Jeremías 23; 29
¿Por ventura mi palabra no es como el fuego, dice el
SEÑOR, y como martillo que quebranta la piedra? (OSO)
Los hombres no pueden ocultarse del ojo de Dios, que todo lo ve.
¿Nunca verán los juicios que se preparan contra ellos mismos? Que consideren la
gran diferencia que hay entre estas profecías y las entregadas por los
verdaderos profetas del Señor. Que no llamen oráculos divinos a sus necios
sueños. Las promesas de paz que hacen estos profetas no deben ser comparadas
con las promesas de Dios más que la paja con el trigo.
El corazón sin humillar del hombre es como una roca; si no es
derretido por la palabra de Dios como fuego, será quebrantado por ella como
martillo. ¿Cómo pueden estar a salvo por siempre o, en absoluto, tranquilos los
que tienen un Dios de poder omnipotente en su contra? La palabra de Dios no es
un mensaje suave, arrullador ni engañoso. Y por su fidelidad puede ser
ciertamente distinguida de las doctrinas falsas.
Isaías 55; 10-11
Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la
nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace engendrar,
y producir, y da simiente al que siembra, y pan al que come;
así será mi
Palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, mas hará lo que yo
quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (OSO)
Estos versículos expresan la firmeza del designio divino con
respecto a su pueblo, Israel, y su territorio en el planeta. El mensaje
profético, la palabra que ha salido de la boca de Dios, tendrá resultados
concretos y en este caso el resultado será la inmigración de los judíos a
Israel.
Los
pensamientos de Dios son de más largo alcance, más fértiles y más elevados que
los nuestros. La comparación de su palabra con la lluvia y la nieve
sugieren una obra lenta y silenciosa, que a su debido tiempo transforma la faz
de la tierra.
El poder de su palabra en las esferas de la providencia y la gracia es
tan cierto como en la de la naturaleza. La verdad sagrada produce un cambio
espiritual en la mente del hombre que ni la lluvia ni la nieve pueden producir
en la tierra. No volverá al Señor sin producir efectos importantes.
Si
adoptamos un punto de vista especial de la Iglesia, hallaremos qué cosas
grandes ha hecho y hará Dios por ella. Los judíos volverán a su tierra; esto
representa las bendiciones prometidas. La gracia del evangelio hará un cambio
grande en los hombres. Librado de la ira venidera, el pecador convertido halla
paz en su conciencia; el amor lo constriñe a dedicarse al servicio de su
Redentor. En lugar de ser profano, contencioso, egoísta o sensual, véanlo
paciente, humilde, amable y en paz. La esperanza de ayudar en tal obra debiera
instarnos a difundir el evangelio de la salvación. Ayúdanos tú, oh Espíritu de
toda verdad, a tener esa visión tal de la plenitud, gratuidad y grandeza de la
rica misericordia en Cristo, que quite de nosotros todos los estrechos puntos
de vista acerca de la gracia soberana.
¡Maranatha!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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