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sábado, 2 de septiembre de 2017

EL ABUSO: EL ARREPENTIMIENTO Y EL PERDÓN

  
         El abuso es cuando una persona o grupo de personas están usando acciones coercitivas o manipuladoras para controlar a otros. La idea central del abuso está basada en el uso indebido del poder. El fin principal del comportamiento abusivo es el de ganar o ejercer control total sobre aquellas personas que son percibidas como débiles. El abuso es mucho más común y más frecuente cuando hay diferencias preexistentes de poder que pueden ser explotadas tales como en las siguientes relaciones: hombre/mujer, padres/hijas(os), profesores/ estudiantes, pastores(as)/feligreses, parientes/ancianas(os), parientes/ jóvenes y personas que cuidan a ancianas(os). El abuso se manifiesta en varias formas, con algunas características en común entre las categorías mencionadas.  
En el evangelio de Lucas 4:18, Jesucristo declaró su misión cuando dijo que vino a pregonar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos y a poner en libertad a los oprimidos. En el contexto del abuso, esto significa que él traerá libertad a aquellas personas que han estado cautivas en el ciclo de la violencia y del abuso, abriendo los ojos de las personas, destruyendo comportamientos y terminando la opresión dentro de nuestras familias, amistades y congregaciones. Jesucristo demostró preocupación y respeto especial por los niños y alertó sobre las terribles consecuencias, para aquellas personas que les hacen daño (Mateo 18:1–7). Las Escrituras hebreas también acentúan en varias ocasiones la preocupación de Dios por toda la humanidad, especialmente a los que son más vulnerables como las viudas, los huérfanos, los niños, los extranjeros y los pobres. Pasajes bíblicos como Salmos 40, 55, 57 e Isaías 43:1–7 proveen aliento a las víctimas de la violencia doméstica, porque éstos hablan de la presencia de Dios en medio del dolor y su deseo de rescatarlos del daño y la desgracia. La iglesia primitiva también continuó con esta preocupación. Expresaron claramente su intención de que la gente viviera en justicia y en armonía. Ellos dieron instrucciones cuidadosas de cómo vivir juntos en paz. Fijémonos  especialmente en los pasajes de Gálatas 5:22–26, Efesios 4:1–6; 6:4; Filipenses 2:3–11 y Colosenses 3:12–17.
  A menudo se ejerce fuerte presión emocional a la víctima del abuso para que perdone de forma rápida y se reconcilie con el abusador. Se utilizan textos como Colosenses 3:13 y Mateo 6:15 para instar a la persona ofendida a perdonar. Sin embargo, el perdón rápido y sin un verdadero arrepentimiento por parte de ofensor no es una experiencia de sanación ni por la víctima o el abusador. De hecho, puede poner en peligro la vida de la víctima. En Lucas 17:3 Jesús enseña que el arrepentimiento debe preceder el perdón. El arrepentimiento auténtico no se trata solo de remordimiento y confesión, sino también el tomar completa responsabilidad por la conducta abusiva, nombrando las injusticias, haciendo cambios a largo plazo, y haciendo restitución (por ejemplo, pagar el asesoramiento) siempre que sea posible. Ezequiel 18:30–32 dice bien claro que el arrepentirse implica una transformación completa, “un corazón nuevo”.  
 Puede ser que la víctima nunca confíe lo suficientemente en el abusador para restaurar la relación. Fundamentalmente, el perdón es un proceso en el cual el/la sobreviviente logra que esa experiencia no domine más su vida. Es un proceso de dejar el pasado y seguir adelante de una manera saludable. Si la reconciliación no es posible, puede ser necesario lamentar la pérdida de estas relaciones o llorar lo que podría haber sido.
  Pasajes como Efesios 5:21–33, Colosense 3:18–19, y I Pedro 3:1–7 son frecuentemente usados, torciéndolos, para justificar la violencia en contra de la mujer, porque amonesta a la esposa a someterse a su marido. La palabra traducida del griego “someteos” o estar “sujetas” también puede entenderse como “acomodarse a” o “estar unida a” o “identificarse con la otra persona”.  Además, si este pasaje en Efesios es leído en su contexto, nueve de los versículos se enfocan en los esposos y solo tres de ellos en las esposas. Se les instruye a los esposos a amar a sus esposas, “como Cristo amó a la iglesia”. Esto no deja lugar a comportamientos abusivos de un marido a su esposa, ya que el hombre tiene la responsabilidad de valorar y honrar a su esposa. Tampoco obliga a las mujeres a quedarse y tolerar el abuso. Este texto bíblico hace la comparación del esposo de ser “la cabeza” en relación a su esposa y la relación que tiene Cristo con la iglesia. Frecuentemente este concepto de ser la cabeza es usado para argumentar la superioridad del esposo sobre la esposa y para mantener un control autoritario sobre ellas. Sin embargo la palabra usada en el griego como “cabeza” es kephale, la cual es usada para describir la fuente de vida de un río.  En las Escrituras, Cristo modela relaciones que dan vida y autonomía a la iglesia y a todas las personas con que él se relacionaba. Cristo amó sin ningún interés, y en este pasaje nos enseña la forma de relacionarnos con amor con nuestra pareja.
Nuestra teología de la paz nos llama a rechazar la violencia. Sin embargo, también nos pide reconocer donde tenemos poder nosotros, y utilizar ese poder para el bienestar de los demás. Debemos usar el poder que tenemos para resistir el mal y la violencia, así como lo hizo Jesús. No podemos dárselo la espalda. Como insiste Santiago 4:17, “Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace”.    
 La resistencia redentora al mal parece significar cosas diferentes dependiendo de donde uno se encuentre relacionalmente ... Por ejemplo, un abusador que profesa ser cristiano debe resistir el hábito, el deseo y la necesidad de controlar, y debe dejar de lado el poder dominante en relación con los demás, especialmente en relación con las mujeres. ...Una víctima, al contrario, por lo general tiene que reclamar su poder de actuar y desarrollar un sentido de sí mismo y de su valor. En este caso, es crucial una reorientación teológica y personal que enfatiza el amor de Dios para las mujeres, el deseo por la justicia, el cuidado de los que sufren, y la potenciación de los débiles y marginados.  Además, los cristianos tienen que tener cuidado de cómo entendemos y representamos a Dios. Al tener sólo imágenes de Dios como masculino, juez, rey, omnipotente y soberano es peligroso ya que estas imágenes pueden ser utilizadas para justificar el tener poder sobre los demás. El abuso ocurre cuando los que tienen más poder creen que tienen el derecho de controlar y manipular a los que ellos se consideran más débiles o menos dignos. Por lo tanto, es importante utilizar también imágenes de Dios como ser que nutre y da vida a los demás, como la luz, sanadora, redentor, el águila madre, comadrona, pastor, guía, consoladora, defensor, sostenedora y el refugio. Básicamente, Dios desea que todos seguimos el camino de Cristo: mostrar amor a todos, trabajar por la justicia, cuidar de los que sufren, dar poder a los débiles y pedir cuentas a los que hacen daño a los demás. Como las Escrituras instan, “¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!” (Proverbios 31: 8–9).

¡Maranatha!

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