} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 9 Septiembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

sábado, 9 de septiembre de 2017

9 Septiembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


Filipenses 4; 6
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.”


Dios nos ha dado la vida; ¿no nos dará lo necesario para sostenerla? Nos ha dado el espíritu y el cuerpo; ¿no podemos creer que también nos dará alimento y ropa? lo que nos sostiene no es el alimento que se compra en el supermercado, sino la voluntad Dios. No era necesario que Jesús convirtiera piedras en pan para comer, porque Dios le podía sostener con aire si hubiera sido su voluntad. 
Los del mundo viven preocupados porque no conocen a Dios, pero los que confiamos en Dios subimos a un nivel más alto de vida. El afán de este siglo ahoga la palabra y la hace infructuosa, Lucas_8:14. El afán del cristiano indica falta de fe y confianza en Dios. En lugar de vivir preocupados por los asuntos personales, recordemos el ejemplo de Timoteo  "que tan sinceramente se interese por vosotros". No debemos estar tan preocupados por nosotros mismos, sino más bien por otros hermanos: "que los miembros todos se preocupen los unos por los otros" (1Corintios_12:25).
" sean conocidas vuestras peticiones ", no para informar a Dios ("porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis", Mateo_6:8), sino como un ejercicio necesario de nuestra fe.
 En el tiempo de problemas y angustia nos conviene imitar al rey Ezequías cuando fue amenazado por el rey de Siria: "Y tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores; y después que las hubo leído, subió a la casa de Jehová, y las extendió Ezequías delante de Jehová", 2Reyes_19:14.

Para los Filipenses, la vida no podía por menos de ser preocupante. Hasta el ser un ser humano, y por lo tanto vulnerable a todos los azares y avatares de esta vida mortal es ya en sí una situación preocupante; y en la Iglesia primitiva, a las preocupaciones normales de la condición humana se añadía la preocupación de ser cristiano, lo que suponía llevar la vida en la mano. La solución de Pablo era la oración.   «La paz es el fruto de la oración creyente.» En este pasaje está comprimida toda una filosofía de la oración. 
Pablo insiste en que podemos llevar absolutamente-todo a Dios en oración. Podemos presentarle nuestras oraciones, nuestras súplicas y nuestras peticiones a Dios; podemos orar por nosotros mismos. Podemos pedirle perdón por el pasado, podemos pedirle las cosas que necesitamos en el presente, y la ayuda y dirección para el futuro. Podemos llevar nuestro pasado y presente y futuro a la presencia de Dios. Podemos orar por otros. Podemos encomendar al cuidado de Dios a los que tenemos cerca y lejos que están en el ámbito de nuestra memoria y de nuestro corazón.
Todas las oraciones deben incluir, sin duda, el dar gracias por el gran privilegio de la misma oración. Pablo insiste en que debemos dar gracias en todo, en el dolor y en la alegría igualmente. Esto implica dos cosas: gratitud, y perfecta sumisión a la voluntad de Dios. Sólo cuando estamos totalmente convencidos de que Dios hace todas las cosas bien y para bien podemos realmente sentir hacia Él la perfecta gratitud que demanda la oración creyente.
Cuando oramos, debemos siempre recordar tres cosas. Debemos recordar el amor de Dios, que siempre desea sólo lo mejor para nosotros. Debemos recordar la sabiduría de Dios, Que es el único que sabe lo que es mejor para nosotros. Debemos recordar el poder de Dios, Que es el único que puede hacer que suceda lo que es mejor para nosotros. El que ore con una confianza perfecta en el amor, la sabiduría y el poder de Dios encontrará la paz de Dios.
El resultado de la oración creyente es que la paz de Dios será el centinela que guarde nuestros corazones.

Mateo 19; 25-26
“Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
   Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.”

El caso del joven rico arrojaba una luz clara y trágica sobre el peligro de la riqueza; ahí estaba un hombre que había hecho la gran repulsa porque tenía muchas posesiones. Jesús ahora pasa a hacer hincapié en este peligro. «Es difícil les dijo para un rico entrar en el Reino del Cielo.»
Para ilustrar lo difícil que era, puso una metáfora gráfica. Dijo que le era tan difícil a un rico entrar en el Reino del Cielo como le sería a un camello pasar por el ojo de una aguja. 
¿Por qué esa extrema dificultad? Las riquezas tienen tres efectos principales en la actitud de una persona.
  La riqueza produce una falsa independencia. Si uno tiene una buena provisión de bienes de este mundo, puede que se crea capaz de resolver cualquier situación que se le pueda presentar.
Hay un ejemplo claro de esto en la carta a la Iglesia de Laodicea en Apocalipsis. Cristo oyó decir a Laodicea: "Yo soy rica, he prosperado, y no me hace falta nada» (Apocalipsis_3:17 )
Si un hombre es rico, se figura que todo tiene un precio, y si quiere algo, no tiene más que comprarlo; y que si se le presenta una situación difícil, puede encontrar la salida. Puede llegar a pensar que puede comprar el derecho a la felicidad y la exclusión de la aflicción. Así es que llega a pensar que Dios no le hace ninguna falta, y que es perfectamente capaz de resolverse la vida por sí mismo. Llega un punto cuando descubre que eso es una ilusión, que hay cosas que no se pueden comprar con dinero, y cosas de las que el dinero no nos puede salvar. Pero siempre existe el peligro de que las muchas posesiones produzcan la falsa independencia que considera -hasta que se entera de lo contrario- que ha eliminado la necesidad de Dios.

La riqueza encadena al hombre a este mundo. " Donde esté vuestro tesoro -dijo Jesús-, allí estará también vuestro corazón» (Mateo_6:21).  Si todo lo que una persona desea se encuentra en este mundo, si todos sus intereses están aquí, no piensa nunca en el otro mundo ni en el más allá. Si una persona tiene un interés demasiado grande en la Tierra, puede llegar a olvidarse de que hay un Cielo. Es perfectamente posible que un hombre esté tan interesado en cosas terrenales que olvide las celestiales, que esté tan involucrado en las cosas que se ven que olvide las cosas que no se ven -y ahí está la tragedia, porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. La riqueza tiende a hacer a la persona egoísta. Por mucho que tenga una persona, desea  tener todavía más.  Además, una vez que uno ha disfrutado de comodidad y lujo, siempre tiende a temer el día en que los pueda perder. La vida se convierte en una pelea preocupada y tensa para retener lo que se tiene. El resultado es que, cuando uno se hace rico, en vez de tener el impulso de dar, a menudo tiene el de retener. Su instinto es amasar más y más cosas, porque cree que le darán la seguridad. El peligro de la riqueza es que tiende a hacer que uno se olvide de que pierde lo que guarda, y gana lo que da.

¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!


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