Lucas 12; 40
“Vosotros, pues, también, estad
preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.”
No habrá señales que anuncien la segunda venida de Cristo. Las señales
de Mateo_24:6-7 anunciaron la venida de la
destrucción de Jerusalén. El contexto bíblico indica que la tribulación que
sufrió Jerusalén en 70 E.C. prefiguró una tribulación mucho mayor. Unas tres
décadas después de la destrucción de Jerusalén, se le dijo al apóstol Juan
sobre una gran muchedumbre de personas de todas las naciones, tribus y pueblos:
“Estos son los que salen de la gran tribulación”. (Apocalipsis
7:13, 14.) Anteriormente, el apóstol Juan había visto a “cuatro ángeles”
que retenían vientos destructivos a fin de que pudiese terminar la obra de
sellar a los 144.000 esclavos de Dios. Esta obra de sellar está relacionada con
‘reunir a los escogidos’, lo que, según Jesús predijo, acontecería después de
la tribulación sobre la Jerusalén terrestre. (Mateo 24:31.)
De acuerdo con esto, la “gran tribulación” debe venir después de reunir
y sellar a los escogidos, cuando los cuatro ángeles sueltan los cuatro vientos
para que soplen sobre la tierra, el mar y los árboles. (Apocalipsis 7:1-4.) El que una gran muchedumbre ‘salga de la gran
tribulación’ muestra que sobreviven a ella. ¿No será que la Iglesia debe pasar
la gran tribulación? El arrebatamiento de la Iglesia de Cristo muy bien pudiera
producirse Mateo 24; 21-22 por causa de los
escogidos acortando los días para ese rapto; inmediatamente después la Ira de
Dios caería sobre el resto de la humanidad, a excepción de los 144 mil judíos que
sobre ellos estaría la protección de Dios sellados. Me parece muy ligth que la
iglesia no pase las dos tribulaciones. Sea como sea debemos alimentarnos
espiritualmente para estar fortalecidos por el Espíritu Santo. Porque si llega
la hora de pasar, como creo, por esas tribulaciones, muchos que creyeron en la
enseñanza fácil y sin sufrimiento, van a recibir un fuerte desengaño y entonces
muchos apostataran de la fe.
La expresión similar de Hechos 7:9, 10 confirma esta idea: “Dios estaba con él
[José], y lo libró de todas sus tribulaciones”. El decir que se libró a José de
todas sus tribulaciones no solo significaba que se le ayudó a aguantarlas, sino
también que sobrevivió a las aflicciones que experimentó.
Jesús dice que “el
Hijo del Hombre vendrá”. No creo podamos entender la confusión en la mente de
los apóstoles al oír estas palabras. Ellos no podían creer que iba a salir.
No podían comprender que Él iba a morir y volver al Padre. Sin embargo, cuando
Jesús ascendió al cielo en presencia de los apóstoles, dos ángeles les dijeron,
“Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha
sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”
(Hechos_1:9-11).
Cristo es nuestro Maestro, y nosotros Sus siervos; no sólo siervos que
trabajan, sino siervos que esperan. Debemos ser como hombres que esperan a su
señor, que se sientan a esperar mientras él sigue afuera, preparados para
recibirlo. En esto alude Cristo a su ascensión al cielo, su venida para reunir
junto a Él su pueblo por la muerte, y segunda venida a juzgar al mundo. No
tenemos certeza de la hora de su venida; por tanto, debemos estar siempre
preparados. Si los hombres cuidan diligentes sus casas, seamos nosotros
igualmente sabios con nuestras almas. Por tanto, estad vosotros preparados
también; velando como lo haría el buen padre de familia si supiera a qué hora
viene el ladrón.
La venida de Cristo en un tiempo inesperado no es una trampa ni un
truco mediante el que Dios espera sorprendernos. Es más, Dios retarda su venida
de manera que tengamos una mejor oportunidad para seguirle (2Pedro_3:9). Durante este tiempo, antes de su regreso,
tenemos la oportunidad de vivir mostrando nuestras creencias y reflejando el
amor de Jesús a medida que nos relacionamos con otros.
Las personas preparadas para la venida de su Señor: no son hipócritas, sino sinceras no son
temerosas, sino dispuestas a testificar;
no viven ansiosas, sino confían;
no son ambiciosas, sino generosas; no son haraganas, sino diligentes. Hagamos que
nuestra vida se parezca más a la de Cristo, de manera que cuando El venga estemos
preparados para recibirle con gozo.
Este pasaje enseña que el conocimiento y el
privilegio siempre conllevan responsabilidad. El pecado es doblemente
pecaminoso en una persona que sabe lo que se hace; el fracaso es doblemente
culpable en el que ha tenido la oportunidad de hacer las cosas bien.
Amos 4; 12
“Por tanto, de esta manera te haré a
ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro
de tu Dios, oh Israel.”
Amós pone delante de su pueblo la vida y la muerte: la elección es de
ellos; han llegado al momento decisivo.
Sin importar la forma en la que Dios le advirtió al pueblo, por medio
del hambre, la sequía, las plagas, las langostas y la guerra, todavía seguían
ignorándolo. Como los israelitas se negaban a recibir el mensaje de Dios,
tendrían que vérselas con El cara a cara en el juicio. Ya no pasarían más por
alto a Dios; tendrían que enfrentarse al Único que rechazaron, al que no
quisieron obedecer cuando les ordenó que cuidaran a los pobres. Como Israel no
había retornado a Dios, éste se llegaría a ellos en juicio. Se trata de una
advertencia solemne. Dios está casi por infligirte el último y peor juicio, la
misma extinción de tu nacionalidad; considera, pues, qué preparación puedes tú
hacer para encontrarte con él como enemigo tuyo (Jeremias_46:14;
Lucas_14:31-32). Pero como seria locura pensar en tal cosa (Isaías_27:4; Ezequiel_22:14; Hebreos_10:31), mira qué
se puede hacer por medio del arrepentimiento para mitigar la severidad del
inminente juicio (Isaías_27:5; 1Corintios_11:31)
Algún
día cada uno nos enfrentaremos a Dios cara a cara para rendir cuentas de lo que
hemos hecho o de lo que nos hemos negado a hacer. ¿Estamos preparados para
estar delante de Él?
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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