} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL QUINTO SELLO

miércoles, 27 de septiembre de 2017

EL QUINTO SELLO


Apocalipsis 6; 9-11
9 Y cuando abrió el quinto sello, vi al pie del altar las almas de los degollados por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían.

  El Cordero abre el quinto sello, y así revela el reposo gozado por las almas de los mártires, y la razón por qué hay una demora en su venganza. La sala del trono del Omnipotente se transforma en un templo celestial con un altar, contrapartida del altar de los holocaustos en el templo de Jerusalén, a cuyo pie se derramaba la sangre de los animales sacrificados en señal de que su vida había sido ofrecida a Dios. El altar representa el altar del sacrificio en el templo donde se ofrecían los animales para expiar nuestros pecados. En lugar de la sangre de los animales al pie del altar, Juan vio las almas de los mártires que habían muerto por predicar el evangelio. A estos mártires se les había dicho que muchos más perderían la vida por su fe en Cristo. Al tener que afrontar la guerra, la hambruna, la persecución y la muerte, los cristianos serán llamados a permanecer firmes por lo que creen. Solamente los que permanezcan firmes hasta el fin serán premiados por Dios (Marcos_13:13).
Por eso ve Juan a los mártires cristianos al pie del altar celestial, porque los que han sido asesinados por la Palabra de Dios y por el testimonio son personas sacrificadas.
Dice Levítico_17:11, "Porque la vida de la carne en la sangre está". El hombre tiene alma; los Testigos de Jehová enseñan lo contrario. En la sangre está la vida de la carne, pero el alma es otra cosa. Ellos habían sido muertos porque defendían el evangelio de Cristo. Su sangre había sido derramada. Murieron, pues la vida de la carne en la sangre está. Pero ¡no dejaron de existir! ¡No fueron aniquilados y olvidados! Juan vio sus almas, y oyó sus voces y lo que decían.
            Ellos se refirieron a los que "moran en la tierra", porque ellos estaban en el Hades, donde moran las almas hasta la resurrección. ¡Estaban conscientes! La muerte del cuerpo no es el fin de la existencia de uno, porque el hombre es más que cuerpo y respiración. Este pasaje es un golpe de muerte a la doctrina del materialismo de que el alma "duerme" y por eso no siente ni sabe nada.

También a la descripción del «comienzo del doloroso alumbramiento»  sigue la predicción de graves persecuciones (Mateo_24:9). Como «el testigo fiel y veraz» (Mateo_3:14) llevó a cabo en la cruz la entrega total al Padre, así las víctimas de la persecución, por la virtud del sacrificio de su Señor y como imitación de sus sentimientos y de su fidelidad, entregaron su vida por Dios. Por eso están también ahora, como el Cordero, en el santuario del cielo, en la proximidad de Dios.
Y se le dio a cada uno de ellos una túnica blanca, y se les dijo que descansaran todavía otro poco hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que habían de ser muertos.

Al romperse el quinto sello se presenta la visión de las almas de los que han muerto por la fe.
Jesús no dejó a Sus seguidores en la menor duda en cuanto a los sufrimientos y el martirio que serían llamados a sufrir. «Entonces os entregarán a tribulación, os matarán y seréis odiados por todos por causa de Mi nombre» (Mateo_24:9; Marcos_13:9-13; Lucas_21:12; Lucas_21:18). Llegaría el día en que los que mataran a los cristianos creerían que estaban prestándole un servicio a Dios (Juan_16:2).
La idea de un altar en el Cielo se encuentra más de una vez en Apocalipsis (8:5; 14:18). No era ni mucho menos una idea nueva. Cuando se hizo el mobiliario del Tabernáculo, cada pieza se hizo conforme al modelo que Dios poseía y le mostró a Moisés (Exodo_25:9; Exodo_25:40 ; Numeros_8:4 ; Hebreos_8:5 ; Hebreos_9:23). Los que escribieron acerca del Tabernáculo y del Templo estaban convencidos de que el modelo de todas las cosas santas existía en el Cielo.
Las almas de los que habían sido ajusticiados estaban allí, debajo del altar. La imagen está tomada directamente del ritual de los sacrificios del Templo. Para un judío, lo más santo de cualquier sacrificio era la sangre, porque la sangre se identificaba con la vida, y la vida pertenecía a Dios (Levítico 17: 11 -14). Por esa razón, se estipulaba específica la ofrenda de la sangre.
" Echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto» (Levítico_4:7). Es decir: la sangre se ofrecía al pie del altar.
Esto nos da el sentido de este pasaje. Las almas de los mártires están debajo del altar. Es decir: su sangre vital se ha derramado como una ofrenda a Dios. La idea de que la vida de los mártires es un sacrificio ofrecido a Dios estaba en la mente de Pablo. Dice que se regocijará si es ofrecido en el sacrificio y el servicio de la fe de los Filipenses (Filipenses_2:17). "Yo ya estoy a punto de ser sacrificado,» le dice a Timoteo (2 Timoteo_4:6).
En tiempos de los Macabeos los judíos sufrieron terriblemente a causa de su fe. Hubo una madre cuyos siete hijos fueron amenazados de muerte por su lealtad a la fe judía. Ella los animó a no ceder, y les recordó que Abraham no se había negado a ofrecer a Isaac. Les dijo que, cuando llegaran a la gloria, tenían que decirle a Abraham que él había construido un altar de sacrificio, pero la madre de ellos había construido siete. En el judaísmo posterior se decía que el arcángel Miguel sacrificaba en el altar del Cielo las almas de los íntegros y de los que habían sido fieles en el estudio de la Ley. Cuando Ignacio de Antioquía iba de camino a Roma para sufrir el martirio, pedía en oración ser hallado digno de ser un sacrificio para Dios.
Hay aquí una verdad grande y alentadora. Cuando una persona buena muere por causa de la bondad, puede que parezca una tragedia, o el desperdicio de una vida noble, o la acción de los malos, y por supuesto que puede que sea todas esas cosas; pero cada vida que se ofrece por el bien y por la verdad y por Dios es a fin de cuentas más que cualquiera de esas cosas: es una ofrenda que se hace a Dios.
Hay tres cosas en esta sección que debemos notar:

  Tenemos el grito eterno de los justos dolientes
«¿Hasta cuándo?" Este era el grito del salmista. ¿Hasta cuándo se les iba a permitir a los paganos afligir al justo pueblo de Dios? ¿Hasta cuándo se les iba a consentir burlarse de Su pueblo preguntándole dónde estaba su Dios y qué estaba haciendo? (Salmo_79:5-10). Lo que debemos recordar es que cuando los santos de Dios lanzaron este grito estaban sorprendidos ante la aparente inactividad de Dios, pero no tenían la menor duda de que Él habría de intervenir definitivamente para vindicar a los justos.

  Tenemos aquí una actitud que nos es fácil criticar.
 Los santos deseaban de hecho ver que sus perseguidores recibían su justo castigo. Nos es difícil comprender la idea de que parte del gozo del Cielo fuera ver el castigo de los pecadores en el Infierno.  
  Tertuliano  había de burlarse de los paganos con su amor a los espectáculos, y decirles que el espectáculo que esperaban los cristianos con más ilusión era ver a sus perseguidores retorcerse en el Infierno:

Os encantan los espectáculos; pero esperad el mayor de todos los espectáculos, el juicio final y eterno del universo. ¡Cómo admiraré, cómo me reiré, cómo me regocijaré, cómo celebraré cuando contemple a tantos monarcas orgullosos, y supuestos dioses, gimiendo en el más profundo abismo de tinieblas; a tantos magistrados que persiguieron el nombre del Señor, retorciéndose en llamas más feroces que las que ellos encendieron contra los cristianos; a tantos filósofos sabihondos tostándose en rojas llamas con sus ilusos discípulos; a tantos poetas célebres temblando ante el tribunal, no de Minus, sino de Cristo; a tantos actores, más a tono en la expresión de sus propios sufrimientos; a tantos bailarines haciendo cabriolas en las llamas.

Es fácil sentir asco ante el espíritu de venganza que podía escribir cosas así; pero debemos recordar por lo que pasaron aquellos hombres: la agonía de las llamas, la arena del circo con sus fieras, las torturas sádicas que tuvieron que sufrir. Solo tenemos derecho a criticarlo si hemos pasado por la misma agonía.
  Los mártires deben descansar en paz un poco más de tiempo hasta que se complete su número.
Los judíos tenían la convicción de que el drama de la Historia se tenía que representar hasta su final antes de que llegara el fin. Dios no intervendría hasta que la medida señalada se hubiera alcanzado. Se tenía que completar el número de los justos que habían de ser ofrecidos. El Mesías no vendría hasta que hubieran nacido todas las almas que hubieren de nacer.   «Te suplicamos que sea Tu voluntad ¡Oh Señor! en Tu generosa bondad que se cumpla en breve el número de Tus elegidos y se apresure la venida de Tu Reino.» Es una idea curiosa, pero conlleva la de que toda la Historia está en las manos de Dios, y de que en ella y a través de toda ella Dios está cumpliendo Su propósito hacia un fin indudable.

10 Y clamaron con gran voz, diciendo: «¿Hasta cuándo, oh Soberano, santo y veraz, estarás sin juzgar y sin vengar nuestra sangre de los moradores de la tierra?» 11 Y se les dio a cada uno una túnica blanca, y se les dijo que estuvieran tranquilos todavía un poco de tiempo, hasta que se completase el número de sus consiervos y de sus hermanos, que iban a ser muertos como ellos.

Sabían que la Justicia Divina les vengaría, pero no entendían por qué se demoraba. La razón se les dio en el versículo siguiente.
            No pedían venganza personal, sino que viniera el día de la justicia de Dios cuando los malos serán castigados. Sabían que a Dios le toca la venganza (Romanos_12:19; Lucas_18:7-8). En un gran clamor de oración se constituyen ante Dios en abogados de sus hermanos perseguidos en la tierra. En ellos, la Iglesia maltratada y atormentada por «los moradores de la tierra» -frase estereotipada que en el Apocalipsis significa a los impíos-, la Iglesia de los mártires, clama al Omnipotente, cuya esencia es santidad y fidelidad, por la pronta liberación prometida de la injusticia y de la maldad de este tiempo del mundo, mediante la manifestación de su gloria ante todo el mundo; este grito de oración implora, por tanto, en el fondo lo mismo que el clamor nostálgico con que cierra el Apocalipsis: «¡Ven, Señor Jesús!» (Mateo_22:20). No una sed de satisfacción por ansia de venganza, sino el hambre de la justicia y del triunfo de la verdad, de la consumación del reino de Dios, resuena en la oración de los mártires, que ellos presentan a Dios, recordando los sufrimientos de sus hermanos sobre la tierra («Venga tu reino»).
Podemos desear justicia inmediata, como lo hicieron estos mártires, pero debemos ser pacientes. Dios obra en su debido tiempo, y El promete justicia. Ningún sufrimiento por causa del reino de Dios es un esfuerzo perdido.
A la pregunta « ¿Hasta cuándo?» reciben una doble respuesta. La primera, que afecta a ellos mismos, se expresa en una acción simbólica con la entrega de una túnica blanca; en otras palabras: ellos mismos reciben ya participación en la gloria del Señor junto al trono de Dios. A continuación, tocante a la situación apurada de sus hermanos, se les informa de que todavía no se ha alcanzado el número de mártires prefijado; primero debe realizarse el plan de la sabiduría, justicia y bondad eterna; entonces habrá llegado el momento que aguarda y ansía la Iglesia con sus mártires. El martirio de los fieles contribuye a completar la Iglesia y acelera así la hora de la consumación del mundo. Es esencial a la Iglesia, en tanto vive en la tierra, ver su existencia puesta ininterrumpidamente en cuestión por el mundo. Sabe que en conjunto ni debe contar con el favor del mundo ni está mortalmente amenazada por su repudio; como el salmista, profesa impasible su confianza en el Omnipotente: «En tus manos está mi suerte»   Lucas_18:5).


¡Maranatha!

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