros
no podríamos haber llegado nunca a esa relación con Dios si Jesús no hubiera
venido a vivir y a morir para decirnos lo maravillosamente que Dios nos ama.
(ii) Pablo nos
pone el ejemplo del sacrificio. Nos dice que Dios hizo que Jesús
fuera el que ganara el perdón de nuestros pecados. La palabra griega que usa
Pablo para describir a Jesús es hilastérion.
Viene de un verbo que quiere decir propiciar,
y que se usa en relación con los sacrificios. En
el Antiguo Testamento, cuando
uno quebrantaba la Ley le ofrecía un sacrificio a Dios. Lo que pretendía era
que el sacrificio le librara del castigo que habría de venirle. Para decirlo de
otra forma: un hombre pecaba, y aquel pecado destruía su relación con Dios;
para restaurarla ofrecía un sacrificio.
Pero la experiencia humana era que
un sacrificio animal no podía producir ese efecto. «A Ti no Te complacen los
sacrificios; si yo Te ofreciera holocaustos, a Ti no Te agradaría» (Salmo_51:16).
«¿Con qué me presentaré al Señor, y daré culto al Dios Altísimo? ¿Con
holocaustos, con becerros de un año? ¿Le agradarán al Señor millares de
carneros, o miríadas de arroyos de aceite? ¿Tendré que dar mi primogénito en
compensación por mi transgresión, o el fruto de mis entrañas para expiar el
pecado de mi alma?» (Miqueas_6:6). Los hombres sabían
instintivamente que, una vez que habían pecado, toda la parafernalia de los
sacrificios terrenales no podría arreglar las cosas.
Por eso dice Pablo:
«Jesucristo, con su vida de obediencia y su muerte por amor, Le ofreció a Dios
el único sacrificio que puede expiar el pecado real y verdaderamente.» E
insiste en que lo que sucedió en la Cruz nos abre la puerta para que volvamos a
estar en la debida relación con Dios, cosa que no puede hacer ningún otro
sacrificio.
(iii) Pablo pone
el ejemplo de la esclavitud. Habla de la liberación que ha obrado Jesucristo. La palabra apolytrósis significa rescate, redención, liberación. Esto
quiere decir que la humanidad estaba en poder del pecado, y Jesucristo es el
único que la podía libertar.
Por último, Pablo
dice que Dios hizo todo esto porque es justo, y acepta como justo al que cree
en Jesús. Es lo más sorprendente que se puede decir jamás. Pensemos un poco: quiere decir que Dios es justo,
y que acepta al pecador como si fuera justo. Lo natural habría sido decir:
«Dios es justo; y, por tanto, condena al pecador como a un criminal.» Pero aquí
tenemos la gran paradoja: Dios es justo, y, de alguna manera, con esa Gracia
increíble, milagrosa, que Jesús vino a traer al mundo, acepta a los pecadores,
no como criminales, sino como hijos a los que sigue amando a pesar de todo.
¿Qué es todo esto
en esencia? ¿En qué consiste la diferencia entre esto y el antiguo sistema de
la Ley? La diferencia fundamental es esta: que el método de la obediencia a la
Ley se refiere a lo que el hombre puede hacer por sí mismo; mientras que el
método de la Gracia consiste en lo que Dios ha hecho por él. Pablo hace
hincapié en que nada que nosotros podamos hacer puede ganar el perdón de Dios;
solamente lo que Dios ha hecho por nosotros puede ganarlo. Por tanto, el camino
que conduce a la perfecta relación con Dios no es un intento agotador y
desesperado para ganar el perdón de Dios por nuestra cuenta, sino la humilde y
arrepentida aceptación del Amor y de la Gracia que Dios nos ofrece en
Jesucristo.
3:26-- ¿Debe el hombre culpable
permanecer sometido a la ira para siempre? ¿Está la herida abierta para siempre?
No, bendito sea Dios, hay otro camino abierto para nosotros. Es la justicia de
Dios; la justicia en la ordenación, en la provisión y en la aceptación. Es por
esa fe que tiene Jesucristo por su objeto; el Salvador ungido, que eso
significa el nombre Jesucristo. La fe justificadora respeta a Cristo como
Salvador en sus tres oficios ungidos: Profeta, Sacerdote y Rey; esa fe confía
en Él, le acepta y se aferra de Él; en todo eso los judíos y los gentiles son,
por igual, bienvenidos a Dios por medio de Cristo. No hay diferencia, su
justicia está sobre todo aquel que cree; no sólo se les ofrece, sino se les
pone a ellos como una corona, como una túnica. Es libre gracia, pura
misericordia; nada hay en nosotros que merezca tales favores. Nos llega
gratuitamente, pero Cristo la compró y pagó el precio. La fe tiene
consideración especial por la sangre de Cristo, como la que hizo la expiación.
Dios declara su justicia en todo esto. Queda
claro que odia el pecado, cuando nada inferior a la sangre de Cristo hace satisfacción
por el pecado. Cobrar la deuda al pecador no estaría en conformidad con su
justicia, puesto que el Fiador la pagó y Él aceptó ese pago a toda
satisfacción.
El sacrificio de Cristo por los pecados del mundo demuestra la
justicia de Dios al perdonar al pecador. Es justo, porque castiga por el pecado
(Cristo siendo muerto por el pecado). De esta manera justifica al pecador.
Queda, pues, establecida la justicia de Dios al perdonar pecados.
3:27 Pablo desarrolla aquí tres puntos.
(i)
Si el camino a Dios es el de la fe y la aceptación, queda descartada toda
presunción por méritos humanos. Había cierto tipo de religiosidad judía que
pretendía llevar una cuenta de debe y haber con Dios, y el que la llevaba
-naturalmente, el hombre- llegaba al convencimiento de que Dios estaba en deuda
con él. Pablo partía de la base de que todos los seres humanos somos pecadores
y estamos en deuda con Dios, y que nadie puede llegar por su propio esfuerzo a
estar en paz con Dios; por tanto, no hay la menor base para estar satisfecho o
presumir de ningún mérito propio. Y después de conocer a Cristo, «todo lo bueno
que haya podido hacer no he sido yo sino la Gracia de Dios obrando en mí» (1Corintios_15:10).
(ii)
Pero un judío podría objetar: «Eso está muy bien para un gentil que no conoce
la Ley; pero no para un judío que la conoce.» A eso Pablo contestaría con la
frase que es la base del credo de Israel y con la que empiezan todas sus
devociones privadas y públicas: «Oye, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el Único
Dios» Deuteronomio_6:4. No hay un Dios para los judíos y otros para
los gentiles. Dios no hay más que Uno. El camino a Dios es el mismo para
judíos y gentiles; y no es el de los méritos humanos, sino el de la confianza y
la aceptación creyente.
(iii)
«Pero -podría decir el judío-, ¿quiere eso decir que la Ley no cuenta para
nada?» Y podríamos esperar que Pablo contestara que sí; pero contesta:
"No.» Dice que, por el contrario, lo que hace es dar más valor a la Ley.
Lo que Pablo quiere decir es que, hasta ahora, los judíos han procurado ser
buenos y cumplir los mandamientos porque le tenían miedo a Dios y les aterraba
el castigo que les reportaría el quebrantar la Ley. Pero esa actitud ya no
tiene la menor justificación, porque
lo único que tiene ahora suprema importancia es el amor de Dios.
Debemos esforzarnos
por ser buenos y cumplir la Ley de Dios, pero no ya porque tenemos miedo al
castigo de Dios, sino porque nos damos cuenta de que debemos hacer todo lo
posible para ser dignos de ese amor tan maravilloso. El esforzarnos por ser
buenos no viene de tenerle miedo a Dios, sino de tenerle amor. Ahora sabemos
que el pecado no es quebrantar la Ley, sino quebrantar el corazón de Dios; y
es, por tanto, mucho más terrible.
Comparemos esto con
lo que pasa en el nivel humano. Muchas personas se enfrentan con la tentación
de hacer algo que no está bien; y no lo hacen, no porque tienen miedo a las
consecuencias legales -una multa, o la cárcel-,sino porque no podrían
enfrentarse con el dolor o la tristeza en los ojos de algún ser querido o
varios. No es la ley del temor, sino la ley del amor la que les ha evitado dar
el mal paso.
Esa debe ser
nuestra actitud con Dios. Hemos sido liberados de la esclavitud de la ley del
miedo, pero eso no justifica el
que vivamos de cualquier manera. Ya no podemos hacer las cosas buscando sólo
nuestro gusto e interés material, porque lo que ahora nos mueve a la bondad es
la ley del amor, a la que nos sentimos más obligados que antes a la ley del
miedo.
*Martín Lutero hizo una traducción en la cual a
este versículo agregó la palabra “sola” (“es justificado por la fe sola”).
Combatiendo él la falsa doctrina romanista de la salvación por las obras de
mérito del catolicismo, se fue a otro extremo, diciendo que nada más hay que
creer en Cristo (acto sencillamente mental, sin acto adicional alguno) para ser
salvo. Lutero ignora todo el argumento
presentado por Pablo en esta carta. Pablo no comparaba el acto mental de creer
en Cristo con actos de obediencia a doctrinas humanas. Comparaba la
justificación por el evangelio (“la ley de la fe”) con la justificación por la
ley.
Pablo no comparaba
“la fe” con “la obediencia a la fe” como
lo hacen algunos maestros religiosos hoy en día. Cuando uno obedece según la fe
le manda hacer, ¡no está haciendo “obras de la ley”! ¡Es la obediencia de la
fe!
El error principal
del luteranismo, al manejar los textos que hablan de “fe,” o de “la fe,” es
igualar la “obediencia de la fe” a las “obras de la ley.” ¡No son la misma
cosa! Cuando uno obedece al evangelio (2 Tesalonicenses_1:8;
1Pedro_1:22), está siendo justificado “por fe” (Romanos
3:28), y no por “las obras de la ley.” Para ser justificado por las
obras de la ley, tendría que ser persona absolutamente sin culpa y por
consecuencia totalmente justa, por haber guardado (obrado) la ley. Somos salvos
por el evangelio de Cristo, pero este evangelio es condicional (Marcos_16:15-16). El hombre pecador, que no puede
justificarse por ley (ya la infringió repetidas veces), obedece al evangelio
por fe (cree, se arrepiente, confiesa su fe, y es bautizado), y Dios le perdona
o justifica. Es “justificado por fe” y no por “las obras de la ley” (que
significa la inocencia o justificación de uno por haber obrado perfectamente
según la ley dice).
Este es el uso de
Pablo de los términos “la fe” y “las obras de ley,” e ignorar este uso y dar
otra aplicación es llegar a conclusiones falsas (doctrinas humanas). Los
evangélicos yerran en gran manera a igualar el uso de Pablo de “las obras de la
ley” a los actos de obediencia al evangelio.
¿Hay algo que hacer
para ser salvo? Los casos de conversión en el libro Hechos responden que sí.
Considérense Hechos_2:37, “¿qué haremos?”; Hechos 9:6, “¿qué quieres que yo haga?”; Hechos 16:30, “¿qué debo hacer para ser salvo?” Aun el
creer ¡es una obra! (Juan_6:28-29).
La salvación “por la
fe sola” es una doctrina humana. ¿Acaso son salvos los demonios (Santiago_2:19)? ¿Salvó la fe sola aquellos gobernantes
de Juan_12:42?
3:29,30 Dios es el Dios de toda la humanidad; no es
ningún dios tribal. No era propiedad solamente de los judíos. Toda la humanidad
ha pecado contra él. Así es que él justificará a todos (los que le obedecen) de
la misma manera.
Los judíos tenían un
concepto erróneo de Dios, como si fuera él de una nación solamente, de la suya.
Tenían un concepto nacional de Dios, y por eso muchos de los cristianos
primitivos, siendo judíos de raza, querían obligar a los cristianos gentiles a
que se circuncidaran (que significaría hacerse “judíos”). Este concepto era
falso.
Algunos
premilenaristas perpetúan el mismo concepto, afirmando que Dios tiene alguna
bendición especial para los judíos (que es restaurarles como nación a la tierra
de Palestina, etcétera).
Dios es el Dios de
todos y bendice espiritualmente a todos ahora por medio de Cristo en el
evangelio (donde no hay distinción Gálatas_3:26-29).
3:31-- La pregunta
expresa una objeción que el judío podría presentar, pensando que la respuesta
tendría que ser que “sí.” Pero no se sigue que la fe (la justificación por fe
en Cristo, o sea el evangelio de Cristo) invalide la ley. La “confirma” (es
decir, la reconoce como obligatoria).
El propósito de toda
ley (el artículo “la” no aparece en el texto griego ante la palabra, “ley")
es singular: es señalar el pecado para declarar culpable al pecador. Pero el
propósito de “la fe” (la justificación por el evangelio) es redimir al pecador
acusado. La fe, pues, no invalida la ley (sea la ley de Moisés, o la ley que
tenían los gentiles). Si por fe obedecemos al evangelio de Cristo, para ser
perdonados de haber infringido la ley, ¿no admitimos que la ley es “buena” (Romanos 7:12)? ¡Seguro! La “confirmamos” (la reconocemos).
Dios ejecutará la gran obra de la justificación y salvación de
pecadores desde el primero al último, para acallar nuestra jactancia. Ahora, si
fuésemos salvados por nuestras obras, no se excluiría la jactancia, pero el
camino de la justificación por la fe excluye por siempre toda jactancia. Sin
embargo, los creyentes no son dejados con autorización para transgredir la ley;
la fe es una ley, es una gracia que obra dondequiera obre en verdad. Por fe,
que en esta materia no es un acto de obediencia o una buena obra, sino la
formación de una relación entre Cristo y el pecador, que considera adecuado que
el creyente sea perdonado y justificado por amor del Salvador, y que el
incrédulo, que no está unido o relacionado de este modo con Él, permanezca
sometido a condenación. La ley todavía es útil para convencernos de lo que es
pasado, y para dirigirnos hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvos por
ella como un pacto, sin embargo la reconocemos y nos sometemos a ella, como
regla en la mano del Mediador
¡Maranata!
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