Mateo 9; 13
Este versículo sigue cimentando la justificación
de Jesús. Sólo san Mateo cita en este pasaje las palabras del profeta Oseas. El
evangelista quiere decir que cuanto hace Jesús no es una intrusión arbitraria
en las disposiciones de Dios. No sólo se funda en su propia manera de ver, sino
en el mismo Dios. Así lo demuestra la Escritura. Por medio del profeta dijo
Dios que, ante todo, exigía a los hombres no sacrificios, sino la misericordia
humana. La verdadera adoración de Dios tiene que mostrarse en la misericordia
compasiva, en la solicitud por los débiles y postrados, en la bondad y el amor.
Al visitar a Mateo, Jesús dañaba su reputación.
Mateo había estado engañando a la gente pero Jesús lo encontró y lo cambió. No
debemos temer llegar a aquellos que tienen un estilo de vida diferente, porque
el mensaje de Dios puede cambiar a cualquiera. El que se autojustifica no puede
salvarse porque el primer paso para seguir a Jesús es reconocer nuestra
necesidad y aceptar que no tenemos todas las respuestas. Los fariseos trataban
con frecuencia de atrapar a Jesús y pensaron que su relación con esta
"gente de baja vida" era la oportunidad perfecta. Se preocupaban más
de las apariencias de santidad que de ayudar a la gente, de criticar más que de
estimular, de la respetabilidad externa más que de la ayuda práctica. Pero Dios
está interesado en todos, incluyendo a los que son pecadores y a los que
sufren. ¡La vida cristiana no es contienda de popularidad! Al seguir el ejemplo
de Jesús, debiéramos anunciar las buenas nuevas a los pobres, solitarios y
repudiados, no solo a los buenos, talentosos y populares.
Mateo 7; 21
No interesan las palabras, sino
los hechos; Tampoco interesan las palabras de confesión y de elogio. Señor,
Kyrie, es la antiquísima invocación de Jesús, con la cual la fe en el
ensalzamiento encontró su vigorosa expresión. Pero a esta confesión verbal de
Jesús como Señor tiene que corresponder la confesión de los hechos. Y las obras
no deben estar dirigidas a otra cosa que a cumplir la voluntad de mi Padre que
está en los cielos. Aquí tenemos la unidad de la antigua y de la nueva alianza:
la voluntad de Dios -dada a conocer en la antigua alianza y «cumplida» por
Jesús-, la confesión de Jesús como «Señor». Jesús no ha defendido doctrinas
particulares; tampoco pueden hacerlo los maestros y profetas cristianos. La
voluntad de Dios es para todos el objetivo que indica la dirección. Estas
palabras podrían ser para los judíos un puente que los condujera a Cristo...
Jesús desenmascaró a las personas que aparentaban
ser religiosas pero no tenían una relación personal con El. En el Día del
Juicio, solo nuestra relación con Cristo, nuestra aceptación de El cómo Señor y
Salvador y nuestra obediencia a Él, será tomada en cuenta. Muchas personas
piensan que si son "buenas" y aparentan religiosidad serán premiadas
con la vida eterna. La fe en Cristo es lo que se tendrá en cuenta en el juicio.
Hay tanto pecado sin perdonar entre los creyentes que a lo largo de los
años han cauterizado sus conciencias. Han enfriado el Espíritu Santo y el gozo
de la salvación. Pero en su hipocresía, enmascaran y miran para otro lado o
tapan con saludos fríos ritualistas, forzados, indolentes, aquello que debiera
ser el verdadero perdón para saldar las rencillas sin explicar. Otros se
empecinan en su testarudez, ellos tienen la razón; su orgullo evidencia la
carencia de humildad y sometimiento a la Palabra de Dios en la Biblia;
manipulan el significado de la misma para arrimar “el ascua a su sardina” y rechazar
a quienes piden cuentas de su
permisividad y desvaríos.
No me gustaría estar en su piel cuando lleguen a
la presencia del Señor. ¿Qué mal testimonio han dado? Han sido piedra de
tropiezo con su falta de amor fraternal. Habiendo dos varas de medir para un
mismo pecado son peor que los fariseos, que conocedores de la verdad no movían
ni un dedo para obedecerla. Mientras hay aliento hay vida, y tiempo para
arrepentimiento. Es mejor reconocer, aclarar y reconciliarse con el hermano
aquí en esta vida, que no llegar a la otra y salga todo a la luz.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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