} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 14 Septiembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

jueves, 14 de septiembre de 2017

14 Septiembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


Santiago 1; 22
Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”

     La Palabra, recibida con mansedumbre, y que está implantada en uno, debe estar obrando efectivamente en él. Le toca al cristiano ser hacedor de la ley.
Santiago usa el imperativo presente al decir, "sed", dando a entender que sus lectores deben estar llegando a ser hacedores de la Palabra, y quedarse activos en ello continuamente. El tiempo presente en el griego enfatiza lo que es habitual o de duración. Algunos de los hermanos habían llegado a un estado de haber oído la Palabra y se contentaban con ello; no la ponían por obra continuamente. De nuevo nos presenta Santiago con su maestría pictórica probada dos de sus cuadros gráficos. Lo primero de todo, nos presenta al que va a la reunión de la iglesia, y oye la lectura y la exposición del Evangelio, y cree que con eso ya es cristiano. Tiene los ojos cerrados al hecho de que lo que se lee y se oye en la iglesia tiene que vivirse. Todavía se suele identificar el ir a la iglesia y el leer la Biblia con el Cristianismo, pero eso no es ni la mitad del camino. Lo realmente importante es trasladar a la acción lo que hemos escuchado.

El propósito bíblico de oír es que se produzca fe (Romanos_10:17), y la fe obra (Santiago_2:22). Al ser algunos culpables de ser solamente oidores, es obvio que les faltaba fe. ¡No estaban oyendo con el fin de obrar! Estos hermanos contenían conocimiento (pues estaban oyendo), pero no tenían mucho fruto (Juan_15:8), porque no tenían mucha fe.
Uno se engaña a sí mismo porque cree que está bien con Dios, ya que asiste fielmente a presentaciones de la Palabra predicada y que oye. Pero la verdad es que con solamente oír no está sirviendo al Señor. Es víctima de la falacia de su razonamiento. El oír es un medio, ¡no un fin! Se priva a sí mismo el que cree que basta ser oyente fiel. Al contrario, el oír tiene el diseño de producir la fe que obra, y el fiel es el que oye con ese fin.
Es muy importante saber lo que la Palabra de Dios dice, pero es mucho más importante obedecerla. La eficacia de nuestro tiempo de estudio bíblico puede medirse por el efecto que tiene en nuestra conducta y nuestras actitudes. 
Me pregunto ¿Pongo en práctica lo que he estudiado? De nada me sirve, escribir sobre la Palabra de Dios, escuchar predicadores genuinos fieles a la sana doctrina, si mi estilo de vida no manifiesta un cambio progresivo en la medida que obedezco al Señor. La santificación diaria es un proceso de por vida.  Calentar los bancos de la congregación nos puede llevar a la rutina, al rito; de cuerpo presente, pero enmascarado de piedad. Como el camaleón que se mimetiza con el ambiente, así el supuesto cristiano qué pone su máscara para el tipo de situación donde se desenvuelve, sea en el hogar, en el trabajo, en las reuniones y cultos...etc.
Pero lo grave es que por décadas se ha trasmitido este tipo de conducta dentro de las iglesias; en otras su supuesto despertar los ha llevado a cambiar el evangelio por estrategias para ganar al mundo, abriendo sus puertas a nuevos métodos y aires nuevos de falsa doctrina. ¿Acaso el evangelio de Cristo no tiene poder para convencer de pecado? Ocurre que los pastores, ancianos o responsables han apagado el poder del Espíritu Santo por su falta de discernimiento, por tapar el pecado y su visto bueno diciendo a todo amén. Descuidar el rebaño de Cristo, apacentar según criterios humanos trae consecuencias, y una  de ellas es "retirar la Luz" para que caminen en tinieblas. Si no has sido llamado por Dios para cuidar Su rebaño, no pretendas aceptar ordenes humanas, heredar o trasmitir a otros ese cargo como hacen las sectas. Si Dios no respalda tu labor, mejor déjalo, no te metas en conflictos con el Señor.
Al escuchar la Palabra de la verdad se le revela a uno cómo es y cómo debería ser. Ve lo que está mal; y lo que tiene que hacer para remediarlo; pero, si no hace más que oír, se queda como estaba, y no le ha servido de nada.

Santiago nos recuerda que lo que oímos en la iglesia lo tenemos que vivir fuera  o no tiene sentido que lo oigamos.

¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!



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