Gálatas 2; 20
“Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí.”
¿Cómo hemos sido crucificados con Cristo?
Legalmente, Dios nos ve como si hubiésemos muerto con Cristo, porque nuestros
pecados murieron con El, ya no estamos más condenados (Colosenses_2:13-15).
En cuanto a la
relación, hemos llegado a ser uno con
Cristo y sus experiencias son nuestras. Nuestra vida cristiana empieza cuando,
en unidad con El, morimos a la vida vieja (Romanos_6:5-11).
En nuestra vida diaria, en repetidas ocasiones hemos tenido que
crucificar nuestros deseos pecaminosos que han tratado de impedir que sigamos a
Cristo. Esta también es una forma de morir con El (Lucas_9:23-25).
Aunque el enfoque del cristianismo no es la muerte sino la vida. Porque hemos
sido crucificado con Cristo, también hemos resucitado con El (Romanos_6:5).
Legalmente, hemos sido reconciliado con Dios (2Corintios_5:19) y somos libres para poder crecer a la
semejanza de Cristo (Romanos_8:29).
Y en nuestra vida diaria, al continuar con nuestra batalla contra el
pecado, el poder de la resurrección de Cristo está disponible (Efesios_1:19-20). No estamos solos, Cristo vive en
nosotros, esta es nuestra razón para vivir y nuestra esperanza para el futuro (Colosenses_1:27).
Gálatas 5; 1
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo
libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”
Jesús dijo, "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres...
si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan_8:32; Juan_8:36). ¿Libres de qué? del yugo de la ley
de Moisés; "libertados del pecado ", Romanos_6:18; del dominio del pecado, Romanos_6:12; libres del control de las pasiones
carnales (5:19-21); libres de la opresión de tradiciones humanas (Mateo_23:4-5); "la ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte " (Romanos_8:2); "yo por la ley soy muerto para la
ley, a fin de vivir para Dios" (Gálatas_2:19).
Cristo murió para libertarnos del pecado y de una lista interminable
de leyes y regulaciones. Cristo vino para liberarnos, no para hacer lo que
queramos, lo que nos llevaría nuevamente a la esclavitud de nuestros deseos
egoístas. Si no que, gracias a Cristo, somos libres y ahora estamos en
condiciones de hacer lo que antes era imposible: vivir libre del egoísmo.
Cristo es el gran libertador de la esclavitud del pecado. Pablo pide a
los gálatas que se mantengan firmes en el sentido de su fe en el evangelio que
fue proclamado por el Apóstol. El mismo pensamiento está en 1Corintios_16:13, donde Pablo recuerda a los
corintios: Vigilidad, estad firmes en la fe; sed valientes y
esforzaos (Filipenses_1:27 /
1Tesalonicenses_3:8/2Tesalonicenses_2:15). También el Apóstol les
exhorta a no tomar de nuevo el yugo de la esclavitud con el cual los
judaizantes querían atraparlos para esclavizarlos en el judaísmo. Los gálatas habían
sido libres de una religión pagana o judía; ¿para qué regresar al yugo de una
esclavitud que una religión trae? Las cosas externas no tienen nada que
ver con la libertad del Espíritu. Aquellos que apelan a su libertad para hacer
lo que gusten o ser indulgentes con sus deseos, están cayendo en las garras del
pecado. ¿Usamos esta libertad para nosotros mismos o en favor de otros?
1 Pedro 2; 16
“como libres, pero no como los que
tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios”
Cuando Pedro les dijo a sus lectores que debían respetar a las
autoridades civiles, hablaba del Imperio Romano que estaba bajo la autoridad de
Nerón, un tirano notoriamente cruel. Es obvio que no les dijo a los creyentes
que debían comprometer su conciencia. Pedro le había expresado al sumo
sacerdote años antes: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los
hombres" (Hechos 5:29). Pero en diferentes
aspectos de su vida cotidiana, era posible y deseable que los cristianos
vivieran en armonía con la ley de su país. En la actualidad, algunos cristianos
viven en libertad mientras que otros viven bajo gobiernos represivos. A todos
se les ordena cooperar con los gobernantes, siempre y cuando la conciencia lo
permita. Debemos hacerlo "por causa del Señor", para que se respeten
sus buenas nuevas y su pueblo. Si somos perseguidos, debe ser por la causa de
Cristo y no por quebrantar leyes morales o civiles.
Al obedecer las leyes del país el cristiano no es esclavo, sino libre.
Cristo le libertó; le compró (Juan_8:32). Ha
sido libertado de la esclavitud del pecado y de su condenación. Ahora anda
libre, para hacer de su vida lo mejor posible. Esta es la verdadera libertad.
Algunos usaban su libertad en Cristo como excusa para cubrir sus
pecados. La palabra "pretexto" es de la palabra griega para decir
"velo" (de cubrir). El judío converso tenía la tentación de no
obedecer al gobierno porque los judíos siempre se consideraban como libres de
toda ley humana. Los gnósticos promovían la sensualidad, bajo el pretexto de
libertad (2Pedro_2:19). Pedro advierte en contra
de tal actitud incorrecta hacia la obediencia de las leyes de gobiernos
humanos.
La libertad absoluta no existe; es una ficción. Todos somos, o siervos
de la justicia, o siervos del pecado (Romanos_6:16-18;
2Pedro_2:19). La libertad sin restricción equivale a licencia, y esto
lleva a la esclavitud abyecta del pecado y a la destrucción.
Esta es una de las
paradojas de la Biblia: el libre (el cristiano) es esclavo (de Dios); el
esclavo (de Dios) es hombre libre (el cristiano).
El
cristiano, como siervo de Dios, es libre para hacer la voluntad de Dios, al
obedecer a las leyes del país, y al cumplir con todas sus obligaciones hacia
sus hermanos en Cristo (2Corintios_4:5) y hacia
los de afuera (Gálatas_6:10).
La conducta del cristiano debe ser honesta; lo cual no puede ser, si
no se cumplen justa y cuidadosamente todos los deberes relacionados; el apóstol
los trata aquí con claridad. Considerar esos deberes es la voluntad de Dios; en
consecuencia, es deber del cristiano y el modo de silenciar las calumnias viles
de hombres ignorantes y necios. Los cristianos deben proponerse, en todas sus
relaciones, conducirse rectamente para que no hagan de su libertad un manto o
cubierta de alguna maldad, o descuido del deber, pero deben recordar que son
siervos de Dios.
El cristiano es
libre porque es siervo de Dios. La libertad cristiana no quiere decir ser libre
para hacer lo que a uno le dé la gana. Quiere decir ser libre para actuar como
es debido, para vivir como Dios manda.
En este asunto
tenemos que volver a la gran verdad central que ya hemos visto: El Cristianismo es comunidad. El
cristiano no es un individuo aislado, sino un miembro de una comunidad dentro
de la cual opera su libertad. La libertad cristiana, por tanto, es la libertad
para servir. Solamente en Cristo es una persona liberada de sí misma y del
pecado de forma que pueda llegar a ser tan buena como debe. La libertad se
produce cuando una persona recibe a Cristo como Rey de su corazón y Señor de su
vida.
¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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