} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JUAN CAPÍTULO 13

lunes, 4 de agosto de 2014

JUAN CAPÍTULO 13




 Nuestro Señor Jesús tiene un pueblo en el mundo que es suyo, los compró y pagó caro por ellos, y los puso aparte para sí, ellos se rinden a Él como pueblo peculiar. A los que Cristo ama, los ama hasta lo sumo. Nada puede separar del amor de Cristo al creyente verdadero.
No sabemos cuándo llegará nuestra hora, por eso, lo que tenemos que hacer como preparativo constante para ella, nunca debe quedar sin hacer. Quedarse estancados en el conocimiento de la Palabra de Dios es tanto como conformarse, y nunca se sabe donde podemos caer. Por eso haríamos bien en permanecer atentos  a su enseñanzas, pero ¿Cómo las vamos a conocer, si no escudriñamos la Biblia?  No podemos saber qué camino de acceso a los corazones de los hombres tiene el diablo, pero algunos pecados son tan excesivamente pecaminosos, y es tan poca la tentación a ellos de parte del mundo y la carne, que es evidente que vienen directamente de parte de Satanás.
Jesús lavó los pies de los discípulos para enseñarnos a pensar que nada nos rebaja si podemos fomentar la gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos. Debemos dirigirnos al deber y dejar de lado todo lo que impida lo que tenemos que hacer. Cristo lavó los pies de los discípulos para representarles el valor del lavado espiritual, y la limpieza del alma de las contaminaciones del pecado.
Nuestro Señor Jesús hace muchas cosas cuyo significado ni sus discípulos saben en el presente, pero lo sabrán después. Al final vemos qué era lo bueno de los hechos que parecían peores. No es humildad, sino incredulidad rechazar la oferta del evangelio como si fueran demasiado ricos para que sea para nosotros o noticia demasiado buena para ser cierta.
Todos los que son espiritualmente lavados por Cristo tienen parte en Él, y solamente ellos. A todos los que Cristo reconoce y salva, los justifica y santifica. Pedro se somete más de lo requerido, ruega ser lavado por Cristo. ¡Cuán ferviente es por la gracia purificadora del Señor Jesús, y el efecto total de ella, hasta en sus manos y cabeza! Los que desean verdaderamente ser santificados, desean ser santificados por completo, y que sea purificado todo el hombre, en todas sus partes y poderes. El creyente verdadero es así lavado cuando recibe a Cristo para su salvación. Entonces,   cuál debe ser el afán diario de quienes, por gracia, están en un estado justificado, esto es, lavar sus pies del polvo del caminar diario, limpiar la culpa diaria, y estar alertas contra toda cosa contaminante. Esto debe hacernos sumamente cautos. Desde el perdón de ayer debemos ser fortalecidos contra la tentación de este día. Cuando se descubren hipócritas, no debe ser sorpresa ni causa de tropiezo para nosotros.
  Los deberes son mutuos, debemos aceptar ayuda de nuestros hermanos y debemos darles ayuda. Cuando vemos que nuestro Maestro sirve, no podemos sino ver cuán inconveniente es dominar para nosotros.


 Nuestro Señor había hablado, a menudo, de sus sufrimientos y muerte, sin esa turbación de espíritu como la que ahora devela cuando habla de Judas. Los pecados de los cristianos son la tristeza de Cristo.
No tenemos que limitar nuestra atención a Judas. La profecía de su traición puede aplicarse a todos los que participan de las misericordias de Dios, y las reciben con ingratitud. Véase al infiel que sólo mira las Escrituras con el deseo de quitarles su autoridad y destruir su influencia; al hipócrita que profesa creer las Escrituras, pero no se gobierna por ellas; y al apóstata que se aleja de Cristo por una menudencia. Así, pues, la humanidad, sustentada por la providencia de Dios, luego de comer pan con Él, ¡alza contra Él su calcañar! Judas salió como uno cansado de Jesús y de sus apóstoles. Aquellos cuyas obras son malas aman las tinieblas más que la luz. Apartémonos de los tales y roguemos al Señor para que su infinita misericordia los haga volver al redil, para estar al lado del Buen Pastor.


 Cristo había sido glorificado en muchos milagros que obró, pero habla de ser glorificado, ahora, en sus sufrimientos, como si eso fuera más que todas sus otras glorias en su estado de humillación. Así fue hecha satisfacción por el mal hecho a Dios por el pecado del hombre. No podemos seguir ahora a nuestro Señor a su dicha celestial, pero si creemos verdaderamente en Él, lo seguiremos en el más allá, mientras tanto, debemos esperar su tiempo y hacer su obra.
Antes que Cristo dejara a los discípulos, les daría un nuevo mandamiento. Ellos tenían que amarse unos a otros por amor a Cristo y, conforme a su ejemplo, buscar lo que beneficie al prójimo, y fomente la causa del evangelio, como un solo cuerpo animado por una sola alma. Este mandamiento aún parece nuevo para muchos profesantes. En general, los hombres notan cualquiera otra palabra de Cristo antes que estas. Por esto se revela, si los seguidores de Cristo no se demuestran amor unos a otros, dan causa para sospechar de su sinceridad.


 Pedro pasó por alto lo que Cristo dijo sobre el amor fraternal, pero habló de aquello sobre lo cual Cristo los mantuvo ignorantes. Común es tener más celo por saber cosas secretas, que corresponden sólo a Dios, que por cosas reveladas que nos corresponden a nosotros y a nuestros hijos. Tener más deseo de satisfacer nuestra curiosidad que dirigir nuestra conciencia, saber qué se hace en el cielo más de lo que debemos hacer para llegar allá. ¡Qué pronto se deja de hablar sobre lo que es claro y edificante, mientras se sigue el debate dudoso como lucha interminable de palabras! Somos dados a tomar mal que nos digan que no podemos hacer esto o aquello, aunque sin Cristo nada podemos hacer. Cristo nos conoce mejor que nosotros mismos, y tiene muchas maneras de descubrir a los que ama, y esconder el orgullo para ellos.
Dediquémonos a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, a amarnos fervientemente unos a otros con corazón puro, y a andar humildemente con nuestro Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario