2
Corintios 13; 4
El
apóstol se configura, en poder y debilidad, de acuerdo con la imagen de su
Señor Cristo. También Cristo fue débil, cuando fue crucificado. Pero después el
poder de Dios le resucitó y glorificó, y ahora vive y domina con poder como el
Señor ascendió al cielo. El Apóstol está en Cristo. Estar en Cristo significa
ser débil con él y participar en su pasión y muerte. Pero significa también
que, por concesión divina, el apóstol participa en la vida y el poder del
Resucitado. Esta vida no es sólo ni primariamente la vida futura de la
eternidad. Actúa ya ahora en los nacidos de nuevo, y poderosamente en el
momento presente del apóstol y actuará, también con poder cuando se presente en
Corinto dentro de poco.
En
el Nuevo Testamento se citan con frecuencia, una junta a otro, la debilidad y
el poder de Cristo, como contrastes que se complementan. Se trata de una
antigua fórmula, ya acuñada con anterioridad a Pablo. Es una antigua y breve
confesión con la que la fe y la predicación superaban el escándalo de la cruz.
Nunca podía anunciarse la cruz aislada y sola. Hubiera sido únicamente el
anuncio de un final horrible. Por eso debía ir siempre unida al anuncio de la
resurrección, por la cual la cruz se revelaba como tránsito a la vida.
Cristo
en su crucifixión parecía solamente un hombre débil e indefenso, pero su
resurrección y su vida demostraron su poder divino. Así los apóstoles, por más
viles y despreciables que parecieran ante el mundo, como instrumentos
manifestaban, no obstante, el poder de Dios.
Prueban ellos sus temperamentos, conducta y experiencia, como el oro es probado o ensayado por la piedra de toque. Si podían demostrar que no eran réprobos, que no eran rechazados por Cristo, confiaba que sabrían que él no era un réprobo ni un desconocido de Cristo. Debían saber si Cristo Jesús estaba o no en ellos, por la influencia, la gracia y la morada de su Espíritu, por su reino establecido en sus corazones.
Preguntemos a nuestras almas ¿somos cristianos verdaderos o somos engañadores?. A menos que Cristo esté en nosotros por su Espíritu, y el poder de su amor, nuestra fe está muerta, y aún estamos reprobados por nuestro Juez.
Prueban ellos sus temperamentos, conducta y experiencia, como el oro es probado o ensayado por la piedra de toque. Si podían demostrar que no eran réprobos, que no eran rechazados por Cristo, confiaba que sabrían que él no era un réprobo ni un desconocido de Cristo. Debían saber si Cristo Jesús estaba o no en ellos, por la influencia, la gracia y la morada de su Espíritu, por su reino establecido en sus corazones.
Preguntemos a nuestras almas ¿somos cristianos verdaderos o somos engañadores?. A menos que Cristo esté en nosotros por su Espíritu, y el poder de su amor, nuestra fe está muerta, y aún estamos reprobados por nuestro Juez.
1Corintios
1;24
«Los
griegos buscan sabiduría.» No esperan intervenciones extraordinarias de lo
alto. Se enfrentan con lo perceptible, con lo científico, y esperan poder
entender aquellos conceptos en los que están encerradas las cosas divinas.
Conocen las grandes posibilidades de la razón, los esfuerzos que exige, pero
también la satisfacción que experimenta el pensador y conferenciante que
conduce a sus oyentes por los altos caminos del pensamiento. Pero lo que Pablo
tiene que decir como mensajero del crucificado equivale a una bofetada en el
rostro contra estas pretensiones. Y, con todo, se da la maravilla de que
algunos, de una y otra cultura, reconocen y experimentan a este Cristo así
predicado como la esencia de una revelación mucho más alta del poder y de la
sabiduría de Dios. Que este nuevo espacio se abra cuando toda posibilidad
humana parece cerrada y sin salida es algo que se debe al «llamamiento de Dios»
que por un lado es suave y como solicitador pero por otro es victorioso y
soberano. El Dios que llama, que envía a sus mensajeros como desvalidos, está
seguro de su causa. Y así, esta teología de la cruz del Apóstol desemboca en
una frase triunfal, en la que se sabe sin ningún género de duda que, en
definitiva y propiamente, la sabiduría y el poder están de parte de Dios,
aunque la conducta divina pueda parecer a los hombres desamparada y necia.
Lucas
24; 26
Cristo
entró en su gloria a través de la pasión. La gloria es poder divino, esplendor
divino, modo divino de ser. Lo que en la transfiguración se hizo visible por
breves momentos (Hechos_9:32), lo ha recibido ahora Jesús para siempre por
medio de su pasión; en esta gloria se ha de manifestar visiblemente: «Verán al
Hijo del hombre venir en una nube con poderío y gran majestad» (Hechos_21:27).
La transfiguración es la anticipación del tiempo final; en el tiempo intermedio
está todavía oculta la gloria del Hijo del hombre, aun cuando Jesús la posee
ya. Como Jesús, después de su muerte, entra en su reino (Hechos_23:42), así
entra también en su gloria. El Padre le ha destinado esta gloria, porque él ha
recorrido el camino de las pruebas y de los sufrimientos (Hechos_22:29). «Dios
ha hecho Señor y Mesías a Jesús, a quien crucificaron los judíos»
(Hechos_2:36).
Tu
que lees esto ¿Eres de Cristo, estás en Cristo, vives en Cristo?
Si no es así, vives todavía esclavo de Satanás y bajo su poder.
Jesucristo tiene poder para liberarte de las garras de Satán para siempre. ¡Ven a Cristo! ¡Enganchate a Jesús!
Si no es así, vives todavía esclavo de Satanás y bajo su poder.
Jesucristo tiene poder para liberarte de las garras de Satán para siempre. ¡Ven a Cristo! ¡Enganchate a Jesús!
¡Si,
ven Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario