Isaías
25; 1-4
“Jehová,
tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas;
tus consejos antiguos son verdad y firmeza.
Porque
convertiste la ciudad en montón, la ciudad fortificada en ruina; el alcázar de
los extraños para que no sea ciudad, ni nunca jamás sea reedificado.
Por
esto te dará gloria el pueblo fuerte, te temerá la ciudad de gentes robustas.
Porque
fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, refugio
contra el turbión, sombra contra el calor; porque el ímpetu de los violentos es
como turbión contra el muro.”
Isaías exaltó y alabó a Dios porque se dio cuenta
de que El cumple sus planes según lo ha prometido. También Dios cumple las
promesas que nos hace a ti y a mí. Piensa en las oraciones que ha contestado y
alábalo por su bondad y fidelidad.
Los pobres sufrieron porque personas violentas
los oprimieron. Sin embargo, a Dios le preocupan los pobres y es un refugio
para ellos. Cuando estamos en desventaja o nos oprimen, podemos volvernos a
Dios para recibir consuelo y ayuda. Jesús establece en Lucas_6:20
que el Reino de Dios pertenece a los pobres.
En el juicio final todo el mundo honrará a Dios y
reverenciará sus obras. Aunque esto muestre la liberación de los judíos del
cautiverio, apunta más lejos a las alabanzas que habrá que ofrecer a Dios por
las victorias de Cristo sobre nuestros enemigos espirituales, y el consuelo que
ha provisto para todos los creyentes. La fe verdadera sencillamente acredita el
testimonio del Señor, y confía en su verdad para cumplir sus promesas. Como
Dios debilita al fuerte que es orgulloso y seguro, así fortalece al débil que
es humilde y permanece con Él.
Dios protege a su pueblo en todos los climas. El
Señor ampara a los que confían en Él de la insolencia de los opresores. Su
insolencia no es sino el ruido de los extraños; es como el calor del sol
abrasador del mediodía, pero ¿dónde está cuando se pone el sol? El Señor
siempre fue Refugio de los creyentes angustiados, y siempre lo será. Habiéndoles
provisto un refugio, les enseña a huir para allá.
Y como cuando el calor debajo
de una nube quema, tú harás que la rama de los terribles se marchite”; la rama
que se marchita aún bajo la benéfica sombra de una nube tipifica a los
malvados, arrastrados a la ruina, no por carencia de medios naturales para
prosperar, sino por la acción directa de Dios.
1 Corintios 10; 13
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no
sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que
podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida,
para que podáis soportar.”
Pablo sigue dirigiéndose en particular a aquellos
corintios que se gloriaban en su conocimiento pero que a la vez se descuidaban
de sus deberes hacia hermanos débiles frente a la tentación de continuar en
actividades sociales que involucraban el comer cosas sacrificadas a ídolos. Esa
tentación se había apoderado de ellos, pero dice Pablo que no tiene fuerza
invencible, pues es “humana”, o relativamente débil.
Como Dios es más fuerte que el hombre, claro es
que él puede cuidar de que la tentación no sea superior a las fuerzas del
hombre.
El caso de Job ilustra el punto: Dios permitió
que Satanás tentara a Job, pero le puso límites a lo que podría hacer (Job_1:12).
La fidelidad de Dios asegura al cristiano, no la
“imposibilidad de apostasía”, sino la imposibilidad de que Satanás le tiente
más allá del poder del individuo para resistir la tentación. ¡Dios tiene
cuidado de todo individuo! Obviamente, si el individuo no hace lo que tiene
poder para hacer (que es resistir la tentación), no es culpa de Dios.
Satanás tienta pero Dios da la salida. El
cristiano, pues, no tiene excusa si no vence a la tentación. Si el cristiano no
toma la salida para poder soportar la tentación, él es el infiel, y no Dios.
Dios le dio la salida, pero él no la tomó. No creamos una doctrina que inculpe
a Dios cuando el hombre falle. El escudo para protegernos contra los dardos de
fuego del maligno es la fe (Efesios_6:16), y al
hombre, no a Dios, le toca creer (Hebreos_3:12).
El diablo es resistido solamente por la fe del cristiano (Santiago_4:7; 1Pedro_5:9). El huye del fiel.
Dios no nos tienta, sino
Satanás (Santiago_1:13; Mateo_4:1 -3). Dios es
quien nos libra del mal (Mateo_6:13).
En una cultura llena de
depravación moral y presiones, Pablo dio a los corintios palabras de aliento
firmes acerca de la tentación.
Dijo: (1) deseos errados y
tentaciones son comunes a todos, de manera que no piense que nos sucede sólo a nosotros
(2) otros han resistido las
tentaciones y nosotros también lo podemos hacer
(3) toda tentación puede ser
resistida porque Dios nos ayudará a que así sea.
Dios nos ayuda a resistir la
tentación ayudándonos a:
(1) reconocer a aquellas
personas y situaciones que nos originan problemas
(2) apartarse de todo aquello
que sabemos que es erróneo
(3) escoger sólo lo que es
correcto
(4) orar pidiendo la ayuda de
Dios
(5) buscar la compañía de
aquellos que aman a Dios y que serán de ayuda en tiempos de tentación.
Huir de
la tentación es el primer paso hacia la victoria (2 Timoteo_2:22).
Aunque Dios suele probar a los
suyos para refinarlos, nunca lo hace con el fin de que su pueblo caiga. No es
así con Satanás; este tienta con el fin de destruir. Dios prueba para que el
creyente crezca.
En este texto el Apóstol aclara que las tentaciones que vienen
son propias del ambiente en el cual vivían los corintios. Dios no permitiría
que esas tentaciones rebasaran los límites de la resistencia de sus fieles. El
problema en Corinto era que algunos de los creyentes adrede se ponían en el
camino de las tentaciones de la idolatría, y por ende se arriesgaban a una
caída. Lo mismo ocurre, hoy día. Pero el hombre trata de cambiar la etiqueta de la botella del PECADO por otra menos intolerante que diga: DESLIZ, ERROR...etc. Tratan de descafeinar el Evangelio de Jesús y luego piden avivamientos.
¡Maranatha! ¡Sí ven Señor
Jesús!
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