Filipenses 4; 6
“Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias.”
Dios nos ha dado la
vida; ¿no nos dará lo necesario para sostenerla? Nos ha dado el espíritu y el
cuerpo; ¿no podemos creer que también nos dará alimento y ropa? lo que nos
sostiene no es el alimento que se compra en el supermercado, sino la voluntad
Dios. No era necesario que Jesús convirtiera piedras en pan para comer, porque
Dios le podía sostener con aire si hubiera sido su voluntad.
Los del mundo viven preocupados porque no conocen a Dios, pero los que
confiamos en Dios subimos a un nivel más alto de vida. El afán de este siglo
ahoga la palabra y la hace infructuosa, Lucas_8:14.
El afán del cristiano indica falta de fe y confianza en Dios. En lugar de vivir
preocupados por los asuntos personales, recordemos el ejemplo de Timoteo "que tan sinceramente se interese por
vosotros". No debemos estar tan preocupados por nosotros mismos, sino más
bien por otros hermanos: "que los miembros todos se preocupen los unos por
los otros" (1Corintios_12:25).
" sean conocidas vuestras peticiones ", no para
informar a Dios ("porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros le pidáis", Mateo_6:8),
sino como un ejercicio necesario de nuestra fe.
En el tiempo de problemas y
angustia nos conviene imitar al rey Ezequías cuando fue amenazado por el rey de
Siria: "Y tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores; y después
que las hubo leído, subió a la casa de Jehová, y las extendió Ezequías delante
de Jehová", 2Reyes_19:14.
Para los
Filipenses, la vida no podía por menos de ser preocupante. Hasta el ser un ser
humano, y por lo tanto vulnerable a todos los azares y avatares de esta vida
mortal es ya en sí una situación preocupante; y en la Iglesia primitiva, a las
preocupaciones normales de la condición humana se añadía la preocupación de ser
cristiano, lo que suponía llevar la vida en la mano. La solución de Pablo era
la oración. «La paz es el fruto de la
oración creyente.» En este pasaje está comprimida toda una filosofía de la
oración.
Pablo insiste en
que podemos llevar absolutamente-todo a Dios en oración. Podemos
presentarle nuestras oraciones, nuestras súplicas y nuestras peticiones a Dios;
podemos orar por nosotros mismos. Podemos pedirle perdón por el
pasado, podemos pedirle las cosas que necesitamos en el presente, y la
ayuda y dirección para el futuro. Podemos llevar nuestro pasado y
presente y futuro a la presencia de Dios. Podemos orar por otros. Podemos
encomendar al cuidado de Dios a los que tenemos cerca y lejos que están en el
ámbito de nuestra memoria y de nuestro corazón.
Todas las oraciones
deben incluir, sin duda, el dar gracias por el gran privilegio de la misma
oración. Pablo insiste en que debemos dar gracias en todo, en el dolor y
en la alegría igualmente. Esto implica dos cosas: gratitud, y perfecta
sumisión a la voluntad de Dios. Sólo cuando estamos totalmente convencidos
de que Dios hace todas las cosas bien y para bien podemos realmente sentir
hacia Él la perfecta gratitud que demanda la oración creyente.
Cuando oramos,
debemos siempre recordar tres cosas. Debemos recordar el amor de Dios, que
siempre desea sólo lo mejor para nosotros. Debemos recordar la sabiduría de
Dios, Que es el único que sabe lo que es mejor para nosotros. Debemos
recordar el poder de Dios, Que es el único que puede hacer que suceda lo
que es mejor para nosotros. El que ore con una confianza perfecta en el amor,
la sabiduría y el poder de Dios encontrará la paz de Dios.
El
resultado de la oración creyente es que la paz de Dios será el centinela que
guarde nuestros corazones.
Mateo 19; 25-26
“Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera,
diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
Y mirándolos Jesús, les
dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.”
El caso del joven rico arrojaba una luz clara y trágica sobre el peligro de la riqueza; ahí
estaba un hombre que había hecho la gran repulsa porque tenía muchas
posesiones. Jesús ahora pasa a hacer hincapié en este peligro. «Es difícil les
dijo para un rico entrar en el Reino del Cielo.»
Para ilustrar lo
difícil que era, puso una metáfora gráfica. Dijo que le era tan difícil a un
rico entrar en el Reino del Cielo como le sería a un camello pasar por el ojo
de una aguja.
¿Por qué esa
extrema dificultad? Las riquezas tienen tres efectos principales en la actitud
de una persona.
La riqueza produce una falsa independencia. Si uno tiene una buena provisión de bienes de
este mundo, puede que se crea capaz de resolver cualquier situación que se le
pueda presentar.
Hay un ejemplo
claro de esto en la carta a la Iglesia de Laodicea en Apocalipsis.
Cristo oyó decir a Laodicea: "Yo soy rica, he prosperado, y no me hace
falta nada» (Apocalipsis_3:17
)
Si un hombre es
rico, se figura que todo tiene un precio, y si quiere algo, no tiene más que
comprarlo; y que si se le presenta una situación difícil, puede encontrar la
salida. Puede llegar a pensar que puede comprar el derecho a la felicidad y la
exclusión de la aflicción. Así es que llega a pensar que Dios no le hace
ninguna falta, y que es perfectamente capaz de resolverse la vida por sí mismo.
Llega un punto cuando descubre que eso es una ilusión, que hay cosas que no se
pueden comprar con dinero, y cosas de las que el dinero no nos puede salvar.
Pero siempre existe el peligro de que las muchas posesiones produzcan la falsa
independencia que considera -hasta que se entera de lo contrario- que ha
eliminado la necesidad de Dios.
La riqueza encadena
al hombre a este mundo. " Donde
esté vuestro tesoro -dijo Jesús-, allí estará también vuestro corazón» (Mateo_6:21). Si todo lo que una persona desea se
encuentra en este mundo, si todos sus intereses están aquí, no piensa nunca en
el otro mundo ni en el más allá. Si una persona tiene un interés demasiado
grande en la Tierra, puede llegar a olvidarse de que hay un Cielo. Es
perfectamente posible que un hombre esté tan interesado en cosas terrenales que
olvide las celestiales, que esté tan involucrado en las cosas que se ven que
olvide las cosas que no se ven -y ahí está la tragedia, porque las cosas que se
ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. La riqueza tiende a
hacer a la persona egoísta. Por mucho que tenga una persona, desea tener todavía más. Además, una vez que uno
ha disfrutado de comodidad y lujo, siempre tiende a temer el día en que los
pueda perder. La vida se convierte en una pelea preocupada y tensa para retener
lo que se tiene. El resultado es que, cuando uno se hace rico, en vez de tener
el impulso de dar, a menudo tiene el de retener. Su instinto es amasar más y
más cosas, porque cree que le darán la seguridad. El peligro de la riqueza es
que tiende a hacer que uno se olvide de que pierde lo que guarda, y gana lo que
da.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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