} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JUAN CAPÍTULO 17

viernes, 8 de agosto de 2014

JUAN CAPÍTULO 17




 Nuestro Señor oró como hombre y como Mediador de su pueblo, aunque habló con majestad y autoridad, como uno e igual con el Padre. La vida eterna no podía ser dada a los creyentes a menos que Cristo, su fiador, glorificara al Padre y fuera glorificado por Él. Este es el camino del pecador a la vida eterna y cuando este conocimiento sea perfeccionado, se disfrutarán plenamente la santidad y la felicidad. La santidad y la felicidad de los redimidos son, en especial, la gloria de Cristo y de su Padre, que fue el gozo puesto delante de Él, por el cual soportó la cruz y despreció la vergüenza. Esta gloria era el fin del pesar de su alma y al obtenerla se satisfizo completamente. Así somos enseñados que es necesario que glorifiquemos a Dios como prueba de nuestro interés en Cristo, por quien la vida eterna es la libre dádiva de Dios.

Cristo ora por los que son suyos. Tú me los diste, como ovejas al pastor, para ser cuidados, como un paciente es llevado al médico, para ser curado, como niños al tutor, para ser enseñados, de este modo Él entregará su carga. Para nosotros es una gran satisfacción, en nuestra confianza en Cristo, que sea de Dios Él, todo lo que Él es y tiene, y todo lo que dijo e hizo, todo lo está haciendo y hará. Cristo ofreció esta oración por su pueblo solo en cuanto a creyentes, no por el mundo en general. Aunque nadie que desee ir al Padre y sea consciente de que es indigno de ir en su propio nombre, tiene que desanimarse por la declaración del Salvador, porque es capaz y está dispuesto para salvar hasta lo sumo a todos los que vayan a Dios por Él. Las convicciones y los deseos fervorosos son señal esperanzadora de una obra ya efectuada en el hombre, empiezan a demostrar que ha sido elegido para salvación a través de la santificación del Espíritu y la creencia de la verdad.
Ellos son tuyos, y los tuyos son los míos. Esto dice que Padre e Hijo son uno. Todo lo mío es tuyo. El Hijo no considera a nadie como suyo que no sea dedicado al servicio del Padre.

Cristo no ora que ellos sean ricos y grandes en el mundo, sino que sean resguardados del pecado, fortalecidos para su deber, y llevados a salvo al cielo. La prosperidad del alma es la mejor prosperidad óptima. Rogó a su santo Padre que los cuidara por su poder y para su gloria, para que ellos se unieran en afecto y trabajo aun conforme a la unión de Padre e Hijo.
No oró que sus discípulos sean quitados del mundo, para que pudieran escapar de la ira de los hombres, porque tenían una gran obra que hacer para la gloria de Dios, y para beneficio de la humanidad. Él oró que el Padre los resguardara del mal, de ser corrompidos por el mundo, los remanentes de pecado en sus corazones, y del poder y astucia de Satanás. Así, pues, ellos pasarían por el mundo como cruzando territorio enemigo, como Él había hecho. Ellos no son dejados aquí para procurar los mismos objetivos que los hombres que les rodean, sino para glorificar a Dios y servir a su generación. El Espíritu de Dios en los cristianos verdaderos se opone al espíritu del mundo.

 Cristo oró en seguida por los discípulos para que no sólo fueran resguardados del mal, sino fueran hechos buenos. La oración de Jesús por todos los suyos es que sean hechos santos. Hasta los discípulos deben orar pidiendo la gracia santificadora.
El medio de dar esta gracia es “por tu verdad, tu palabra es la verdad”. Santifícalos, apártalos para ti mismo y para tu servicio. Recíbelos en el oficio, que tu mano vaya con ellos.
Jesús se consagró por entero a su tarea, y a todas las partes de ella, especialmente al ofrendarse inmaculado a Dios por el Espíritu eterno. La real santidad de todos los cristianos verdaderos es el fruto de la muerte de Cristo, por la cual fue adquirido el don del Espíritu Santo; Él se dio por su Iglesia para santificarla. Si nuestros puntos de vista no tienen este efecto en nosotros, no son verdad divina, o no los recibimos por una fe activa y viva, sino como simples nociones.

 Nuestro Señor oró especialmente que todos los creyentes fueran como un cuerpo bajo una cabeza, animada por una sola alma, por su unión con Cristo y el Padre en Él, por medio del Espíritu Santo que habita en ellos. Mientras más discutan sobre asuntos menores, más arrojan dudas sobre el cristianismo. Propongámonos mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, rogando que todos los creyentes se unan más y más en un propósito y un criterio. Así convenceríamos al mundo de la verdad y de la excelencia de nuestra FE y encontraríamos una comunión más dulce con Dios y sus santos.

 Cristo, como Uno con el Padre, ora por cuenta de todos los que le habían sido dados y que, en su debido momento, creerían en Él, para que sean llevados al cielo y que ahí toda la compañía de los redimidos pueda contemplar su gloria como Amigo y Hermano amado, y en ello hallar la dicha. Había declarado, y declararía después, el nombre o el carácter de Dios, por su doctrina y su Espíritu, que siendo uno con Él, también pueda permanecer con ellos el amor del Padre por Él. Así, estando unidos con Él por un Espíritu, sean llenos con la plenitud de Dios y disfruten la bendición de la cual no podemos formarnos una idea correcta en nuestro estado actual.

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