Estuve durante días convaleciente de una bronquitis aguda y
me ha servido para reflexionar y meditar cada día en la Palabra de Dios en la
Biblia. Como cada día desde hace más de un año, dedico un tiempo en la
madrugada para leer los versículos del calendario LA BUENA SEMILLA.
Después comparto en Facebook con las "amistades" dicha reflexión,
meditación y estudio de la Biblia. He pensado que también puedo compartirlo en
este pequeño blog, pues de lo que se trata es de dar a conocer la Palabra
de Dios en la Biblia, y sea conocida la obra de Salvación a través del
único Hijo de Dios, Jesucristo.
Lucas
23; 41-43
«En aquella noche (de la venida del Señor), dos
estarán a la misma mesa: el uno será tomado, y el otro dejado» (1Corintios_17:34).
Junto a la
cruz de Jesús se diseña ya esta hora final. Los dos ladrones, que estaban
crucificados con Jesús penden de la cruz como él , junto con Jesús, y sin
embargo es muy diferente el desenlace de su vida. Ambos están con él, pero uno
sólo exteriormente, el otro también interiormente, con la fe. Ni siquiera el
estar con él aprovecha, si falta la decisión personal en su favor.
El uno toma parte en las burlas. Si Jesús fuese
el Cristo, el ungido de Dios, el Mesías, se salvaría y salvaría a sus dos compañeros
de suplicio. Exige que Jesús aporte la prueba de su mesianidad mediante la
salvación. Sus palabras son una blasfemia, puesto que hacen mofa de los planes
salvíficos de Dios, que se realizan en Jesús. El otro malhechor sigue el camino
de la fe, que comienza con el temor y veneración de Dios, se somete al designio
y a la sabiduría de Dios, en la que cree, y reconoce también al Crucificado
como al Mesías. El que se convierte, reconoce su culpa y la justicia del
castigo con que Dios lo visita. El ladrón arrepentido considera su crucifixión
como castigo que ha merecido con sus fechorías. Llega a reconocer su culpa
gracias a la mirada de Jesús, del que está convencido de que pende de la cruz
injustamente. A él se le perdonan los pecados, porque da gloria a Dios,
renuncia a justificarse, muriendo reconoce por justo el juicio de Dios, y
acepta la muerte con obediencia a la voluntad de Dios y como compañero de
Jesús.
Un arrepentimiento y conversión constructiva
suponen la confianza y seguridad de que Dios está dispuesto a perdonar. El
ladrón arrepentido cifra su esperanza en Jesús. En el ve al Salvador. Cree que el
Padre da el reino a Jesús, porque sigue este camino de la cruz. Jesús da el
reino a los que hacen suyo su camino. El ladrón pone su destino futuro en manos
de Jesús. El ladrón ora a Jesús pidiéndole que se
acuerde de él. La súplica del ladrón es acogida por Jesús. El hoy con la
promesa de salvación empieza en aquel mismo instante. Jesús, después de su
muerte, penetra en el paraíso; el Padre le otorga el reino, el poder y la
gloria. El ladrón arrepentido está con él. Dios otorga el paraíso a Jesús, y él
lo da a los suyos. La promesa hecha al ladrón creyente y convertido sienta las
bases de la participación en el paraíso de Jesús. Estar con él es el paraíso
mismo. Esteban exclamará: «Señor Jesús, acoge mi espíritu» (Hechos_5:59), y Pablo: «Aspiro a irme y estar
con Cristo» (1Tesalonicenses_4:17).
Jesús es hasta la muerte el libertador y salvador
de los pecadores. Como en casa del fariseo salió en defensa de la pecadora,
ahora, cuando se promete al ladrón la salvación en la última hora, halla remate
y coronamiento lo que Jesús contó en las parábolas (oveja perdida, hijo
pródigo, dracma perdida), así como la bondadosa acogida que dispensó al jefe de
los publicanos, Zaqueo. Lo más hondo de la misericordia divina se revela en la
cruz de Cristo, que da la vida en forma vicaria por los muchos. Jesús es Siervo de Dios y mártir.
Este relato nos
dice, entre otras cosas importantes, que nunca es tarde para reconocer a Jesús
como nuestro Rey y Salvador. Hay otras posibilidades de las que tenemos que
decir: «Eso ya no es posible. He perdido la oportunidad.» Pero eso no se puede
decir de volver a Cristo: mientras late el corazón, sigue en pie la invitación.
Aunque sea «puesto ya el pie en el estribo», como decía Cervantes refiriéndose
a su próxima muerte, es literalmente cierto que «mientras hay vida, hay
esperanza». Pero, también «Sabemos de un caso de alguien que se convirtió a las puertas de la
muerte, para que nadie desespere; pero es un solo caso, para que nadie se
confíe.»
¡Gracias Dios mio porque falta un día menos para la Segunda Venida de Tu Hijo Jesucristo!
¡Maranatha!
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