} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA OMNISCIENCIA DE DIOS (Curso Práctico de Teología Bíblica)

martes, 20 de diciembre de 2016

LA OMNISCIENCIA DE DIOS (Curso Práctico de Teología Bíblica)

La Omnisciencia de Dios
 La Omnisciencia = lo sabe todo
 La Omnipresencia = está presente en todo  
 La Omnipotencia = lo puede todo.

 Salmo 139:1 -6 Al Vencedor: de David: Salmo. SEÑOR, me has examinado y conocido.
   Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme, has entendido desde lejos mis pensamientos.
   Mi andar y mi reposo has ceñido, y todos mis caminos has aparejado.
   Pues aun no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh SEÑOR, tú la supiste toda.
   Rostro y envés me formaste, y sobre mí pusiste tu mano.
   Más maravillosa es su ciencia que mi capacidad; alta es, no puedo comprenderla.
                                            (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)
 Estas tres perfecciones divinas están maravillosamente expuestas en el Salmo 139, por lo que basaremos en ese Salmo gran parte de nuestro estudio de dichas perfecciones. Vemos la omnisciencia en los versículos 1-6, la omnipresencia en los versículos 7-12, y la omnipotencia en los versículos 13-18. Insisto en que la Biblia no ofrece lucubraciones filosóficas, sino que expone las verdades de Dios de una forma concreta, plástica, acomodada a la mentalidad semítica del pueblo de Israel.
 1. ¿Qué relación guarda la omnisciencia de Dios con objetos diferentes?
Ya hemos dicho que omnisciencia significa «saberlo todo». Dios todo lo conoce de modo exhaustivo, porque es infinito en cada una de sus perfecciones: Todo lo conoce totalmente, hasta los más nimios detalles. Y su conocimiento de las multitudes no es general (el conjunto, la «masa») sino universal (abarcando por igual al grupo y a cada uno de los individuos particulares). Los objetos del conocimiento de Dios pueden dividirse en tres grupos, atendiendo a su relación con la existencia real:  
 A) Lo posible, que, como lo indica el vocablo, no halla por parte de la omnipotencia divina ningún obstáculo para poder existir. Por eso, su ámbito es tan extenso como la propia omnipotencia de Dios, entendida del modo que explicaremos en la lección 13.
B) Lo existente, en cualquiera de los tres tiempos de la existencia: pasado, presente y futuro, ya que todos ellos aparecen presentes al conocimiento de Dios en su única y simple visión eterna de la Trina Deidad (como los distintos puntos de una circunferencia respecto al centro del círculo).
C) Lo futurible, que no es meramente «posible», puesto que guarda cierta conexión con la existencia real; tampoco es «existente», porque nunca ha existido, ni existe ni existirá; pero existiría («sucedería») si se diese un determinado «cuadro« de circunstancias que no se van a dar.
Entre otros casos de futuribles que la Biblia nos ofrece, voy a seleccionar dos muy claros:
(a)  1 Samuel 23:10-13.
Saúl anda persiguiendo a David, y éste va escondiéndose, pero le dan aviso de que los filisteos atacan la ciudad de Keilá. Tras consultar a Dios, inflige a los filisteos una gran derrota. «Y fue dado aviso a Saúl que David había venido a Keilá» (v. 7). Saúl se dispone a descender a Keilá para acabar con David y sus hombres, pero David se entera de las maquinaciones de Saúl (vv. 8-9) y consulta a Dios por medio del efod del sumo sacerdote, haciéndole dos preguntas: « ¿Descenderá Saúl?, ¿Me entregarán los vecinos de Keilá?» Ambas preguntas contesta Dios afirmativamente (vv. 10-12). «David entonces se levantó con sus hombres… y salieron de Keilá… Y vino a Saúl la noticia de que David se había escapado de Keilá, y desistió de salir» (v. 13).
DIOS SABÍA DE CIERTO LO QUE HABRÍA SUCEDIDO SI DAVID SE QUEDA EN KEILÁ; PERO DAVID SALIÓ DE ALLÍ, Y SAÚL NO SE HIZO CON ÉL. No sucedió, pero hubiera sucedido si…
(b)  Mateo 11:20-24.
El Señor Jesús asegura que si hubiese hecho en Tiro y Sidón los milagros que había hecho en Corazín y Betsaida, se habrían arrepentido en saco y ceniza hacía tiempo. Jesús lo sabe con su ciencia divina y lo asegura, siendo algo que no había sucedido ni iba a suceder. Se trata, pues, de un «futurible», que entra de lleno en el ámbito de los objetos de la omnisciencia de Dios.  
  Verdades importantes que guardan conexión con el conocimiento de los llamados «futuribles» Como ya anunciamos al comienzo de la lección 10, verdades tan importantes como la eficacia real de la oración y la seguridad de la programación eterna de los planes de la providencia de Dios dependen enteramente del conocimiento cierto que Dios tiene de los «futuribles».
A)    Primero, en cuanto a la oración.
 Si el conocimiento de Dios se extiende únicamente a lo posible y a lo existente, Dios ve una oración de un ser humano en su realidad futura, la tiene presente. Pero, ¿es presente porque la ve, o la ve porque está presente ante Él? En el primer caso, su visión causa la existencia de la oración, y ésta ocurrirá forzosamente, siendo el hombre orante poco menos que una máquina accionada por «control remoto». En el segundo caso, la visión que Dios tiene de la oración humana va siguiendo el orden de los acontecimientos, y no puede tenerla programada de antemano. Sin embargo, mediante el conocimiento de los futuribles, Dios contempla dicha oración en un cuadro de circunstancias lógicamente anterior a la existencia –uno entre muchos posibles– y es completamente libre para decretar su existencia futura, al mismo tiempo que respeta, capacitándola, la espontaneidad de la oración. No podemos olvidar que la oración no tiene por objeto informar a Dios de nuestras necesidades o de nuestros problemas, sino tomar conciencia nosotros mismos de esas necesidades y de que en todo dependemos de Dios, y sólo a Él hemos de acudir, en último término, a fin de solucionar nuestros problemas.
B)    Segundo, en cuanto a la seguridad de la programación de los planes de la providencia de Dios.
Me parece que, después de lo dicho en el párrafo anterior, este punto queda suficientemente claro. En efecto, si lo «futurible» escapa al conocimiento cierto, seguro, de Dios, todo lo que acontece en la realidad de cada día es algo que sucede fatalmente, porque Dios lo decreta así o, por el contrario, los acontecimientos de cada día van por delante y Dios los ve como quien ve pasar las distintas secuencias de un programa de televisión. Con el conocimiento de los «futuribles», la visión de Dios va siempre por delante de los acontecimientos, pero sin forzar su existencia.  
2 ¿Cómo expresa la Biblia la Omnisciencia de Dios?
A) La Biblia nos habla del total conocimiento que Dios tiene de todas las cosas. Analicemos brevemente los seis primeros versículos del Salmo 139: «Yahweh, me has escudriñado y has conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme, Entiendes mi pensamiento desde lejos. Mi senda y mi reposo abarcas (o, investigas minuciosamente) Y de todos mis caminos estás enterado. Porque no hay palabra en mi lengua, He aquí, Yahweh, conoces ella entera. Me has cercado por detrás y por delante, Y has puesto sobre mí tu palma (de la mano). Asombroso (es ese) conocimiento fuera de mi (comprensión) Elevado está, no puedo con él». Después de una afirmación general (v. 1), David va detallando el conocimiento exhaustivo que Dios tiene de su conducta en todas los aspectos de la vida cotidiana. El «sentarse y levantarse» (v. 2a) especifica las dos actitudes para estar por casa; y, en todo tiempo el «pensamiento» (el vocablo, que sólo sale dos veces en la Biblia –significa más bien «inclinación» o «deseo») no cesa de sacar a nivel de conciencia lo que hay en el fondo del corazón; «desde lejos» (v. 2b) da a entender que en la distancia que media entre el Cielo –la morada de Dios– y la tierra, por la que se arrastran los mortales, tanto los grandes como los pequeños son insignificantes, demasiado pequeños como para desafiar al conocimiento exhaustivo de Dios (comp. Sal. 138:6). La «senda» y el «reposo» (v. 3), señalan dos actividades que tienen que ver con el trabajo del hombre: salir de casa para dedicarse al oficio que cada uno desempeña, y volver a casa a reposar del esfuerzo realizado durante el día. Los «caminos» (v. 3b) indican aquí el comportamiento con los demás. En sentido parecido habla el Salmo 138:5 de «los caminos de Yahweh». La «palabra en mi lengua», a la que se refiere David (v. 4a) y que Dios conoce bien toda «entera», no es sólo «lo que la boca va a decir de lo que el corazón rebosa», ni siquiera –lo que es mucho más– el pensamiento de tal palabra, cosa que algunos parapsicólogos pueden adivinar por diversos medios, sino hasta el «deseo» o «inclinación» del corazón (v. el v. 2), prestos a ser expresados, primero en la mente, después en la lengua. David ve en este conocimiento exhaustivo de Dios una especie de cerco o asedio (v. 5), en el que él se ve encerrado totalmente, incapaz de escapar al escrutinio minucioso de Dios: «por detrás y por delante» le rodea Dios; por debajo le sujeta el suelo; ¿escapará por arriba? ¡Oh, no! La palma de la mano de Dios le cierra el paso y le sujeta (comp. v. 10). Todo esto llena de asombro al salmista; resulta demasiado elevado para él, está fuera completamente de su comprensión. (Otros lugares que confirman este conocimiento pleno que Dios posee de las cosas y, especialmente, de los seres humanos, son: 1 S. 2:3; Job 12:13; Sal. 94:9; 147:4; Is. 29:14-16; 40:27-28; 45:9 –citando en Ro. 9:20 con expresiones similares–; Ro. 11:33-34; 1 Jn. 3:20 «Dios es mayor que nuestro corazón y él sabe todas las cosas» ¡sumamente consolador!).
 B) La Biblia menciona los «ojos de Dios» que ven y penetran todo.
Ver, por ejemplo, Génesis 16:13-14 «Dios que me ve» y que da origen a uno de los nombres compuestos de Dios: El-roí (heb.); 1 Samuel 16:7; 2 Crónicas 16:9; Job 28:24; 31:4; 34:21; Salmos 33:13-14; Proverbios 5:21; 15:3; Amós 9:4, 8; Mateo 6:4-6.
C)    La Biblia nos dice que Dios «conoce», «prueba», «escudriña», el corazón (las intenciones) y los riñones (los impulsos instintivos)
Ver Salmos 7:9b; Jeremías 11:20; 17:10; 20:12 (la RV1960 emplea los vocablos «mente» o «pensamiento» en lugar de «riñones» –lo cual sólo sirve para crear confusión). En el Nuevo Testamento nunca aparece dicho binomio, sino que se mencionan aparte: el corazón en Lucas 16:15; Hechos 1:24; 15:8; los riñones (lomos») son mencionados 8 veces, de las que Hebreos 7:10 es iluminador por muchas razones.
D) En fin, el «conocimiento» de Dios en forma de «sabiduría» alcanza tal relieve en los libros Poéticos del A.T., especialmente en Proverbios, que su personificación literaria parece apuntar a la Persona del «Logos» preencarnado, como en Proverbios 8:22-31, de donde es más que probable que Juan tomase su noción del «Verbo de Dios», revelador del Padre.  
 La verdad como realidad trascendental, y como objeto del conocimiento.
A) Hablar del conocimiento es hablar de la verdad, que es el objeto de la mente, así como el objeto del sentimiento es la belleza, y el objeto de la voluntad es el bien. Pero la verdad puede ser de tres clases:
 (a) Verdad ontológica; es la realidad cognoscible de cada ser: el «ser» mismo, frente a una mente capaz de captarlo.
 (b) Verdad lógica; es la relación correcta de la mente con la realidad de un ser determinado. Lo contrario es la ignorancia o el error, no la mentira. Hay juicios falsos que no son mentirosos, y hay juicios mentirosos que no son falsos.
(c) Verdad ética; es la «práctica» de la verdad, y puede, a su vez, ser de dos clases:
 (1) la verdad expresada (veracidad);
(2) la verdad vivida (fidelidad). Ejemplos de cada una, tomados de la Biblia: De la «ontológica», Juan 14:6 «Yo soy… la verdad»; 1 Tesalonicenses 1:9 «… al Dios vivo y verdadero». De la «lógica», Juan 17:17 «… tu palabra es verdad»; Juan 8:32 «… y conoceréis la verdad». De la «ética expresada», 1 Juan 1:6 «… mentirosos, y no practicamos la verdad». De la «ética vivida», Efesios 6:14 «… ceñidos vuestros lomos con la verdad».
B) Para un judío, la principal verdad es la ética en su doble vertiente de fidelidad y veracidad. La verdad ética, como dice Ryrie (Basic Theology, p. 44), «exige del sujeto tres cualidades que garanticen su verdad: debe ser veraz, fiel y consecuente, esto es, firme -consciente de lo dicho y pensado». Recordemos, una vez más, que el israelita, como todo semita, no concibe la verdad como «desvelación» de lo oculto, al estilo de la filosofía griega y romana, sino como una «seguridad», con la cual pueda pisar siempre en terreno firme, en «roca», no en «arena».
C) Dios posee –es– la Verdad infinita en sus cuatro clases: Es la realidad infinita, tiene un conocimiento perfecto de toda verdad, y es infinitamente santo para vivir y expresar siempre la verdad: no puede ignorar nada, ni equivocarse, ni engañar ni mentir: Romanos 4:4 «Dios veraz» Tito 1:2 «… Dios que no miente»; Hebreos 6:18 «es imposible que mienta». Más aún, la expresión personal interna y eterna de la verdad por parte del Padre da origen a la Persona del Hijo (EL VERBO DE DIOS).
 D) El predominio del sentido ético en la noción de verdad explica la preponderancia que adquiere en la Biblia el sentido íntimo, cordial, experimental, del verbo «conocer» (hebr. yadóa). En este sentido entran aquí el conocimiento positivo (la aprobación) de Dios (ver, p.ej., Jer. 1:5; Ro. 8:29 «de antemano conoció»; 1 Co. 8:3; 13:12; Gá. 4:9; 2 Ti. 2:19), así como su conocimiento negativo (la reprobación) de Dios (ver, p.ej., Mt. 7:23 «Nunca os conocí»; Mt. 25:12 «De cierto os digo que no os conozco») –¡Qué cosa tan terrible ser un desconocido para Dios! Siempre resulta  incómodo, cuando una persona es presentada a otra, oír: «No tengo el gusto de conocerle», a pesar de que con eso, no suele ser mucho lo que se juega uno, pero los desconocidos de Dios están abocados al Infierno eterno, ¿quién no temblará? También guarda conexión con esto «el libro de la vida» (v. Sal 69:29; 139:16 –en el hebreo–; Is. 46:9-11; Dn. 7:10; Ap. 3:5; 13:8; 17:8 y 20:12 –en 22:19, la variante más fidedigna es «árbol de la vida»).    
Consecuencias devocionales de esta perfección divina:
A) La omnisciencia de Dios, unida a su infinito poder y a su infinito amor, es un grandísimo consuelo para todo verdadero hijo de Dios. Me consuela y me anima, hasta despreocuparme de lo que puedan pensar y decir de mí los demás, así como de cualquier maquinación que puedan planear contra mí (ver Sal. 56:8-11; especialmente, el v. 8). Lo que ha de preocuparme es lo que Dios piensa de mí, cómo me ve, sabiendo que sus ojos me siguen por todas partes, si me aprueba o no en cada acto mío (ver Ap. 2:2, 9, 13, 19; 3:1, 8, 15 «Yo conozco tus obras»). Además, recordemos que Dios no nos ve como números de una «masa», sino como si tú o yo fuésemos la única persona que existe en este mundo, y abarcando los detalles más insignificantes y los problemas de menor envergadura de la vida cotidiana.
B) Dios, desde su eternidad (sin principio, sin fin, sin variación), piensa siempre en mí y en todo el conjunto de factores que cooperan para mi bien (ver, p.ej., Sal. 40:17 «Aunque yo estoy afligido y necesitado, Yahweh piensa en mí»; Salmos 144:3 «Oh Yahweh, ¿qué es el hombre para que lo tengas en cuenta, o el hijo de hombre para que te preocupes de él?»; Romanos 8:28 «Mas sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien» –lit.). Es una manera de indicarnos que Dios hace converger la acción de todos los factores que integran un determinado cuadro de circunstancias a favor de quienes le aman. Para mí, si soy verdadero hijo de Dios, no existe la suerte, ni buena ni mala, ni lo que llaman «el destino» o «ya estaba escrito», sino sólo LA PROVIDENCIA DE MI PADRE CELESTIAL. Para una reflexión de mayor profundidad sobre lo que acabamos de ver, esto es, que Dios piensa siempre en mí, quiero hacer notar que la mente divina, como todo lo que pertenece a la esencia y a la naturaleza de Dios,  está siempre en acto, no pasa en ningún momento del no pensar al pensar, o viceversa –se mueve en una eternidad sin variación–; ese «paso» sólo es posible en nosotros (y en los ángeles), que nos movemos en el «antes y después» del tiempo. Por otra parte, el pensamiento de Dios abarca necesariamente todo detalle, y por entero; ya, que, de lo contrario, no sería un acto radicado en la infinitud.
C) Ante un Dios que siempre me ve, no cabe ninguna de estas dos posturas opuestas:
 (a) No hay motivo para la timidez, el desánimo, el desconcierto o la desesperación, puesto que sabemos que la mirada de nuestro Padre nos protege.
(b) Por otra parte, ante un Dios que penetra con su mirada hasta los recovecos más profundos y escondidos de nuestro corazón, no cabe el fariseísmo, la hipocresía, la autosuficiencia o la hueca justificación de sí mismo. Dice a este respecto el Apóstol en 1 Corintios 4:3-5 «Yo en muy poco tengo el ser enjuiciado por vosotros o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso quedo absuelto (lit. justificado); pues el que me enjuicia es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a la luz también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios» (RV 1977). Es cierto que, como decía el antiguo proverbio romano, «la mujer del César no sólo tiene que ser buena, sino que ha de parecerlo». Para buen testimonio ante nuestro prójimo (el de dentro y el de fuera de la Iglesia), hemos de mostrar al exterior la «buena conciencia» que llevamos dentro.
Voy a referir una anécdota que leí hace algún tiempo y que podrá ser de utilidad a mis lectores. Dos creyentes están trabajando en la misma oficina, cuando a uno de ellos se le escapa una palabrota. Avergonzado, se excusa de la manera siguiente: «No sé cómo se me ha podido escapar tal expresión, pues no la llevaba dentro». A lo que el otro replicó rápidamente: «Si no la hubieses llevado dentro, no te habría podido salir afuera». ¡Buena lógica!
(Profesor: Francisco Lacueva Lafarga)

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