} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 8 Septiembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

viernes, 8 de septiembre de 2017

8 Septiembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


1 Samuel 17; 40

“Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo

     David escogió cinco piedras lisas del arroyo. No se debe buscar ningún significado alegórico para estas piedras. Sencillamente constituyen nada más que las municiones necesarias para usar en su honda. Parece poco e insignificante pero la honda ya era instrumento de guerra. Jueces_20:16 cuenta de 700 benjamitas que tiraban una piedra con la honda a un cabello sin errar. Sería una hipérbole, es decir una exageración a propósito, pero establece el hecho de que estos hombres poseían una alta capacidad en usar la honda. David sabía exactamente lo que podía hacer con su honda y tiraba al punto más vulnerable y fatal, su frente. Algunos han sugerido que David apuntaba a su greba, o sea la armadura que cubría la canilla de la pierna. Es cierto que las palabras son similares. Pero sería ridículo pensar que Goliat hubiera caído de bruces por un tirón a la canilla. Esto nos recuerda de la primera profecía de la Biblia que proclama la venida del Salvador, en Genesis_3:15. Dice que el Redentor herirá al diablo en la cabeza, no en el talón del pie. David para asegurar la muerte del gigante le saca la cabeza con su propia espada. Aunque no se sabe por qué, David llevó la cabeza de Goliat hasta Jerusalén.
La seguridad y presunción de los necios los destruye. Nada puede superar la humildad, fe y piedad que hay en las palabras de David. Expresó su segura esperanza de éxito; se glorió en su pobre apariencia y en sus armas de que la victoria sería atribuida solo al Señor.

Juan 6; 9
“Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?”

Fue Andrés el que trajo a aquel muchacho a Jesús, lo que fue el primer paso para que se realizara el milagro. No podemos saber nunca lo que puede suceder cuando le traemos a alguien a Jesús. Si un padre entrena a su hijo en el conocimiento y el amor y el temor de Dios, no hay nadie que pueda decir lo que Dios puede llegar a hacer algún día con ese niño. Si un maestro de escuela dominical le lleva un niño a Jesús, nadie puede saber lo que algún día Jesús hará con él.
Andrés no sabía lo que pasaría con aquel chico y su merendilla cuando le trajo a Jesús aquel día, pero estaba aportando una pieza clave para que sucediera un milagro. No podemos calcular las posibilidades cuando le traemos a alguien a Jesús.
  Estaba el muchacho. No podía ofrecer mucho; pero con aquello tuvo Jesús el material necesario para obrar un milagro. Habría habido un acontecimiento maravilloso menos en la humanidad si aquel chico se hubiera guardado sus panes y sus peces para sí, y nadie se lo habría podido reprochar.
Jesús necesita lo que le podamos ofrecer. Puede que no sea mucho, pero Él lo necesita. Puede que el mundo se vea privado de milagro tras milagro y triunfo tras triunfo porque no le traemos a Jesús lo que tenemos y lo que somos. Si nos colocáramos en el altar de su servicio, no se puede decir lo que Él haría con nosotros y por medio de nosotros. Puede que sintamos no tener más y nos dé vergüenza traer tan poco; pero eso no es razón para dejar de aportar lo que tenemos y somos: Poco es a menudo mucho en las manos de Cristo.


1Corintios 14; 9

“pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida. “

La iglesia se reunía para adoración colectiva y en ella uno de los propósitos principales era la edificación de los miembros. En la asamblea, reunida para recibir edificación, Pablo no usaría su don de lenguas (a menos que hubiera interpretación), sino hablaría en su propia lengua, la griega, porque cinco palabras en esta lengua darían más edificación que diez mil en una lengua (no interpretada) de otra nación que sería desconocida en Corinto. El don de lenguas, sin ser acompañado de la traducción, ¡no enseñaba a nadie! Aun en el día de hoy, toda enseñanza debe ser bien clara y comprensible; de otra manera, sería como hablar a la gente en lenguas extrañas. ¿De qué valor para la edificación serían diez mil palabras que no fueran entendidas por nadie de entre los oyentes (por no haber interpretación)? Sin embargo, algunos corintios, con el don de lenguas, al parecer insistían en ejercer su don, y esto sin interpretación, sin tomar en cuenta el provecho de la iglesia reunida para ser edificada. Pablo por nada haría tal cosa.
No se puede asentir a las oraciones que no se entienden. Un ministro que sea verdaderamente cristiano procurará mucho más hacer el bien espiritual a las almas de los hombres que obtener el aplauso más grandioso para sí. Esto muestra que es siervo de Cristo.
Los niños tienden a impresionarse con la novedad, pero no actuemos como ellos. Los cristianos deben ser como niños, desprovistos de mala intención y malicia, pero no deben ser iletrados en la palabra de justicia, sino sólo en las artes de la maldad.
Es prueba de que un pueblo ha sido abandonado por Dios cuando Él lo entrega al gobierno de los que le enseñan a adorar en otra lengua. No pueden recibir beneficio con tal enseñanza. Sin embargo, así actuaban los predicadores que daban sus instrucciones en lengua desconocida. ¿No haría que el cristianismo luciera ridículo para un pagano si oyera que los ministros oran o predican en un lenguaje que ni él ni la asamblea entienden? Pero si los que ministran interpretan claramente la Escritura o predican las grandes verdades y reglas del evangelio, el pagano o la persona indocta pueden llegar a convertirse al cristianismo. Su conciencia puede ser tocada, los secretos de su corazón pueden serle revelados, y así, puede ser llevado a confesar su culpa y reconocer que Dios estaba presente en la asamblea. La verdad de las Escrituras, clara y debidamente enseñada, tiene un poder maravilloso para despertar la conciencia y tocar el corazón.


¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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