} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA LENGUA

lunes, 18 de agosto de 2014

LA LENGUA





La Palabra de Dios en la Biblia en Santiago capítulo 3 no habla sobre este órgano del cuerpo:
 1  Hermanos míos, no todos pueden ser maestros entre ustedes pues ya saben que Dios juzgará con más severidad a los que somos maestros. 2  Todos fallamos mucho, pero el que no cometa errores en lo que dice ha llegado a la perfección y puede controlar todo su cuerpo.  3  Nosotros ponemos el freno en la boca del caballo para que nos obedezca y así poder controlar todo su cuerpo. 4  Con un pequeño timón los pilotos obligan a grandes barcos a ir a donde ellos quieren que vayan, aun en medio de fuertes vientos.
 5  De la misma manera, la lengua es una pequeña parte del cuerpo, pero presume de grandes cosas. Hasta un gran bosque puede incendiarse con una pequeña y débil llama de fuego.  6  La lengua es como la chispa que prende el fuego. De todas las partes del cuerpo, la lengua es todo un mundo de maldad, contamina todo el cuerpo. La lengua incendia todo el curso de nuestra vida y sus llamas vienen del mismo infierno. 7  Los hombres siempre han podido domar toda clase de animales: pájaros, reptiles y peces. 8  Pero ningún hombre puede domar su lengua. Es como un mal que no descansa y está llena de veneno mortal. 9  Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre ¡y con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen y semejanza de Dios! 10  De manera que con la misma boca bendecimos y maldecimos. Eso, hermanos míos, no debería ser así.  11  ¿Acaso puede dar un manantial agua dulce y agua amarga al mismo tiempo?


Lashôn (לָשׁוין), «lengua; lenguaje; habla». Se conjetura que este vocablo podría tener su raíz en el término «lamer». El nombre se halla en ugarítico, acádico, fenicio y arábigo. Aparece 115 veces en el Antiguo Testamento hebreo, sobre todo en los libros poéticos y, en menor grado, en los proféticos.
Su primera mención es en Génesis 10:5: «De estos, las costas de las naciones se dividieron en sus tierras, cada uno conforme a su lengua, según sus familias, en sus naciones».
Perfecto, teleios: De telos, «fin». Teleios se refiere a aquello que ha alcanzado su fin, o sea, a lo terminado, completo, perfecto. Cuando se aplica a personas, significa integridad, e incluye la idea de totalidad. Más particularmente, cuando se la aplica a los creyentes, la palabra denota madurez.
Animal, psuchikos: Perteneciente a lo natural o físico, no espiritual. Es vivir en el dominio de los sentidos, interesado solamente en los asuntos de la vida presente. Ser sensual es identificarse con la concupiscencia, los deseos ilícitos y las prácticas impuras que exponen a la persona a las fuerzas demoníacas.
 Gálatas 5:16 nos amonesta: «Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne».


La instrucción era una tarea de gran valor y respeto en la cultura judía. Muchos judíos que abrazaron el cristianismo quisieron ser maestros. Santiago advirtió que, aunque es bueno pretender   enseñar, la responsabilidad es muy grande porque sus palabras y ejemplo afectan la vida espiritual de los demás. Desde un púlpito la exhortación requiere mucho estudio, reflexión y lo más importante, humillarse en oración pidiendo ayuda al Señor.

  Es importante tanto lo que  decimos como lo que no decimos. La apropiada manera de hablar no es decir solamente las palabras correctas en el momento oportuno, sino que también incluye controlar los deseos de querer decir lo que no debemos. Ejemplos del uso incorrecto de la lengua incluyen la murmuración, el chisme, el menospreciar a otros, la manipulación, la enseñanza falsa, la exageración, las acusaciones, la lisonja y la mentira. Antes de hablar, preguntémonos: "¿Es verdad lo que quiero decir, es necesario y es agradable?"

 Santiago compara el daño que puede causar la lengua con una llama de fuego. La perversidad de la lengua tiene su origen en el infierno mismo. La lengua sin control puede causar un terrible daño. Satanás usa la lengua para dividir a las personas e instigar enfrentamientos. La verdadera fuente del mal que no puede ser refrenado, representado por la lengua, es el infierno de la condenación. De un lado, la lengua arroja veneno mortal, del otro, está manipulada por espíritus malignos. El comentario anterior no significa que la lengua no hable bondades, sino que es frágil y propensa a hablar el mal por nuestro corazón natural lleno de pecado. Por lo tanto, ningún hombre puede domar la lengua. Con la ayuda del Espíritu podemos disciplinarnos y llegar a tener cierto dominio propio, con su ayuda se produce  la sujeción de la naturaleza inferior a la superior, de la entrega del yo al servicio de Dios y los hombres. . . por nosotros mismos jamás lograríamos un ligero  dominio propio, de ahí que debamos entregarnos y descansar en el Señor, Él conoce nuestra lucha.
En Proverbios 17:27 podemos leer: El que es inteligente mide sus palabras; el que es prudente mantiene la calma.
También en Job podemos leer en:
Job 20:12   Le encanta el mal y lo saborea bajo su lengua.
Job 20:13  Se niega a dejarlo ir, lo guarda bajo la lengua, como un dulce.
Job 20:14  Pero cuando le llegue al estómago, se le volverá amargo; como si hubiera tomado un veneno.
 Pero Aquel que sabe lo que hay en el corazón, sabe lo que hay bajo la lengua, y lo dejará al descubierto. El amor del mundo y de su riqueza también es maldad, y el hombre pone su corazón en estas cosas. El ego, el orgullo edulcoran la lengua para amargar.  El pecado es hecho bilis, lo más amargo que existe, le será veneno.
En el libro de los Salmos 140:1-3  1  Señor, líbrame de los perversos, protégeme de los violentos; 2  de los que están siempre haciendo el mal y provocando conflictos a cada momento  3  Su lengua es como serpiente venenosa; sus palabras destilan veneno. Selah*
Más ejemplos de cómo “la sin hueso” vive. En el Salmo 52:1-5  1  ¿Por qué tú, hombre poderoso, te enorgulleces de todo el mal que haces? El fiel amor de Dios es constante.
 2  Siempre estás planeando hacer el mal, tu lengua es traicionera como una navaja afilada.
 3  Prefieres el mal al bien, mentir a decir la verdad. Selah* 4  A ti y a tu lengua venenosa les encanta hacerle daño a la gente. 5  Por eso Dios te destruirá para siempre; te agarrará y te expulsará de tu vivienda; te arrancará la vida. Selah
Salmo 64:3    Afilan su lengua como afilar una espada; lanzan palabras venenosas como si fueran flechas.
 Salmo 73:9  Con su boca se enfrentan al cielo y con su lengua dominan la tierra.
Salmo 120:2-3  2  Señor, protégeme de los labios mentirosos y de la lengua embustera.
 3  Mentirosos, ¿qué ganan con mentir? ¿Qué van a recibir de más?

  Proverbios 17:20  El de mente corrompida jamás prosperará; el de lengua mentirosa se meterá en problemas.

Podía poner multitud de ejemplos, pero todos sabemos y reconocemos que nos puede.
 Las palabras ociosas y aborrecibles son peligrosas porque esparcen rápidamente destrucción y nadie puede detener los resultados una vez que se han pronunciado. Debemos tener cuidado con lo que decimos, pensando que más tarde nos podremos disculpar, ya que el daño permanece. 
Imaginemos, lo que decimos es como un clavo que colocamos en la pared, aunque lo retiremos, el daño está hecho. Podemos taparlo con yeso a modo de disculpa, pero la herida siempre permanecerá ahí, oculta. Algunas palabras expresadas con enojo pueden destruir una relación que necesitó años para establecerse. Antes de hablar, recordemos que las palabras son como el fuego, que no se les puede controlar ni se puede anular el perjuicio que pueden causar. La disculpa no puede repara la herida causada.

  Si ningún ser humano puede controlar la lengua, ¿para qué intentarlo? Aunque no logremos un control perfecto de ella, de todas maneras podemos descubrir cómo reducir el peligro que pueden provocar nuestras palabras.  Es mejor combatir un fuego que ir por los alrededores prendiendo otros.  No estamos enfrentándonos al fuego de la lengua en nuestras propias fuerzas. El Espíritu Santo nos dará mayor poder para controlar y supervisar lo que decimos, para que cuando seamos ofendidos, recordemos el amor de Dios y no reaccionemos de un modo vengativo. Cuando somos criticados, el Espíritu sanará nuestras heridas para que no respondamos violentamente con nuestras palabras. Por experiencia, procuro antes de abrir la boca, pensar que tengo frente a mí a Jesús y me pregunto si le gustaría dijera, hiciera, respondiera o pensara lo que estoy a punto de hacer. Pero a veces, debo admitir que el orgullo de la carne me puede, y peco. Es una lucha sin cuartel que mantendremos mientras vivamos en este cuerpo pecaminoso.

  A menudo nos desconcierta nuestro lenguaje contradictorio. A veces es correcto y agrada a Dios pero en otras ocasiones es violento y destructivo. ¿Cuál de estos refleja nuestra verdadera identidad? La lengua nos da una idea de nuestra naturaleza humana fundamental. Fuimos hechos a la imagen de Dios, pero también hemos caído en el pecado. Dios está interesado en cambiarnos de adentro hacia afuera. Cuando el Espíritu Santo purifica un corazón también da dominio propio de modo que la persona pueda decir las palabras que agradan a Dios.

 ¿Hemos conocido a alguien que afirma que es sabio pero que actúa con necedad? La sabiduría verdadera puede medirse por la profundidad del carácter de una persona. Así como podemos identificar un árbol por el tipo de fruto que produce, la forma de las hojas y su color, también podemos valorar nuestra propia sabiduría por la forma en que actuamos. La necedad conduce al desorden, pero la sabiduría conduce a la paz y a la bondad. ¿Estamos   tentados a agrandar el conflicto, hacer correr el chisme o echar leña al fuego de la discordia? Las conversaciones agradables, así como las palabras prudentes y amorosas, son semillas de paz. Dios ama a los pacificadores (Mat_5:9 Afortunados los que se esfuerzan por conseguir la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios).

  Es fácil para nosotros ser atraídos a deseos equivocados por la presión social y, a veces, por cristianos con buenas intenciones. Buscar la sabiduría de Dios nos libra de la necesidad de compararnos con los demás y de codiciar lo que ellos tienen. La verdadera sabiduría de la Palabra de Dios es enseñada por medio de la blanda humildad de los hombres.  El oficio es noble, pero pocos son aptos para él. Pocos gobiernan la lengua  y sólo los que la saben gobernar son aptos para el  enseñar la Palabra. Un maestro motivado por ambiciones egoístas siempre mentirá contra la verdad.
  Al principio se permitía a todos que enseñasen por turno. Quienes están en posición de enseñar la Palabra de Dios,  serán considerados responsables en lo que toca a seguir el ejemplo de Jesucristo, tanto en el espíritu y la conducta que manifiesten, como en sus palabras y actitudes.  



   












   







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