} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 9 Diciembre LA BUENA SEMILLA

viernes, 9 de diciembre de 2016

9 Diciembre LA BUENA SEMILLA


2 Corintios 13; 4
El apóstol se configura, en poder y debilidad, de acuerdo con la imagen de su Señor Cristo. También Cristo fue débil, cuando fue crucificado. Pero después el poder de Dios le resucitó y glorificó, y ahora vive y domina con poder como el Señor ascendió al cielo. El Apóstol está en Cristo. Estar en Cristo significa ser débil con él y participar en su pasión y muerte. Pero significa también que, por concesión divina, el apóstol participa en la vida y el poder del Resucitado. Esta vida no es sólo ni primariamente la vida futura de la eternidad. Actúa ya ahora en los nacidos de nuevo, y poderosamente en el momento presente del apóstol y actuará, también con poder cuando se presente en Corinto dentro de poco.
En el Nuevo Testamento se citan con frecuencia, una junta a otro, la debilidad y el poder de Cristo, como contrastes que se complementan. Se trata de una antigua fórmula, ya acuñada con anterioridad a Pablo. Es una antigua y breve confesión con la que la fe y la predicación superaban el escándalo de la cruz. Nunca podía anunciarse la cruz aislada y sola. Hubiera sido únicamente el anuncio de un final horrible. Por eso debía ir siempre unida al anuncio de la resurrección, por la cual la cruz se revelaba como tránsito a la vida.
Cristo en su crucifixión parecía solamente un hombre débil e indefenso, pero su resurrección y su vida demostraron su poder divino. Así los apóstoles, por más viles y despreciables que parecieran ante el mundo, como instrumentos manifestaban, no obstante, el poder de Dios.
Prueban ellos sus temperamentos, conducta y experiencia, como el oro es probado o ensayado por la piedra de toque. Si podían demostrar que no eran réprobos, que no eran rechazados por Cristo, confiaba que sabrían que él no era un réprobo ni un desconocido de Cristo. Debían saber si Cristo Jesús estaba o no en ellos, por la influencia, la gracia y la morada de su Espíritu, por su reino establecido en sus corazones. 
Preguntemos a nuestras almas ¿somos cristianos verdaderos o somos engañadores?. A menos que Cristo esté en nosotros por su Espíritu, y el poder de su amor, nuestra fe está muerta, y aún estamos reprobados por nuestro Juez.
1Corintios 1;24
«Los griegos buscan sabiduría.» No esperan intervenciones extraordinarias de lo alto. Se enfrentan con lo perceptible, con lo científico, y esperan poder entender aquellos conceptos en los que están encerradas las cosas divinas. Conocen las grandes posibilidades de la razón, los esfuerzos que exige, pero también la satisfacción que experimenta el pensador y conferenciante que conduce a sus oyentes por los altos caminos del pensamiento. Pero lo que Pablo tiene que decir como mensajero del crucificado equivale a una bofetada en el rostro contra estas pretensiones. Y, con todo, se da la maravilla de que algunos, de una y otra cultura, reconocen y experimentan a este Cristo así predicado como la esencia de una revelación mucho más alta del poder y de la sabiduría de Dios. Que este nuevo espacio se abra cuando toda posibilidad humana parece cerrada y sin salida es algo que se debe al «llamamiento de Dios» que por un lado es suave y como solicitador pero por otro es victorioso y soberano. El Dios que llama, que envía a sus mensajeros como desvalidos, está seguro de su causa. Y así, esta teología de la cruz del Apóstol desemboca en una frase triunfal, en la que se sabe sin ningún género de duda que, en definitiva y propiamente, la sabiduría y el poder están de parte de Dios, aunque la conducta divina pueda parecer a los hombres desamparada y necia.
Lucas 24; 26
Cristo entró en su gloria a través de la pasión. La gloria es poder divino, esplendor divino, modo divino de ser. Lo que en la transfiguración se hizo visible por breves momentos (Hechos_9:32), lo ha recibido ahora Jesús para siempre por medio de su pasión; en esta gloria se ha de manifestar visiblemente: «Verán al Hijo del hombre venir en una nube con poderío y gran majestad» (Hechos_21:27). La transfiguración es la anticipación del tiempo final; en el tiempo intermedio está todavía oculta la gloria del Hijo del hombre, aun cuando Jesús la posee ya. Como Jesús, después de su muerte, entra en su reino (Hechos_23:42), así entra también en su gloria. El Padre le ha destinado esta gloria, porque él ha recorrido el camino de las pruebas y de los sufrimientos (Hechos_22:29). «Dios ha hecho Señor y Mesías a Jesús, a quien crucificaron los judíos» (Hechos_2:36).
Tu que lees esto ¿Eres de Cristo, estás en Cristo, vives en Cristo?
Si no es así, vives todavía esclavo de Satanás y bajo su poder.
Jesucristo tiene poder para liberarte de las garras de Satán para siempre. ¡Ven a Cristo! ¡Enganchate a Jesús!

¡Si, ven Señor Jesús!

No hay comentarios:

Publicar un comentario