} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LOS CUATRO PRIMEROS SELLOS

miércoles, 27 de septiembre de 2017

LOS CUATRO PRIMEROS SELLOS


Apocalipsis 6; 1-8

1 Y vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía como con voz de trueno: «Ven.» 2 Y miré, y apareció un caballo blanco, y el que lo montaba llevaba un arco, y se le dio una corona y salió vencedor y para vencer.

        Los cuatro primeros sellos forman un grupo coherente formado con un motivo homogéneo, los llamados «cuatro jinetes del Apocalipsis»; también su encargo, insinuado con diferentes colores y arreos, representa un todo en sí. Los cuadros trazados en forma concisa y acertada toman sus elementos de las visiones nocturnas del profeta Zacarías (Zacarías_1:8-10; Zacarías_6:1-8), aunque combinados en diseños autónomos. El fondo sobre el que transcurre el hecho es el cuadro desarrollado en la visión introductoria. El Cordero va abriendo un sello tras otro. El transcurso del acontecer que con ello viene desencadenado lo pone en marcha en cada caso uno de los cuatro seres vivientes con una orden de mando como un trueno; ninguna calamidad viene de Dios, sino del ámbito de las fuerzas creadas; la omnipotencia soberana de Dios y del Cordero sobre todo acontecer se notifica en este cuadro mediante un silencio mayestático.

   Muchos ven al jinete sobre el caballo blanco como un símbolo del poder político internacional bajo la forma de la conquista militar. Otros ven en el jinete del caballo blanco a Cristo, moviéndose triunfalmente en medio de su Iglesia durante los agónicos acontecimientos que se aproximan, venciendo a través de la tribulación y para vencer finalmente sobre todo. El jinete que monta el caballo blanco recuerda a primera vista el jinete del Logos. Cristo abre el primer sello. El primer sello representa a Cristo en su obra conquistadora por medio del evangelio (Zacarías_19:11-13); al igual que éste, aparece como triunfador; la corona que se le entrega simboliza, como se explica expresamente, el triunfador invencible; como modelo del cuadro pudo servir el jinete armado de arco, como se lo conocía en las tropas de choque de los persas, que no habían sido nunca derrotadas definitivamente por los romanos.
Cuando cada uno de los siete sellos se cortaba y abría, un nuevo terror caía sobre la Tierra. El primer terror se simboliza bajo la forma de un caballo blanco con su jinete. ¿Qué o a quién representan? Se han sugerido dos explicaciones, una de las cuales no puede ser acertada.
  Se ha sugerido que el jinete del caballo blanco es el mismo Cristo victorioso. A esta conclusión se llega porque algunos comentadores conectan esta figura con la de Apocalipsis 19:11 s, que nos presenta un caballo blanco sobre el que cabalga Uno llamado Fiel y Verdadero y coronado con muchas coronas. Que es el Cristo victorioso.  
Aquí la corona es stéfanos, que es la corona del vencedor, mientras que la de Apocalipsis 19 es diádéma, la corona real. El pasaje que estamos estudiando presenta un ¡ay! tras otro y un desastre tras otro; una presentación del Cristo victorioso estaría aquí fuera de lugar. Esta imagen nos habla, no de la venida del Cristo victorioso sino de la de los terrores de la ira de Dios.
 Los dispensacionalistas ven en el v. 1 el comienzo de la gran tribulación, y al jinete del caballo blanco  v. 2  como un contrincante de Cristo que cabalga para ganarse la adulación y la sumisión del mundo.  No cabe duda que el caballo blanco y su jinete representan la conquista de la guerra.
Cuando un general romano celebraba un triunfo, es decir, cuando desfilaba por las calles de Roma con su ejército y sus cautivos y su botín después de una gran victoria, eran caballos blancos, el símbolo de la victoria, los que estaban uncidos a su carroza.
Pero como ya hemos dicho en la introducción a este pasaje, Juan reviste sus predicciones del futuro con imágenes del presente que sus lectores podían reconocer. El jinete del caballo blanco llevaba en la mano un arco. En el Antiguo Testamento el arco siempre representa poder militar, como ha seguido sucediendo en España hasta recientemente. En la derrota final de Babilonia, sus valientes serían llevados cautivos, y sus arcos quebrados -es decir, su poder militar sería destruido Jeremías_51:56). «Aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Jezreel» Oseas_1:5). Dios quiebra el arco, destroza la lanza e incendia los carros; es decir: no Le puede resistir ningún poder militar humano Salmo_46:9). El arco, entonces, siempre representaría un poder militar. Pero hay una figura en particular que los Romanos y todos los habitantes de Asia reconocerían al instante. El único enemigo que temían los Romanos era el poder de Partia. Los partos habitaban en las fronteras del lejano Oriente del Imperio Romano, y eran el azote de Roma. El año 62 d C. tuvo lugar un acontecimiento sin precedentes: un ejército romano había sometido a Vologeso, el rey de los partos. Los partos montaban caballos blancos, y eran los arqueros más famosos de la antigüedad. «Disparar la flecha del parto» sigue siendo en muchas lenguas el golpe final, irresistible y devastador, que alude tal vez a la habilidad de los jinetes partos de acribillar al enemigo disparando sus arcos por encima del hombro cuando fingían una retirada.
Así es que el caballo blanco y su jinete con arco representan el militarismo y la conquista.
Aquí tenemos algo que los hombres han tardado mucho en aprender. La conquista militar se ha representado como una gran hazaña; pero es siempre una tragedia. Cuando Eurípides quería describir la guerra en el teatro, no se traía un ejército con sus banderas, sino a una anciana encorvada y aturdida que llevaba de la mano a un niño llorando porque había perdido a sus padres. Durante la Guerra Civil española contó un reportero cómo se había dado cuenta de pronto de lo que era la guerra: estaba en una ciudad española en la que las partes contendientes llevaban a cabo una guerra de guerrillas. Vio andando por una acera a un chiquillo, que sin duda se había perdido, aturdido y aterrado, arrastrando un juguete que había perdido las ruedas. De pronto resonó el disparo de un fusil, y el niño cayó al suelo, muerto. Eso es la guerra. El primero de los trágicos terrores de los tiempos terribles, Juan coloca al caballo blanco con su jinete con arco, la visión de la tragedia de la conquista militarista.


Ahora bien, esta figura simbólica difícilmente puede referirse a Cristo; en efecto, Cristo está ya representado en el cuadro por el Cordero que abre los sellos, y además Cristo no podría aparecer nunca obedeciendo a la orden de una criatura (uno de los seres vivientes). Apenas si puede tampoco tratarse de la marcha triunfal del Evangelio por el mundo, que según Marcos_13:8 tendrá lugar antes del fin. El grupo de los jinetes, estructurado sin duda alguna como una unidad coherente y por tanto concebido como tal, quedaría desarticulado si uno de los cuatro jinetes no debiera considerarse como portador de calamidad al igual que los tres otros entre las tribulaciones del tiempo final; Mateo_24:6 menciona, en primer lugar, la guerra; también aquí está seguramente significada por el primer jinete. Eventualmente en la imagen del jinete que va en cabeza podría haberse incorporado también la figura más importante del acontecer escatológico: el Anticristo, bajo cuya dirección victoriosa se hallan las confusiones y extravíos que preceden al fin. La idea surge naturalmente por dos razones: En el apocalipsis sinóptico se halla al comienzo mismo, inmediatamente antes del anuncio de guerras, la puesta en guardia contra los falsos Mesías; además, también el color blanco y la corona de vencedor encajarían bien en el cuadro, puesto que en el Apocalipsis se describe generalmente al Anticristo como una tentativa de imitación de Cristo y en el tiempo final sale victorioso hasta que el Señor que retorna acaba por desarmarlo.

En este primer cuadro, que muestra en acción poderes hostiles a Dios y, por tanto, también contrarios a la creación, aparece también por primera vez la fórmula «le fue dada», que se repite como un estereotipo en análogas descripciones. En esta forma pasiva hay que sobrentender como sujeto agente a Dios; esta perífrasis en forma pasiva se había desarrollado en el judaísmo para evitar mencionar el nombre de Dios.

Juan recuerda constantemente con esta fórmula que, contrariamente a la impresión externa que a veces se impone, el poder del mal no puede tener manifestación ni eficacia alguna por su cuenta y sólo puede entrar en acción cuando, y mientras, Dios lo permite.

3 Y cuando abrió el segundo sello oí al segundo ser viviente que decía: «Ven.» 4 Y salió otro caballo, rojo, y al que lo montaba se le dio el poder de quitar la paz de la tierra y de hacer que se degollaran unos a otros; y se le dio una gran espada.

El Cordero abre el segundo sello. El segundo ser viviente decía lo mismo que el primero.   
            La obra salvadora de Cristo es seguida por la obra destructora de Satanás. El segundo sello representa matanza y mortandad de gente. Dondequiera que vaya Cristo, viene en seguida la persecución. El segundo jinete viene claramente caracterizado por sus distintivos como mensajero de infortunio. El rojo, color de la sangre y del fuego, es en el Apocalipsis el signo indicador de los poderes hostiles a Dios. Su instrumento es la espada y su obra es la guerra, que por el tenor de las palabras («se degollaron unos a otros») parece entenderse más bien como guerra civil (Mateo_24:7), que en comparación con las guerras entre las naciones -simbolizadas por el primer jinete- es generalmente más cruel y asoladora; en este sentido la acción del segundo factor de infortunio implica una graduación con respecto al primero. Tanto las guerras exteriores como las del interior (revueltas, subversiones violentas) tienen su fuerza motriz en el mal, por lo cual ningún enfrentamiento sangriento podrá ser nunca cohonestado con una designación como «guerra santa», ni se le podrá nunca añadir el calificativo de «religioso».
Y cuando abrió el segundo sello le oí decir al segundo ser viviente: «¡Adelante!» Y salió al frente otro caballo de color rojo de sangre, y al que lo montaba se le permitió despojar de paz a la Tierra y hacer que los hombres se mataran .entre sí, y se le dio una gran espada.
El jinete sobre el caballo bermejo es el símbolo de la guerra civil y el conflicto violento. La función del segundo caballo y su jinete es despojar de la paz a la Tierra. Representan esa rivalidad destructiva que pone a las personas y a las naciones unas contra otras en un caos de trágica destrucción. Esto tiene dos trasfondos.
  Juan estaba escribiendo en un tiempo en el que la guerra de aniquilación mutua estaba diezmando el mundo. En los treinta años antes del reinado de Herodes el Grande, 67 a 37 a C., solamente en Palestina no menos de 100,000 hombres perecieron en revoluciones fracasadas. En el año 61 d C. se suscitó una rebelión en relación con el nombre de la reina Boadicea. Los romanos la aplastaron. Boadicea se quitó la vida, y perecieron 150,000 hombres.
  En las figuras judías del fin del mundo, uno de los elementos esenciales es la desintegración completa de todas las relaciones humanas: " Cada uno peleará contra su hermano, y cada uno contra su prójimo; ciudad contra ciudad y reino contra reino» (lsaías 19:2). «Cada uno llegará a las manos con su compañero, y se levantarán las manos unos contra otros» (Zacarías_14:13). Se asesinarán unos a otros desde el amanecer hasta el ocaso. El amigo le hará la guerra a su amigo; los amigos se atacarán repentinamente mutuamente (Esdras_5:9; Esdras_6:24). Algunos caerán en el combate, otros morirán de angustia, y a otros los destruirán los suyos. Muchos se inflamarán de ira para hacer daño a muchos, y levantarán a todos los hombres para derramar sangre, y todos acabarán por perecer juntos.
La visión del fin describía un tiempo en el que se destruirían todas las relaciones humanas y el mundo sería un caldero hirviente de odios crueles.
Sigue siendo verdad que una nación en la que hay divisiones entre las personas y las clases sociales y el odio se basa en ambiciones competitivas y deseos egoístas está condenado a desaparecer; y el mundo en el que las naciones pelean a muerte las unas con las otras se apresura a su final.


5 Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: «Ven.» Y miré; y apareció un caballo negro, y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6 Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes que decía: «Una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario. Pero el aceite y el vino no los dañes.»

El tercer jinete en caballo negro va casi siempre en el séquito del primero y del segundo, la guerra; aquí simboliza el hambre (Mateo_24:7) y sus consecuencias, la mortandad en masa (el color negro). La balanza con que se deben pesar las raciones pinta drásticamente la penuria de alimentos, y la indicación de los precios del trigo y de la cebada, necesarios para la fabricación del pan, significa la carestía. Un denario era entonces el jornal de un día. Los perjuicios causados por el jinete portador de calamidad se restringe a la cosecha de primavera; los frutos de otoño, el aceite y el vino , se exceptúan expresamente. A las posibilidades de aniquilamiento por el tercer jinete pone explícitamente límites el poder supremo, al que él debe obedecer.
Nos ayudará a entender la idea que subyace bajo este pasaje el recordar que Juan se refiere, no al fin del mundo, sino a las señales y acontecimientos que lo precederán. Así es que aquí el caballo negro y su jinete representan el hambre, una hambruna severa y de graves consecuencias, pero que no es tan extrema como para matar. Hay trigo -aun precio prohibitivo; y no son afectados ni el vino ni el aceite.
Las tres cosechas principales de Palestina eran los cereales, el aceite y el vino, que son las que se mencionan siempre cuando se habla del producto de la tierra (Deuteronomio_7:13; Deuteronomio_11:14; Deuteronomio_28:51; Oseas_2:8; Oseas_2:22). El jinete del caballo llevaba en la mano una romana. En el Antiguo Testamento, la frase comer pan al peso indica la mayor escasez. Dios amenaza que, si el pueblo es desobediente, " os devolverán el pan (que os hayan horneado) al peso» (Levitico_26:26). Dios amenaza a Ezequiel: " Quebrantaré el sustento de pan en Jerusalén; comerán el pan por peso y con angustia» (Ezequiel_4:16).
No era extraño que hubiera aceite y vino cuando faltaban los cereales. El olivo y la vid tienen las raíces más profundas que el trigo, y pueden resistir una sequía que destruye los cereales. Cuando Jacob tuvo que mandar a sus hijos a Egipto por trigo en los días del hambre de tiempos de José, todavía podía mandar frutos escogidos de la tierra (Genesis_43:11). Pero es cierto que una situación en la que no faltaran el aceite y el vino pero el pan estuviera prohibitivamente caro sería la equivalente a una en la que hubiera lujos abundantes pero escaseara lo más necesario.
Podemos ver la gravedad de la escasez por la afirmación de la voz de entre los cuatro seres vivientes. Una medida de trigo o tres de cebada costaban un denarius. La medida era un joinix, que equivalía a un litro, y que se definía corrientemente en el mundo antiguo como la ración diaria de un hombre. Un denarius era el jornal de un obrero, que solo se podría comparar con el de los países más pobres. Normalmente un denarius era el precio de entre ocho y dieciséis medidas de trigo, y tres o cuatro veces más de cebada. Lo que Juan está pronosticando es una situación en la que todo el jornal de un obrero se necesitaría para comprar lo absolutamente necesario para su subsistencia personal, sin que quedara nada para las otras necesidades de la vida o para la familia. Si en vez de trigo compraba cebada podía arreglárselas para darle algo a su mujer y familia, pero no le quedaría para comprar ninguna otra cosa.
Podemos ver que, aunque Juan estaba hablando de las señales que precederían al tiempo del fin, estaba pintándolas realmente en términos de situaciones históricas que muchos reconocerían. Había habido hambres desesperadas en tiempos de Nerón que no habían afectado al lujo de los ricos. Hubo una ocasión en que llegó un barco de Alejandría a Italia. El gentío hambriento creyó que era un barco de trigo, porque todos los barcos de trigo procedían de Alejandría, y se amotinaron cuando descubrieron que el cargamento no era trigo sino una clase especial de arena del Delta del Nilo para extenderla en el circo para el espectáculo de los gladiadores. Este pasaje tiene un eco sorprendente en ciertos sucesos del reinado de Domiciano, por el tiempo en que estaba escribiendo Juan. Hubo una escasez muy seria de grano y un exceso de vino. Domiciano adoptó la medida drástica de decretar que no se plantaran nuevas viñas y que se desarraigaran la mitad de las ya existentes en las provincias. En consecuencia de ese edicto, los de la provincia de Asia, que era donde vivía Juan, estuvieron a punto de rebelarse, porque sus viñas eran una de sus fuentes principales de ingresos. En vista de la reacción violenta del pueblo de Asia, Domiciano rescindió el edicto y mandó que se procesara a los que dejaran de cultivar sus viñas. Aquí tenemos una situación en que escaseó el trigo y sin embargo estaba prohibido reducir la producción de vino y aceite.
Así es que esta descripción del hambre coincidía con la del lujo. Siempre ha habido algo trágicamente lamentable en una situación en la que algunos tienen demasiado y otros carecen de lo más esencial. Eso es siempre una señal de que la sociedad en la que se da está abocada a la ruina.
Hay otro detalle interesante que se ha sugerido que hay en este pasaje. Es de entre los cuatro seres vivientes de donde viene la voz hablando de los precios de hambre. Ya hemos visto que los cuatro seres vivientes puede que simbolicen lo mejor de la naturaleza; y se puede tomar esto como la protesta de la naturaleza contra el hambre en la sociedad. Lo trágico es casi siempre que la naturaleza produce bastante; y más de lo necesario, pero que hay muchas personas a las que nunca llega la abundancia. Es como si Juan indicara simbólicamente que la misma naturaleza protesta cuando sus dones se usan de manera egoísta e irresponsable contribuyendo al lujo de los pocos y a la estrechez de los más.


7 Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: «Ven.» 8 Y miré, y apareció un caballo bayo, y el que montaba sobre él tenía por nombre «la muerte», y le acompañaba el Hades. Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada, con hambre o con peste y con las fieras de la tierra.

El cuarto jinete, un caballo bayo (amarillento, color de cadáver) viene designado por su nombre, thanatos. En realidad esta palabra griega puede significar, además de «muerte», también «peste», o en general «epidemia»; aquí se ha de entender probablemente en este último sentido; en efecto, la muerte es el acompañamiento de los cuatro jinetes; un punto de apoyo para admitir este último significado se halla también en la circunstancia de que el final del vers. 8 está tomado literalmente de Ezequiel 14:21: «...mis cuatro terribles azotes: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste». Como al tercer jinete, también al cuarto se le fija la medida que no puede rebasar.
Al considerar este pasaje debemos seguir teniendo presente que no trata del fin del mundo sino de las señales que lo precederán. Por eso es la cuarta parte de la Tierra la que está implicada en la muerte y el desastre. Se trata de un tiempo terrible, pero todavía no ha llegado el momento de la destrucción total.
La descripción es sombría. El caballo tiene un color pálido. La palabra original es jlórós, que quiere decir pálido en el sentido de lívido, y se usa de un rostro lívido de terror. El pasaje se complica por el hecho de que la palabra griega thánatos se usa con un doble sentido. En el versículo 8 quiere decir tanto muerte como peste.
Juan estaba escribiendo en un tiempo en el que el hambre y la peste devastaban el mundo; pero en este caso está pensando en términos del Antiguo Testamento, que habla más de una vez de «los cuatro juicios terribles.» Ezequiel oyó decir a Dios que se acerca el tiempo en que Él mandará Sus «cuatro juicios terribles contra Jerusalén» -espada, hambre, fieras y peste (Ezequiel_14:21).
En Levítico hay un pasaje que habla de los castigos que Dios mandará sobre Su pueblo a causa de su desobediencia. Las fieras les arrebatarán a sus hijos y destruirán su ganado y los reducirán en número. La espada vengará su infidelidad al pacto. Cuando se reúnan en sus ciudades, se encontrarán con la peste. Les quebrantará el sustento del pan, y cuando coman no se saciarán Levítico_26:21-26
 Aquí Juan está usando un cuadro tradicional de lo que sucede cuando Dios lanza Su ira sobre Su pueblo desobediente. Tras él se encuentra la verdad permanente de que ninguna persona o nación puede escapar las consecuencias de su propio pecado.


La impresión de horror del último jinete viene reforzada todavía por su acompañamiento, el Hades, la mansión de los muertos; éste, como ave de rapiña, aguarda el botín que le ha de tocar en la secuela de los jinetes. La visión de los cuatro portadores de infortunio termina así en un cuadro semejante a las representaciones medievales de las llamadas danzas de la muerte.

Por lo demás, los jinetes apocalípticos no están tratados en esta visión como precursores del próximo fin del mundo, como tampoco en los desarrollos análogos del apocalipsis sinóptico «el comienzo del doloroso alumbramiento» se entiende como indicio del fin que se acerca. En todo el tiempo que va de la ascensión del Señor a su segunda venida, el tiempo final, estos factores y poderes de desolación llevan adelante su obra de destrucción en la historia. Es significativo que en la visión aparezcan por orden de un ser creado y no por orden de Dios. La perversión terrestre, la voluntad de dominio político y económico, el odio y la envidia por necesidad y por orgullo los sacan constantemente a la palestra. No Dios, sino el mundo mismo impide la realización del paraíso en la tierra. Si también los creyentes son afectados por toda calamidad, saben, sin embargo, que Dios domina como Señor sobre todo tiempo y sobre todo lo que en él sucede; esta certeza significa, además, que todas las pruebas les vienen asignadas por Dios como preparación para la salvación (Romanos_8:28).

  El período del cuarto sello es uno de gran carnicería y devastación, que destruye lo que pueda traer felicidad a la vida, asolando las vidas espirituales de los hombres. Así, pues, el misterio de iniquidad fue completado, y su poder extendidos sobre las vidas y las conciencias de los hombres. No se puede discernir las fechas exactas de estos cuatro sellos, porque los cambios fueron graduales.
Dios les dio poder, esto es, los hizo instrumentos de su ira o de juicios: todas las calamidades públicas están bajo su mando; sólo avanzan cuando Dios las manda y no van más allá de lo que Él permite.
A los cuatro jinetes se les ha dado poder sobre la cuarta parte de la tierra. Esto indica que Dios aún está limitando su juicio; todavía no se ha completado. Con estos juicios todavía hay tiempo para que los incrédulos se vuelvan a Cristo y se aparten del pecado. En este caso, el castigo limitado no solo muestra la ira de Dios sobre el pecado, sino también su amor misericordioso al darles a los pecadores otra oportunidad de que se vuelvan a El antes que ejecute el juicio final.



¡Maranatha!

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