"Dios es Espíritu" significa que el
espacio físico no lo limita. Está presente en todo lugar y puede adorarse en
cualquier lugar, a cualquier hora. No es dónde adoramos lo que cuenta, sino
cómo adoramos. ¿Es nuestra adoración en espíritu y en verdad? ¿Tenemos la ayuda
del Espíritu Santo? ¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo en la adoración? El
Espíritu Santo intercede por nosotros (Romanos_8:26
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.), nos
enseña las palabras de Cristo (Juan_14:26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo
que yo os he dicho. ) y nos ayuda a sentirnos amados (Romanos_5:5 y la
esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.).
Cuando Jesús dijo "la salvación viene de
los judíos", manifestaba que solo por medio del Mesías, un judío, el mundo
hallaría salvación. Dios prometió que a través de la raza judía todas las
naciones serían bendecidas (Génesis 12:3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren
maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra). Los
profetas del Antiguo Testamento declararon que los judíos serían luz a las
naciones del mundo al llevarles el conocimiento de Dios, y anunciaron la venida
del Mesías judío que vendría a salvar a la nación y al mundo. La mujer que
estaba junto al pozo sabía estas cosas, por eso esperaba la venida del Mesías.
¡Pero no se le ocurrió que hablaba con El!
La "comida" a que Jesús se refiere
es el alimento espiritual. Incluye más que estudio bíblico, oración o
asistencia a la iglesia. También nos alimentamos haciendo la voluntad de Dios y
ayudando a que la obra de salvación se complete. No solo nos alimentamos con lo
que ingerimos, sino también con lo que damos en nombre de Dios.
Algunas veces
los cristianos se excusan para no testificar a familiares o amigos diciendo que
estos no están listos para creer. Jesús, sin embargo, aclara que alrededor de
nosotros hay una cosecha continua que espera la siega. No esperemos que Jesús nos
encuentre excusándonos. Miremos a nuestro alrededor. Hallarremos gente lista a
oír la Palabra de Dios.
Las recompensas que Jesús ofrece son la
alegría de trabajar para Él y ver la cosecha de creyentes. Por lo general, el
sembrador no ve sino la semilla, mientras que el segador ve los grandes
resultados de la siembra. Pero en la obra de Jesús, ambos serán recompensados
al ver nuevos creyentes entrar al Reino de Dios. La frase "otros
labraron" quizás se refiera al
Antiguo Testamento y a Juan el Bautista, el que preparó la senda para el
evangelio.
La mujer samaritana contó de inmediato su
experiencia a otros. Sin importarles su reputación, muchos aceptaron su
invitación y fueron al encuentro de Jesús. Tal vez haya pecado en nuestro
pasado del que estamos avergonzados, pero Cristo nos cambia. Cuando la gente ve
estos cambios, la mueve la curiosidad. Usemos estas oportunidades para presentarle
a Cristo.
Este oficial del rey era quizás un oficial al
servicio de Herodes. Caminó unos treinta y dos kilómetros para ver a Jesús y se
refirió a Él como "Señor", poniéndose bajo su mando aunque tenía
autoridad legal sobre El.
Este milagro era más que un favor a aquel
oficial: era una señal para todo el mundo. El Evangelio de Juan está dirigido a
toda la humanidad para que crean en el Señor Jesucristo. Aquel funcionario del
gobierno tenía la certeza de que lo que Jesús dijera podía realizarse. Creyó, y
vio una señal maravillosa.
El oficial no solo creyó que Jesús podía
sanar, sino que le obedeció cuando le dijo que se fuera a su casa, demostrando
así su fe. No es suficiente decir que creemos que Jesús puede hacerse cargo de
nuestros problemas. Necesitamos actuar en consecuencia. Cuando oremos por una
necesidad o problema, creamos que Jesús puede hacer lo prometido.
Los milagros de Jesús no fueron simples
ilusiones productos del optimismo. A pesar de que el oficial tenía a su hijo a
treinta y dos kilómetros de distancia, sanó cuando Jesús lo dijo. La distancia
no era un problema porque Cristo domina el espacio. Nunca podremos poner
demasiada distancia entre nosotros y Cristo al grado que no pueda ayudarnos.
Podemos ver cómo se desarrolló la fe del oficial.
Primero, creyó lo suficiente para ir a pedirle ayuda al Señor. Segundo, creyó
en la seguridad de las palabras de Jesús de que su hijo sanaría y actuó en
correspondencia. Tercero, él y toda su casa creyeron en Jesús. La fe es un regalo que se desarrolla en la
medida que lo usamos.
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