} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN

lunes, 17 de julio de 2017

REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN



La mayoría de las veces podemos plantearnos mal la pregunta cuando decimos ¿Qué tengo que hacer para ir al Paraíso, al Cielo? ya que de este modo estamos dando a entender como si por nuestras obras pudiéramos lograrlo.
Ese es el ardid que emplean las religiones para esclavizar las mentes de sus seguidores. Desde las radicales que ofrecen vírgenes si se inmolan matando gente inocente, a aquellas que si les entregas tus bienes materiales te garantizan un boleto para la eternidad, pero no te dicen dónde, y sus mediadores no se ponen de acuerdo.
Pero a ti que estás leyendo éstas líneas, te diré que ni tú ni yo podemos hacer nada para ir al Paraíso, al Cielo. No podemos volar hasta allí, ni ningún artilugio humano nos puede llevar.
Reflexiona un momento. Para movernos entre ciudades o lugares que deseemos ir utilizamos un "medio" que nos ofrece la seguridad de llegar a ese destino. Si vas a una ciudad de tu país en autobús, compruebas en tu billete que quien te lo expide no te está engañando y te envía a un destino diferente. Imagínate que vas a otro país en avión y que por no comprobar tu billete te envían a otro destino diferente del que querías ir, menudo chasco te llevarías ¿verdad?
 Pues si somos tan diligentes para comprobar algo tan pasajero y temporal ¿no tendremos que ser mucho más cautelosos para examinar dónde vamos a vivir en la eternidad?
La Buena Noticia es que Dios nos regala el Único Medio para llegar al Paraíso. Dios sólo te pide que tengas fe en Su Hijo Jesucristo, que creas que por Su Sangre, derramada en la cruz, te limpia de pecado y que con Su Resurrección te garantiza la Nueva Vida junto a Dios. SÓLO POR FE, no por obras para que nadie se enorgullezca. SOLO CRISTO. Jesucristo es el ÚNICO MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES. Jesucristo dice: YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD, Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SI NO POR MI.
Esta es la VERDAD ABSOLUTA, Jesucristo es el Hijo de Dios, quien conoce al Hijo conoce al Padre y esa es la Vida Eterna, conocerlo, creerle, amarle, confiarle tu vida. Es tan sencillo que hasta un niño puede entenderlo. Y nosotros los adultos tenemos que volvernos como niños que confiaban en sus padres sabiendo que nos amaban para bien; si eso recibíamos de nuestros padres terrenales, cuanto más de nuestro Creador Dios y Padre.

Qué ocurre, que el sistema del mundo, regido por Satanás, ha ido introduciendo desde la infancia "tareas" y " aprendizajes" para alejarnos de la Verdad; utilizando " tu propio esfuerzo para alcanzar metas"; palabras como: "mereces esto o aquello" "esfuérzate para alcanzar"; "tienes que lograr"; " cuanto más logres"...y un sin fin de expresiones que van inoculando tu mente, con el único fin de que no puedas aceptar que la SALVACIÓN ES UN REGALO DE DIOS, QUE LA SALVACIÓN ES POR FE y nada más.
Satanás es el maestro del engaño, de la mentira, de la suplantación. Nunca te va a decir abiertamente que No creas a Jesús, su misión es entretenerte y desviarte a otras cosas; sembrar dudas o interrumpir por ejemplo sigas leyendo esto. Satanás te va a decir que tienes cosas más importantes que hacer, trabajar, estar ocupado ¿ para qué? para que no te ocupes de lo más importante en tu vida: la Salvación.
Satanás te va decir que lo dejes para otro momento, cuando seas mayor o te jubiles...pero ¿acaso sabes si vas a estar vivo dentro de una hora? ¿ acaso sabes el tiempo que te resta de vida? Yo tampoco sé cuánto me queda a mí, eso está en manos de Dios. Pero lo que sí sé es que si me muero dentro de unos momentos, estaré en la presencia de Dios porque recibí la fe para creer en Su Hijo Jesucristo como mi Salvador y Señor y su Promesa es suficiente para mí. Yo sé y conozco a Quién he creído.
Te pregunto a ti, ¿ Tú sabes a dónde vas a ir cuando mueras?¿ Tienes la convicción, la certeza absoluta, o dudas y no estás seguro?
No dejes ni un segundo más la decisión más importante de tu vida, porque tú y solo tú decides. No dejes para más tarde una decisión que la muerte te puede impedir; y después no tendrás oportunidad y te lamentaras por toda la eternidad. ¡Ven a Jesucristo! Entrégale tu vida, acéptale como tú Único Salvador y Señor.
Los dones de la gracia de Cristo son tan asombrosos y abundantes que aun los creyentes, al principio, nos cuesta discernirlos. Son tan profundos y misteriosos que aun quienes conocen bien su mente, están prontos a ofrecer razonamientos para hacerlos entender a los que aún no hemos alcanzado tal grado de madurez espiritual. Creo sinceramente que debemos dar gracias al Señor por todos ellos y ser fieles administradores de la medida de la fe que hayamos recibido, no dejándola languidecer, sino cultivarla, abonarla y regarla abundantemente con la Palabra de Dios en la Biblia, para que el Espíritu la mantenga viva y contagie a quienes nos rodean. Quienes tienen mucho del Espíritu de Dios, mientras están aquí ven que necesitan pedir más de Cristo, cuanto más nos muestra su carácter más anhelamos imitarle. 
Nuestro Señor Jesús consideró conveniente, para cumplir toda justicia, apropiarse de cada institución divina, y mostrar su disposición para cumplir con todos los preceptos justos de Dios.
En Cristo y por medio de Él, los cielos están abiertos para los hijos de los hombres, para todos aquellos que hemos nacido de nuevo por gracia de Dios. Este descenso del Espíritu sobre Cristo demuestra que estaba dotado sin medida con sus poderes sagrados. El fruto del Espíritu Santo es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, todos ellos se irán desarrollando en nosotros mismos cuanto más caminemos por fe en Jesucristo para que nuestra transformación sea diaria y continua; percibiremos como opera desde nuestro interior para ir produciendo esos frutos del Espíritu, del mismo género y naturaleza.
En el bautismo de Cristo hubo una manifestación de las tres Personas de la Santa Trinidad. El Padre confirmando al Hijo como Mediador; el Hijo que solemnemente se encarga de la obra; el Espíritu Santo que desciende sobre Él para ser comunicado al pueblo por su mediación. En Cristo son aceptables nuestros sacrificios espirituales, porque Él es el altar que santifica todo don. Fuera de Cristo Dios es fuego consumidor; en Cristo, un Padre reconciliador. Este es el resumen del evangelio, el cual debemos abrazar jubilosamente por fe y obedecerlo por vida.
Te invito a conocer a Cristo como Salvador y Señor para que puedas ver la Vida Eterna. No dejes esa decisión para mañana; quien sabe tal vez tu mañana nunca llegue y hoy sea tu último día. ¡Te imaginas! Si tuvieras que dejar este mundo y rendir cuentas ante Dios, ¿Cómo llegarías a Su presencia? ¿Creyendo en Cristo o rechazándolo? Puedes filosofar todo lo que quieras y poner las excusas que se te antojen, pero al final lo quieras o no, ante la Majestad de Dios no podrás decir ni pío. Dios Padre sólo te pide que creas en y a Su Hijo Jesucristo.
Una vez que dejes este cuerpo donde habita tu espíritu, irás a la presencia de Dios. Allí, oirás, verás, tocaras, sentirás sin el estorbo corpóreo; y gozarás de la presencia de Cristo, si has creído en Él, o por el contrario sufrirás eternamente lejos de la presencia de Dios. Lo más terrible es que podrás ver como gozamos de todos los galardones del Señor, en cambio tú estarás carcomido por la culpa por no haber creído en vida que iba ser así.
Puedo gritar más alto o escribir en mayúscula, pero no puedo decirlo más claro: o aceptas por fe a Jesús como Salvador y Señor o sino prepárate para el infierno.
Cristo es el Camino al Padre que los pecadores tenemos en su persona como Dios manifestado en carne, en su sacrificio expiatorio, y como nuestro Abogado. Él es la Verdad, que cumple todas las profecías del Salvador; creyendo eso los pecadores vamos por Él, el Camino. Él es la Vida, por su Espíritu vivificador recibimos vida los muertos en pecado. Nadie que no sea vivificado por Él, la Vida, y enseñado por Él, la Verdad, puede acercarse a Dios como Padre por Él, el Camino. Por Cristo, el Camino, nuestras oraciones van a Dios y sus bendiciones vienen a nosotros; este es el Camino que lleva al reposo, el buen Camino antiguo. Él es la Resurrección y la Vida. Todo el que ve a Cristo por fe, ve al Padre en Él.
A la luz de la doctrina de Cristo vemos a Dios como Padre de las luces y, en los milagros de Cristo vemos a Dios como el Dios del poder. La santidad de Dios brilló en la pureza inmaculada de la vida de Cristo. Tenemos que creer la revelación de Dios al hombre en Cristo; porque las obras del Redentor muestran su gloria, y a Dios en Él.
Cristo no es solo igual a Dios, Él es Dios; como imagen del Dios invisible, El es la exacta representación de Dios. No solo refleja a Dios, sino que también nos revela a Dios; como primogénito de toda creación tiene la prioridad y autoridad como príncipe en la casa del Rey. Vino del cielo, no del polvo de la tierra, y es el Señor de todo. El es completamente santo, y tiene autoridad para juzgar al mundo. Por lo tanto, es supremo sobre toda la creación, incluyendo el mundo espiritual. Nosotros debemos creer en la deidad de Jesucristo (que Jesús es Dios), sino nuestra fe cristiana es hueca, mal dirigida y sin sentido. Esta es una verdad central del cristianismo. Debemos oponernos a aquellos que dicen que Dios es solo un profeta o un gran maestro.
Por más que el prójimo esté abrumado por las penas de esta época actual, de su vida sin esperanza, de la crisis y otras circunstancias, nosotros no estamos así. Los discípulos de Cristo debemos mantener nuestra mente en paz, cuando todo lo que nos rodea está revuelto. He aquí el remedio contra este trastorno de la mente, “Creed”. Creyendo en Cristo como Mediador entre Dios y el hombre, recibimos consuelo. Se habla de la dicha del cielo como estar en la casa del padre. Hay muchas mansiones, porque hay muchos hijos para ser llevados a la gloria. Las mansiones son viviendas que duran, no como las terrenales que se deterioran y son temporales. Cristo será el Consumador de aquello, de lo cual es el Autor o Iniciador; si tiene preparado el lugar para nosotros, nos preparará para eso.
Todo lo que recibimos por Cristo se resume en esta sola palabra: gracia; recibimos: “gracia sobre gracia”un don tan grande, tan rico, tan inapreciable; la buena voluntad de Dios para con nosotros, y la buena obra de Dios en nosotros. La ley de Dios es santa, justa y buena; y debemos hacer el uso apropiado de ella. Pero no podemos derivar de ella el perdón, la justicia o la fuerza. Nos enseña a adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador, pero no puede tomar el lugar de esa doctrina. Como ninguna misericordia procede de Dios para los pecadores sino por medio de Jesucristo, ningún hombre puede ir al Padre sino por Él; nadie puede conocer a Dios salvo que Él lo dé a conocer en el Hijo unigénito y amado.
Dios se comunicó mediante varias personas en el Antiguo Testamento, por lo general profetas que recibían mensajes específicos. Pero nadie vio a Dios. En Cristo, Dios reveló su naturaleza y esencia de una forma que podía verse y tocarse. En Cristo, Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Dios se ha revelado a sí mismo a la humanidad en varias formas, pero estas revelaciones estaban relacionadas con la esencia de Dios que es un espíritu invisible. Jesús es la imagen visible, tangible, del Dios invisible. Es la revelación completa de lo que es Dios. Jesús explicó a Felipe, el que deseaba ver al Padre, que conocerlo a El equivalía a conocer a Dios. La búsqueda de Dios, de la verdad y de la realidad, conduce a Cristo.
Así como Jesucristo tiene inmortalidad, así la dará a nosotros los que creemos; estar fuera d Cristo es la muerte. No es sino la filosofía pagana la que atribuye al alma indestructibilidad en sí, la cual ha de atribuirse sólo al don de Dios. Así como Dios tiene vida en sí, así ha dado al Hijo tener vida en sí. Si uno no puede mirar de fijo al sol, el cual no es sino una pequeña parte de la creación, a causa del intenso calor y poder; ¡cuánto menos puede el hombre mortal mirar la gloria indecible de Dios! Tal vez aun en el estado perfecto ninguna criatura verá completamente a Dios. Sin embargo los santos, en cierto sentido tendrán la bienaventuranza de verle, lo que es negado al mero hombre.
Los ojos mortales no toleran el resplandor de la gloria divina. Nadie puede acercarse a Él a menos que se dé a conocer a los pecadores en Cristo y por medio de Cristo. La Deidad es adorada aquí sin distinción de Personas, porque todas las cosas se dicen apropiadamente del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo. Dios nos es revelado sólo en la naturaleza humana de Cristo y a través de ella, como el Unigénito Hijo del Padre.
Cristo en su naturaleza humana es la revelación visible del Dios invisible y quien le ha visto a Él ha visto al Padre. Adoremos estos misterios con fe humilde y contemplemos la gloria de Dios en Cristo Jesús. Siendo todas las cosas creadas por Él, fueron creadas para Él; siendo hechas por su poder, fueron hechas conforme a su beneplácito y para alabanza de su gloria. No sólo las creó todas al principio; por la palabra de su poder las sustenta.
Cristo como Mediador es la Cabeza del cuerpo, la Iglesia; toda gracia y fuerza son de Él; y la Iglesia es su cuerpo. Toda plenitud habita en Él; la plenitud de mérito y justicia, de fuerza y gracia para nosotros. Dios mostró su justicia al requerir plena satisfacción. Este modo de redimir a la humanidad por la muerte de Cristo fue el más apto. Aquí se presenta ante nuestra visión el método de ser reconciliado. Pese al odio hacia el pecado por parte de Dios, quiso Dios reconciliar consigo al hombre caído. Si estamos convencidos en nuestra mente de que éramos enemigos por las malas obras, y que ahora estamos reconciliados a Dios por el sacrificio y muerte de Cristo según nuestra naturaleza, no intentaremos explicar ni siquiera pensar en comprender plenamente estos misterios, pero veremos la gloria de este plan de redención y nos regocijaremos en la esperanza que nos es puesta por delante. Si el amor de Dios por nosotros es tan grande, ¿ahora qué podemos hacer por Dios? Orar con frecuencia y abundar en los deberes santos y no vivir más para sí mismo, sino para Cristo, el que murió por nosotros. Pero, ¿para qué? ¿para que sigamos viviendo en el pecado? No, sino para que muramos al pecado y vivamos entonces no para nosotros sino para Él.
Cuando todo hombre anhela lo que puede obtener y ansía conservar lo que tiene, esto hace que los hombres sean peligrosos, los unos para los otros. Cuando los hombres no temen a Dios, no consideran al hombre. Cuando los hijos son desobedientes con sus padres, esto hace que los tiempos sean peligrosos. Los hombres son impíos y sin temor de Dios porque son ingratos ante las misericordias de Dios. Abusamos de las dádivas de Dios si las hacemos alimento y combustible de nuestras concupiscencias. Los tiempos también son peligrosos cuando los padres carecen de afecto natural por sus hijos. Cuando los hombres no mandan sus propios espíritus sólo desprecian lo bueno y honroso. Dios tiene que ser amado por encima de todo, pero la mente carnal, llena de enemistad contra Él, prefiere cualquier cosa antes que a Él, especialmente al placer carnal. Una forma de piedad es muy diferente del poder; los cristianos debemos alejarnos de los que son hallados hipócritas. Tales personas se han encontrado dentro de la iglesia externa, en todo lugar y en todos los tiempos.
Siempre ha habido hombres astutos que, con pretensiones y halagos, se infiltran en el favor y la confianza de los que son demasiado crédulos, ignorantes y fantasiosos. Todos debemos estar siempre aprendiendo a conocer al Señor, pero estos siguen cualquier noción nueva, pero nunca buscan la verdad como es en Jesús. Como los magos egipcios, estos eran hombres de mentes corrompidas, perjuiciados contra la verdad, y carecen de fe. Pero aunque el espíritu de error pueda estar libre por un tiempo, Satanás no puede engañar a las naciones e iglesias más allá de lo que Dios permite.
La gente será arrastrada por todo tipo de perversiones egoístas, contrarias a lo natural. Algunos mantendrán una apariencia externa de gente que usa el vocabulario cristiano, pero que rehúsa aceptar las realidades que la fe cristiana expresa. El poder que niegan constituye la esencia del cristianismo; el hecho de un Redentor resucitado, la verdad de la Palabra inspirada por Dios, y la presencia y plenitud del Espíritu Santo obrando en las vidas de los creyentes y transformándolas. Se compara a los falsos maestros con Janes y Jambres, magos egipcios que se opusieron a Moisés debido a su conciencia baja y perversa.
En los tiempos finales los hombres del mundo serán peligrosos, ásperos, salvajes, difíciles, dolorosos, fieros, dañinos, duros de tratar. La palabra describe a una sociedad desprovista de virtud en la que abundan los vicios.Muy poco tiempo queda para entrar por la gracia a la presencia de Dios. No hay opción ni deriva; o entras por Cristo o te quedas fuera. No demores por más tiempo la decisión más importante de tu vida. Ven a Cristo; aceptale como Señor y Salvador y entonces si, tu vida tendrá sentido.
La Palabra de Dios no es simplemente la colección de palabras suyas, un medio de comunicar ideas; es viviente, cambia la vida y es dinámica al obrar en nosotros. Con la agudeza del bisturí de un cirujano, revela lo que somos y lo que no somos. Penetra la médula de nuestra moral y vida espiritual. Discierne lo que está dentro de nosotros, tanto lo bueno como lo malo. No solo debemos oír la Palabra sino que también debemos permitir que moldee nuestra vida.
Nada puede ocultarse de Dios. El ve todo lo que hacemos y tiene conocimiento de todo lo que pensamos. Aun cuando estemos pasando por alto su presencia, El está allí. Cuando procuramos ocultarnos de Dios, El nos ve. No podemos tener secretos para El. Es consolador saber que, aunque nos conoce íntimamente, sigue amándonos.
Cada persona es responsable ante Cristo, no ante otros. Aunque la iglesia no debe transigir en cuanto a las actividades expresamente prohibidas por las Escrituras (adulterio, homosexualidad, homicidio, hurto), tampoco debe crear reglas adicionales ni regulaciones que se consideren al mismo nivel que la Ley de Dios. Muchas veces los cristianos basan sus juicios morales en opiniones, aversiones personales y prejuicios culturales antes que en la Palabra de Dios. Cuando hacen esto, muestran la debilidad de su fe. Piensan que Dios no tiene suficiente poder para guiar a sus hijos. Cuando estemos ante la corte de justicia de Dios (el tribunal de Cristo), no tendremos que preocuparnos de lo que nuestro vecino cristiano haya hecho.
Los cristianos no debemos juzgarnos unos a otros sobre la base de cuestiones moralmente neutras, porque cada individuo es responsable ante Dios. Como Señor, a Cristo pertenece el derecho de juzgar. Cristianos débiles y fuertes, todos compareceremos, no unos ante otros, sino ante el tribunal de Cristo. Ese juicio se basará en lo que hayamos hecho durante la vida. No determinará si entramos o no al cielo, sino los grados de recompensa que se recibirán allí.Los galardones que nos aguardan son la recompensa. La Salvación no se conquista, fue regalo de Dios. 
Las Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios. Cuando Dios la instala por su Espíritu, convence poderosamente, convierte poderosamente y consuela poderosamente. Hace que sea humilde el alma que ha sido orgullosa por mucho tiempo; el espíritu perverso sea manso y obediente. Los hábitos pecaminosos que se han vuelto naturales para el alma, estando profundamente arraigados en ella, son separados y cortados por la espada del Espíritu. Dejará al descubierto a los hombres sus pensamientos y propósitos, las vilezas de muchos, los malos principios que los mueven, las finalidades pecaminosas para las cuales actúan. La palabra mostrará al pecador todo lo que hay en su corazón.
Aferrémonos firmes las doctrinas de la fe cristiana en nuestras cabezas, sus principios vivificantes en nuestros corazones, su confesión franca en nuestros labios, y sometámonos a ellos en nuestras vidas. 
Así como Dios descansó de su obra en la creación, quien confía en Cristo descansa en lo que Dios ha hecho por él. Ha cesado en la búsqueda de la salvación por sus propios esfuerzos, y ha comenzado a depender en la vida diaria de la ayuda del Espíritu Santo.
Dos grandes provisiones alientan a los creyentes en su fe: la Palabra de Dios, que revela si una persona está viviendo una vida plena o espiritual; y el ministerio de Cristo, nuestro gran sumo sacerdote, quien tiene poder para hacernos gozar de la inmediata compañía de Dios.
                                                        
La obra de la redención hace volver al hombre a la obediencia que debe a Dios como su Hacedor. Cristo es la luz del mundo. Por su gracia abre el entendimiento que Satanás ha cegado, y pone al hombre en libertad de la esclavitud del pecado, destruyendo así la atracción fatal, entre otras cosas al culto irracional a las obras realizadas en madera, piedra u otros materiales. El Señor ha sostenido su Iglesia por el Espíritu Santo . Ahora hace nuevas promesas que ciertamente serán cumplidas como lo fueron las antiguas. Cuando los incrédulos entran a la Iglesia, Él es glorificado en ellos y por ellos. Demos a Dios lo que es suyo, cuidando de no servir a la criatura más que al Hacedor.
Cuando nos sintamos heridos y quebrantados, o consumidos en nuestra vida espiritual, Dios no nos aplastará ni nos echará a un lado como algo inútil, sino que con amor nos levantará. La humanidad actual necesita con desesperación los atributos amorosos de Dios. Podemos mostrar dicha sensibilidad mediante su Espíritu a la gente que nos rodea, reflejando la bondad y la sinceridad de Dios hacia ellos.
Parte de la misión de Cristo en la tierra era demostrar la justicia de Dios y ser luz para todas las naciones. A través de Cristo, toda la gente tiene la oportunidad de abrazar su misión. Dios nos llama a ser siervos de su Hijo, demostrando la justicia de Dios y llevando su luz. ¡Qué privilegio tan extraordinario ayudar al Mesías a cumplir su misión! Sin embargo, debemos buscar su justicia antes de demostrarla a los demás y permitir que su luz brille en nosotros antes de que podamos ser luz.Nuestra vida de obediencia, sujetos a su Palabra es condición indispensable para poder trasmitir ese reflejo a quienes nos rodean. Nuestra vida interior se refleja en nuestra actitud externa, de tal modo que nuestro pensamiento es puesto de manifiesto por el modo en que vivimos.
Miremos todo lo que el Señor hará para nosotros y a través de nosotros. Obras majestuosas provocan respuestas majestuosas. ¿Agradecemos en verdad el bien que Dios hace en medio de nosotros y por medio de nosotros? Si es así, dejemos que nuestra alabanza a El refleje lo que realmente sentimos.
El creyente es la lámpara, su conciencia iluminada por el Espíritu Santo es la mecha: que arde débilmente humeando, por no haberse extinguido enteramente la llama. Esto expresa el lado positivo de la fe del penitente. El de corazón quebrantado no deja de poseer alguna chispa o lucecita, que proviene literalmente de lo alto. Cristo le suplirá al tal la gracia como aceite. Puede significar asimismo la luz de la naturaleza humeando en los incrédulos en medio del nocivo humo de sus errores. Cristo no sólo no la apagó, sino que le quitó ese humo y le añadió la nueva claridad de la revelación
Dios no toleraría que su pueblo fuera tentado si su gracia no fuera suficiente, no sólo para salvarnos del daño, sino para hacernos vencedores. Esta tentación, obra de la envidia y del descontentto, es muy dolorosa. Reflexionando en ello, reconocemos que fue nuestra necedad e ignorancia lo que así lo hicieron sufrir. Si en cualquier momento por medio de la sorpresa y el poder de la tentación los hombres buenos pensaran, hablaran o actuaran mal, reflexionarían sobre eso dolorido y avergonzado. Debemos atribuir nuestra seguridad en la tentación, y nuestra victoria, no a nuestra sabiduría, sino a la presencia de Dios por gracia junto a nosotros, y a la intercesión de Cristo por nosotros. Y por esto somos vivificados para aferrarnos más fuerte a Dios.
El mismo cielo no podría hacernos dichosos sin la presencia y el amor de nuestro Dios. El mundo y toda su gloria se desvanece. El cuerpo fallará por enfermedad, edad y muerte; cuando falla la carne, fallan la conducta, el valor y el consuelo. Pero nuestro Señor Jesucristo ofrece ser el Todo en todo a cada pobre pecador que renuncie a todas las otras porciones y confianzas.
Por el pecado todos nos alejamos de Dios. Profesar ser de Cristo aumentará nuestra condenación si seguimos en pecado. Acerquémonos y mantengámonos cerca de nuestro Dios, por fe y oración, y encontremos que es bueno hacerlo así. Los que con corazón recto depositamos nuestra confianza en Dios, nunca tendremos falta de motivos para agradecerle y alabarle. Bendito Señor que nos has prometido tan graciosamente ser nuestra porción en el mundo venidero, impídenos elegir cualquier otra en éste.
Si nuestro deleite es alabar al Señor mientras vivimos, ciertamente le alabaremos toda la eternidad. Teniendo ante nosotros esta gloriosa perspectiva, ¡cuán bajas parecen las empresas terrenales! Hay un Hijo del hombre en quien hay ayuda, que es también el Hijo de Dios, que no le fallará a los que confían en Él. Pero todos los demás hijos de los hombres son como el hombre del cual salieron que, teniendo honra, no permaneció en ella.
Dios ha dado la tierra a los hijos de los hombres, pero hay mucha inquietud al respecto. Sin embargo, después de poco de tiempo, ninguna parte de la tierra será de ellos, excepto la que contiene sus cuerpos muertos. Cuando el hombre vuelve a la tierra, en ese mismo día todos sus planes e intenciones se desvanecen y se van: entonces, ¿en qué quedan sus expectativas?
Nos muestran dónde, por qué y cómo alabar a Dios. ¿Qué hace la alabanza?:
Saca de nuestra mente los problemas y reveses y la enfoca en Dios.
Nos lleva de una meditación individual a una adoración colectiva del Señor.
Nos permite considerar y apreciar el carácter de Dios.
Encauza nuestra perspectiva de lo terrenal a lo celestial.
Jesús afirmó su interés por el pobre y el afligido. El no separa las necesidades sociales y espirituales de las personas, sino que atiende a las dos. Mientras Dios, no el gobierno, es la esperanza de los necesitados, nosotros somos sus instrumentos para ayudar aquí en la tierra.
Los planes de Dios trastornan "el camino de los impíos" porque sus valores son opuestos al de la sociedad. Jesús lo demostró cuando proclamó que "muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros" y que "el que pierda su vida por causa de mí, la hallará". No nos sorprendamos cuando otros no comprendan nuestros valores cristianos, pero no nos rindamos a los de ellos.
La mayoría de los salmos son oraciones y la mayoría de estas incluyen alabanzas a Dios. La alabanza expresa admiración, reconocimiento y gratitud. La alabanza a Dios en el libro de los Salmos se expresa individual y colectivamente. Considerando todo lo que Dios ha hecho y hace por nosotros, ¿qué puede ser más natural que un arranque de alabanza sincero?
Cuando realicemos la alabanza a Dios, no solo por lo que hace (creación, bendiciones, perdón), sino también por lo que El es (amoroso, justo, fiel, perdonador, paciente)
.¿De qué manera he alabado a Dios en los últimos tiempos o le he dicho a otros todo lo que El ha hecho por mi?Pues no me cansaré una y otra vez de repetir que por su gracia soy lo que soy; Dios Padre ha comenzado una obra en mi vida y se tomará el tiempo que sea necesario para moldearme y pulirme, sufriendo o bajo presión para por su gracia ser valorado al soportar la prueba, para ver realmente si soy fiel e integro a lo que mis palabras confiesan. ¿Es fiel mi testimonio? ¿Soy capaz de soportar la presión anticristiana de esta sociedad, sin alterarme?
Vea cada uno la respuesta en su alma, dejando para siempre la guía al Espíritu Santo quién nos guíe en obediencia a la Palabra de Dios en la Biblia.
Con el arrepentimiento, un nuevo orden de vida se abre al creyente en Cristo. Jesús usó la figura del «nuevo nacimiento» para indicar dramáticamente tres cosas: 
Sin el «nuevo nacimiento» no hay vida ni hay relación con Dios
Con el «nuevo nacimiento» surge una nueva perspectiva; «vemos el reino de Dios». La Palabra de Dios se hace clara, y se experimenta el obrar y las maravillas del Espíritu Santo: La fe está viva. 
Por medio del «nuevo nacimiento somos introducidos literalmente «entramos a una nueva esfera, donde el orden del nuevo reino de Dios se hace realidad. 
El nuevo nacimiento es más que simplemente ser «salvo». Es una experiencia, personal con Cristo recalificadora, la cual nos abre a la dimensión sobrenatural de la vida, y nos prepara para entrar en el nuevo orden del reino de Dios.
¡Cuán grande es el pecado de los incrédulos! Dios envió a Uno que era el más amado por Él, para salvarnos; ¿y no será el más amado para nosotros? ¡Cuán grande es la miseria de los incrédulos! Ya han sido condenados, lo que habla de una condenación cierta; una condenación presente . La ira de Dios ahora se desata sobre ellos; y los condenan sus propios corazones. También hay una condenación basada en su culpa anterior; ellos están expuestos a la ley por todos sus pecados; porque no están interesados por fe en el perdón del evangelio. La incredulidad es un pecado contra el remedio. Brota de la enemistad del corazón del hombre hacia Dios, del amor al pecado en alguna forma. Léase también la condenación de los que no quieren conocer a Cristo. Las obras pecadoras son las obras de las tinieblas. El mundo impío se mantiene tan lejos de esta luz como puede, no sea que sus obras sean reprobadas. Cristo es odiado porque aman el pecado. Si no odiaran el conocimiento de la salvación, no se quedarían contentos en la ignorancia condenadora.
Por otro lado, los corazones renovados dan la bienvenida a la luz. Un hombre bueno actúa verdadera y sinceramente en todo lo que hace. Desea saber cuál es la voluntad de Dios, y hacerla, aunque sea contra su propio interés mundanal. Ha tenido lugar un cambio en todo su carácter y conducta. El amor a Dios es derramado en su corazón por el Espíritu Santo, y llega a ser el principio rector de sus acciones. En la medida que siga bajo una carga de culpa no perdonada, solo puede tener un temor servil a Dios, pero cuando sus dudas se disipan, cuando ve la base justa sobre la cual se edifica su perdón, lo asume como si fuera propio, y se une con Dios por un amor sin fingimiento. Nuestras obras son buenas cuando la voluntad de Dios es la regla de ellas, y la gloria de Dios, su finalidad; cuando se hacen en su poder y por amor a Él; a Él, y no a los hombres.
La regeneración, o el nuevo nacimiento, es un tema al cual el mundo tiene aversión; sin embargo, es el gran ganancia en comparación con la cual todo lo demás no es sino fruslería. ¿Qué significa que tengamos comida para comer con abundancia, y una variedad de ropa para ponernos, si no hemos nacido de nuevo? ¿Si después de unas cuantas mañanas y tardes pasadas en alegría irracional, placer carnal y desorden, morimos en nuestros pecados y yacemos en el dolor? ¿De que vale que seamos capaces de desempeñar nuestra parte en la vida, en todo otro aspecto, si al final oímos de parte del Juez Supremo: “Apartaos de mí, no os conozco, obradores de maldad"
Cada día la Palabra de Dios en la Biblia me muestra todo aquello que debo desterrar para ir madurando en frutos del Espíritu. Al principio, cuando has nacido de nuevo, todo es novedad y necesitas ser guiado por la sana doctrina para afirmar los principios básicos de la salvación por fe en Jesucristo.
Los que procedemos de la religión romana, podemos decir que el Señor nos sacó de la oscuridad religiosa permitiendo llegara la luz de la Esperanza a nuestras mentes cegadas por la idolatría. Es una constante en la vida religiosa, que cuanta mayor veneración por las imágenes, más anulados son los sentidos espirituales; como si ellas se adueñasen de ellos y nos volvieran ciegos, mudos, sordos a la Verdad del Evangelio de Jesús. Es cierto que también te hablan de Dios, pero "a su manera" y sólo ellos se creen en posesión de la verdad.
Sé de dónde he salido por la gracia de Dios; sé del poder de transformación de la Palabra de Dios en la Biblia cuando se obedece sin rechistar y cuando ves lo que eres y reconoces que sin Cristo estás perdido; cuando te das cuenta que no eres nada y todo lo que mi mente, alma y espíritu necesitan es sujetarse con los clavos de la fe a Jesucristo. Es entonces cuando la nueva criatura guiada por el Espíritu Santo, va ganando terreno, va de victoria en victoria dominando "el viejo hombre interior". Este proceso de madurez, santificación, conversión, como quiera que lo llamemos, se inicia desde el momento que aceptamos a Cristo como Salvador y Señor. Durará tanto como nuestra vida aquí en la tierra y seremos perfeccionados tras abandonar nuestro cascarón ya muerto o cuando seamos arrebatados al encuentro con Cristo.
Cada día que pasa percibes como tu vida ha ido cambiando, y aquellos hábitos perniciosos que te tenían esclavizado fueron derrotados por Cristo en el momento que le dijiste: "Señor Jesús ayúdame a salir, que yo no puedo". ¡Y vaya si puede! Todo el mérito es del Señor y cada día Su victoria te enseña a seguirle en obediencia, mirando hacia arriba, puestos los ojos en el cielo, liberándote de tantas cargas inútiles que solo estorban tu camino. Poco a poco semeja que tuvieras como alas que te hacen vivir más gozoso y en paz, por muy difícil que sea la situación allí abajo. La vida ahora es la Verdadera Vida, la única que realmente tiene sentido: vivir en Cristo.
El camino aferrado a la Palabra de Dios en la Biblia es seguro, firme y llevadero; en el momento que demos paso a nuestra mente carnal a nuestros razonamientos, se vuelve tortuoso y lleno de dificultades, las mismas que nosotros nos ponemos para obedecer y entregarnos a la Voluntad de Dios.
El camino y los medios por los cuales los cristianos nacidos de nuevo disfrutamos de la salvación pasa por la sangre de Jesús, por el mérito de esa sangre que Él ofrendó como sacrificio expiatorio. La misericordia que perdona, no se entendió claramente hasta que la naturaleza humana de Cristo, el Hijo de Dios, fue herida y molida por nuestros pecados. Nuestro camino al cielo pasa por el Salvador crucificado; su muerte es para nosotros el camino de vida; Cristo es el salvo conducto por el cual somos declarados sin culpa. Debemos acercarnos a Dios por medio de su Hijo, sería despreciar a Cristo seguirle de lejos o mirar para otro lado.
El Lugar Santísimo del templo quedaba oculto de la vista por un velo. Sólo el sumo sacerdote podía entrar en esa habitación santa, y lo hacía una sola vez al año en el día de la expiación, cuando ofrecía sacrificios por los pecados de la nación. Pero la muerte de Jesucristo quitó el velo, y todos los creyentes podemos entrar a la presencia de Dios en todo momento, por la gracia del Señor.
La adoración que nace de un corazón sincero, con completa franqueza de propósito, debe estar basada en la seguridad del poder justificador de la sangre de Cristo y el poder santificador de la Palabra de Dios. La profesión de nuestra esperanza sobre la futura consumación de nuestra salvación, nunca vacilará mientras esté fundada en la fidelidad de aquel que prometió diciendo: Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida, nadie va al Padre si no por mi.
A través de la persona, el sacrificio y la mediación de Cristo, se nos permite a los pecadores acercarnos a Dios Padre y somos llevados con aceptación a su presencia, con nuestra adoración y nuestro servicio, bajo la enseñanza del Espíritu Santo, como uno con el Padre y el Hijo. Cristo compró el permiso para que nosotros vayamos a Dios; y el Espíritu da el corazón para ir, y la fuerza para ir y la gracia para servir aceptablemente a Dios.
Antes de la venida de Cristo, los gentiles y judíos se mantenían alejados entre sí. Los judíos consideraban que los gentiles estaban muy alejados del poder salvador de Dios y por lo tanto sin esperanza. Cristo revela la pecaminosidad total, tanto de judíos como de gentiles, y a continuación ofrece su salvación por igual para ambos. Solo Cristo derriba las paredes de los prejuicios, reconcilia a todos los creyentes con Dios y nos unifica en un cuerpo.
Cristo derribó las paredes que las personas levantaron entre ellas. Debido a que esas paredes se derribaron, podemos disfrutar de una verdadera unidad con personas que no son como nosotros. Esto es lo que llamamos verdadera reconciliación. Gracias a la muerte de Cristo, todos somos parte de una sola familia, nuestra hostilidad en contra de otros ha desaparecido, todos podemos tener acceso al Padre mediante el Espíritu Santo, hemos dejado de ser extraños para Dios y somos parte de un templo santo, con Cristo como piedra principal del ángulo.
Hay muchas barreras que pueden separarnos de otros cristianos: edad, apariencia, inteligencia, inclinación política, nivel económico, raza, perspectivas teológicas. Una de las mejores maneras de apagar el amor de Cristo es interesarnos solo por aquellos con los que tenemos afinidad natural. Por suerte, Cristo ha derribado las barreras y unificado a todos los creyentes en una sola familia. Su cruz debiera ser el centro de nuestra unidad. El Espíritu Santo nos ayuda a mirar más allá de las barreras, a la unidad para la que hemos sido llamados a disfrutar.
Los judíos estaban cerca de Dios porque tenían conocimiento previo acerca de El mediante las Sagradas Escrituras y lo adoraban en sus ceremonias religiosas. Los gentiles estábamos lejos ya que conocíamos poco o nada acerca de Dios. Debido a que ningún grupo puede salvarse por buenas obras, conocimiento ni sinceridad, tanto uno como otro necesitaron oír acerca de la salvación disponible a través de Jesucristo. Ambos, judíos y gentiles, ahora estamos en la libertad de venir a Dios a través de Cristo. Dios se ha acercado a nosotros por su Hijo.
Muchas veces, al edificio de una iglesia se le llama la casa de Dios. En realidad, la casa de Dios no es un edificio sino un grupo de personas. El vive en nosotros y a través de nosotros se da a conocer al mundo. La gente puede ver que Dios es amor y que Jesús es Señor cuando vivimos en armonía con otros y de acuerdo con lo que Dios dice en su Palabra. Somos ciudadanos del Reino de Dios y miembros de su familia.
Estos son algunos de los privilegios que acompañan a nuestra vida nueva en Cristo: tenemos acceso personal a Dios por medio de Cristo y podemos acercarnos a El sin un sistema complicado, como en el Antiguo Testamento; podemos crecer en la fe, vencer las dudas y los interrogantes y profundizar nuestra relación con Dios; podemos disfrutar del estímulo de los demás; podemos adorar y alabar juntos. 
El no asistir a las reuniones cristianas es perder el estímulo y la ayuda de otros cristianos. Nos reunimos para anunciar nuestra fe y fortalecernos los unos a los otros en el Señor. Al acercarnos al fin de los tiempos y al estar próximo el "día" en que Cristo volverá, afrontaremos problemas espirituales, tribulaciones e incluso persecución. 
Fuerzas anticristianas crecerán en intensidad. Las dificultades nunca debieran ser excusas para no congregarnos. En cambio, a medida que surgen las dificultades, debemos hacer un mayor esfuerzo por ser fieles en la asistencia.
El gran deseo de Jesús era que sus discípulos llegasemos a ser uno. Quería que nos uniésemos para ser un poderoso testimonio de la realidad del amor de Dios. ¿Ayuda a la unidad del cuerpo de Cristo la Iglesia actual? Nosotros podemos orar por otros cristianos, evitar el chisme, edificar a otros, trabajar juntos en humildad, dar de nuestro tiempo y dinero, exaltar a Cristo y rehusar desviarnos con discusiones sobre asuntos que provoquen división.
Jesús oró pidiendo unidad entre los creyentes basándose en la unidad de los creyentes con El y el Padre. Los cristianos podemos preservar y fortalecer la unidad entre nosotros si vivimos unidos a Dios.
El Espíritu de Cristo, iluminando, transformando y reinando en los corazones de los discípulos genuinos de Cristo, acercándonos entre sí como miembros de una familia, e incitándonos a una cooperación afectuosa para el bien del mundo; esto es lo que, cuando suficientemente ardiente y extenso, impondrá al mundo el convencimiento de que el cristianismo es divino.
Sin duda, cuanto más desaparezcan de entre los cristianos las diferencias, cuanto más podamos ponernos de acuerdo en asuntos de menor importancia, tanto mayor impresión en el mundo se podrá esperar. Pero la impresión no es absolutamente dependiente de esto; porque la unidad viviente y cariñosa a veces se ve más palpablemente aun en medio de diferencias menores, y a pesar de ellas que donde no hay tales diferencias que prueben el poder de su unidad más honda.
Sin embargo, mientras esta fraternidad viva en Cristo no se manifieste de manera potente para destruir el sectarismo, el egoísmo, la carnalidad y apatía que corroen el corazón del cristianismo en todas las secciones visibles de él, en vano esperaremos que el mundo se impresione hondamente por él. Será cuando “el Espíritu sea derramado sobre nosotros desde lo alto”, como Espíritu de verdad y amor, y sobre todas partes del territorio cristiano por igual, disolviendo diferencias y animosidades, encendiendo asombro y vergüenza por la esterilidad pasada, provocando anhelos de afecto universal y ansias por un mundo sumido en maldad, incorporándose formas palpables y medidas activas: será entonces cuando podremos esperar que sea producido el efecto aquí anunciado.
¿No deberíamos meditar sobre estas cosas los cristianos?

 ¡Maranatha!


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