Las
primeras palabras de este capítulo parecen respuesta para los escarnecedores de
aquella época. Hay aquí una profecía de la aparición de Juan el Bautista. Es el
heraldo de Cristo. Le preparará el camino, llamando a los hombres al
arrepentimiento. El Mesías ha sido llamado desde hace mucho tiempo, “El que
debe venir” y ahora vendrá dentro de poco. Él es el Mensajero del pacto.
Quienes
buscan a Jesús, encontrarán placer en Él a menudo cuando no lo esperan. El
Señor Jesús prepara el corazón de los pecadores para que sean su templo, por el
ministerio de su Palabra y las convicciones de su Espíritu, y Él entra como el
Mensajero de paz y consuelo.
Ningún
hipócrita o formalista puede soportar su doctrina o comparecer ante su
tribunal. Cristo vino a distinguir entre los hombres, a separar entre lo
precioso y lo vil. Se sentará como un refinador. Cristo, por su evangelio,
purificará y reformará su Iglesia, y por su Espíritu obrando con ella,
regenerará y limpiará las almas. Quitará la escoria de ellas. Apartará sus
corrupciones que invalidan e inutilizan sus facultades. El creyente no tiene
que temer la prueba feroz de las tentaciones y aflicciones por la cual afina su
oro el Salvador. Él cuidará que no sea más fuerte ni más larga que lo necesario
para su bien. La prueba terminará en forma muy diferente de la del impío.
Cristo los hará aceptos intercediendo por ellos. Donde no hay temor de Dios no
se debe esperar nada bueno. El mal persigue a los pecadores. Dios es inmutable.
Aunque la sentencia contra las malas obras no sea ejecutada pronto, será
ejecutada. El Señor es tan enemigo del
pecado como siempre. Todos nos podemos aplicar esto. Porque tenemos que ver con
un Dios que no cambia, es que no somos consumidos, porque sus misericordias no
fallan.
Los
hombres de esa generación se apartaron de Dios y no guardaron sus ordenanzas.
Dios les hace un llamado de gracia. Pero ellos dijeron: ¿En qué hemos de
volvernos? Dios nota las respuestas que nuestros corazones dan a las llamadas
de su Palabra. Muestra gran perversidad en pecado cuando los hombres hacen
excusas de las aflicciones para pecar, las cuales son enviadas para separar
entre ellos y sus pecados.
Aquí
hay una ferviente exhortación a la reforma. Dios debe ser servido en primer lugar
y debe preferirse el interés de nuestras almas antes que el de nuestros
cuerpos. Que ellos confíen en Dios que provee para su consuelo. Dios tiene
bendiciones preparadas para nosotros, pero por la debilidad de nuestra fe y la
estrechez de nuestros deseos, no tenemos lugar para recibirlas.
El
que hace la prueba encontrará que nada se pierde honrando al Señor con su
sustancia.
Entre
los judíos de esta época, algunos descubrieron sencillamente que eran hijos del
maligno. El yugo de Cristo es liviano. Pero quienes obran el mal, tientan a
Dios con pecados presuntuosos. Juzgad las cosas como se manifestarán cuando
llegue la condenación de los pecadores orgullosos para ser ejecutada.
Los
que temieron al Señor, que hablaron buenamente, para preservar y fomentar el
amor mutuo, cuando el pecado así abundaba. Ellos se hablaron unos a otros en el
lenguaje de los que temen al Señor y piensan en su nombre. Como las malas
comunicaciones corrompen las mentes y los buenos modales, así las buenas
comunicaciones las confirman.
Un
libro de recordatorios fue escrito ante Dios. Él cuidará que sus hijos no
perezcan con los que no creen. Ellos serán vasos de misericordia y de honra,
cuando el resto sea hecho vasos de ira y deshonra. Los santos son joyas de Dios,
son caros para Él. Los preservará como sus joyas, cuando la tierra sea quemada
como escoria. Quienes ahora reconocen a Dios como suyo, entonces Él los
reconocerá suyos.
Nuestro
deber es servir a Dios con la disposición de hijos y Él no tendrá a sus hijos entrenados en la
ociosidad, ellos deben servirle con un principio de amor. Hasta los hijos de
Dios tienen necesidad de la misericordia que salva. Todos son justos o
injustos, los que sirven a Dios o los que no le sirven, todos van al cielo o al
infierno. A menudo nos engañamos con nuestras opiniones acerca de uno y otro,
pero en el tribunal de Cristo, se conocerá el carácter de cada hombre. En
cuanto a nosotros, tenemos que pensar entre cuales tendremos nuestra suerte, y,
en cuanto a los demás, nada debemos juzgar antes de tiempo. Pero al final todo
el mundo confesará que fueron sabios y felices solo quienes que sirvieron al
Señor y confiaron en Él.
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