Romanos 15; 4
Porque las cosas que se escribieron
antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y
la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
La frase se refiere a las del Antiguo Testamento.
No fueron escritas solamente para el beneficio de los judíos bajo la ley de
Moisés. (1Corintios_10:11). Pablo acabó de citar
un pasaje del Antiguo Testamento (Salmo_69:9) y
lo aplicó al cristiano. Es importante que el cristiano estudie el
Antiguo Testamento para obtener la paciencia y la consolación que se encuentran
en él. Con esta paciencia podrá soportar a los débiles y al hacer bien en
sacrificio personal tendrá consolación, las dos cosas que producen esperanza.
Las Escrituras del Antiguo Testamento no
sirven de norma o autoridad para la fe y las prácticas de la iglesia de Cristo.
(Hebreos_7:12; Hebreos_8:13; Hebreos_9:9).
Sirven para el propósito aquí especificado: conducir al lector a la paciencia y
a la consolación, cuando contempla las narrativas allí registradas. Dios no
cambia de carácter, pero sí cambia las dispensaciones. Leyendo alguno el
Antiguo Testamento se entera de cómo Dios trata a los hombres con principios
eternos, y estas lecciones son útiles para todo el tiempo. Pero la dispensación
cristiana se presenta en el Nuevo Testamento y las Escrituras de éste nos guían
autoritariamente en nuestra fe y prácticas.
El conocimiento de las Escrituras influye en
nuestra actitud hacia el presente y el futuro. Cuanto más sepamos de lo que
Dios hizo en el pasado, mayor será la confianza que tengamos acerca de lo que
hará en los días venideros. Debiéramos leer la Biblia con diligencia para
incrementar nuestra confianza en el hecho de que la voluntad de Dios es lo
mejor para nosotros.
La libertad cristiana se permitió, no para
nuestro placer, sino para la gloria de Dios y para bien del prójimo. Debemos
agradar a nuestro prójimo por el bien de su alma; no para servir su malvada
voluntad, ni contentarlo de manera pecaminosa; si así buscamos agradar a los
hombres, no somos siervos de Cristo. Toda la vida de Cristo fue una vida de
negación y no agradarse a sí mismo. El que más se conforma a Cristo es el
cristiano más avanzado. Considerando su pureza y santidad inmaculadas, nada
podía ser más contrario a Él, que ser hecho pecado y maldición por nosotros, y
que cayeran sobre Él los reproches de Dios: el justo por el injusto. Él llevó
la culpa del pecado, y la maldición de éste; nosotros sólo somos llamados a
soportar un poco del problema. Él llevó los pecados impertinentes del impío;
nosotros sólo somos llamados a soportar las fallas del débil. ¿Y no debiéramos
ser humildes, abnegados y dispuestos para considerarnos los unos a otros que
somos miembros unos de otros?
Las Escrituras se escribieron para que nosotros
las usemos y nos beneficiemos, tanto como para aquellos a los que se dieron
primeramente.
Los más poderosos en las Escrituras son los más
doctos. El consuelo que surge de la Palabra de Dios es lo más seguro, dulce y
grandioso para anclar la esperanza. El Espíritu como Consolador es las arras de
nuestra herencia. Esta unanimidad debe estar de acuerdo con el precepto de
Cristo, conforme a su patrón y ejemplo. Es dádiva de Dios, y dádiva preciosa
es, por la cual debemos buscarle fervorosamente. Nuestro Maestro divino invita
a sus discípulos y los alienta mostrándose a ellos manso y humilde de espíritu.
La misma disposición debe caracterizar la conducta de sus siervos,
especialmente la del fuerte para con el débil.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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