El abuso es cuando una persona o grupo de
personas están usando acciones coercitivas o manipuladoras para controlar a
otros. La idea central del abuso está basada en el uso indebido del poder. El
fin principal del comportamiento abusivo es el de ganar o ejercer control total
sobre aquellas personas que son percibidas como débiles. El abuso es mucho más
común y más frecuente cuando hay diferencias preexistentes de poder que pueden
ser explotadas tales como en las siguientes relaciones: hombre/mujer, padres/hijas(os),
profesores/ estudiantes, pastores(as)/feligreses, parientes/ancianas(os),
parientes/ jóvenes y personas que cuidan a ancianas(os). El abuso se manifiesta
en varias formas, con algunas características en común entre las categorías
mencionadas.
En el
evangelio de Lucas 4:18, Jesucristo declaró su
misión cuando dijo que vino a pregonar libertad a los cautivos, dar vista a los
ciegos y a poner en libertad a los oprimidos. En el contexto del abuso, esto
significa que él traerá libertad a aquellas personas que han estado cautivas en
el ciclo de la violencia y del abuso, abriendo los ojos de las personas,
destruyendo comportamientos y terminando la opresión dentro de nuestras familias,
amistades y congregaciones. Jesucristo demostró preocupación y respeto especial
por los niños y alertó sobre las terribles consecuencias, para aquellas
personas que les hacen daño (Mateo 18:1–7). Las
Escrituras hebreas también acentúan en varias ocasiones la preocupación de Dios
por toda la humanidad, especialmente a los que son más vulnerables como las
viudas, los huérfanos, los niños, los extranjeros y los pobres. Pasajes
bíblicos como Salmos 40, 55, 57 e Isaías 43:1–7 proveen
aliento a las víctimas de la violencia doméstica, porque éstos hablan de la
presencia de Dios en medio del dolor y su deseo de rescatarlos del daño y la
desgracia. La iglesia primitiva también continuó con esta preocupación.
Expresaron claramente su intención de que la gente viviera en justicia y en
armonía. Ellos dieron instrucciones cuidadosas de cómo vivir juntos en paz. Fijémonos
especialmente en los pasajes de Gálatas 5:22–26, Efesios 4:1–6; 6:4; Filipenses 2:3–11 y
Colosenses 3:12–17.
A
menudo se ejerce fuerte presión emocional a la víctima del abuso para que
perdone de forma rápida y se reconcilie con el abusador. Se utilizan textos
como Colosenses 3:13 y Mateo 6:15 para instar a
la persona ofendida a perdonar. Sin embargo, el perdón rápido y sin un
verdadero arrepentimiento por parte de ofensor no es una experiencia de
sanación ni por la víctima o el abusador. De hecho, puede poner en peligro la
vida de la víctima. En Lucas 17:3 Jesús enseña
que el arrepentimiento debe preceder el perdón. El arrepentimiento auténtico no
se trata solo de remordimiento y confesión, sino también el tomar completa
responsabilidad por la conducta abusiva, nombrando las injusticias, haciendo
cambios a largo plazo, y haciendo restitución (por ejemplo, pagar el
asesoramiento) siempre que sea posible. Ezequiel
18:30–32 dice bien claro que el arrepentirse implica una transformación
completa, “un corazón nuevo”.
Puede ser que la víctima nunca confíe lo
suficientemente en el abusador para restaurar la relación. Fundamentalmente, el
perdón es un proceso en el cual el/la sobreviviente logra que esa experiencia
no domine más su vida. Es un proceso de dejar el pasado y seguir adelante de
una manera saludable. Si la reconciliación no es posible, puede ser necesario
lamentar la pérdida de estas relaciones o llorar lo que podría haber sido.
Pasajes
como Efesios 5:21–33, Colosense 3:18–19, y I Pedro
3:1–7 son frecuentemente usados, torciéndolos, para justificar la
violencia en contra de la mujer, porque amonesta a la esposa a someterse a su
marido. La palabra traducida del griego “someteos” o estar “sujetas” también
puede entenderse como “acomodarse a” o “estar unida a” o “identificarse con la
otra persona”. Además, si este pasaje en
Efesios es leído en su contexto, nueve de los versículos se enfocan en los
esposos y solo tres de ellos en las esposas. Se les instruye a los esposos a
amar a sus esposas, “como Cristo amó a la iglesia”. Esto no deja lugar a
comportamientos abusivos de un marido a su esposa, ya que el hombre tiene la
responsabilidad de valorar y honrar a su esposa. Tampoco obliga a las mujeres a
quedarse y tolerar el abuso. Este texto bíblico hace la comparación del esposo
de ser “la cabeza” en relación a su esposa y la relación que tiene Cristo con
la iglesia. Frecuentemente este concepto de ser la cabeza es usado para argumentar
la superioridad del esposo sobre la esposa y para mantener un control
autoritario sobre ellas. Sin embargo la palabra usada en el griego como “cabeza” es kephale, la cual es usada para describir
la fuente de vida de un río. En las
Escrituras, Cristo modela relaciones que dan vida y autonomía a la iglesia y a
todas las personas con que él se relacionaba. Cristo amó sin ningún interés, y
en este pasaje nos enseña la forma de relacionarnos con amor con nuestra
pareja.
Nuestra
teología de la paz nos llama a rechazar la violencia. Sin embargo, también nos
pide reconocer donde tenemos poder nosotros, y utilizar ese poder para el
bienestar de los demás. Debemos usar el poder que tenemos para resistir el mal
y la violencia, así como lo hizo Jesús. No podemos dárselo la espalda. Como
insiste Santiago 4:17, “Así
que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace”.
La resistencia redentora al mal parece
significar cosas diferentes dependiendo de donde uno se encuentre
relacionalmente ... Por ejemplo, un abusador que profesa ser cristiano debe
resistir el hábito, el deseo y la necesidad de controlar, y debe dejar de lado
el poder dominante en relación con los demás, especialmente en relación con las
mujeres. ...Una víctima, al contrario, por lo general tiene que reclamar su
poder de actuar y desarrollar un sentido de sí mismo y de su valor. En este
caso, es crucial una reorientación teológica y personal que enfatiza el amor de
Dios para las mujeres, el deseo por la justicia, el cuidado de los que sufren,
y la potenciación de los débiles y marginados. Además, los cristianos tienen que tener
cuidado de cómo entendemos y representamos a Dios. Al tener sólo imágenes de
Dios como masculino, juez, rey, omnipotente y soberano es peligroso ya que
estas imágenes pueden ser utilizadas para justificar el tener poder sobre los
demás. El abuso ocurre cuando los que tienen más poder creen que tienen el derecho
de controlar y manipular a los que ellos se consideran más débiles o menos
dignos. Por lo tanto, es importante utilizar también imágenes de Dios como ser
que nutre y da vida a los demás, como la luz, sanadora, redentor, el águila
madre, comadrona, pastor, guía, consoladora, defensor, sostenedora y el
refugio. Básicamente, Dios desea que todos seguimos el camino de Cristo:
mostrar amor a todos, trabajar por la justicia, cuidar de los que sufren, dar
poder a los débiles y pedir cuentas a los que hacen daño a los demás. Como las
Escrituras instan, “¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los
derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a
los pobres y necesitados!” (Proverbios 31:
8–9).
¡Maranatha!
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