Salmo 81; 1
Cantad con gozo a Dios, fortaleza
nuestra;
Al Dios de Jacob aclamad con
júbilo.
Toda la adoración que podemos rendir al Señor está por debajo de sus
excelencias, y de nuestras obligaciones con Él, especialmente en la redención
del pecado y de la ira. Lo que Dios ha hecho a favor de Israel se conservó en
el recuerdo mediante solemnidades públicas. Para destacar más la gracia y la
gloria de la liberación es bueno observar que todo lo que constituye el
problema del cual fuimos librados, es por demás gravoso. Nunca debemos olvidar
la esclavitud vil y destructora a la cual nos llevó Satanás, nuestro opresor.
Pero cuando, con conciencia angustiada, somos llevados a clamar liberación, el
Señor responde nuestras oraciones y nos liberta. La convicción de pecado y las
pruebas por aflicciones, demuestran su interés por su pueblo. Si los judíos
fueron así llamados a recordar su redención de Egipto en sus días de fiestas
solemnes, mucho más en el día de reposo cristiano debemos nosotros recordar una
redención más gloriosa de una peor esclavitud, obrada para nosotros por nuestro
Señor Jesucristo.
Romanos 12; 8
el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con
liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con
alegría
Dios nos ha dado dones a fin de que podamos edificar la iglesia. Para
usarlos con eficacia, debemos: tener en
cuenta que todos los dones y habilidades vienen de Dios; comprender que no todos tienen el mismo
don; saber quiénes somos y qué hacemos
mejor; dedicar nuestros dones al servicio de Dios y no a nuestro éxito
personal; estar dispuestos a ponerlos al servicio de Dios con generosidad y sin
exclusión.
Miremos esta lista de dones e imaginemos los tipos de personas que
podrían poseerlos. Los profetas poseen, por lo general, denuedo y oratoria. Los
que sirven (los que ministran) son fieles y leales. Los que enseñan son
pensadores claros. Los que exhortan saben cómo motivar a otros. Los que
reparten son generosos y confiables. Los que presiden son buenos organizadores
y directores. Los que tienen misericordia son amorosos y se sienten muy felices
cuando dan su tiempo a otros. Sería muy difícil que una sola persona acaparara
todos estos dones. Un profeta positivo quizás no sea necesariamente un buen
consejero y uno que reparte a lo mejor falla como administrador. Cuanto identificamos nuestros dones, preguntémonos
cómo podemos utilizarlos para edificar la familia de Dios. Al mismo tiempo,
aceptemos que nuestros dones no pueden llevar a cabo todo el trabajo de la
iglesia. Seamos agradecidos con quienes tengan dones diferentes a los nuestros.
Procuremos que nuestros puntos fuertes equilibren las debilidades que otros
tengan y agradezcamos que las habilidades de ellos nos ayuden a superar nuestras
deficiencias. Juntos podemos edificar la Iglesia de Cristo.
El don del servicio
práctico. Es significativo que Pablo coloque el servicio práctico entre los
primeros dones de la lista. Puede que uno no tenga nunca la oportunidad de
subirse a un púlpito para proclamar a Cristo; pero no hay nadie que no tenga
oportunidades todos los días de mostrar el amor de Cristo en obras de servicio
a sus semejantes.
El don de enseñar.
No basta con proclamar el mensaje de Cristo; también hay que explicarlo. Es muy
posible que uno de los fallos de las iglesias en el tiempo presente esté
precisamente ahí. La exhortación y la invitación sin una enseñanza sólida son
insuficientes y a veces hasta inútiles.
El
don de la exhortación. La exhortación debe tener una nota dominante, que es dar
ánimo. Hay una clase de exhortación que
desalienta. La verdadera exhortación tiene por objeto, no suspender al oyente
sobre las llamas del infierno, sino animarle a disfrutar plenamente de la vida
en Cristo.
Está el compartir.
Pablo dice que hay que hacerlo con una simpática amabilidad. La palabra que usa
Pablo, que es difícil de traducir porque incluye la sencillez y la generosidad.
Hay una clase de dar que fisgonea las circunstancias de la persona, que suelta
un rollo al dar la ayuda, y da no tanto para aliviar la necesidad del otro como
para regodearse en su propia vanidad y satisfacción; que da por un molesto
sentido del deber en lugar de un sentimiento radiante de alegría; que da
siempre con una segunda intención y nunca por el simple placer de dar. El
compartir cristiano es con haplotés, la sencilla amabilidad que se
deleita en el simple placer de dar, sin otra razón.
También está el ser
llamado a ocupar un puesto de responsabilidad o de dirección. Pablo dice
que, si somos llamados, debemos hacerlo con celo. Uno de los problemas más
difíciles que acechan hoy a las iglesias es encontrar personas responsables
para todos sus departamentos. Hay cada vez menos personas con sentido de
servicio y de responsabilidad, deseosas de sacrificar su ocio para asumir un
cargo directivo. En muchos casos se pretende no estar preparado ni ser digno,
cuando la verdad es que no se está dispuesto, o no se tiene suficiente interés.
Si tal puesto directivo se asume, dice Pablo, se ha de cumplir con celo. Hay dos maneras en que un maestro puede
preparar una lección: con mente y corazón entregados, o de una manera
rutinaria. Una persona puede cumplir sus deberes en la iglesia aburrida y
monótonamente, o con la alegría y el entusiasmo que da el celo. Las iglesias necesitan
ahora líderes con celo en el corazón. Hay una palabra terrible en Jeremías_48:10: " Maldito el que hiciere
indolentemente la obra del Señor.»
Hay momentos
en los que hay que mostrar compasión. Y ha de hacerse con amable
simpatía, dice Pablo. Se puede perdonar de una forma que resulta un insulto. Se
puede perdonar y al mismo tiempo mostrar crítica y desprecio. Si alguna vez
hemos de perdonar a un pecador, debemos recordar que nosotros también somos
pecadores. Hay una manera de perdonar que empuja al ofensor hacia el sumidero;
y hay otra manera que saca del cieno. El verdadero perdón se basa en el amor y
no en la superioridad, y redime y no humilla.
Filipenses 4; 4
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
A Pablo lo habían perseguido, golpeado, apedreado, y encarcelado
varias veces, pero a media noche, aprisionado con el cepo, podía cantar himnos
y orar a Dios (Hechos_16:24-25), y esto ocurrió
en Filipos. Como la palabra de Dios que nunca puede estar "presa" (2Timoteo_2:9), tampoco el espíritu de Pablo podía
estar preso. ¡Cuán grande es el poder consolador del evangelio! Nunca se le ve
a Pablo amargo o agrio de espíritu. ¡Regocijaos!
Bajo
todas las circunstancias de la vida: si sufrimos persecución; si los seres
amados sufren persecución; cuando sufrimos aflicción física; cuando nos amenaza
la muerte, o cuando mueren nuestros seres amados (familiares o hermanos en
Cristo); cuando los días están llenos de tristeza y oscuridad. ¿Cómo es posible
regocijarnos bajo tales circunstancias? Es posible porque las circunstancias
adversas no deben afectar nuestro gozo en Cristo. Muchas personas no saben nada
de gozo a menos que haya prosperidad, buena salud, y muchos placeres, pero los
cristianos saben transformar las circunstancias malas en bendiciones (Romanos_5:3-5; Santiago_1:2-4)
Esto no significa que el cristiano sea como un robot que no siente el
dolor ni que la muerte y la aflicción no le causan tristeza, sino que se
regocija en el Señor en todo esto porque sabe que Dios todavía está sentado
sobre su trono, que El es el Gobernador del mundo entero, y que El puede
emplear todas las adversidades de la vida para el beneficio espiritual de sus
hijos (Génesis_50:20; 2 Corintios_12:8-12).
¡Maranatha! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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