Mateo 12:43-45
Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por
lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.
Entonces dice: Me volveré a mi casa de donde
salí; y cuando viene, la halla desocupada, barrida y adornada.
Entonces va, y toma consigo otros siete
espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y son peores las postrimerías
del tal hombre que las primeras. Así también acontecerá a esta generación mala.
(La Biblia
Casiodoro de Reina 1569)
Los destinatarios
primarios de estos versículos eran los escribas y fariseos del tiempo de Jesús.
Hay también
hay consideraciones de carácter devocional con respecto a los destinatarios secundarios:
todos cuantos se vean retratados en el hombre que describe Jesús en ese pasaje.
Varios detalles son altamente aleccionadores:
Los espíritus
inmundos –los demonios– no “hallan descanso” si no habitan
en el
interior de los seres humanos; (Comparar v. 43 con Mt. 8:28-31).
Así como Jesús
se fatiga por sanar y salvar (Juan. 4:6), así el diablo y
sus ángeles,
los demonios, se fatigan por arruinar y destruir. Brilla así el
gran amor de Dios a los hombres, y se manifiesta el tremendo odio del
diablo a
Dios y a los hombres.
Cuando
el demonio se marchó ante la operación del E. Santo, que había
comenzado
su obra en este hombre, la vida del hombre cambió para bien.
Es cosa
frecuente en casos de pseudo-conversos; con mucha frecuencia,
estos
individuos parecen más entusiastas y convencidos que los realmente
convertidos
(ver Mt. 13:20 –!este es el caso! Cada palabra es digna de un
detenido análisis).
La “casa” –el interior de este hombre–
quedo así “barrida y arreglada”, pero estaba “desocupada”, vacía. “Una reforma no fue
suficiente. La reforma pudo limpiar, pero no pudo llenar”.
La nación
debió haber recibido al Salvador y quedar llena de vida espiritual;
En lugar
de eso, el pueblo Lo rechazo, y el final fue destrucción.
Y
continua: “Hay una aplicación
personal. No es suficiente con limpiar
la casa;
debemos también invitar al ocupante adecuado. Los fariseos
estaban
orgullosos de sus “casas limpias”, ¡pero sus corazones estaban
vacíos! La mera religión, o una
reforma, no salvará a nadie. Debe existir una
regeneración,
el recibir a Cristo en el corazón. No podemos ser neutrales
acerca de Jesucristo”
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