} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 29 Diciembre LA BUENA SEMILLA Juan 3; 17-18

jueves, 29 de diciembre de 2016

29 Diciembre LA BUENA SEMILLA Juan 3; 17-18


El amor de Dios, tal como se hace patente en la entrega del Hijo, quiere la salvación «...a fin de que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna»
Dios no ha enviado al Hijo para que «juzgue» al mundo, o lo que es lo mismo, para que lo entregue al castigo escatológico, que sólo significaría la aniquilación y desgracia completas, sino para que el mundo se salve por el Hijo. El propósito auténtico y originario de Dios, según se ha hecho patente en el envío del Hijo, es la salvación del mundo, no su condenación. Se trata, pues, de un explícito y claro predominio del designio de salvación en la actuación amorosa de Dios en el cosmos, de una preponderancia y prioridad de la salvación sobre la condenación; se trata de un triunfo de la salud. Eso quiere decir que la salvación y condenación del hombre no son, en modo alguno, unas alternativas equivalentes, sino que a la salvación le corresponde una prevalencia inequívoca. Según nuestro texto, existe en Dios una voluntad inequívoca de salvación y de amor, mientras que no existe una voluntad de condenación en Dios, no hay predestinación alguna divina para la condenación eterna. Lo que queda abierta, evidentemente, es una posibilidad de perder la salvación por parte del hombre, y ello, desde luego, porque responde a la condición humana, a la realidad existencial del hombre en la historia. En el envío del Hijo -y eso es lo que dice nuestro texto- Dios ha explicado a todo el mundo que quiere salvar al mundo y que quiere liberarlo de la condenación y ruina. Es necesario reconocer esa acción anticipada de Dios con un compromiso claro.
Con tal proceder de Dios en la entrega del Hijo único se ha operado un cambio esencial en la concepción de la salvación y del juicio. Lo cual equivale a decir que el creyente escapa por la fe al juicio escatológico; que ya no será condenado en modo alguno. El fundamento y apoyo de tal afirmación es, sin duda, la idea de «la muerte de expiación vicaria» o también, el que en la muerte de Jesús se ha cumplido ya el juicio escatológico contra el cosmos y contra «el príncipe de este mundo». Por obra del acontecimiento salvador ha cambiado radicalmente la situación del mundo y del hombre delante de Dios. El ámbito salvífico que se abre por el acontecimiento de la salvación escapa ya por completo a cualquier juicio escatológico; pero la fe es la relación positiva con el acontecer salvífico. Por ello justamente ha dejado atrás el juicio. En ese sentido el creyente está de hecho y por completo en la salvación. Gracias a la fe, la voluntad salvífica de Dios alcanza su meta en el hombre.
Pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo único de Dios». La alternativa de la fe es la no fe, la incredulidad como no aceptación, como repudio o rechazo del acontecimiento salvador y del amor divino que se da en él. Por ello la incredulidad se atrae ya el juicio condenatorio. Si en Jesucristo se realiza y está presente la salvación en todo su alcance, también queda perfectamente definido y enmarcado a la vez el ámbito de la condenación la negativa resuelta a la salvación, que es precisamente la incredulidad. El «ya ha sido condenado» significa el afianzamiento de la condenación en forma definitiva fuera de la esfera de Cristo, que tiene efecto siempre que no se cree de modo resuelto y definitivo. La intensificación «por no haber creído en el nombre del Hijo único de Dios» pretende destacar una vez más la confusión que desencadena la incredulidad: esa incredulidad excluye la oferta amorosa de Dios. Con ello adquiere toda su importancia la aseveración de que así es como uno se atrae el juicio.
Muchas veces la gente trata de salvarse de lo que teme poniendo su fe en cosas que tienen o hacen: buenas obras, capacidad o inteligencia, dinero o posesiones. Pero solo Dios puede salvarnos de lo que en verdad debemos temer: la condenación eterna. Confiamos en Dios reconociendo la insuficiencia de nuestros esfuerzos por alcanzar la salvación y pidiéndole que haga su obra en nuestro favor. Cuando Jesús habla acerca del "que no cree", se refiere a quien le rechaza por completo o hace caso omiso de Él, no al que tiene dudas momentáneas.
¡Maranatha! ¡Si, ven Señor 

No hay comentarios:

Publicar un comentario