Gálatas 5:2-6 He
aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.
Y otra
vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda
la ley.
De
Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis
caído.
Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por
fe la esperanza de la justicia;
porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.
Pablo utiliza todo el peso de su autoridad apostólica para explicar a
los gálatas, en concreto, lo que significaría buscar la circuncisión. ¡Mirad!
Así les hace prestar atención al significado decisivo de sus palabras. Soy yo,
Pablo, el que os lo digo; tras él está la responsabilidad apostólica y la
autoridad del enviado de Cristo, que antes esperaba también la justificación de
la ley.
Procurar ser salvos por guardar la ley y ser salvos por gracia son dos
formas diferentes de acceso. "De nada os aprovechará Cristo"
significa que la provisión de Cristo para nuestra salvación no servirá de nada
si procuramos salvarnos a nosotros mismos. Obedecer la ley no le hace las cosas
más fáciles a Dios para salvarnos. Una persona que decide ser justificada por
la ley tiene que seguirla perfectamente toda su vida y si en un caso
quebrantare un punto de la ley es culpable de toda la ley. Alguien puede decir
entonces: ¿Por qué Dios dio la ley que nadie puede seguir? Tenemos que tener en
mente que el propósito de la ley no fue de salvar al hombre sino de mostrar lo
pecador que él es. Esta es la razón por la que Pablo se opone rotundamente a
las enseñanzas de los judaizantes.
Todo lo que podemos hacer es aceptar su regalo de gracia por medio de
la fe. Nuestras obras de servicio nunca pueden ser utilizadas para tratar de
ganar el amor de Dios o su favor.
Al que se circuncida, Cristo no servirá de nada. Si los gálatas eligen
la circuncisión como camino para salvarse, se engañan. No progresan hacia un
cristianismo pleno, sino que hacen que la obra salvadora de Cristo sea inútil
para ellos. Los gálatas no han llegado aún a una decisión, pero, en caso de que
se decidan por la circuncisión, la sentencia de Cristo en el juicio no será de justificación.
La circuncisión era un símbolo que indicaba el origen adecuado y que se hacía
todo lo que la religión requiere. Ninguna cantidad de trabajo, disciplina o
conducta moral puede salvarnos. Si una persona contaba con encontrar el favor
de Dios por medio de la circuncisión, debería también obedecer el resto de
todas las leyes de Dios. Si tratamos de salvarnos a nosotros mismos guardando
todas las leyes de Dios sólo nos separaremos más de El.
Cuando una persona confía en la ley y piensa que su labor en ella trae
salvación entonces es desligada de Cristo. Lo que Pablo dice es que el hombre
que busca la justificación por la ley no está viviendo en la esfera de Cristo.
Así que el sacrificio perfecto de Cristo no es suficiente para la salvación. El
hacer las obras de la ley basados en méritos de esfuerzos humanos, no deja
cabida para la gracia (que es el regalo inmerecido de Dios por medio de
Jesucristo). Pablo no está hablando de perder la salvación sino del método de
salvación que los gálatas estaban escogiendo. Los que enseñan que hay que hacer
algo más que el solamente aceptar a Cristo están en realidad diciendo que el
sacrificio de Cristo no fue completo y así se divorcian del sacrificio completo
y también de la gracia de Dios. El cristiano hace buenas obras pero no para
salvación sino porque ama a Cristo y tiene el Espíritu Santo, por lo tanto
produce frutos, obras.
¿Por qué no puede ser Cristo quien traiga la salvación al cristiano no
judío que se circuncide? Pablo testifica solemnemente a todo hombre que se
circuncida, es decir, a todo étnico cristiano que, al circuncidarse, se coloca
en el camino de la justificación por la ley, que está obligado a cumplir toda
la ley. Para los judíos, la circuncisión es el principio de una vida que quiere
llegar a la justificación por medio de la ley, cumpliéndola (1Corintios_5:4). Quien, sometiéndose a la
circuncisión, se pasa al orden, ya caducado y superado, de la ley, debe
cumplirla atendiendo a sus preceptos, debe cumplir toda la ley.
Esto, seguramente, no se lo han dicho a los gálatas los adversarios de
Pablo. No habrán presentado la ley como un yugo, sino que habrán ensalzado la
circuncisión como camino para llegar a la auténtica filiación de Abraham y a la
herencia del tiempo mesiánico. Pablo, en cambio, muestra a los gálatas que la
ley es un yugo y que hay que cumplir todas sus exigencias . Ni siquiera los
falsos maestros que, como judíos cristianos, ensalzan la ley como camino hacia
la justificación, cumplen todo lo que la ley exige.
Quien, siendo cristiano, se pasa, circuncidándose, al camino de la
justificación mediante la ley, queda privado de la ayuda de Cristo y a merced
de la maldición de la ley; queda arrancado a la influencia de Cristo. Está
desligado de toda vinculación con Cristo, se ha apartado de Cristo, «en quien»
estaba por su bautismo. La palabra que Pablo usa para designar el «arrancarse»
a la influencia de Cristo significa también perderse y aniquilarse. Quien
quiere justificarse mediante la ley ha sellado su propia perdición. Ha caído
fuera de la gracia. Está desgajado de aquel que le ha llamado a la gracia.
Quien permanece en el Evangelio, se encuentra dentro del ámbito de la gracia
divina; quien, en cambio, se pasa a un Evangelio falso, cae fuera de la gracia.
El hombre tiene acceso a la gracia en virtud de la fe, y cuando se bautiza pasa
a estar en estado de gracia. ¿Quién quiere pasar del reino de la bendición al
de la maldición?
Los verdaderos creyentes aguardan, por el Espíritu, el ser aceptados por Dios gracias a la fe, no a
la Ley. La referencia alude al final de los tiempos, cuando Dios pronuncie su
absolución final sobre los cristianos, y estos experimenten las bendiciones de
la eternidad (Romanos
8:23).
Somos salvos por la fe, no por
las obras. Por lo tanto, el amor por otros y por Dios es la respuesta de
aquellos que han sido perdonados. El perdón de Dios es completo y Jesús dice
que aquellos que han sido perdonados mucho amarán mucho más (Lucas 7:47). Ya que la fe se expresa a través del
amor, usted puede examinar su amor por otros que actúa como reflejo de su fe.
¿Cómo esperamos nosotros, los cristianos, la justificación? Lo primero que es digno de notar es que la
esperamos. Proviene de Dios como un don, un regalo inmerecido, no de nosotros
mismos, de nuestras obras. Es un patrimonio que esperamos. Ni siquiera el
cristiano creyente y bautizado ha llegado ya a la justificación. El juicio
final y la plenitud final no han llegado todavía. Pero el bautizado no espera sin
más, no espera algo incierto. Tiene una esperanza fundada: si permanece en la
gracia, si se mantiene en la libertad que Cristo nos ha traído, Dios consumará
en él la justificación. La plenitud cristiana no es obra nuestra. Es un regalo
que Dios nos hará al final, pero para eso hemos de permanecer en la libertad
del Evangelio y en la gracia.
La fe es el punto de partida del camino hacia la justificación, camino
que hemos de recorrer en el Espíritu. Por eso la vida y la ética cristianas
consisten en vivir de la fe. La fe actúa a través del amor. La vida moral del
bautizado consiste en vivir la fe y, por tanto, en vivir en el Espíritu, pues
el Espíritu de Dios es quien da fuerza para vivirla y llegar así a la
justificación.
El contraste con las enseñanzas legalistas era el caminar por el
Espíritu. Los cristianos (Pablo usa nosotros para referirse a todos
los que participan en la esfera de Cristo) esperan con gran anticipación, por
fe, la esperanza de la justicia. Es importante ver que la fe está en contraste
con la ley. La circuncisión está basada en la carne pero la fe está basada en
la esfera del Espíritu. La fe espera en la esperanza de justicia. Pablo no
quiere decir la justicia que fue imputada cuando una persona cree en Cristo
sino cuando la justicia de Dios sea completamente realizada en su venida (1Pedro 1:3-4, 1Pedro 1:13).
Es cuando, en la venida de Cristo, el creyente será totalmente conformado a la
voluntad perfecta de Dios. Será entonces cuando la justicia interna que comenzó
en la salvación se manifestará por completo en esa segunda venida de Cristo.
Podemos decir que hay tres cosas que continúan en el cristiano cuando acepta a
Cristo y son: La vida cristiana es vivida en el poder del Espíritu Santo; el
cristiano ejercita su fe en Cristo y tiene la esperanza en la glorifiación
futura de su vida en vez de la ansiedad que ocurre porque no hay seguridad de
la salvación.
Pablo da una vez más las razones de su afirmación. Muestra por qué
nosotros, los cristianos, estamos en lo cierto cuando esperamos la
justificación de la fe y por qué aquel que quiere ser justificado por la ley ha
caído fuera de la gracia. En Cristo Jesús sólo hay una cosa que conduzca a la
justificación: la fe. En el nuevo orden salvífico que ha comenzado con Cristo,
la distinción entre circuncisión e incircuncisión ha perdido su fuerza; ya no
significa nada en orden a la salvación del hombre. Esta distinción, que en el
ámbito de la ley representaba una oposición infranqueable, ya no cuenta en
Cristo.
Pablo expresa el mismo pensamiento cuando dice: Porque somos
hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).
Las obras de la ley son como
una camarera en un restaurante. Ella trata de agradar a su cliente por la propina
que él dejará, su sonrisa y buen servicio es algo externo y con un propósito egoísta.
A diferencia de la camarera de un restaurante está la dueña de casa. Ella
prepara una comida para su esposo y lo recibe con alegría porque está
enamorada. Sus obras son producto del amor que tiene para su marido y lo que
hace es para agradarlo. Así también el cristiano, sus obras son por amor y por
la relación íntima que tiene con Cristo.
Lo que cuenta es la fe, que
actúa a través del amor. Quien cree que la fe es lo que justifica y lo que
salva no queda por eso condenado a la inactividad. La fe actúa en el amor. Para
el bautizado en Cristo la fe y el amor están íntimamente unidos. No se puede
separar la fe del amor; es éste quien la hace activa, quien la traduce en algo
real. Y tampoco es posible el amor sin fe, porque la fe es la fuerza inicial de
la nueva vida del bautizado. La fe tiene fuerza justificadora.
Santiago 2:17 llama fe «muerta» a la
que no se ejerce en obras. La fe, pues, de la que Pablo habla en Gálatas 5:6 puede calificarse, usando el vocabulario
de la carta de Santiago, de fe «viva».
¡Maranatha!
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