} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 30 Julio LA BUENA SEMILLA

domingo, 30 de julio de 2017

30 Julio LA BUENA SEMILLA


Zacarías 1; 4

“No seáis como vuestros padres, a los cuales clamaron los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras; y no atendieron, ni me escucharon, dice Jehová. “

Dios advirtió a Israel que no fuera como sus antepasados, que lo desobedecieron y cosecharon las consecuencias: juicio. Somos responsables ante Dios por nuestros actos. Ni la herencia ni el ambiente nos puede atrapar y no podemos utilizar esas excusas para disculpar nuestros pecados. Podemos decidir e ir personalmente a Dios y seguir su camino.
La Omnipotencia de Dios y su dominio soberano debieran comprometer y animar a los pecadores a arrepentirse y volverse a Él.

Muy deseable es tener a Jehová de los ejércitos como amigo nuestro, y muy temible es tenerlo como nuestro enemigo. Revisad lo pasado y observad el mensaje que Dios envió por sus siervos, los profetas, a sus padres. Volveos ahora de sus malos caminos y de sus malas obras. Convenceos que dejar sus pecados es la única forma de impedir la ruina que vendrá.
¿Qué llegaron a ser nuestros padres y los profetas que les predicaron?
Todos muertos e idos. Ahí estuvieron, en las ciudades y países donde vivimos, pasando y volviendo a pasar por las mismas calles, habitando en las mismas casas, negociando en las mismas tiendas y mercados, adorando a Dios en los mismos lugares, pero ¿dónde están?
Cuando murieron no fue el fin de ellos; están en la eternidad, en el mundo de los espíritus, el mundo inmutable hacia el que marchamos apresuradamente.
¿Dónde están? Los que vivieron y murieron en pecado están en los tormentos.
Los que vivieron y murieron en Cristo están en el cielo; y si nosotros vivimos y morimos como ellos, dentro de poco tiempo estaremos con ellos eternamente.
Si no les importó sus almas, ¿es razón para que su posteridad deba destruir también las suyas?
Los profetas se fueron. Cristo es el Profeta que vive por siempre, pero todos los demás profetas tienen un punto final puesto a su oficio. ¡Oh, que esta consideración tuviera el debido peso; que los ministros moribundos traten con gente moribunda sobre sus almas que nunca mueren, y sobre una eternidad sobrecogedora, al filo de la cual se encuentran! Nosotros y nuestros profetas viviremos para siempre en otro mundo: prepararse para ese mundo debiera ser nuestra mayor preocupación en éste, y el manual de instrucciones es la Palabra de Dios.
Los predicadores murieron y los oyentes murieron, pero la Palabra de Dios no muere; ni una jota ni una tilde de ella caerán en tierra porque Él es justo.

Salmo 27; 11

“Enséñame, oh Jehová, tu camino,  Y guíame por senda de rectitud  A causa de mis enemigos.”

Donde estuviere el creyente, puede hallar el camino al trono de gracia por la oración. Dios nos llama por su Espíritu, por su Palabra, por su adoración y por providencias especiales, misericordiosas que nos afligen.
Cuando estamos neciamente coqueteando con las vanidades mentirosas, Dios está, por amor a nosotros, llamándonos a buscar nuestras misericordias en Él. La llamada es general. “Buscad mi rostro”, pero debemos aplicarlo a nosotros mismos, “tu rostro buscaré”. La Palabra de Dios  no sirve cuando no aceptamos la exhortación: el corazón bondadoso responde rápidamente a la llamada del Dios bondadoso, siendo voluntario en el día de su poder.
El salmista requiere el favor del Señor; la continuación de su presencia con él; el beneficio de la dirección divina y el beneficio de la protección divina. El tiempo de Dios para ayudar a los que confían en Él llega cuando toda otra ayuda falla. Él es un Amigo más seguro y mejor de lo que son o pueden ser los padres terrenales.
¿Cuál era la creencia que sustentaba al salmista? Que vería la bondad del Señor. Nada hay como la esperanza de fe en la vida eterna, los vistazos anticipados de esa gloria y el sabor previo de sus placeres para impedir que desfallezcamos mientras estamos sometidos a todas las calamidades. Mientras tanto él debe ser fortalecido para soportar el peso de sus cargas. Miremos al Salvador sufriente y oremos en fe que no seamos entregados a las manos de nuestros enemigos.
Animémonos unos a otros a esperar en el Señor con paciente esperanza y oración ferviente.

¡Maranatha! ¡ Si, ven Señor Jesús!

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