1 Pedro 3; 15-17
“sino
santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados
para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande
razón de la esperanza que hay en vosotros;
teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como
de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en
Cristo.
Porque
mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere,
que haciendo el mal.”
En lugar de amedrentarnos y conturbarnos debemos
santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones. Como Señor, él tiene toda
potestad (Mateo_28:18). ¡Los hombres no tienen
esto! Santificamos a Cristo en nuestros corazones por medio de confiar en sus
promesas, en su poder y en su bondad, de aceptar las pruebas de vida que Él
permita, y de no temer al hombre. En vez de temer a nuestros enemigos, debemos
confiar en Dios como el Señor de todo. Debemos creer que de verdad Dios controla
todos los acontecimientos, los momentos y circunstancias por los que estemos
pasando. Que Dios es Soberano. Cuando El gobierna nuestros pensamientos y
emociones, no seremos conmovidos por nada que pueda hacer el enemigo. Esa
convicción nos mantiene esperanzados.
Algunos creyentes consideran que la fe es un
asunto personal que debe reservarse para uno mismo. Es verdad que no debemos
ser exuberantes ni ofensivos al anunciar nuestra fe, pero debemos siempre estar
listos para dar razón, amable y respetuosa, cuando se nos pregunta acerca de
nuestra fe, nuestro estilo de vida o nuestra perspectiva cristiana. ¿Otros
pueden ver nuestra esperanza en Cristo? ¿Estmos preparados para decirles a
otros lo que Cristo ha hecho y está haciendo en nuestra vida?
El cristiano debe ser bien informado en las
verdades del evangelio, y en las evidencias que las respaldan. La defensa hecha
no muestra desafío, arrogancia, ni amargura, pero sí es hecha con gran
respeto hacia Dios y con respecto al
juicio final. La defensa es hecha a personas que desean que se les dé cuenta de
la esperanza en el cristiano, pero no a burladores Mateo
26:62,63
Tal vez no podamos evitar que nos calumnien; pero
al menos debemos evitar el dar motivos. Al hacer lo bueno, las acusaciones
serán vacías y solo avergonzarán a quienes las pronuncien. ¡Mantengamos nuestra
conducta libre de censura!
La conciencia es buena cuando no hay pecado en
evidencia. La conciencia es la facultad con que podemos actuar conforme a la
ciencia que tenemos. La conciencia puede ser "buena", y al mismo
tiempo estar equivocado el dueño de ella (Hechos_26;
9-10)
En triste condición está la persona en quien el
pecado y el sufrimiento se encuentran; el pecado hace que el sufrimiento sea
extremado, desconsolador y destructor. Seguramente es mejor sufrir por hacer el
bien que por hacer el mal que nuestra natural impaciencia sugiera en ocasiones.
Lo que dice Pedro aquí es que están viviendo los
hermanos de tal manera que no haya por qué condenarles sus conciencias. El
cristiano se porta de tal manera que, perdonado en la sangre de Cristo, en el
juicio final no tendrá por qué avergonzarse. Pero el malhechor, calumniando, en
realidad no tiene causa justa en contra del cristiano, porque la conducta
diaria de él es buena en Cristo, y en el día final será avergonzado por sus
calumnias.
Uno no puede objetar diciendo: Yo no lo llevaría
tan mal, si lo hubiese merecido: a lo que Pedro responde: Es mejor que no lo
merecieras, a fin de que, haciendo bien y con todo calumniado, puedas probar
que eres un cristiano verdadero.
Dice Pedro que si en alguna ocasión tiene que
sufrir, que sea porque Dios lo ve necesario para su bien espiritual (Hebreos_12:3-11), y no porque ha pecado. Los malos
pueden hacer sufrir a los cristianos solamente si Dios lo permite; si es su
voluntad. Al cristiano toca ver que no merezca ese sufrimiento. Si sufre porque
hace la voluntad de Dios, para él hay bendición, y gracia. ¡Hay valor en sufrir
por Cristo!
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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