} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JUAN CAPÍTULO 4

viernes, 1 de agosto de 2014

JUAN CAPÍTULO 4



 Jesús se dedicó más a predicar, que era más excelente, que a bautizar, 1 Corintios 1:17 Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.  Honraría a sus discípulos empleándolos para bautizar. Nos enseña que el beneficio de los símbolos no depende de la mano que los administra.
 Había mucho odio entre samaritanos y judíos. El camino de Cristo desde Judea a Galilea pasaba por Samaria. No debemos meternos en lugares de tentación, sino cuando debemos y, entonces, no debemos permanecer en ellos, sino apresurarnos a pasar por ellos. Es peligroso coquetear con la tentación, el suelo puede abrirse bajo nuestros pies o deslizarnos por un tobogán embadurnado de aceite hacia el abismo.

Aquí tenemos a nuestro Señor Jesús sujeto a la fatiga normal de los viajeros. Así vemos que era verdadero hombre. El trabajo agotador vino con el pecado; por tanto, Cristo, habiéndose hecho maldición por nosotros, estuvo sujeto a ella. Además, era pobre y realizó todos sus viajes a pie. Cansado, pues, se sentó en el pozo; no tenía un cojín donde descansar. De este modo se sentó, como se sienta alguien cansado de viajar. Con toda seguridad debemos someternos rápidamente a ser como el Hijo de Dios en cosas como esas.
Cristo pidió agua a la mujer. Ella se sorprendió porque Él no demostró la ira de su nación contra los samaritanos. Los hombres moderados de todas partes son los hombres que asombran. Cristo aprovechó la ocasión para enseñarle cosas divinas. Convirtió a esta mujer demostrándole su ignorancia y pecaminosidad y su necesidad de un Salvador. Se alude al Espíritu con el agua viva. Con esta comparación se había prometido la bendición del Mesías en el Antiguo Testamento. Las gracias del Espíritu y sus consolaciones satisfacen el alma sedienta que conoce su propia naturaleza y necesidad.
Lo que Jesús dijo figuradamente, ella lo entendió literalmente. Cristo señala que el agua del pozo de Jacob daba una satisfacción de breve duración. No importa cuáles sean las aguas de consolación que bebamos, volveremos a tener sed. Pero a quien participa del Espíritu de gracia, y del consuelo del evangelio, nunca le faltará lo que dará abundante satisfacción a su alma.
Los corazones carnales no miran más alto que las metas carnales. Dame, dijo ella, no para que yo tenga la vida eterna, propuesta por Cristo, sino para que no tenga que venir más aquí a buscar agua.
La mente carnal es muy ingeniosa para cambiar las convicciones e impedir que apremien, pero ¡nuestro Señor Jesús dirige muy certeramente la convicción de pecado a la conciencia de ella! La reprendió severamente por su presente estado de vida.
La mujer reconoció que Cristo era profeta. El poder de su palabra para escudriñar el corazón y convencer de cosas secretas a la conciencia es prueba de autoridad divina.
Pensar que desaparecen las cosas por las que luchamos debiera enfriar nuestras contiendas. El objeto de adoración seguirá siendo el mismo, Dios, como Padre, pero se pondrá fin a todas las diferencias sobre el lugar de adoración. La razón nos enseña a considerar la decencia y la conveniencia en los lugares de nuestro servicio de adoración, pero la religión no da preferencia a un lugar respecto de otro en cuanto a la santidad y la aprobación de Dios.
Los judíos tenían, por cierto, la razón. Quienes han obtenido cierto conocimiento de Dios por las Escrituras, saben a quién adoran. La palabra de salvación era de los judíos. Llegó a otras naciones a través de ellos. Cristo prefirió, con justicia, la adoración judía antes que la samaritana, pero aquí habla de lo anterior como algo que pronto se terminará. Dios estaba por ser revelado como el Padre de todos los creyentes de toda nación.

El espíritu o alma del hombre, influido por el Espíritu Santo, debe adorar a Dios y tener comunión con Él. Los afectos espirituales, como se demuestran en las oraciones, súplicas y acciones de gracia fervorosas, constituyen la adoración de un corazón recto, en el cual Dios se deleita y es glorificado.

La mujer estaba dispuesta a dejar la cuestión sin decidir hasta la venida del Mesías, pero Cristo le dijo: Yo soy, el que habla contigo. Ella era una samaritana extranjera y hostil; el sólo hablar con ella era considerado como desprestigio para nuestro Señor Jesús. Sin embargo, nuestro Señor se reveló a esta mujer con más plenitud de lo que había hecho con cualquiera de sus discípulos.

Ningún pecado pasado puede impedir que seamos aceptados por Él, si nos humillamos ante Él, creyendo en Él como el Cristo, el Salvador del mundo.

 Los discípulos se asombraron de que Cristo conversara con una samaritana, aunque sabían que era por una buena razón y para un propósito bueno.

Así, pues, cuando aparecen dificultades en detalles en la palabra y en la providencia de Dios, es bueno que nos satisfagamos con que todo lo que Jesucristo dice y hace está bien.
Dos cosas afectaron a la mujer. La magnitud de su conocimiento. Cristo conoce todos los pensamientos, palabras y acciones de todos los hijos de los hombres. El poder de su palabra. Le habló con poder de sus pecados secretos. Ella se aferró de esa parte del discurso de Cristo, muchos pensarían que ella se podía mostrar reacia a repetir, pero el conocimiento de Cristo, al cual somos guiados por la convicción de pecado, es muy probable que sea sano y salvador.
Ellos fueron a Él: los que deseen conocer a Cristo deben hallarlo donde Él registre su nombre. Nuestro Maestro nos ha dejado un ejemplo para que aprendamos a hacer la voluntad de Dios como Él la hizo; con diligencia como los que hacen su actividad de ella; con deleite y placer en ella. Cristo compara su obra con la siega. La siega está determinada y se cuida antes que llegue; así fue el evangelio.

El tiempo de cosechar es tiempo de mucho trabajo; entonces, todos deben estar en las labores. El tiempo de la siega es corto y la obra de la cosecha debe hacerse entonces, o no se hará; así, pues, el tiempo del evangelio es una temporada que no puede recuperarse si se pasó. A veces Dios usa instrumentos muy débiles e improbables para empezar y seguir la buena obra. Nuestro Salvador difunde conocimiento en todo un pueblo enseñándole a una pobre mujer. Benditos son los que no se ofenden con Cristo. Desean verdaderamente aprender más aquellos a quienes Dios enseña. Mucho agrega a la alabanza de nuestro amor por Cristo y su palabra si vence prejuicios.
La fe de ellos creció. En cuanto a esto: ellos creyeron que Él era el Salvador no sólo de los judíos, sino del mundo. Con esa certeza sabemos que el Cristo es verdaderamente Aquel, y sobre esa base, porque nosotros mismos le hemos oído.

  Los honores y los títulos no son garantía contra la enfermedad y la muerte. Los hombres más grandes deben ir a Dios, deben volverse mendigos. El noble no se detuvo en su petición hasta que prevaleció, pero primeramente, descubrió la debilidad de su fe en el poder de Cristo. Cuesta convencernos de que la distancia de tiempo y lugar no obstaculizan el conocimiento, la misericordia ni el poder de nuestro Señor Jesús.
Cristo dio una respuesta de paz. Si Cristo dice que el alma viva, vivirá. El padre siguió su camino lo que demostró la sinceridad de su fe. Satisfecho, no se apresuró a volver a casa esa noche; regresó como quien está en paz con su conciencia. Sus sirvientes le salieron al encuentro con la noticia de la recuperación de su hijo.

La buena nueva saldrá al encuentro de los que esperan en la palabra de Dios. Confirma nuestra fe que comparemos diligentemente las obras de Jesús con su palabra. Y llevar la curación a la familia le trajo la salvación.
Así, pues, experimentar el poder de una palabra de Cristo puede establecer la autoridad de Cristo en el alma. Toda la familia creyó igualmente. El milagro hizo que quisieran a Jesús para ellos. El conocimiento de Cristo aún se difunde por las familias, y los hombres hallan salud y salvación para sus almas.

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