2 Timoteo 3; 1-3
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán
tiempos peligrosos.
Porque habrá hombres amadores de sí mismos,
avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres,
ingratos, impíos,
sin afecto natural,
implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,”
La
alusión de Pablo a los "postreros días" revela su urgencia. Los
postreros días empezaron después de la resurrección de Jesús, cuando el
Espíritu Santo vino sobre los creyentes en Pentecostés y continuarán hasta su
Segunda Venida. Esto significa que estamos en los últimos días. Por esto
hagamos lo más que podamos en el tiempo que Dios nos dé (Efesios 5:16; Colosenses_4:5).
En
muchas partes del mundo, hoy no parece difícil ser cristiano. La gente no es
apresada por leer la Biblia o ejecutada por predicar a Cristo. Pero la
descriptiva lista de conducta en los últimos días que da Pablo describe a
nuestra sociedad, e incluso, desafortunadamente, la conducta de muchos
cristianos.
"Porque
habrá hombres" (anthropos); es decir, la humanidad en general, aman a sí
mismos como a posesiones.
Amadores del dinero, orgullosos con ostentación, blasfemos. Blasfemar es usar de lenguaje abusivo e
intemperante, o a Dios, o al hombre, denigrando, vituperando, maldiciendo.
"Desobedientes a los padres". La frase significa no ser persuadidos por sus
padres. Son rebeldes, ahora fuera de control, porque fueron consentidos.
Ingratos". Esta actitud sigue a consecuencia de la rebeldía. La benignidad
cae sobre todo el mundo, aun sobre los ingratos que no saben decir
"gracias". El impío no adora a Dios; no es religioso. Es un malvado.
Es irreverente. Aquí tenemos una de las descripciones más terribles que nos da
el Nuevo Testamento de cómo sería un mundo impío, con las terribles cualidades
de la impiedad desplegadas en una serie macabra.
Comparemos
nuestra vida con la lista de Pablo. No cedamos a las presiones de la sociedad.
No busquemos la comodidad sin compromiso. Enfrentemos la maldad viviendo como
Dios quiere que su pueblo lo haga.
La "apariencia" de piedad incluye ir a la iglesia, conocer
la doctrina cristiana, usar imágenes cristianas y seguir las tradiciones
cristianas de la comunidad. Dichas prácticas pueden hacer aparecer bien a una
persona pero si no hay actitudes internas de creer, amar y adorar, la
apariencia externa no tendrá sentido. Pablo nos previene para que no seamos
engañados por personas que sólo tienen la apariencia de cristianos. Al
principio, puede ser difícil distinguirlos de los verdaderos cristianos, pero
sus conductas diarias los denunciarán.
1 Corintios 6; 11
“Y esto erais algunos; mas ya habéis
sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el
nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”
Los cristianos venimos de toda clase de trasfondos, incluidos algunos
de los mencionados en versículos anteriores. Aún ppodemos estar luchando con los
deseos malignos, pero no debemos continuar con estas prácticas. En el 6.11, Pablo
establece con claridad que aun aquellos que pecan en las formas dichas pueden
lograr que sus vidas sean cambiadas por Cristo. Sin embargo, aquellos que dicen
ser cristianos y persisten en estas prácticas, sin remordimiento, no heredarán
el reino de Dios. Tales personas necesitan examinarse para ver si realmente
creyeron en Cristo.
Antes de su conversión a Cristo, algunos de los corintios habían
practicado algunos de los pecados de la lista dada en los ver. 9,10, o cosas
semejantes. Es interesante notar que algunos habían sido homosexuales, pero eso
lo dejaron. No hay pecado que el hombre no pueda dejar. Hoy en día algunos
psicólogos afirman que la homosexualidad es determinada por los genes con que
la persona nace, y que por eso no puede cambiar su “orientación, o preferencia
sexual”. No es cierto. Todo pecado es practicado porque la persona escoge
hacerlo. Muchos corintios habían sido homosexuales, y por medio del evangelio
lograron dejarlo por completo. Para esto tuvieron que arrepentirse. Se hace
contraste entre lo que eran los corintios antes de su conversión, y lo que les
pasó en su conversión a Cristo. En una sociedad permisiva es fácil que los
cristianos pasen por alto o toleren algunas conductas inmorales (avaricia,
borrachera, etc.), mientras no resisten otras (homosexualidad, hurto). No
debemos participar en el pecado o condonarlo en ninguna manera, ni podemos ser selectivos
acerca de qué condenar y qué perdonar. Permanecer al margen del pecado
"aceptable" en forma general es dificultoso, pero no es más difícil
para nosotros de lo que lo fue para los corintios. Dios espera que sus
seguidores en cualquier edad mantengan normas elevadas.
Los corintios tomaron pasos para lograr, indica acción en que las
personas mismas tomaron parte: “os lavasteis”. Se hace referencia al bautismo
en agua para perdón de los pecados Hechos_2:38. Dios
es quien lava (perdona), pero la persona bautizada de corazón participa en el
acto (Romanos_6:17). En el llamado bautismo
infantil, el infante no toma parte en el acto. Todo se le hace a él. Ni está
consciente de lo que le está pasando. Pero no fue así con los corintios.
Cuando
los corintios fueron bautizados, Dios también los santificó (apartó),
haciéndoles así santos 1Pedro_2:9.
“Fuisteis
justificados” Al mismo tiempo de perdonar (lavar) a los corintios bautizados en
Cristo Jesús, y de santificarles, también los justificó, porque siendo personas
perdonadas, ya no tenían pecados. El justo no tiene pecados Romanos_5:1.
Ahora, aunque el bautismo es un acto de una sola vez, la persona hecha
cristiana puede volver a pecar y estar necesitada de perdón. La sangre de
Jesucristo sigue limpiándole (1Juan_1:7-9), si
se arrepiente, confiesa su pecado y pide a Dios perdón (Hechos_8:22). La santificación, alcanzada en el bautismo, es el
apartamiento del pecado. Ahora, si el cristiano comienza a practicar algo malo,
necesita “limpiarse de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2Corintios_7:1).
Cada vez que Dios le perdona, le justifica.
Lo que pasó a los corintios en su conversión sucedió en conexión con
quién es el Señor Jesús, el Salvador del mundo (Juan_1:29;
Juan_14:6; Juan_8:24), y lo que ha hecho por el mundo (Lucas_24:47; Efesios_1:7).
Y
en conexión con la obra del Espíritu Santo, quién vino a los apóstoles a
enseñarles, recordarles, y guiarles a toda la verdad del evangelio (Juan_14:26; Juan_16:13)
Así vemos que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo tienen parte en
la conversión del individuo.
La implicación es de que los
corintios deben estar viviendo en conformidad a lo que Dios ha hecho por ellos
(Efesios_4:1). Conforme a las misericordias de
Dios Romanos 12; 1.
Pablo
enfatiza la acción de Dios en hacer de los creyentes un nuevo pueblo. Los tres
aspectos del trabajo de Dios son parte de nuestra salvación: nuestros pecados
fueron lavados, fuimos apartados para un uso especial
("santificados") y fuimos declarados no culpables
("justificados") por nuestros pecados.
El poder de Cristo
sigue siendo el mismo. Una persona no puede cambiar; pero Cristo sí puede
cambiarla.
¡Maranatha! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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