Apocalipsis
6; 16-17
Al ver a Dios sentado en el trono, todos los seres
humanos, grandes y pequeños, se aterrorizarán y clamarán que las montañas
caigan sobre ellos de modo que no tengan que enfrentarse al juicio del Cordero.
Esta vívida escena no tiene la intención de asustar a los creyentes. Para
nosotros, el Cordero es un Salvador tierno. Pero los generales, emperadores o
reyes que antes no mostraron temor de Dios y con orgullo ostentaron su
incredulidad, hallarán que estaban equivocados, y en aquel día deben
enfrentarse a la ira de Dios. Nadie que haya rechazado a Dios podrá sobrevivir
el día de su ira, pero los que pertenecen a Cristo recibiremos una recompensa y
no un castigo.
A ti que estás leyendo esta meditación, me permites que te pregunte ¿Perteneces a Cristo? Si es así, no tienes por qué temer a esos últimos días. Mas si estás jugando a ser religioso, te enfrentarás a la Ira de Dios en aquel día no muy lejno.
Quienes creemos en el «rapto previo al estallido de la ira» veremos cumplirse la promesa de 1Tesalonicenses_4:17 y Apocalipsis 4:10 inmediatamente antes de este acontecimiento. La Iglesia es «apartada» de esta hora de la consumación del juicio sobre la tierra, pero está presente durante los primeros momentos de la gran tribulación (Apocalipsis_6:1-12), de acuerdo con las palabras de Jesús en Mateo_24:29-31.
El terror pánico que se ha apoderado de los hombres cuando han visto su mundo desquiciado y hecho astillas, domina a todos sin excepción; se enumeran doce grupos (símbolo de la totalidad), desde la más alta clase social hasta el estrato más bajo de la sociedad. La sensación de impotencia frente a una naturaleza, cuyas leyes habían explorado y a la que de esta manera creían tener, en cierto modo, sujeta en sus manos, lleva a los hombres a una franca desesperación; todo orgullo se ha desplomado en un terror sin remedio. Tratan de escapar, pero no hay escondrijo para su mala conciencia y para ocultarse de los ojos del Cordero que viene a juzgar; el día de su ira pondrá de manifiesto que el Salvador del mundo es también su juez.
A ti que estás leyendo esta meditación, me permites que te pregunte ¿Perteneces a Cristo? Si es así, no tienes por qué temer a esos últimos días. Mas si estás jugando a ser religioso, te enfrentarás a la Ira de Dios en aquel día no muy lejno.
Quienes creemos en el «rapto previo al estallido de la ira» veremos cumplirse la promesa de 1Tesalonicenses_4:17 y Apocalipsis 4:10 inmediatamente antes de este acontecimiento. La Iglesia es «apartada» de esta hora de la consumación del juicio sobre la tierra, pero está presente durante los primeros momentos de la gran tribulación (Apocalipsis_6:1-12), de acuerdo con las palabras de Jesús en Mateo_24:29-31.
El terror pánico que se ha apoderado de los hombres cuando han visto su mundo desquiciado y hecho astillas, domina a todos sin excepción; se enumeran doce grupos (símbolo de la totalidad), desde la más alta clase social hasta el estrato más bajo de la sociedad. La sensación de impotencia frente a una naturaleza, cuyas leyes habían explorado y a la que de esta manera creían tener, en cierto modo, sujeta en sus manos, lleva a los hombres a una franca desesperación; todo orgullo se ha desplomado en un terror sin remedio. Tratan de escapar, pero no hay escondrijo para su mala conciencia y para ocultarse de los ojos del Cordero que viene a juzgar; el día de su ira pondrá de manifiesto que el Salvador del mundo es también su juez.
Las visiones de los sellos hacen tabla rasa de la
utopía de que el progreso de la humanidad significa a la vez progreso en lo
humano, que paralelamente a él corre un proceso progresivo de humanización. Las
imágenes de la apertura de los sellos han descubierto por el contrario el
progresivo proceso de maduración del mal en la historia y el correspondiente
crecimiento del caos y de la anarquía. Luego, al fin, la desintegración incluso
del orden de la naturaleza indica al hombre aterrorizado lo que él mismo ha
causado al abandonar los órdenes que habían sido confiados a su
responsabilidad, con ello ha minado las bases de su misma existencia. Lo que de
su mundo se ofrece todavía a sus ojos pasmados es el espantoso vacío de la
nada, que no deja ya ninguna salida más que la ruina y el fin de todo. La
enorme angustia existencial que por esto asalta a todos, está expresada de
manera impresionante con la psicosis de fuga y de búsqueda de un escondrijo; en
la total inconsistencia del hombre en medio de un mundo que él creía haberse
apropiado y puesto a su disposición, vuelve a mostrársele con tenue resplandor
la conciencia de la responsabilidad moral, pero sólo ya como miedo del juicio.
Una generación de la humanidad será la última; lo que ésta experimentará exteriormente se anuncia aquí sólo en figuras simbólicas; no sabemos por tanto cómo será la realidad; ahora bien, el objetivo de la pintura apocalíptica es éste: poner drásticamente ante los ojos el estado interior y la reacción de aquellos últimos hombres ante el juicio final de Dios. Las catástrofes en la historia y en la naturaleza referidas en las visiones de los sellos se interpretan finalmente en el sentido de que son un anuncio de la «ira del Cordero», del día de su juicio.
Una generación de la humanidad será la última; lo que ésta experimentará exteriormente se anuncia aquí sólo en figuras simbólicas; no sabemos por tanto cómo será la realidad; ahora bien, el objetivo de la pintura apocalíptica es éste: poner drásticamente ante los ojos el estado interior y la reacción de aquellos últimos hombres ante el juicio final de Dios. Las catástrofes en la historia y en la naturaleza referidas en las visiones de los sellos se interpretan finalmente en el sentido de que son un anuncio de la «ira del Cordero», del día de su juicio.
Si aún no eres de Cristo, tienes la oportunidad,
quizás la última de rendirle tu vida, confesar tus pecados, arrepentirte y
aceptar a Jesucristo, el Hijo de Dios, como único y suficiente Salvador y
Señor. Habrás pasado de la condenación del infierno, a la vida eterna en Su
Gloria.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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