} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JUAN CAPÍTULO 20

viernes, 8 de agosto de 2014

JUAN CAPÍTULO 20




 Si Cristo hubiera dado su vida en rescate sin volver a tomarla, no se hubiera manifestado que su ofrenda había sido aceptada como satisfacción.
Fue una gran prueba para María que el cuerpo hubiera desaparecido. Los creyentes débiles suelen hacer materia de lamento precisamente aquello que es fundamento justo de esperanza, y materia de gozo. Está bien que los más honrados que otros con los privilegios de los discípulos sean más activos en los deberes de los discípulos, más dispuestos a aceptar dolores y correr riesgos en una buena obra. Debemos hacer lo mejor que podamos sin envidiar a quienes puedan hacer aun mejor, ni despreciar a los que hacen lo mejor que pueden aunque se queden atrás.
El discípulo a quien Jesús amaba de manera especial y que, por tanto, amaba de manera especial a Jesús, llegó primero. El amor de Cristo nos hará abundar en todo deber más que en cualquier otra cosa. El que se quedó atrás fue Pedro, que había negado a Cristo. El sentido de culpa nos obstaculiza en el servicio de Dios.
Todavía los discípulos no sabían la Escritura, no consideraban ni aplicaban lo que conocían de la Escritura: que Cristo debía resucitar de entre los muertos.

 Probablemente busquemos y encontremos cuando buscamos con afecto y buscamos con lágrimas. Sin embargo, muchos creyentes se quejan de las nubes y tinieblas bajo las cuales se hallan, que son métodos de la gracia para humillar sus almas, mortificar sus pecados y hacerles querido a Cristo. No basta con ver ángeles y sus sonrisas, sin ver a Jesús y la sonrisa de Dios en Él. Nadie, sino quien las ha saboreado, sabe las penas de un alma abandonada, que tuvo las consoladoras pruebas del amor de Dios en Cristo, y esperanzas del cielo, pero que, ahora, las perdió y anda en tinieblas; ¿quién puede soportar ese espíritu herido?  Al manifestarse a quienes le buscan, Cristo sobrepasa a menudo sus expectativas.   El modo de Cristo para darse a conocer a su pueblo es su Palabra que, aplicada a sus almas les habla en particular. Podría leerse: ¿Es mi Maestro?  Con cuánto placer quienes aman a Jesús hablan de su autoridad sobre ellos. Él le impide esperar que su presencia corporal continúe, Él no estaba más en el mundo, María debe mirar más arriba y más allá del estado presente de las cosas.
  Al participar nosotros de la naturaleza divina, el Padre de Cristo es nuestro Padre,  y, al participar Él de la naturaleza humana, nuestro Dios es su Dios. La ascensión de Cristo al cielo para interceder por nosotros allí es como un consuelo inexplicable. Que ellos no piensen que esta tierra será su hogar y reposo, sus ojos y sus miras y sus deseos anhelosos deben estar en otro mundo y aun hasta en sus corazones, yo asciendo, por tanto, debo procurar las cosas que están en lo alto. Y que los que conocen la palabra de Cristo se propongan que otros obtengan el beneficio de su conocimiento.

 Este era el primer día de la semana y, después, este día es mencionado a menudo por los escritores sagrados, porque fue evidentemente apartado como el día de reposo cristiano en memoria de la resurrección de Cristo. Los discípulos habían cerrado las puertas por miedo a los judíos  y cuando no tenían esa expectativa, el mismo Jesús vino y se paró en el medio de ellos, habiendo abierto las puertas en forma milagrosa aunque silenciosa. Consuelo para los discípulos de Cristo es que ninguna puerta puede dejar fuera la presencia de Cristo, cuando sus asambleas pueden realizarse sólo en privado. Cuando Él manifiesta su amor por los creyentes por medio de las consolaciones de su Espíritu, les asegura que debido a que Él vive, también ellos vivirán. Ver a Cristo alegrará el corazón del discípulo en cualquier momento, y mientras más veamos a Cristo, más nos regocijaremos.  Él dijo: Recibid el Espíritu Santo, demostrando así que su vida espiritual, y su habilidad para hacer la obra, derivará y dependerá de Él. Toda palabra de Cristo que sea recibida por fe en el corazón, viene acompañada de ese soplo divino y sin Él no hay luz ni vida. Nada se ve, conoce, discierne ni siente de Dios sino por medio de éste.
Cristo mandó, después de esto, a los apóstoles a que anunciaran el único método por el cual será perdonado el pecado. Este poder no existía en absoluto en los apóstoles en cuanto poder para dar juicio, sino sólo como poder para declarar el carácter de aquellos a quienes Dios aceptará o rechazará en el día del juicio. Ellos han sentado claramente las características por medio de las cuales puede discernirse a un hijo de Dios y ser distinguido de un falso profesante y, conforme a lo que ellos hayan declarado, cada caso será decidido en el día del juicio.
Cuando nos reunimos en el nombre de Cristo, especialmente en su día santo, Él se encontrará con nosotros y nos hablará de paz. Los discípulos de Cristo deben emprender la edificación de su santísima fe de unos a otros, repitiendo a los que estuvieron ausentes lo que oyeron, y dando a conocer lo que han experimentado. Tomás limitó al Santo de Israel, cuando quería ser convencido por su propio método, y no de otra manera. Podría haber sido dejado, con justicia, en su incredulidad, luego de rechazar tan abundantes pruebas. Los temores y las penas de los discípulos suelen ser prolongadas para castigar su negligencia.

 Desde el principio quedó establecido que uno de siete días debería ser religiosamente observado. Y que en el reino del Mesías el primer día de la semana sería ese día solemne, fue señalado en que en ese día Cristo se reunió con sus discípulos en asamblea. El cumplimiento de ese día nos ha llegado a través de toda era de la Iglesia.
No hay en nuestra lengua una palabra de incredulidad ni pensamiento en nuestra mente que no sean conocidos por el Señor Jesús  y le plació acomodarse aun a Tomás en vez de dejarlo en su incredulidad
Si somos infieles, estamos sin Cristo, desdichados, sin esperanzas y sin gozo.
Tomás se avergonzó de su incredulidad y clamó: ¡Señor mío, y Dios mío!  Los creyentes sanos y sinceros serán aceptados de gracia por el Señor Jesús aunque sean lentos y débiles. Deber de los que oyen y leen el evangelio es creer y aceptar la doctrina de Cristo y el testimonio acerca de Él.

 Hubo otras señales y pruebas de la resurrección de nuestro Señor, pero estas se han escrito para que todos crean que Jesús era el Mesías prometido, el Salvador de pecadores y el Hijo de Dios, para que, por esta fe, reciban la vida eterna, por su misericordia, verdad y poder. Creamos que Jesús es el Cristo, y creyendo, tengamos vida en su nombre.

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