} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: PROCUREMOS AGRADAR A DIOS

domingo, 25 de diciembre de 2016

PROCUREMOS AGRADAR A DIOS


1Tesalonicenses 4:1  Resta pues, hermanos, que os roguemos y exhortemos en el Señor Jesús, que de la manera que fuisteis enseñados de nosotros de cómo os conviene andar, y agradar a Dios, así vayáis creciendo.  (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

Cuando un apóstol exhorta, el Señor está tras él. El Señor exhorta por medio de él. El apóstol enseña como quien «tiene el Espíritu de Dios» (1Co_7:40). Por eso puede «saber y estar seguro» (Rom_14:14), en el Señor, de cuál es la voluntad de Dios, y tener esperanza (Flp_2:19). Eso da a sus disposiciones valor de capítulos de instrucciones espirituales dadas «en nombre del Señor Jesucristo» (2Te_3:6; 1Co_1:10), que obligan en conciencia y piden obediencia. No es un cualquiera el que nos exhorta... Estas instrucciones apostólicas han pasado a formar parte de la vida espiritual del creyente genuino. ¿Cómo puede uno conocer lo que está bien y es justo? Fijémonos en lo que desde el principio se considera en la Palabra de Dios en la Biblia como bueno y conveniente. En la vida y en la conciencia de fe de la Iglesia, es decir, ha expuesto y fijado el Espíritu Santo la voluntad de Dios; quien sigue esas tradiciones obedece al Señor mismo, que, mediante ellas, da a conocer su santa voluntad.

Es importante el punto de vista al que subordina Pablo todo el quehacer moral: agradar a Dios. En los comienzos de la predicación se aludía al juicio futuro. Lo importante, ahora, es agradar en todo a Aquel que escudriña los corazones. Todo quehacer moral debe ser obediencia y fidelidad a la Palabra de Dios. El cristianismo busca con amor la faz de Dios en todo lo que hace. Sólo conseguirá esa obediencia quien, como Pablo, mire vitalmente el futuro y sea consciente de que Dios vendrá como Juez. Sólo quien mire sin cesar hacia el fin podrá obedecer con fidelidad y sin cesar.

Pablo se corrige a sí mismo: no es necesario exhortar a los tesalonicenses a portarse bien y agradar al Señor; basta exhortarles a seguir progresando en ese camino. El esfuerzo por agradar a Dios no conoce medida. Por eso es necesario seguir exhortando a los que se han convertido y se han decidido obedecer  y agradar a Dios. Es posible crecer siempre, sin llegar nunca al fin; pues cuando el Señor es Dios, ¿cómo puede decir el siervo que ya ha llegado a la obediencia plena?

No basta con permanecer en la fe del evangelio, pero hemos de abundar en la obra de fe. La regla por la cual debemos caminar y actuar todos es la de los mandamientos dados por el Señor Jesucristo. La santificación, que es la renovación de nuestras almas bajo la influencia del Espíritu Santo y la atención a los deberes asignados, constituye la voluntad de Dios para nosotros. Al aspirar a esta renovación del alma para santidad, debe ponerse estricto freno a los apetitos y sentidos del cuerpo y a los pensamientos e inclinaciones de la voluntad, que conducen a su mal uso. El Señor no llama a nadie de su familia a que lleven vidas impías, sino a que puedan ser educados y capacitados para andar ante Él en santidad. Algunos toman a la ligera los preceptos de santidad porque los oyen de hombres, pero son los mandamientos de Dios, y quebrantarlos es despreciar a Dios.

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