Salmo 133; 1
“¡Mirad
cuán bueno y cuán delicioso es
Habitar los hermanos juntos en
armonía! “
Habitar juntos,
¡y en armonía! Esto es bueno (objetivamente), agradable (subjetivamente).
Pero es mucho más: motiva una respuesta celestial de generosa abundancia por lo
cual el Señor consagra a su pueblo para ser sus sacerdotes, cumpliendo su deseo
expresado para ellos Éxodo 19:6. Además, se
trata de un milagro celestial que borra las divisiones (1 Reyes 12:19) y junta a Hermón,
la montaña principal de Israel (al norte) y Sion, la montaña (al sur) de Judá en un rocío divino que da vida
(Isaías 26:19; Oseas. 14:5).
David declaró que la armonía es deliciosa y buena. Es lamentable, pero
la armonía no predomina en las iglesias como debería. Las personas están en
desacuerdo y causan división por asuntos sin importancia. Algunos parecen
deleitarse en provocar tensiones al desacreditar a otros. La armonía es
importante porque:
(1) hace que la iglesia sea un ejemplo positivo ante el mundo y ayuda
a atraer a otros (2) nos ayuda a
cooperar como un cuerpo de creyentes según el propósito de Dios, dándonos un
anticipo del cielo
(3) renueva y revitaliza los
ministerios para que haya menos tensión que mine nuestra energía.
Vivir en armonía no significa que debamos estar de acuerdo en todo;
habrá tantas opiniones como notas en un acorde musical. Pero estamos de acuerdo
en nuestro propósito en la vida: trabajar juntos para Dios. Nuestra expresión
externa de unidad debe revelar nuestra unidad interna de propósito.
Dios quiere esta unidad armoniosa, la bendice y la señala como prueba
de la vida eterna (1Juan_3:14).
Salmo 122; 1
Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos.
Asistir a la casa de Dios
puede ser un trabajo rutinario o una delicia. Para el salmista era una delicia.
Como peregrino de una de las tres grandes fiestas religiosas, se regocijaba en
alabar a Dios en su casa, junto a su pueblo. Quizás si hemos pecado o si se ha
enfriado nuestro amor por Dios, la adoración nos resulte un trabajo rutinario.
Pero si estamos cerca de Él y disfrutamos de su presencia, necesitaremos
adorarlo y alabarlo. La actitud hacia Dios determinará nuestro punto de vista
en cuanto a la adoración.
Si todos los discípulos de Cristo fueran unánimes y mantuvieran la
unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, sus enemigos serían privados de
sus principales ventajas contra ellos. Pero la máxima de Satanás siempre ha
sido dividir para vencer; y pocos cristianos se dan cuenta de sus designios.
Hebreos 10; 25
“no dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que
aquel día se acerca”.
La persecución y la
oposición en general desanimaba a muchos hermanos hebreos y causaba que dejaran
de congregarse con los santos para culto público. Esto era pecaminoso. El
reunirse contribuye a la estimulación mencionada en el versículo anterior.
Nuestra reunión con Cristo en el día final depende mucho de nuestras
reuniones públicas como iglesias locales ahora. La una cosa es preparatoria
para la otra. Este acto de reunirse en asamblea se aplica a todas las reuniones
de la iglesia local y ¡no solamente a una sola en particular!
Había algunos entre los destinatarios de la Carta a los Hebreos que habían abandonado el hábito de reunirse
con los hermanos. Los hermanos hebreos, a los cuales escribió el autor esta
epístola, veían acercarse algún día (evento) terrible. No tuvo el autor que
explicar a cuál día se refería. El ver acercarse ese día debía de haber servido
de gran ánimo para ser fieles (no dejando las reuniones), en lugar de ser más y
más indiferentes y negligentes. Puede ser que se refiere el autor al día de la
destrucción de Jerusalén, cosa que iba a acontecer en esa generación (Mateo_24:34), y que era de gran interés para ellos. El
tener qué huir a los montes (Lucas_21:20-21), y
las demás calamidades en la tierra (Lucas_21:23),
demandarían de los hermanos gran determinación espiritual y fidelidad, para no
ser vencidos. Les convenía por eso seguir reuniéndose para exhortación en sus
ejercicios espirituales.
El no asistir a las reuniones
cristianas es perder el estímulo y la ayuda de otros cristianos. Nos reunimos
para anunciar nuestra fe y fortalecernos los unos a los otros en el Señor. Al
acercarnos al fin de los tiempos y al estar próximo el "día" en que
Cristo volverá, afrontaremos problemas espirituales, tribulaciones e incluso
persecución. Fuerzas anticristianas crecerán en intensidad. Las dificultades
nunca debieran ser excusas para no congregarnos. En cambio, a medida que surgen
las dificultades, debemos hacer un mayor esfuerzo por ser fieles en la
asistencia.
El amor de unos por otros en Cristo debe manifestarse en obras de amor
y en la unidad en su nombre, especialmente en la luz de su inminente venida.
Si el "día" de este versículo se refiere al final, a la
segunda venida personal de Jesucristo, entonces el punto es éste: Seamos fieles
y perseverantes, no dejando de reunirnos y de exhortarnos, porque cada día nos
trae más cerca del día final (Romanos_13:11),
cuando daremos cuenta a Dios. Ahora, si nos apartamos de la fe, en ese día
seremos condenados.
La comunión de los santos es una gran ayuda y privilegio, y un medio
de constancia y perseverancia. Debemos observar la llegada de tiempos de
prueba, y por ellos ser despertados a una mayor diligencia. Hay un día de
prueba que viene para todos los hombres: el día de nuestra muerte.
Es
posible que alguien se considere cristiano y, sin embargo, deje de reunirse con
el pueblo de Dios para dar culto a Dios en la casa de Dios en el día de Dios.
Puede que trate de ser «una partícula piadosa», un cristiano en solitario.
Hay sobre todo tres
razones que hacen que una persona deje de reunirse con sus hermanos en el
culto.
1)
Puede que no vaya a
la iglesia por miedo. Puede que
le dé vergüenza que le vean ir a la iglesia. Puede que viva o trabaje con gente
que se ríe de los que van. Puede que tenga amigos que no tienen tiempo para
esas cosas, y tema sus críticas o burlas. Así es que puede que trate de ser un
discípulo secreto; pero se ha dicho con mucha razón que eso es imposible,
porque, o «el discípulo» acaba con " el secreto», o " el secreto»
acaba con "el discípulo». Debemos tener presente que, aparte de otras
cosas, el ir a la iglesia es dar muestras de fidelidad. Aunque los sermones nos
parezcan aburridos y los cultos sosos, el asistir nos da ocasión de dar
testimonio de nuestra fe.
2)
Puede que no vaya,
o que deje de ir, por tiquismiquis. Puede
que le fastidie relacionarse con gente que "no es como uno.» Hay iglesias
que son más clubes o clanes familiares que congregaciones. Puede que estén en
barrios que han venido a menos, y a los que siguen siendo miembros no les hace
ilusión que vaya todo el mundo; o viceversa, es decir, que los que van a la
iglesia son gente vulgar. No debemos olvidar que no hay vulgo para Dios. Fue por todos
por los que Cristo murió, y no sólo por la gente respetable.
3)
Puede que no vaya por engreimiento.
Puede que se crea que no necesita de la iglesia, o que está por encima
de lo que se hace y dice allí. El esnobismo social ya es malo; pero el
intelectual, y no se diga el espiritual, son mucho peor. El más sabio sabe que
es un ignorante para Dios; y el más fuerte, que es débil ante la tentación.
Nadie puede vivir la vida cristiana si descuida la comunión de la iglesia. El
que crea que puede, debe recordar que no se va a la iglesia sólo para recibir, sino también para dar.
Si cree que la iglesia tiene faltas, su deber sería ir a ayudar a superarlas.
Dios te
ha puesto en una iglesia local, con un propósito y función para ti. Nunca lo
olvides; persevera en la obediencia a Dios y ten paciencia.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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