} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 25 Julio LA BUENA SEMILLA

martes, 25 de julio de 2017

25 Julio LA BUENA SEMILLA


Hebreos 11; 1
Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven”  RV 1602

      Para el autor de hebreos la fe está absolutamente segura de que lo que cree es verdad, y lo que espera sucederá. La fe es la convicción basada en las experiencias pasadas de que, con toda seguridad, Dios nos dará nuevas sorpresas.
No es una esperanza que se hace ilusiones en cuanto al porvenir, sino que mira al porvenir con absoluta convicción.  Esta esperanza cristiana es tal que inspira toda la conducta de una persona. Se vive con ella y se muere con ella; su posesión es algo que hace actuar.
Dos palabras describen nuestra fe: confianza y certeza. Estas dos cualidades necesitan un punto inicial y final seguros. El punto inicial de la fe es creer en el carácter de Dios: Él es quien dice ser que es. El punto final es creer en las promesas de Dios: El hará lo que dice. Cuando creemos que Dios cumplirá sus promesas, a pesar de que todavía no las vemos hechas realidad, mostramos verdadera fe. Juan_20:24-31
Es creer en Dios frente al mundo. Si seguimos los parámetros del mundo puede que tengamos facilidades y comodidades y prosperidad; si seguimos los parámetros de Dios, lo más probable es que experimentemos dolores, pérdidas y marginación. El cristiano está convencido de que es mejor sufrir con Dios que prosperar con el mundo.
La esperanza cristiana es creer en el Espíritu frente a los sentidos. Los sentidos dicen que escojamos el placer del momento, pero el Espíritu nos dice que hay algo que vale mucho más. El cristiano cree al Espíritu más que a los sentidos
La esperanza cristiana es creer en el futuro frente al presente. Lo que parece atractivo al momento puede traernos dolor en el futuro; lo que nos hace un daño terrible en el momento puede que nos traiga la felicidad a la larga. El cristiano está seguro de que, a la larga, nadie puede desterrar la verdad, porque «grande es la verdad, y al final prevalecerá.»
La fe es un argumento convencedor para la mente. No es buen argumento, o prueba, toda fe, pues la fe en todo caso depende de la evidencia. Pero la fe del cristiano se basa en las evidencias incontrovertibles y abundantes de la Palabra de Dios (Romanos10:17). Ahora si es falsa la Biblia, es falsa nuestra fe en las cosas no visibles. Pero los ataques de los incrédulos a través de los siglos no han podido destruir la veracidad de la Biblia.
            Muchos tiene "fe," pero no en la verdad. Eva creyó a Satanás, quien le engañó con una mentira ("no morirás"). Presentó él una mentira como si fuera la verdad. De igual manera muchos creen una mentira hasta la fecha (2Tesalonicenses_2:11). Sin la fe (en cualquier campo de creencia) estaríamos limitados al mundo angosto de los cinco sentidos (gustar, tocar, ver, oír, oler). ¡Nadie se limita así, ni el profesado ateo! Todo el mundo ejerce la fe. Pero no todo el mundo tiene la fe que salva.


Santiago 1, 22
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”

De nuevo nos presenta Santiago con su maestría pictórica probada dos de sus cuadros gráficos. Lo primero de todo, nos presenta al que va a la reunión de la iglesia, y oye la lectura y la exposición del Evangelio, y cree que con eso ya es cristiano. Tiene los ojos cerrados al hecho de que lo que se lee y se oye en la iglesia tiene que vivirse. Todavía se suele identificar el ir a la iglesia y el leer la Biblia con el Cristianismo, pero eso no es ni la mitad del camino. Lo realmente importante es trasladar a la acción lo que hemos escuchado.

En segundo lugar, Santiago dice que esa persona es como la que se mira en el espejo -los espejos no se hacían entonces de vidrio, sino de metal pulimentado--, ve los defectos que le desfiguran el rostro y desmelenan el cabello, y se va y se olvida de su aspecto, así es que no hace nada para mejorar. Al escuchar la Palabra de Dios se le revela a uno cómo es y cómo debería ser. Ve lo que está mal; y lo que tiene que hacer para remediarlo; pero, si no hace más que oír, se queda como estaba, y no le ha servido de nada.
Santiago nos recuerda que lo que oímos en la iglesia lo tenemos que vivir fuera -o no tiene sentido que lo oigamos.

Si oyéramos un sermón cada día de la semana y un ángel del cielo fuera el predicador, no nos llevaría nunca al cielo si nos apoyáramos solamente en el oír. Los que son solo oidores se engañan a sí mismos; y el engaño de sí mismo será hallado, al final, como el peor engaño. Si nos halagamos a nosotros mismos es nuestra propia falta. La verdad no halaga a nadie, tal como está en Jesús. La Palabra de Dios en la Biblia debe ser cuidadosamente escuchada con atención, y expondrá ante nosotros la corrupción de nuestra naturaleza, los desórdenes de nuestros corazones y de nuestra vida; nos dirá claramente lo que somos. Nuestros pecados son las manchas que la ley deja al descubierto; la sangre de Cristo es el lavamiento que enseña el evangelio, pero oímos en vano la Palabra de Dios y en vano miramos el espejo del evangelio si nos vamos y olvidamos nuestras manchas en lugar de sacarlas lavándolas, y olvidamos nuestro remedio en lugar de recurrir a este. Eso pasa con los que no oyen la palabra como debieran. Al oír la palabra miramos dentro de ella en busca de consejo y guía, y cuando la estudiamos, se vuelve nuestra vida espiritual. Los que se mantienen en la ley y la Palabra de Dios son y serán bendecidos en todos sus caminos. Su recompensa de gracia en el más allá estará relacionada con su paz y consuelo presente.
Cada parte de la revelación divina tiene su uso, llevando al pecador a Cristo para salvación, y guiándole y exhortándole a andar en libertad por el Espíritu de adopción, conforme a los santos mandamientos de Dios. El hombre no es bendecido por sus obras, sino en su obra. No es hablar sino andar lo que nos llevará al cielo. Cristo se volverá más precioso para el alma del creyente, que por Su gracia, se volverá más idónea para la herencia de los santos en luz.

La salvación induce al servicio. Es engañoso creer que el interés de Dios en que la gente asista a la iglesia es meramente que escuchen la Palabra, en lugar de experimentar una transformación de sus vidas que se traduzca en ministerio.

Es muy importante saber lo que la Palabra de Dios dice, pero es mucho más importante obedecerla. La eficacia de nuestro tiempo de estudio bíblico puede medirse por el efecto que tiene en nuestra conducta y nuestras actitudes. ¿Ponemos en práctica lo que hemos estudiado?


¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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