} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 8 Julio LA BUENA SEMILLA

sábado, 8 de julio de 2017

8 Julio LA BUENA SEMILLA

 Este Salmo es un tesoro sin fin. Es virtualmente un Salmo de oración de principio a fin, porque a lo largo de él se dirige al Señor y brota de un corazón realmente humano en toda su fragilidad y sus fallas. No importa cuán grandes sean nuestras aspiraciones para obedecer, para mantener la palabra del Señor muy viva en nuestras mentes y vidas, seguimos siendo hasta el final como oveja extraviada necesitando el cuidado del Pastor
Nuestro es el privilegio de cantar estas palabras en un día cuando contamos con toda la Palabra de Dios escrita; del salmista fue el privilegio celebrar la realidad fundamental de que, venga como viniera y en qué forma exista, la Palabra de Dios es central a la vida del pueblo de Dios, de los hijos de Dios. Nuestro Dios es un Dios que habla y es la posesión de esa revelación verbal lo que diferencia a su pueblo de todos los demás sobre la tierra.
La importancia permanente de la Palabra de Dios es expresada por leyes, en el sentido de “decretos”.
La autoridad de la Palabra y el amor que la motivó se fusionan en la descripción ley. Aunque la Palabra es usada como una imposición autoritaria, básicamente significa “enseñar” y es específicamente la instrucción que un padre cuidadoso da a su hijo que ama.
Por último, la palabra de Dios ha sido diseñada para una aplicación práctica a la vida. Es mandatos, mandamientos puede hacerse alguna distinción práctica entre esta palabra y la siguiente, es que mandato es la simple idea de “hacer lo que se le manda” mientras que ordenanzas sugiere aplicar la palabra de Dios a las menudencias de la vida, y caminos es lo que ahora se denomina “estilo de vida”.
A través de todas estas palabras existe un cierto énfasis continuo, por ejemplo, el amor a la Palabra de Dios, el compromiso de obedecerla, a la cual uno resueltamente se aferra en los momentos de dificultad
La preocupación por la Palabra es motivo para rogar pidiendo compasión  y liberación; el Señor siempre cumple Su Palabra.  

Salmo 119; 50
“Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado.”


Aunque el salmista está pasando por pruebas, la Palabra de Dios es su consuelo, su alegría y su esperanza. El salmista empieza hablando de la promesa de Dios. No pide nuevas promesas sino el cumplimiento de la que ya se dio; no apela a su propio servicio a Dios sino a lo que Dios le dijo a él. Esta promesa de Dios y lo que ha experimentado de su Palabra, que le ha vivificado, le dan esperanza y consuelo. Otros encuentran su consuelo en su dinero, o posesiones, o fama, o placeres, pero la persona cuya esperanza viene de Dios lo encuentra en la Palabra de Dios.
El poder de Dios se manifiesta por medio de su Palabra. “Los impíos a veces pueden experimentar una elevación de su espíritu durante sus sufrimientos, pero están totalmente destituidos de esta fuerza interior  Muchas cosas generan la reacción “¿para qué seguir preocupándonos?”: las dificultades, la oposición despreciativa o porque a nadie parece importarle. En esos momentos, el salmista seguía centrando su vida en la Palabra del Señor, encontrando que las promesas divinas generaban una renovación en él, que el tiempo de la oposición era justamente el de tomarse firmemente de las enseñanzas del Señor, que sus juicios daban consuelo, que la oscuridad de la vida tiene que ser encarada con un resuelto “guardar” y constante conservación, el guardar de un administrador.   La palabra de esperanza y consuelo.  La palabra se origina en la boca del Señor; en consecuencia comunica esperanza segura y es una fuerza estimulante. La palabra defendida contra los burladores: la oposición descontrolada enfrentada con una consagración firme que da consuelo. La palabra en la tristeza y en el canto. El pueblo observa normas diferentes y el mundo es un lugar extraño. Estas presiones no le hacen ceder sino que hacen que las alegrías de la palabra sean más preciosas.  La libertad que da la palabra, la audacia  y el deleite deben ser vigilados y protegidos por medio de tomarse resueltamente de la palabra.


La Palabra de Dios habla consuelo en la aflicción. Si nos hace santos por gracia, hay suficiente en ella para darnos bienestar en todas las circunstancias. Estemos seguros de tener la ley divina por lo que creemos, y entonces, no dejemos que los burladores prevalezcan sobre nosotros para que la dejemos.
Los juicios antiguos de Dios nos consuelan y nos exhortan, porque Él sigue siendo el mismo.


Salmo 119; 107
“Afligido estoy en gran manera; Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu palabra.”


La palabra en la mano del Señor en medio de las dificultades de la vida, capaz de renovar y enseñar.
Con toda decisión está resuelto a cumplir su juramento de ajustarse a los juicios divinos, que son siempre justos; pero ahora se halla sumido en la aflicción a causa de la hostilidad de sus enemigos, que conspiran contra él. Su vida está en peligro; la metáfora tener el alma en las palmas de las manos equivale a la nuestra “tener la vida en un hilo.”  Por eso ruega a Jehová que acepte sus ofrendas voluntarias, sus votos y plegarias, para así contrarrestar la labor de sus enemigos, que, como cazadores avezados, le ponen una trampa para hacerle caer en la fosa. Justamente se oponen a él porque se mantiene sano en su fidelidad a la ley. Pero el salmista declara que no se desviará de su conducta, porque los testimonios de Jehová constituyen su heredad, o porción selecta que le ha caído en suerte, y le proporcionan el mayor gozo a su corazón lacerado. Por eso siempre está dispuesto a cumplir sus exigencias y estatutos, ya que son la expresión de la voluntad divina.


La palabra de Dios nos dirige en nuestra obra y camino, y el mundo sería indudablemente un lugar tenebroso sin ella. El mandamiento es lámpara que se mantiene encendida con el aceite del Espíritu, como luz que nos dirige al elegir nuestro camino y los pasos que damos en ese camino.
Aquí se alude a la obediencia a los mandamientos de Dios por parte del pecador sometido a una dispensación de misericordia, la obediencia del creyente partícipe del pacto de gracia.
El salmista es frecuentemente afligido pero con el anhelo de llegar a ser más santo; diariamente eleva oraciones pidiendo gracia vivificante. Nada podemos ofrecer a Dios que Él acepte, sino lo que a Él le plazca enseñarnos a hacer.
Tener nuestra alma o vida continuamente en nuestras manos presupone el peligro constante de la vida; sin embargo, él no olvidaba las promesas ni los preceptos de Dios.
Así, cada nacido de nuevo nunca debe perder de vista las promesas de Dios, porque Él es Fiel para cumplirlas. Vivamos de continuo en la esperanza que viene muy pronto a llevarnos a Su presencia.

¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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