1 Corintios 16:13-18 Velad, estad firmes en la fe; portaos
varonilmente, y esforzaos.
Todas vuestras cosas sean hechas con caridad.
Y os
ruego, hermanos, (ya sabéis que la casa de Estéfanas es las primicias de Acaya,
y que se han dedicado al ministerio de los santos,)
que
vosotros os sujetéis a los tales, y a todos los que ayudan y trabajan.
Me
regocijo de la venida de Estéfanas y de Fortunato y de Acaico, porque éstos
suplieron vuestra ausencia.
Porque recrearon mi espíritu y el
vuestro; reconoced pues a los tales.
(La
Biblia de Casiodoro de Reina 1569)
Este pasaje es
interesante por su naturaleza eminentemente práctica y porque, con la máxima sencillez,
arroja un torrente de luz sobre la vida cotidiana de la Iglesia Primitiva.
Pablo empieza con una serie de cinco imperativos. Es posible que los
cuatro primeros tengan un trasfondo militar y sean como las órdenes de un
oficial a sus soldados. “Como centinelas, estad siempre alerta. Cuando os
ataquen, manteneos firmes en la fe y no retrocedáis ni un centímetro. A la hora
de la batalla, portaos corno héroes. Como soldados bien equipados y entrenados,
pelead con bravura por vuestro Rey.» A continuación, la metáfora cambia.
Cualquiera que sea la actitud del soldado cristiano para con las personas y las
cosas que amenazan al Evangelio desde fuera, para con los que están dentro de
la iglesia su actitud debe estar inspirada siempre por la camaradería y el
amor. En la vida cristiana tienen que estar siempre presentes el coraje que no
retrocede jamás y el amor que nunca falla.
Pablo se apresura por concluir en las cuatro
exhortaciones consecutivas de este pasaje pueden advertirse posturas una y otra
vez repetidas en la primitiva cristiandad. Pero pueden advertirse asimismo, y
con razón, alusiones a los defectos que se han evidenciado y a los
remedios necesarios para ellos. La exhortación a la vigilancia está justificada
en todas las épocas cristianas, porque todas son tiempo escatológico, esta
exhortación procede del mismo Jesús, y los apóstoles la repiten incesantemente.
Había que prevenir a los corintios contra todo aquello que amenazaba vaciar el
contenido de su fe.
Este verbo no tan sólo se usa para alentar un cuidado con respecto a
la moral y las buenas doctrinas, sino que también implica una vigilancia
respecto a “las últimas cosas”. Es decir, Pablo ya les había dicho a los
corintios que él esperaba la venida de Cristo a la tierra durante su propia
vida. Era preciso, pues, que ellos también estuvieran vigilantes, esperando con
anticipación los eventos culminantes de la historia mundial. Si los corintios
hacían esto, ciertamente acatarían el mandato “estad firmes en la fe”. La fe en
este caso no es tanto un cuerpo de doctrina sino confianza en el Señor de la
fe. “Sed valientes” es traducción de un verbo griego que significa: “Sea un hombre”, sea varonil. El
Apóstol demuestra su respeto y reconocimiento hacia ciertos líderes en la
iglesia. Ciertamente, uno de los problemas principales de la iglesia en Corinto
era una tendencia hacia la anarquía. Se negaban a dar lugar a los verdaderos
líderes dignos de la congregación. Éstos eran aquellos individuos que gozaban
del don de la administración. Se sabe que el primer “padre apostólico”,
Clemente de Roma, tuvo que enviar una carta a la iglesia en Corinto
precisamente con la misma queja. En el tiempo de Clemente un grupo limitado de
jóvenes rehusaba acatar las recomendaciones e instrucciones de los líderes
mayores. Su carta es bastante dura al respecto. Parece que el problema de la
anarquía que enfrentaba Pablo no pudo resolverse durante sus días. El esfuerzo
que el Apóstol hace en contra del desdén abierto de algunos de los corintios
respecto a sus líderes involucra la mención de un tal “Estéfanas”. Este hombre,
en unión con los demás miembros adultos de su familia, voluntariamente vio las
necesidades en Corinto, y se puso a resolver esas necesidades. Ni la iglesia
pidió que sirvieran, ni tampoco se creían algo especial ellos mismos.
Simplemente, viendo las necesidades, acudieron para ayudar. Lo que Pablo quiere
es que los corintios, al igual que él, reconozcan el valor de esta clase de
servicio espontáneo y amoroso. La familia de Estéfanas ni siquiera era oriunda
de Corinto. Pablo dice que estaban entre los primeros convertidos que tuvo en
la provincia de Acaya. Por la construcción de la oración, se nota que ahora
esta familia ejemplar sirve a los “santos” (los miembros) de la iglesia de
Corinto. La súplica del Apóstol es que los corintios se sujeten a estos líderes
siervos. La sumisión bien podría implicar también una emulación de su clase de
servicio amoroso. El Apóstol menciona por nombre sólo a Estéfanas, pero
obviamente había también otros de su clase en la iglesia. A éstos era preciso
que los corintios se sometieran y que los emularan.
Pablo quería también mencionar su aprecio por
los otros dos miembros de la iglesia en Corinto que acompañaron a Estéfanas a
éfeso. Es muy probable que estos tres le llevaran la carta de la iglesia a
Pablo. La carta que Pablo ahora va terminando, como se ha visto, responde a
muchas preguntas planteadas por la iglesia. Juntamente con la carta, estos tres
llevarían otras noticias de forma oral. Presumiblemente, “Fortunato y Acaico”
eran colaboradores de Estéfanas en Corinto. También servían a la iglesia.
Lamentablemente, este texto es la única mención de éstos en todo el NT. De
todos modos, estos tres “suplieron lo que me faltaba de vuestra parte”, afirma
el Apóstol. A primera vista, estas palabras pueden lucir como recriminaciones
contra los corintios por no haberlo apreciado y reconocido. La construcción gramatical, sin embargo, aclara que no es
así. Más bien, lo que el Apóstol afirma es que los tres emisarios satisficieron
sus necesidades respecto a noticias de los corintios. Obviamente, la iglesia
entera no podía llegar a éfeso, pero estos tres sí. Pablo tenía ansias respecto
al proceder de la iglesia, y los tres mensajeros ayudaron a calmar esas
preocupaciones. Nuevamente, Pablo insta a los corintios a que reconozcan el
valor que hay en estos tres siervos.
Deben procurar portarse
varonilmente para superar las niñerías de que Pablo les ha advertido repetidas
veces. Deben ser también fuertes en todas aquellas cosas en las que
anteriormente mostraron flojedad o descuido. Es absolutamente evidente que la
exhortación al amor -el tema desarrollado con mayor amplitud- vuelve sobre lo
que se dijo al principio contra el peligro de las banderías o partidismos y al
final sobre la custodia del orden, de la paz y de la auténtica perfección, que es
superior a todos los dones.
Con todo, parece que su visita al Apóstol significaba mucho más y
acaso también se prolongó por más tiempo de lo que la urgencia de la respuesta
requería. Su presencia ha proporcionado al Apóstol consuelo y esperanza de que
todo volviera a marchar bien en una comunidad de la que tales hombres salían.
Estéfanas recibe el honroso título de «primicias de Acaya». Se trataba de un
verdadero título, en el múltiple sentido de la palabra. Era usado también en
otras comunidades y en cierto modo se trataba de un título que se otorgaba, en
cuanto que llevaba aparejado un determinado reconocimiento, del que se
derivaban a su vez ciertas consecuencias. En todo caso, el título no se apoyaba
tanto en el hecho de que Estéfanas fuera la primera persona bautizada, sino en
que puso inmediatamente su casa a servicio de la misión y de la comunidad que
fue formándose y creciendo en torno a ella. Estos hombres estaban colocados,
desde muchos puntos de vista, al frente de las comunidades. La natural autoridad
que habían obtenido por su «servicio» dentro de la comunidad en formación es
aquí reconocida y confirmada por el Apóstol. Efectivamente, los corintios deben
someterse a él y escucharle; a él y a todos cuantos, de parecida manera,
«colaboran y trabajan».
No hay aquí todavía un oficio ministerial institucionalizado, pero
asistimos ya como testigos al proceso de transformación del oficio de director
de la comunidad, que debía constituir en el futuro la columna vertebral de la
Iglesia. Aquí se encuentra todavía en un espacio marginal de la carta, que
Pablo ha dedicado a discutir, ante toda la comunidad, los temas y
circunstancias comunitarios. Pero, una vez más, comprobamos que las mediaciones
personales desempeñan un papel, y también que es voluntad expresa del Apóstol
que se preste obediencia a hombres tales como Estéfanas y sus dos compañeros.
En un sentido similar había escrito también a la comunidad de Tesalónica (1Tesalonicenses_5:12).
El cristiano siempre corre peligro, por tanto, siempre debe estar
alerta. Debe estar firme en la fe del evangelio sin abandonarla, ni renunciar jamás
a ella. Por esta sola fe será capaz de resistir en la hora de la tentación. Los
cristianos deben cuidar que la caridad no sólo reine en sus corazones, sino
brille en sus vidas. Hay una gran diferencia entre la firmeza cristiana y el
activismo febril. El apóstol da instrucciones particulares para algunos que
sirven la causa de Cristo entre ellos. Los que sirven a los santos, los que
desean el honor de las iglesias, y quitar los reproches de ellas, tienen que
ser muy considerados y amados. Deben reconocer voluntariamente el valor de los
tales y de todos los que trabajaron con el apóstol o le ayudaron.
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