} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 18 Septiembre (Meditación)

lunes, 18 de septiembre de 2017

18 Septiembre (Meditación)


Mateo 5; 44
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;”

     La gente ya sabía y usaba la palabra, "amar", pero su concepto del amor era muy limitado. Jesús da un significado nuevo a la palabra.
  Sin duda el pueblo quedó asombrado por esta enseñanza, tan distinta de lo que los escribas y fariseos enseñaban (Mateo_5:20).
La ley de Moisés dijo, "Amarás a tu prójimo" (Levítico_19:18), pero no dijo, "Aborrecerás a tu enemigo".
¿Debemos amar a los enemigos como amamos a los seres queridos? A muchos les parece difícil amar a los enemigos, por no entender la palabra "amar". El amor por los seres queridos es un amor emocional, un afecto fuerte. El amor mandado por Jesús es de la mente y de la voluntad, y no es como el amor entre novios, un amor que "nace" en ellos por la mucha atracción que existe. Se enamoran y se aman porque se agradan el uno al otro. El hombre se enamora de una mujer que le gusta, le agrada. Pero el amor mandado por Jesús, amor de la mente y de la voluntad, busca el bienestar de la persona amada.
Este amor significa "buena voluntad". Es pura bondad y benevolencia hacia otros, una bondad que no termina, no se acaba; es decir, no hay nada que los hombres puedan hacer para destruirlo. ¡Es invencible! Con esta actitud, esta buena voluntad invencible, no es difícil obedecer los mandamientos de Jesús, que para los hombres carnales parecen imposibles y absurdos.
Así debe ser nuestro amor para con todos, aun para los enemigos. Debemos amar a los que no merecen nuestro amor. Debemos amar a los que no son amables, porque es lo que Dios hace. No es amor de sentimiento sino de acción, de conducta, como expresión de un espíritu bueno y compasivo. El habla nuestra no debe ser controlada por las malas circunstancias causadas por el enemigo, sino por Dios 1Corintios_13:4-7 dice que "el amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta". El verdadero amor no se ve en palabras, sino en hechos. Esta es la expresión de buena voluntad que sinceramente desea el bienestar de otros, aun el de los enemigos.  David era ejemplo de volver bien por mal.
Al orar por otros los llevamos delante del trono de Dios, y seguramente no nos atrevemos a odiar a nadie en la presencia de Dios. Es el medio seguro de acabar con la amargura y los resentimientos. Nuestro Señor Jesucristo oró por sus enemigos aun cuando moría por ellos en la cruz (Lucas_23:34). Esteban lo imitó (Hechos_7:60). Pablo demostró el mismo espíritu (2Timoteo_4:16).


1Pedro 2; 15


“Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;”

La manera de responder a los ataques y falsas acusaciones del enemigo, según la voluntad de Dios, no es por medio de campañas políticas de vindicación, sino por medio del hacer bien.
            Los cristianos primitivos eran acusados de sedición falsamente por los judíos y los paganos que no procuraban informarse bien. Hablaban de su propia ignorancia, dice Pedro. La palabra griega en este caso, para decir "ignorancia", significa ignorancia de mala actitud, debida a no informarse, o a no tener contacto con la persona. Se emplea en 1Corintios_15:34, y se asocia con la vergüenza. Las acusaciones de "sedición" debían ser desmentidas, no por la desobediencia civil, sino por la buena conducta en todas las cosas. El mismo principio debe caracterizar al cristiano hoy en día.
En la actualidad, algunos cristianos viven en libertad mientras que otros viven bajo gobiernos represivos. A todos se les ordena cooperar con los gobernantes, siempre y cuando la conciencia lo permita. Debemos hacerlo "por causa del Señor", para que se respeten sus buenas nuevas y su pueblo. Si somos perseguidos, debe ser por la causa de Cristo y no por quebrantar leyes morales o civiles.

1Pedro 2; 21-23
“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;
el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;
quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;”

Muchos predicadores a veces citan este versículo como base para su sermón sobre la vida ejemplar de Cristo, para exhortarnos a vivir cómo Él vivía en esto y en aquello de los diferentes aspectos de la vida diaria. Pero el punto de Pedro no es que Cristo nos dejó buenos ejemplos de diferentes cosas (aunque es cierto que lo hizo), sino que nos dejó el ejemplo de ¡sufrir injustamente! para que seamos nosotros pacientes en la presencia de la aflicción por ser cristianos. ¡Que le sigamos en eso! Cristo no solamente sufrió injustamente con paciencia, sino todo lo hizo para el bien de otros. Muchos cristianos eran criados. Pudo haber sido fácil para ellos someterse a sus amos que eran gentiles y bondadosos, pero Pedro los anima a ser leales y perseverantes aun si llegaran a sufrir un trato injusto.
Podemos sufrir por muchas razones. Algunos sufrimientos son el resultado directo del pecado en nuestra vida; otros tienen lugar por nuestra necedad y otros son el resultado de vivir en un mundo caído. Pedro se refiere a un sufrimiento que viene como resultado de hacer el bien. Cristo nunca pecó; sin embargo, sufrió a fin de que pudiéramos ser libres. Cuando seguimos el ejemplo de Cristo y vivimos para otros, también podemos llegar a sufrir. Nuestra meta debe ser afrontar el sufrimiento como lo afrontó El: con paciencia, calma y confianza en que Dios tiene el dominio del futuro.
Cristo nunca engañó, mintiendo. El hombre carnal, sujeto a su cultura originada en el pensamiento humano, muchas veces engaña, en lugar de decir la verdad, porque no quiere ofender (lastimar) los sentimientos del otro. Muchos adoran al dios del sentimiento; prefieren engañar que "ofender". En Cristo nunca se halló engaño. Nos conviene a todos pensar bien en esto.
            Cristo sufrió porque era la Verdad. Sufrió injustamente. Sufrió para beneficiar a otros. Su sufrimiento es el patrón o norma para que el cristiano lo imite diariamente.
Cristo no usó de amenazas, las cuales son una táctica favorita de los hombres carnales. Hay un ejemplo de esto en Hechos_4:17.
Hay ejemplos de esto también hoy en día de parte de hermanos en la fe que están tratando de evitar que sus conversos sepan de las cuestiones que dividen la hermandad; es decir, la centralización y el institucionalismo. Si se sabe que están escuchando a quienes se oponen a estas prácticas no bíblicas, se les amenaza con quitarles sus locales, salarios; se les aísla y arrincona y actos semejantes. Repito: dice el apóstol Pedro que Cristo nunca usó de amenazas. Cristo, al sufrir injustamente, "se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia"


¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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