1Pedro 5; 8
“Sed sobrios, y velad; porque
vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
quien devorar;”
Estos dos verbos, ser sobrios y velar, aparecen así juntos también en 1Tesalonicenses_5:6. El sobrio tiene control de sí en
toda circunstancia. La sobriedad es necesaria para la vigilancia.
Aunque Dios tiene
cuidado de nosotros , y por eso echamos toda nuestra ansiedad sobre Él, al
mismo tiempo nosotros tenemos que ejercer precaución y tomar acción positiva en
esta cuestión de no ser devorados por el diablo. Satanás tiene sus
maquinaciones (2Corintios_11;14) y se disfraza
como ángel de luz. Esta situación demanda una vigilancia continua.
La palabra griega para
"adversario" es antidikos, compuesta de anti (contra) y dikos (juicio
o demanda, como en corte civil). Es, pues, como nuestro contrincante en la
corte civil (Mateo_5:25; Lucas_12:58)
Esta
palabra griega significa en general cualquier adversario. Pero, no nos
engañemos; el diablo nos es adverso en todo. Es el "enemigo" (Mateo_13:39); es homicida (Juan_8:44);
es tentador (Lucas_4:13). El mundo inconverso
quiere que nos riamos al mencionarse el Diablo, para evitar así que lo tomemos
en serio. Pero Pedro dice, "sed sobrios y velad". El Diablo tienta al
hombre para tener algo con que poder acusarle delante de Dios.
El Diablo sabe que el infierno ha sido preparado para él, y para sus
ángeles (Mateo_25:41), y quiere que el hombre le
acompañe allí. Quiere, pues, "devorarle", por medio de la tentación
de la carnalidad y la subsiguiente caída del hombre en la condenación. Sintiéndonos
solos, débiles, abandonados y alejados de otros creyentes, preocupados en
nuestros problemas hasta el punto de que olvidemos estar atentos al peligro, es
cuando especialmente somos vulnerables a los ataques de Satanás. En el tiempo
de sufrimiento mantengamos los ojos en Cristo, y resistamos al diablo. Luego,
dice Santiago, "huirá de vosotros" (Santiago_4:7).
Este "león" tiene hambre y tiene ira respecto al hombre. Dios no ha
prometido incondicionalmente guardarnos de los ataques de Satanás; tenemos que
ser sobrios y velar. Él no es cualquier enemigo u oponente.
Pedro debe de estar
acordándose de cómo el diablo le había vencido para que negara a su Señor.
La-fe de una persona debe ser como una muralla contra la que se estrellan en
vano los ataques del diablo. El diablo, como cualquier agresor, acaba por
retirarse cuando se le resiste valientemente con el poder de Jesucristo.
1 Samuel 22; 23
“Quédate conmigo, no temas; quien
buscare mi vida, buscará también la tuya; pues conmigo estarás a salvo.”
Es notable que David admite responsabilidad por
la matanza. David lamentó mucho la desgracia. Gran trastorno para un hombre
bueno es comprender que ha sido el causante del mal para terceros. Solamente
una persona psicológicamente honesta puede hacer una declaración como ésta. No
quiere decir necesariamente que tal persona sea buena, pero significa que tiene
la valentía de confrontar la realidad y confesar su existencia. Debe de haber
estado muy apesadumbrado cuando consideró que su mentira había sido la causa de
este suceso fatal. Tal honestidad es la base para todas las demás virtudes. Sin
esta honestidad nunca supera actitudes egocéntricas. Aquí, una vez más, se ve
la gran diferencia entre David y Saúl. El rey no trataba con honestidad la
realidad de las circunstancias y negaba su culpabilidad. David habla con
certidumbre de su propia seguridad y promete que Abiatar tendrá su protección.
Con el Hijo de David todo los que son suyos pueden tener la seguridad que
estarán salvaguardados, Salmo 16; 1 Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
En la prisa y la distracción en que estaba
continuamente David, halló tiempo para tener comunión con Dios y halló consuelo
en ella.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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