} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 6 Julio LA BUENA SEMILLA

jueves, 6 de julio de 2017

6 Julio LA BUENA SEMILLA


Juan 6; 37-40

“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
   Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
   Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
   Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

¿A quiénes dio el Padre a Cristo? ¿Cómo lo hizo? Muchos creen que la gracia es irresistible, que arbitrariamente Dios elige a ciertos individuos y los trae a Cristo con algún acto soberano.
Desde luego, El da a Cristo solamente los que creen en El y obedecen al evangelio. Se dice que en la fe se cumple la voluntad salvífica de Dios, porque Jesús en persona es el salvador enviado por Dios, que cumple esa voluntad en el mundo. En la fe, al igual que en el proceso por el que se llega a ser creyente y se llega a Jesús, no existe en definitiva ninguna obra humana.

Ya no se trata de la opinión y del querer del hombre, lo que ahí se da es la obra de Dios Padre. 
Al comienzo del movimiento de fe como un ir a Jesús está el Padre, que «da» y entrega los creyentes a Jesús, dirigiéndolos hacia Él.

Estos tienen que renacer, Juan_3:3; Juan_3:5. Los que vienen a Cristo son los que nacen del agua y del Espíritu. Cristo no hace acepción de personas (Hch_10:34-35), sino que enseña e invita a todos. El único acceso a esta nueva relación con Dios es por medio de Jesús; sin Él nunca habría sido posible, y aparte de Él sigue siendo imposible.

No hay investigación de la mente ni anhelo del corazón que pueda encontrar a Dios aparte de Jesús. Detrás de todo este proceso está Dios. Los que acuden a Jesús son los que Dios Le ha dado. Dios no se limita a proveer la meta; también mueve el corazón para que Le desee; también obra en el corazón para desarraigar la rebeldía y el orgullo que podrían obstaculizar la entrega total. No podríamos ni siquiera empezar a buscarle si no fuera porque Él ya nos ha encontrado.
Queda ese algo tozudo en el corazón humano que nos hace seguir rehusando la invitación de Dios. En último análisis, lo único que puede frustrar el propósito de Dios es la oposición del corazón humano. La vida está ahí para que la tomemos... o para que la rechacemos.

Cristo murió por todos (1Juan_2:2) y el evangelio debe ser predicado a todos (Mat_28:19; Mar_16:15), pero los elegidos de Dios son los que son llamados por el evangelio (2Tes_2:13-14); es decir, los que oyen el evangelio y lo obedecen. Estos son los que son enseñados por Dios.

Cuando hemos nacido de nuevo por gracia de Dios por fe en Jesucristo, suceden dos cosas. La primera es que entra en la vida una nueva satisfacción. El corazón humano encuentra lo que estaba buscando, y la vida deja de ser un mero vegetar para ser algo lleno a la vez de emoción y de paz.
Y la segunda es que tenemos seguridad hasta más allá de la muerte. Aun el último día, cuando todo termine, estaremos a salvo en Cristo  Esta explicación está comprobada en el libro de Hechos de los Apóstoles, el libro que registra ejemplos de la conversión.

Los que no aceptaron a Cristo y al evangelio demostraron que no eran su pueblo.
Jesús no obraba independientemente de Dios el Padre, sino con El. Esto debiera darnos mayor seguridad de ser aceptos en la presencia de Dios y protegidos por El. El propósito de Jesús era hacer la voluntad de Dios, no satisfacer sus deseos humanos. Debiéramos tener el mismo propósito.

Los judíos rebeldes se juzgaban a sí mismos como indignos de la vida eterna, pero los gentiles con gozo aceptaron el evangelio y de esa manera demostraron que estaban "ordenados para vida eterna". De esta clase de gente Dios habla en Hch_18:10, "Tengo mucho pueblo en esta ciudad".

Así pues, la incredulidad de los judíos demostraba que ellos no fueron dados a Cristo por el Padre, es decir, que en realidad no eran el pueblo de Dios como suponían. Cristo condena su orgullo al decirles que no eran dignos de ser su pueblo.
  Las obras de Jesús eran las obras del Padre. La voluntad del Padre era que a través de Cristo un pueblo fuera llamado por el evangelio, perdonado, santificado y transformado a la imagen divina, para poder vivir con Dios en el cielo.

Todos los que obedecen al evangelio son dados a Cristo por el Padre. La salvación es el don de Dios (Efe_2:8; Rom_6:23)
Cristo no pierde a los que vienen a Él por causa de la muerte física, porque los resucitará. Jesús dijo que no perdería una persona siquiera de las que el Padre le había dado.
Así que cualquiera que se comprometa sinceramente a creer en Jesucristo como Salvador está seguro en la promesa de vida eterna que da Dios. Cristo no permitirá que Satanás venza a su pueblo y este pierda la salvación. Los que ponen su fe en Cristo resucitarán de la muerte física a la vida eterna con Dios cuando Cristo vuelva otra vez 1Co_15:52; 1Tes_4:16.

¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

  

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