} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 3 Septiembre LA BUENA SEMILLA

domingo, 3 de septiembre de 2017

3 Septiembre LA BUENA SEMILLA

   
Salmo 133; 1
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es
Habitar los hermanos juntos en armonía! “

Habitar juntos, ¡y en armonía! Esto es bueno (objetivamente), agradable (subjetivamente). Pero es mucho más: motiva una respuesta celestial de generosa abundancia por lo cual el Señor consagra a su pueblo para ser sus sacerdotes, cumpliendo su deseo expresado para ellos Éxodo 19:6. Además, se trata de un milagro celestial que borra las divisiones (1 Reyes 12:19) y junta a Hermón, la montaña principal de Israel (al norte) y Sion, la montaña (al sur) de Judá en un rocío divino que da vida (Isaías 26:19; Oseas. 14:5).  

David declaró que la armonía es deliciosa y buena. Es lamentable, pero la armonía no predomina en las iglesias como debería. Las personas están en desacuerdo y causan división por asuntos sin importancia. Algunos parecen deleitarse en provocar tensiones al desacreditar a otros. La armonía es importante porque:
(1) hace que la iglesia sea un ejemplo positivo ante el mundo y ayuda a atraer a otros  (2) nos ayuda a cooperar como un cuerpo de creyentes según el propósito de Dios, dándonos un anticipo del cielo
 (3) renueva y revitaliza los ministerios para que haya menos tensión que mine nuestra energía.
Vivir en armonía no significa que debamos estar de acuerdo en todo; habrá tantas opiniones como notas en un acorde musical. Pero estamos de acuerdo en nuestro propósito en la vida: trabajar juntos para Dios. Nuestra expresión externa de unidad debe revelar nuestra unidad interna de propósito.
Dios quiere esta unidad armoniosa, la bendice y la señala como prueba de la vida eterna (1Juan_3:14).


Salmo 122; 1
Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos.

      Asistir a la casa de Dios puede ser un trabajo rutinario o una delicia. Para el salmista era una delicia. Como peregrino de una de las tres grandes fiestas religiosas, se regocijaba en alabar a Dios en su casa, junto a su pueblo. Quizás si hemos pecado o si se ha enfriado nuestro amor por Dios, la adoración nos resulte un trabajo rutinario. Pero si estamos cerca de Él y disfrutamos de su presencia, necesitaremos adorarlo y alabarlo. La actitud hacia Dios determinará nuestro punto de vista en cuanto a la adoración.
Si todos los discípulos de Cristo fueran unánimes y mantuvieran la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, sus enemigos serían privados de sus principales ventajas contra ellos. Pero la máxima de Satanás siempre ha sido dividir para vencer; y pocos cristianos se dan cuenta de sus designios.


Hebreos 10; 25

“no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
      La persecución y la oposición en general desanimaba a muchos hermanos hebreos y causaba que dejaran de congregarse con los santos para culto público. Esto era pecaminoso. El reunirse contribuye a la estimulación mencionada en el versículo anterior.
Nuestra reunión con Cristo en el día final depende mucho de nuestras reuniones públicas como iglesias locales ahora. La una cosa es preparatoria para la otra. Este acto de reunirse en asamblea se aplica a todas las reuniones de la iglesia local y ¡no solamente a una sola en particular!

Había algunos entre los destinatarios de la Carta a los Hebreos que habían abandonado el hábito de reunirse con los hermanos. Los hermanos hebreos, a los cuales escribió el autor esta epístola, veían acercarse algún día (evento) terrible. No tuvo el autor que explicar a cuál día se refería. El ver acercarse ese día debía de haber servido de gran ánimo para ser fieles (no dejando las reuniones), en lugar de ser más y más indiferentes y negligentes. Puede ser que se refiere el autor al día de la destrucción de Jerusalén, cosa que iba a acontecer en esa generación (Mateo_24:34), y que era de gran interés para ellos. El tener qué huir a los montes (Lucas_21:20-21), y las demás calamidades en la tierra (Lucas_21:23), demandarían de los hermanos gran determinación espiritual y fidelidad, para no ser vencidos. Les convenía por eso seguir reuniéndose para exhortación en sus ejercicios espirituales.

 El no asistir a las reuniones cristianas es perder el estímulo y la ayuda de otros cristianos. Nos reunimos para anunciar nuestra fe y fortalecernos los unos a los otros en el Señor. Al acercarnos al fin de los tiempos y al estar próximo el "día" en que Cristo volverá, afrontaremos problemas espirituales, tribulaciones e incluso persecución. Fuerzas anticristianas crecerán en intensidad. Las dificultades nunca debieran ser excusas para no congregarnos. En cambio, a medida que surgen las dificultades, debemos hacer un mayor esfuerzo por ser fieles en la asistencia.
El amor de unos por otros en Cristo debe manifestarse en obras de amor y en la unidad en su nombre, especialmente en la luz de su inminente venida.


Si el "día" de este versículo se refiere al final, a la segunda venida personal de Jesucristo, entonces el punto es éste: Seamos fieles y perseverantes, no dejando de reunirnos y de exhortarnos, porque cada día nos trae más cerca del día final (Romanos_13:11), cuando daremos cuenta a Dios. Ahora, si nos apartamos de la fe, en ese día seremos condenados.

La comunión de los santos es una gran ayuda y privilegio, y un medio de constancia y perseverancia. Debemos observar la llegada de tiempos de prueba, y por ellos ser despertados a una mayor diligencia. Hay un día de prueba que viene para todos los hombres: el día de nuestra muerte.

Es posible que alguien se considere cristiano y, sin embargo, deje de reunirse con el pueblo de Dios para dar culto a Dios en la casa de Dios en el día de Dios. Puede que trate de ser «una partícula piadosa», un cristiano en solitario.
Hay sobre todo tres razones que hacen que una persona deje de reunirse con sus hermanos en el culto.
1)                 Puede que no vaya a la iglesia por miedo. Puede que le dé vergüenza que le vean ir a la iglesia. Puede que viva o trabaje con gente que se ríe de los que van. Puede que tenga amigos que no tienen tiempo para esas cosas, y tema sus críticas o burlas. Así es que puede que trate de ser un discípulo secreto; pero se ha dicho con mucha razón que eso es imposible, porque, o «el discípulo» acaba con " el secreto», o " el secreto» acaba con "el discípulo». Debemos tener presente que, aparte de otras cosas, el ir a la iglesia es dar muestras de fidelidad. Aunque los sermones nos parezcan aburridos y los cultos sosos, el asistir nos da ocasión de dar testimonio de nuestra fe.

2)                Puede que no vaya, o que deje de ir, por tiquismiquis. Puede que le fastidie relacionarse con gente que "no es como uno.» Hay iglesias que son más clubes o clanes familiares que congregaciones. Puede que estén en barrios que han venido a menos, y a los que siguen siendo miembros no les hace ilusión que vaya todo el mundo; o viceversa, es decir, que los que van a la iglesia son gente vulgar. No debemos olvidar que no hay vulgo para Dios. Fue por todos por los que Cristo murió, y no sólo por la gente respetable.

3)         Puede que no vaya por engreimiento. Puede que se crea que no necesita de la iglesia, o que está por encima de lo que se hace y dice allí. El esnobismo social ya es malo; pero el intelectual, y no se diga el espiritual, son mucho peor. El más sabio sabe que es un ignorante para Dios; y el más fuerte, que es débil ante la tentación. Nadie puede vivir la vida cristiana si descuida la comunión de la iglesia. El que crea que puede, debe recordar que no se va a la iglesia sólo para recibir, sino también para dar. Si cree que la iglesia tiene faltas, su deber sería ir a ayudar a superarlas.

  Dios te ha puesto en una iglesia local, con un propósito y función para ti. Nunca lo olvides; persevera en la obediencia a Dios y ten paciencia.

¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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